Eurotrip #3: Berlín

Publicado por flag-es Andrés Viedma — hace 6 años

Blog: Ich bin Erasmus!
Etiquetas: flag-de Blog Erasmus Berlin, Berlin, Alemania

¡Hola a todos!

Continúo con la crónica de mi noviembre viajero, hablando hoy del viaje de cuatro días a Berlín que hice con algunos de mis compañeros de piso a mediados de noviembre. Yo ya había visitado Berlín en el año 2008, pero me apetecía volver a visitar esta gran ciudad y conocerla desde otra manera de viajar (no es lo mismo viajar con familiares que con amigos). Además, ¡estar de Erasmus en Alemania y no ir a Berlín es casi un sacrilegio!

Pese a que existe conexión directa de tren y bus entre Bremen y Berlín, la opción más barata es ir en tren a Hamburgo (gratis para los estudiantes con nuestro Semesterticket) y desde allí ir en bus a Berlín por sólo 8€ con la compañía Flixbus. De esta manera, nuestro viaje comenzó con un gran madrugón, una hora de tren, un café en Hamburgo y tres horas y media de bus; que nos dejaron en pleno centro del antiguo Berlín oriental, junto a la Alexanderplatz. Desde allí, decidimos ahorrarnos pagar el transporte público y caminar durante 25 minutos por la Karl-Marx-Alle, una de las avenidas más representativas del antiguo Berlín este, flanqueada por grandes edificios de fría estética comunista, dónde la magnitud y el estricto orden crea una sensación de pequeñez frente a una ciudad fría e impersonal, reflejo del sistema que albergaba. En esta zona está ambientada la película de 'La vida de los otros' (Das Leben der Anderen), que retrata la estricta vigilancia y control sobre la población por el régimen en la República Democrática Alemana.

Tras recorrer esta gran avenida, llegamos a la calle donde se encontraba nuestro hostal. Inicialmente queríamos alojarnos en el Hostel Wombats, ya que una de mis compañeras se había alojado en uno de la misma cadena en Múnich y nos había dicho que estaba muy bien. No obstante, no quedaban camas cuando quisimos reservar, por lo que decidimos alojarnos en el Pegasus Hostel, donde otro de mis compañeros se había alojado hace un par de veranos. Él nos había advertido que era un hostal muy cutre, pero que para lo que costaba (nos salió a 46€ por persona tres noches) no estaba mal y que había bastante buen ambiente. No obstante, eso había sido en verano, cuando los hostales se llenan de mochileros y jóvenes viajeros de todo el mundo, siendo fácil socializar con cualquier vecino aleatorio; mientras que nosotros nos encontramos con el hostal repleto de familias de refugiados sirios recién llegados a Alemania.

Obviamente ninguno de nosotros tiene ningún problema con los refugiados y no tenemos ningún tipo de pensamiento racista o xenófobo (faltaría más), pero he de decir que era un poco incómodo ser los únicos jóvenes turistas en todo el hostal, puesto que ir a la cocina a cenar algo rápido antes de salir significaba encontrarnos con todos los fogones ocupados por gente haciendo la cena para sus familias al completo, sin ese ambientillo que suele haber en los albergues.

Nos alojaron a los 7 en una habitación de 8 con baño propio, por lo que teníamos bastante privacidad y espacio, pudiendo beber en el albergue antes de salir sin molestar a nadie. La habitación estaba bastante bien, con 4 literas y una mesa junto a una gran ventana. En general todo el albergue estaba en un punto medio de limpieza, ni sucio ni limpio, salvo la cocina, que estaba realmente asquerosa y con un fuerte olor muy desagradable. Sin embargo, todos estaban bastante convencidos de que para lo que habíamos pagado estaba bastante bien. Todos menos yo.

La razón es que cuando estábamos cenando el primer día en la cocina, vi una rata correteando por el patio del hostal. Sabía perfectamente que si avisaba a mis compañeros de lo que estaba viendo desataría el caos y ninguno estaría cómodo en el hostal en los 4 días que nos quedaban por delante, por lo que decidí callarme y sufrir en silencio, esperando hasta el momento del check-out para contárselo a los demás. De nada, chicos.

