Descubriendo Berlín (4/4)
Excursiones desde Berlín
He dejado para el final un post muy especial para rememorar las dos visitas que más nos impactaron, por razones totalmente distintas, durante el viaje: el sobrecogedor campo de concentración Sachsenhausen y la increíblemente bonita ciudad de Potsdam.
La visita al campo de concentración Sachsenhausen es quizás lo que más recuerdo de todos los sitios en los que estuvimos. El campo de concentración se encuentra en el norte de la ciudad, en un pueblo llamado Oranienburg, aunque desde la estación de tren hay que caminar unos quince o veinte minutos hasta llegar al campo. La entrada es gratuita y nosotros optamos por ir, desde Potsdamer Platz, con una guía que nos acompañó durante todo el recorrido. El tour también era gratuito y en él se explica la historia del campo de concentración, su estructura y organización y las crudas condiciones en las que los presos vivían allí. Como en otras ocasiones, para esta visita es vital contar con billete de transporte público.
Justo en la entrada, esa que decenas de miles de personas ya no pudieron cruzar de nuevo para salir, un reloj pintado en la torre nos indica la hora a la que el campo fue liberado por los soviéticos, las 11:08. Algo de tiempo después, ese mismo espacio volvería a ser usado como campo de concentración, esta vez con el NKVD al mando, con distintos prisioneros.
Es una visita absolutamente imprescindible, pues permite recorrer los distintos lugares: barracones de los prisioneros, cocina, comedor de las SS, celdas de castigo, enfermería, fosa de ejecuciones, etc. además de salas habilitadas para la exposición de objetos, vídeos y documentos de gran valor histórico para recordar lo que jamás debe olvidarse.
No era mi primera vez como visitante en un campo de exterminio, había estado con anterioridad en Struthof-Natzweiler (Alsacia), pero creo que es algo que impresiona siempre. No importa, realmente, lo mucho que te hayas documentado al respecto; estar allí dentro resulta sobrecogedor y tremendamente triste. En cualquier caso, no entraré en detalles que pudieran resultar morbosos.
A mí me venían a la mente, continuamente, secuencias de documentales y películas sobre la temática del Holocausto. Pero no estás ante una pantalla, estás ahí dentro; llegas, incluso a pensar, que tus zapatillas están tocando un suelo que hace años recorrieron las botas de algunos miembros de las SS y, cuando te paras en determinados sitios, imaginas que en ese mismo punto se podrían haber cometido terribles atrocidades. Y tú estás allí, de visita, para luego seguir con tu vida y continuar disfrutando de tus vacaciones; obviamente, la vida sigue, pero es en lugares como estos donde realmente aprecias lo que vale.
Cuando dejas el campo atrás, sigues, durante un tiempo, con todo lo visto y oído girando en tu cabeza, sin poder llegar a asimilar lo brutal e irracional que puede llegar a ser el género humano. Recuerdo que, en el camino de vuelta a la estación de tren, íbamos todos callados.
Me gustaría también aprovechar esta ocasión para pedir que todo aquel que visite este tipo de lugares lo haga siempre con respeto y sabiendo dónde va. Fuimos testigos de determinados comportamientos que dejan bastante que desear y que, a día de de hoy, sigo siendo incapaz de comprender.
Campo de concentración Sachsenhausen
Por último, y para quitar el sabor amargo que deja un lugar como el anterior, no puedo acabar de mejor forma que hablando sobre Potsdam, la capital de Brandeburgo. Situada al suroeste de Berlín, esta idílica ciudad se encuentra muy bien comunicada (estación Potsdam Hbf) y cuenta con numerosos lugares para ver. Fue en esta ciudad, en el Palacio de Cecilienhof, donde tuvo lugar la conferencia en la que Churchill, Truman y Stalin dicidieron el reparto de Alemania tras la rendición de esta en la II Guerra Mundial.
En relación a los tickets de transporte público, os diré que en Potsdam lo más cómodo es moverse en autobús y que, lamentamente, hay que comprar estos billetes allí, pues no sirven los adquiridos en Berlín. Nosotros supimos esto más tarde, por lo que nos estuvimos moviendo por la ciudad, alegremente, con nuestros tickets berlineses y, por suerte, no nos encontramos con ningún revisor. ¡Juro que no lo sabíamos!
