Un fin de semana en Basilea

Para muchos suizos, Basilea significa tres palabras (amadas y odiadas en igual medida) que empiezan por F: fútbol, el carnaval Fasnacht y farmacéuticas. Pero la tercera ciudad más grande de Suiza tiene mucho más que ofrecer que solo estos estereotipos, un hecho del que muchos extranjeros que visitan Suiza no están al corriente. Basilea está tan escondida en el extremo norte del país, limitando con Francia y Alemania, que no se incluye en la típica ruta Ginebra-Berna-Lucerna-Zúrich y, a menudo, se olvida.

El pasado fin de semana, visité Basilea y aquí os dejo mis cinco razones predilectas (y permanentes) por las que yo creo que deberíais ir a visitar la ciudad más olvidada de Suiza:

1. El río Rin. El río más grande de Europa pasa por Basilea. Una pequeña parte de la ciudad (Kleinbasel, el casco antiguo) se encuentra a orillas de la ribera norte del río Rin, aunque el resto de esta ribera pertenezca a Alemania, pero de esta manera Suiza tiene acceso al mar. Lo que más me gusta son los cuatro ferris de madera (llamados «Fahri») que navegan por el río y trasportan pasajeros hasta la orilla opuesta por 1, 60 francos suizos. Utilizan la corriente del río para cruzarlo, pero van sujetos con un cable para que el ferri no acabe en el Mar del Norte.

   

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2. La catedral de Basilea. Es más imponente que elegante, pero esta catedral de piedra arenisca de color rojo domina el paisaje de la ciudad. Dos agujas gemelas, techos decorados con elementos en forma de diamante, claustros llenos de paz y unas vistas preciosas del río Rin y Alemania... ¿Qué más se puede pedir? Incluso veréis la tumba de Erasmo de Róterdam, un filósofo que murió en Basilea en 1536.

   

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3. El «läckerli». Durante los úlitmos 700 años, Basilea ha sido famosa gracias a un único producto: el «läckerli», una especie de pan de jengibre duro que originalmente solo se preparaba en Año Nuevo. Hoy en día, se puede comprar en cualquier parte de Suiza en cualquier época del año, pero visitar el «Läckerli Huus», donde se fabrica este producto, siempre merece la pena. Este dulce es una mezcla de miel, nueces, fruta confitada y especias como nuez moscada y canela. «Läckerli» no tiene traducción, pero podría traducirse como "pequeño y delicioso".
4. El ayuntamiento. En suiza hay muchos ayuntamientos, o Rathaus, muy bonitos, pero el de Basilea es quizás el más sorprendente gracias a sus muros de color rojo intenso, sus adornos dorados, el alicatado de sus techos y su enorme torre. Cuando los 15 gremios de Basilea decidieron unirse a la Confederación Suiza en 1501, el orgullo que sentían los basilienses por su ciudad y la urgencia que sentían por decir "¡somos una ciudad importante! ", dieron como resultado esta estructura monumental que empequeñece la plaza que hay frente a ella.

   

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5. El Museo Tinguely. Entre todos los museos y galerías que hay en la ciudad, quizás el más peculiar sea el museo dedicado al artista suizo Jean Tinguely. Nació en Friburgo pero creció en Basilea y creó las esculturas más espectaculares que hayáis visto nunca. Muchas de ellas parece que fueron construidas por un científico loco utilizando deshechos de un laboratorio. Si creíais que los suizos son gente aburrida, este museo os hará cambiar de opinión.

   

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Y aquí tenéis cinco buenas razones para aventurarse a venir a Basilea en cualquier época del año, además de nadar en el río Rin en verano, los mercados navideños en diciembre y, por supuesto, dar la bienvenida al nuevo año.