En conclusión sobre el albergue, no lo recomiendo como primera opción para alojarse en Berlín, pero si no encuentras otro sitio barato y todos los albergues están pillados, sigue siendo una opción a tener en cuenta, puesto que salvo por el episodio de la rata y las malas instalaciones de la cocina, nuestra estancia en el albergue fue buena.

Volviendo al hilo de la historia, tras dejar el equipaje en el sótano del albergue (hasta mediodía no podíamos hacer el check-in), cogimos el metro, que estaba a menos de 3 minutos del hostal, y nos dirigimos de nuevo a Alexanderplatz, desde donde empezamos una ruta por el Berlín más turístico: la famosa torre de la televisión de la Alexanderplatz (emblema del Berlín comunista), el ayuntamiento rojo, la Isla de los Museos, la Berliner Dom (catedral), la lujosa avenida Unter den Linden y la renombrada puerta de Brandenburgo, donde nos encontramos con algunos de nuestros amigos franceses, además de hacernos la foto de rigor.

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De este paseo he de decir que me sorprendió bastante descubrir que el Palacio de la República, sede del gobierno de la antigua República Democrática Alemana, había sido derruido, ocupando su lugar en la Isla de los Museos las obras de reconstrucción del Palacio Real de Berlín. Este edificio histórico fue muy dañado en la II Guerra Mundial y derruido por la administración comunista en 1950, pero ahora el Berlín reunificado ha decidido reconstruir y recuperar este valioso monumento.

Desde la Puerta de Brandenburgo nos dirigimos hacia el Reichstag, desde donde nos internamos en el Tiergarten, el gigantesco parque situado en pleno centro de la ciudad, donde vimos el Palacio de Bellevue, residencia del canciller de la República Federal (de la Merkel, vamos) y la columna de la Victoria, que domina todo el Tiergarten desde su mismo centro. Paramos a comer lo que nos habíamos traído desde Bremen en algún punto del parque (ante todo, ahorradores), que se encontraba teñido por los colores del otoño.

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Una de las cosas que más caracterizan a Berlín es la cantidad de memoriales que se encuentran en sus calles y parques. Sólo en este paseo que estoy narrando, encontramos un memorial a todas las víctimas de las guerras y la represión en Unter den Linden, otro a las víctimas de las persecución y genocidio de la etnia gitana en los campos de concentración nazis, el de los homosexuales perseguidos durante el III Reich, el de los judíos asesinados durante el Holocausto... Precisamente a estos dos últimos nos dirigimos tras comer, saliendo del parque justo por el memorial a los homosexuales víctimas de la represión del nacional-socialismo. Este monumento consiste en un bloque negro con una pequeña abertura, a través de la cual se visualiza una proyección de dos hombres besándose en el mismo lugar que se ubica el monumento.

Justo enfrente de este pequeño memorial se encuentra el gigantesco monumento en memoria de los judíos asesinados en Europa durante el Holocausto, formado por 2711 oscuros bloques rectangulares. Estos bloques, de diferentes alturas e inclinaciones, se disponen en retícula ortogonal, formando largos pasillos que van variando de altura. De esta manera, al recorrer el monumento, el visitante se va adentrando entre las altas paredes de los bloques, desorientándose entre ellos.

La percepción de este monumento varía mucho según cómo lo visites. Siempre está lleno de gente que corre y juega entre los bloques, lo que lo convierte en un divertido laberinto; mientras que si decides recorrerlo solo y en silencio, perdiéndote en tus reflexiones sobre la atrocidad del Holocausto, puede llegar a ser una experiencia bastante intensa. El primer día, cuando lo visitamos, no nos lo tomamos muy en serio, pero cuando fuimos el lunes siguiente con el Free Tour el guía nos recomendó recorrerlo en solitario. En mi caso, me pareció una experiencia realmente valiosa, puesto que el memorial te hace sentir desorientado, incapaz de asimilar la magnitud de lo que sucedió en el Holocausto. Además, ese día había llovido, por lo que las impermeables paredes de los bloques estaban cubiertas de una multitud de pequeñas gotas, que parecían un símbolo del sufrimiento del pueblo judío.

