En el corazón de Barcelona (2)
Además de ser un lugar simbólico del movimiento independentista de Cataluña, la Plaza de Catalunya es uno de los mejores puntos para empezar una visita por el centro de la ciudad. Con la emoción de todo lo que acaba de ver en Passeig de Gracia, crucé la plaza en dirección a uno de los símbolos de la ciudad: La Rambla. No sé si será más correcto decir La Rambla o Las Ramblas, pero no depende de mí tomar esa decisión (aunque me he inclinado por la primera). Sea como sea, a pesar de que había oído a mucha gente hablando de "Las Ramblas", no sabía muy bien qué me iba a encontrar.
En realidad, debo de confesar que al principio me decepcionó un poco. Quiero decir, aparte de haber paseado por una de las avenidas más famosas del mundo, no me pareció que tuvieran nada de especial. Aunque sea emocionante caminar en mitad de una enorme multitud de gente, no hay mucho que ver, salvo los puestos que venden suvenires y aperitivos. Una de las pocas cosas interesantes que hay en esta avenida es la Esglesia de la Mare de Déu de Betlem, una de las iglesias más antiguas de la ciudad, que está justo enfrente del Palau de la Virreina.
Unos metros más allá de la iglesia, se encuentra la entrada a uno de los sitios más característicos de Barcelona, el Mercat de la Boqueria, que fue mi oportunidad para dejar atrás La Rambla. Obviamente, el mercado es todavía más caótico que la propia Rambla, pero el ambiente es completamente diferente. Andando de puesto en puesto, entre curiosos turistas, que iban en busca de la mejor oferta o de gente de la ciudad, ocupados en sus compras cotidianas, sentí que formaba parte del latente corazón de Barcelona.
Un poco aturdido y con los ojos repletos de todo lo que acaba de ver, salí del mercado y entré en el distrito de El Raval. Hacia la izquierda desde La Rambla, se extiende el distrito de El Raval, considerado como una de las zonas menos atractivas de Barcelona. De hecho, se dice que en un pasado no muy lejano era una zona destartalada y en decadencia. No era precisamente el sitio ideal para ir a pasear el fin de semana. En mi opinión, a pesar de la falta evidente del atractivo artístico con el que cuentan el Barri Gotic o Eixample, un barrio multicultural y lleno de vida había sustituido al barrio cutre que dicen que fue El Raval hace unos años. Obviamente, el ambiente es muy diferente al de La Rambla y puede que sea algo común, como me ocurrió a mí, ver a un hombre paseando con un enorme trozo de carne cruda cargada en los hombros. Pero, al fin y al cabo, forma parte del día a día de una ciudad y, por tanto, merece la pena verlo.
Al adentrarme en El Raval por el Carrer del Hospital, encontré un par de monumentos históricos interesantes. Destacaban los edificios que formaban el complejo del antiguo hospital de la ciudad. Construido entre 1401 y 1414, el Hospital de la Santa Creu fue el centro de atención sanitaria de los barceloneses durante unos 5 siglos. De hecho, fue en 1902 cuando el servicio médico se trasladó a un edificio más moderno, el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, diseñado por Domenech i Montaner. Actualmente, el edificio, cuyas gruesas paredes externas contrastan con la elegancia del interior, alberga la Biblioteca de Cataluña. Podéis entrar a la biblioteca por las preciosas escaleras que hay en el patio interior, donde todavía se puede ver la cruz que daba nombre al edifico. Además, en el otro lado de la calle, encontramos la iglesia que se construyó junto al antiguo hospital, por lo que recibió el nombre de Esglesia del Hospital.
Más adelante, el Carrer del Hospital desemboca en la Rambla del Raval, una especie de versión en miniatura de la famosa Rambla. Sin embargo, el ambiente es tranquilo, con una fila de árboles distribuidos por la parte central de la Rambla, donde encontramos una peculiar estatua en forma de gato negro. Llegamos al final de la Rambla y acabo mi recorrido por El Raval dirigiéndome hacia Sant Pau del Camp, la iglesia más importante de este distrito y uno de los mejores ejemplos de la arquitectura medieval de Barcelona. Aunque anteriormente había sido un monasterio, la iglesia se construyó en el siglo IX y fue restaurada en muchas ocasiones, antes de que en el siglo XIV quedara dentro de las murallas de la ciudad. Este increíble ejemplo del románico destaca especialmente por su claustro (que podéis visitar si pagáis una entrada de 3 euros), así como por la decoración de la fachada.
Tras un último vistazo al tranquilo patio de la iglesia, vuelvo hacia la Rambla y me voy dando cuenta de que, aunque El Raval no sea el distrito más famoso de Barcelona (ni el más elegante), al final del día ha merecido la pena visitarlo. De hecho, en sus estrechas calles encontraréis unas cuantas tiendas muy peculiares, así como algunos de los mejores restaurantes de Barcelona.
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