En Potsdam encontramos numerosas calles y mercados con gran encanto, así como monumentos y edificios destacables. La primera zona que vimos fue el Dutch Quarter u Holländisches Viertel, un barrio holandés con casitas características por sus ladrillos rojos, por el cual pasear y tomar algo. No muy lejos se encuentra la Nauener Tor y, si continuamos, nos encontramos frente a la Puerta de Brandeburgo de Potsdam. Otra zona preciosa y que no os podéis perder si visitáis Potsdam es la colonia rusa Alexandrowka, en la que se pueden recorrer jardines y ver preciosas casitas de madera, algunas de las cuales están habitadas.
Casa en la colonia Alexandrowka
Los dos puntos que sí o sí son indispensables de ver en Potsdam son Ruinenberg y el Palacio Sanssouci.
Ruinenberg (“la montaña de las ruinas”) se encuentra en lo alto de una colina y está conformado por un conjunto de estructuras que simulan ser ruinas de la Antigüedad. Se trata de unas ruinas artificiales, ideadas por el rey Federico II el Grande (siglo XVIII), para compañar la construcción de un tanque de agua. Entre las “falsas” ruinas se encuentra un teatro, un templo griego, un templo circular y una torre normanda.
Descendiendo por la colina, se llega al Palacio Sanssouci, el cual corona un enorme jardín adornado con fuentes y diversas esculturas. La visita a los jardines es gratuita, mientras que para recorrer el palacio por dentro hay que pagar 8 o 12 euros. El palacio es pequeño pero merere la pena recorrer sus diez estancias, con una decoración exquisita y diferentes temáticas.
En la parte posterior del palacio está enterrado el viejo Fritz (apodo que recibía el gran Federico II de Prusia). Por cierto, ¿sabíais que este rey fue quien introdujo la patata en Prusia? Bien, pues los ciudadanos honran su memoria dejando patatas sobre su tumba.
Creo recordar que existe una tarjeta para visitar todos los palacios, en el mismo día, y costaba unos 20 euros. En el mismo parque se hallan otros palacios, como el Nuevo Palacio de Postdam, el mayor de todo el complejo, o el Palacio de la Orangerie por ejemplo. Hay además unos baños romanos (Römische Bäder) en las cercanías del Palacio Charlottenhof y un molino de viento reconstruido que ya existía antes de la construcción del Palacio Sanssouci. Es necesario recorrer el parque entero para no perderse nada.
Tras disfrutar del Park Sanssouci durante unas horas y ponermos en marcha de nuevo, encontramos una heladería (Eismanufaktur), muy cerca de allí, donde repusimos fuerzas con un helado de cheesecake. Aún no he olvidado su sabor... ¡el mejor que haya probado nunca!
Ruinenberg, Potsdam
Jardines Sanssouci, Potsdam
Otra de las cosas que más disfrutamos, antes de dejar la ciudad, fue tomarnos un par de cervezas y unas hamburguesas (a muy buen precio, en total no llegó a 10 euros cada uno) en Hafthorn, un pub muy popular que estaba muy animado. En el exterior tienen grandes mesas y bancos de madera y la temperatura era fantástica. Justo cuando nos íbamos comenzaba la actuación de lo que, dimos por hecho, era un cantautor, pero teníamos que coger el tren de regreso a Berlín, así que no tuvimos tiempo de disfrutarlo.
Como habréis podido comprobar, la ciudad de Berlín y sus alrededores ofrecen numerosas posibilidades y, con un ticket de tren en la mano, no hay ningún rincón que se os pueda escapar. La clave está en levantarse temprano, calcular todas las distancias y administrar bien el tiempo para organziarse de la mejor forma posible.
Espero que este blog os sirva para vuestro posible futuro viaje. Viel Glück, o lo que es lo mismo... ¡mucha suerte!
Galería de fotos
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- Italiano: Alla scoperta di Berlino (4/4)
- English: Exploring Berlin (4 of 4)
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