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Tras visitar el monumento, nos dirigimos a un parking cercano, totalmente corriente, bajo el que se encontraba el búnker personal de Hitler. A mí personalmente me pareció un poco superflua la visita a este lugar, puesto que realmente no ves nada interesante, solo sabes que a 8 metros bajo tus pies se supone que está el búnker dónde pasó sus últimos momentos Hitler.

Nuestro siguiente destino fue Potsdamer Platz, uno de los lugares que más han cambiado desde la caída del muro. Cuando mis padres visitaron Berlín en 1984, Potsdamer Platz era un gigantesco descampado atravesado por el Muro y con una serie de pasarelas en el lado occidental que permitían observar la ciudad comunista. Ahora, esta plaza se trata de un vibrante nudo de comunicaciones rodeado por grandes y modernos rascacielos, símbolo de la nueva Alemania próspera y capitalista, principal potencia económica de Europa, surgida tras la reunificación en 1989. Es especialmente interesante el Sony Center, gigantesco espacio público cubierto por una curiosísima estructura de metal y vidrio con forma de paraguas.

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Tras este larguísimo pateo por la ciudad, decidimos coger el metro y volver a descansar al hostal, puesto que queríamos disfrutar de la noche berlinesa. Berlín es ampliamente conocida por ser uno de las ciudades europeas con más vida nocturna, sobre todo en cuanto a música electrónica se refiere, siendo conocida como 'la capital del tecno'. La mayoría de la vida nocturna se concentra en los distritos de Kreuzberg y Friedrichshain, con su epicentro en Warschauer Straße. Lo que más sorprende de esta zona es la localización de los clubs nocturnos, que aprovechan en su mayoría antiguas instalaciones industriales, como plantas eléctricas o viejos almacenes. Existen varios clubs de tecno que poseen un especial renombre, como puedan ser Berghain, Tresor o Watergate, pero que presentan un gran problema si eres un visitante en la capital alemana: no vas a poder entrar.

Estos clubs aprovechan la enorme afluencia que tienen (hay colas de 2 horas para entrar) para ser especialmente estrictos con la entrada. Amigos que llevan más tiempo en Alemania nos contaron que para poder entrar, tienes que cumplir una serie de criterios bastante aleatorios que se escapan a mi comprensión: parecer que te gusta el tecno, ir en grupos pequeños, no hablar en otro idioma que no sea alemán, no mirar el móvil durante la cola, no ir demasiado borracho... Nuestros amigos franceses intentaron entrar sin éxito dos veces a Berghain, pero nosotros decidimos que no valía la pena hacer una cola tan larga para que luego no nos dejasen entrar por motivos totalmente xenófobos como pueda ser hablar español o inglés mientras esperas.

De esta manera y tras calentar en el hostal, nos dirigimos a la zona más concurrida de Warschauer Straße, donde un gran número de antiguos almacenes alojan numerosos club nocturnos más pequeños. No obstante, y pese a que no eran sitios tan restrictivos como Berghain o Watergate, nos encontramos que en muchos sitios no nos dejaban entrar por ser 7 personas, por lo que recomiendo hacer grupos pequeños cuando vas a entrar a uno de estos clubs. Al final entramos en el más barato (5€ de entrada) de los que nos dejaban entrar, del cuál ninguno somos capaces de recordar el nombre. El sitio y la música estaban bien, pero no había mucha gente, ya que deducimos que si nos habían dejado entrar a todos era porque necesitaban gente. Pese a esto, nos lo pasamos bastante bien y fue una noche bastante graciosa. Al final terminó con un sabroso y barato kebab de vuelta al hostal, que es como toda buena fiesta debe concluir.

Al día siguiente, hicimos un esfuerzo contra la resaca y nos dirigimos paseando hasta la East Side Gallery, un fragmento de más de un kilómetro del Muro de Berlín que fue preservado y convertido en una fantástica galería al aire libre, en la que más de 150 artistas plasmaron en 1990 sobre los paneles del Muro la alegría por la caída del Telón de Acero y el rechazo a todo tipo de guerra, conflicto y separación entre los pueblos del mundo. Cuando visité Berlín en 2008, los murales se encontraban en mal estado de conservación debido a que miles de estúpidos visitantes deciden que no hay mejor idea que escribir sus nombres o, aún peor, mensajes del tipo 'Viva Badajoz' o 'I love Berlin' sobre las obras de arte. Afortunadamente, en 2009 comenzó un proceso de restauración que hace que en algunos de los tramos estén totalmente renovados, mientras que otros se encontraban tras vallas de separación, pues estaban siendo restaurados en la actualidad.

