Montjuic: un paseo entre parques y jardines

Una vez ya había visitado la mayoría de los lugares más populares de Barcelona, decidí por pasar un soleado día de diciembre recorriéndome la montaña de Montjuic. En un principio, tenía planeado visitar dos de los mejores museos de la ciudad, el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) y la Fundación Miró, pero debido a que era un día tan caluroso cambié de idea y me decanté por evadirme en la montaña.

Ahí me encontraba yo, dejando atrás la caótica plaza España y poniendo rumbo al MNAC. Desde las escalares mecánicas que te llevaban hasta lo alto donde se encuentra el museo podías contemplar las espectaculares cascadas.

Finalmente, alcancé el objetivo y pasé junto al majestuoso edificio cuyo interior reunía grandes colecciones de arte y cuya visita pospuse para una futura ocasión. Siguiendo las señales, las cuales pasaron a ser mi fiel guía durante lo que restaba de día, me encaminé hacia la Fundación Miró.

Durante el camino hacia mi próximo punto, tuve la suerte de disfrutar de las primeras vistas de la ciudad donde se apreciaba la indudable silueta de la Sagrada Familia y junto a ella, la torre Agbar, ambas dominando el paisaje. Incluso las vistas valían aún más la pena cuando al mismo tiempo disfrutabas de la naturalidad del lugar rodeado de frondosos jardines los cuales acabarían siendo el leitmotiv de mi excursión por Montjuic.

Antes de alcanzar la fundación, me dejé perder en el interior de los jardines de Laribal, uno de los tantos parques que hay y el principal rasgo de este bonito rincón de Barcelona. La visita al museo que culminó con un refrescante descanso en la cafetería me llevó un par de horas. Con el sol aún brillando y en su punto álgido, me aventuré a finalizar mi día en los jardines de Mossèn Cinto Verdaguer que se encuentran subiendo desde la estación del funicular. La gran variedad de plantas que encuentras desde tulipanes hasta plantas acuáticas y las varias especies de árboles que crecen allí hacen del lugar un sitio especial. Muchos de los barceloneses estaban allí disfrutando de sus picnics e incluso me encontré con unos recién casados posando para su álbum de postboda.

Echando el ultimo vistazo a los estanques y admirando el reflejo de los árboles sobre al agua de éstos, puse rumbo hacia el jardín de Joan Brossa donde recopilé nuevas perspectivas de la ciudad y donde me encontré con unas estatuas algo bastante extrañas.

Poco después me enfilé camino arriba entre arbustos y típica vegetación mediterránea hasta llegar a Plaza de la Sardana, donde se ubica una estación intermedia de funiculares. Aquel lugar no llamaba mucho la atención, pero sí es verdad que el escenario cambia una vez cruzas el paseo en dirección al mar, durante la caminata te encuentras con el curioso monumento representando el tradicional baile catalán, la Sardana, cuya danza pone nombre a la plaza. Con la plaza a mis espaldas, el siguiente punto era el mirador del Alcalde, el cual ofrece espectaculares vistas de la Eixample, de la Ciutat Vella y la Barceloneta.

Para evitar la tentación de sentarme a descansar y demorarme por mucho tiempo, a pesar de ser tan apetecible en aquel lugar, me levanté y reanudé mi marcha, aunque antes le dediqué un pequeño instante al idílico efecto creado por el chorro que emanaba de la fuente en contraste con el horizonte de Barcelona de fondo. La última parada culminaba en el castillo de Montjuic, el cuál fue un símbolo de opresión durante la guerra civil por parte de la tiranía española para controlar la ciudad y donde fueron asesinados muchos republicanos, y cuya fortaleza ahora representa un importante atractivo catalán.

A pesar de ser un atractivo turístico tan solo hay un self-service y un par de exposiciones de poca importancia. Sin embargo, los jardines que rodean la fortaleza son espectaculares y además debido a la posición donde se encuentra puedes disfrutar de las vistas de la parte costera de Barcelona y el área portuaria. Por supuesto que mi excursión, cuya principal característica era caminar entre árboles, flores y estanques, no podía terminar sin dar un paseo por el camino que serpenteaba bajo el castillo y que continuaba por el paseo Camí del Mar, éste también acompañado de un colorido jardín.

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