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Tras recorrer la East Side Gallery, cruzamos por el bonito y rojizo Oberbaumbrücke en dirección a Kreuzberg, el barrio más alternativo de todo Berlín, donde visitamos el Görlitzer Park, que por lo que tengo entendido tiene mucho ambiente en verano (cuando fuimos sólo había camellos ofreciendo droga... ), y numerosas tiendas de vinilos, ropa vintage o piercings que se encuentran a lo largo de la Oranienstraße, por la que nos dirigimos hacia Checkpoint Charlie. A mitad de camino nos metimos en una estación de metro para refugiarnos del frío y comernos los sandwiches que habíamos comprado en el supermercado de enfrente del albergue, con los que comimos por unos 90 céntimos por cabeza durante dos días (todo muy low cost). Por el camino vimos cosas tan corrientes y normales como este gigantesco falo cruzando toda la fachada de un edificio:

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Desde allí nos dirigimos hasta la Topografía del Terror, museo ubicado sobre las ruinas de la sede central de la Gestapo y que narra todo el desarrollo del nazismo en Alemania, explicando en profundidad el funcionamiento del III Reich y las incontables atrocidades que cometieron. Recomiendo sin duda la visita a esta exposición, puesto que aunque algunas cosas sean un poco duras de ver, merece la pena comprender bien lo que pasó en Alemania y en toda Europa entre 1933 y 1945. Además, es totalmente gratuita, como la mayoría de museos alemanes relacionados con el III Reich o la Guerra Fría. Después de esto, decidimos volver al hostal a descansar un ratillo y cenar antes de salir de fiesta, pero pasando primero por la puerta de Brandenburgo, que había sido iluminada con la bandera francesa en señal de apoyo a las víctimas de los atentados, que habían tenido lugar la noche anterior. Asimismo, una multitud se concentraba frente a la embajada francesa, que se encuentra en la misma plaza, dejando flores, velas y mensajes en memoria de las víctimas y condenando la violencia terrorista.

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Puesto que no habíamos cogido el metro en todo el día, no habíamos comprado aún el ticket de transporte (lo más barato para grupos es combinar ticket grupal de un día para 5 personas con billetes individuales de un día, lo que sale a unos 3-4 euros por persona y día, en función del número de personas). Estábamos en la estación peleándonos con la máquina de los billetes cuando de repente llegó nuestro tren, por lo que decidimos montarnos sin pagar y comprar los billetes al hacer el siguiente transbordo. Gran error. Sólo vimos un revisor en los 4 días que estuvimos en Berlín y sólo nos montamos una sola vez sin pagar, y si, efectivamente, ambos acontecimientos tuvieron que coincidir. 60€ de multa para 3 de nosotros (los otros 4 pudieron escapar de las garras del revisor a tiempo). Por lo tanto, consejo: pagad todos los billetes en Berlín o arriesgaos y no paguéis ninguno, pero no os quedéis a medias como nosotros!

Una vez digerido el follón de la multa y de vuelta en el hostal, nos preparamos para salir de nuevo de fiesta. En esta ocasión fuimos a un club llamado Matrix, que se encuentra bajo la estación de tren de Warschauer Straße. Aunque no es uno de los locales de culto de los amantes del tecno en Berlín, es una discoteca gigantesca (9 salas) con muchísima gente y muy buen ambiente, con diferentes estilos de música en cada sala. La entrada costaba 10€, pero mereció totalmente la pena, puesto que fue una noche muy épica. Además, no tienes ningún tipo de problema para entrar, por lo que es una apuesta segura si quieres disfrutar de la noche berlinesa y no eres especialmente aficionado del tecno.

Al día siguiente empleamos buena parte de la mañana en reponer fuerzas (resaca de toda la vida, vamos), tras lo que nos dirigimos a la Bernauer Straße, donde se encuentra el Memorial del Muro, una especie de parque-memorial en el que se explica la historia de algunas familias que vivían en los edificios de una calle que quedaron justo entre el Este y el Oeste, dividiendo a familiares y vecinos durante casi tres décadas. Junto a este parque hay un museo sobre el Muro muy interesante, ya que, entre otras cosas, explica todo lo que pasó en Alemania entre el fin de la guerra y el alzamiento del Muro, que es algo que no es muy conocido normalmente. Además, desde lo alto de este edificio se puede observar un fragmento de muro que han conservado exactamente igual que como era, incluyendo la llamada 'franja de la muerte', espacio vacío entre los dos muros que conformaban toda la barrera entre una y otra Alemania.

Después de esto queríamos ir al Flohmarkt (mercadillo de segunda mano) que se celebra en el Mauerpark todos los domingos, pero resultaba ser el Volkstrauertag (día de luto nacional), en que el pueblo alemán conmemora a las víctimas de todas las guerras o regímenes totalitarios que han asolado al mundo, por lo que eventos como este mercadillo estaban suspendidos. Asimismo, fuimos a Oranienburger Straße con el objetivo de visitar la casa okupa de Tacheles, pero estaba cerrada.

Al día siguiente, lunes, madrugamos y nos dirigimos al Reichstag (el parlamento alemán) puesto que teníamos cita a las 8 de la mañana para entrar y visitar la famosa cúpula diseñada por Norman Foster, en la cual me partí el labio en 2008 (es lo que tiene ser patoso y viajero). Esta visita es gratuita y totalmente recomendable, no sólo por la maravillosa obra arquitectónico de Foster, sino también por las bonitas vistas. Para ir hay que reservar con antelación en la página web del Reichstag, aunque también se puede intentar entrar en el momento usando las plazas de reservas canceladas, para lo que hay que dirigirse a una oficina que hay junto al Reichstag, en el borde del Tiergarten.

Después de eso nos paseamos un poco para hacer tiempo hasta las 11:00, hora a la que íbamos a hacer un free tour por Berlín. Por si no lo sabéis, un free tour es un nuevo concepto de recorrido turístico guiado en el que no se te pide una remuneración previa a la visita, decidiendo tú cuánto quieres pagar (o si no quieres) después del mismo. Fue una experiencia buenísima, ya que recorrimos todos los principales monumentos de la zona, muchos de los cuáles ya habíamos visto, pero explicados y amenizados por un fantástico guía español. Es una de las mejores maneras de recorrer toda esta zona de Berlín, por lo que os dejo link New Tour el link a la empresa que organiza estos tours, llamada New Tours Berlin.

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El tour comenzó en la puerta de Brandenburgo, con entre dos y tres horas de duración y nos dejó en la Bebelplatz, plaza donde los nazis efectuaron la famosa quema de libros de 1933, trágico hecho que recuerda un curioso memorial ubicado en el centro de la plaza. Al terminar el tour cogimos el metro hasta la parada de Mehringdamm, junto a la que se encuentra un pequeño puesto callejero que vende el denominado 'mejor kebab de Europa'. No sé si será el mejor del continente, pero si es el mejor que he probado nunca, ya que le añaden limón, hierbabuena y verduras a la plancha (y sólo por 4-3€). Con el kebab en el estómago, fuimos de nuevo al memorial de los judíos, con el objetivo de visitar el museo que hay debajo. Nos lo encontramos con un cartel que decía que cerraba los lunes, pero la puerta estaba medio abierta, por lo que entramos. No duramos ni 5 minutos, ya que un segurata muy amable llegó y nos recordó que nos estábamos colando en el museo. Sin nada mejor que hacer, decidimos volvernos al hostal y echar un par de horas en la recepción hasta que fuese la hora de nuestro bus de vuelta a Hamburgo.

Como conclusión de este viaje es que, pese a que viajar con poco presupuesto a veces desespera, es cierto que te ríes mucho más al verte a ti mismo comer pan de molde en el suelo de una cutre estación de metro berlinesa o cocinando el probablemente más asqueroso arroz blanco que vayamos a comer en nuestras vidas rodeados de refugiados sirios y con una rata acechando. Fueron 4 días increíbles en una gran ciudad como es Berlín, que me volvió a sorprender por la cantidad de facetas que tiene y de historia que alberga, siendo una de todas las ciudades que he visitado en las que más me gustaría vivir.

¡Hasta el próximo día!


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