La vuelta a Europa, pero en tres días (II)

Nunca fui de echar raíces. Yo soy del mundo, y pertenezco a todas las ciudades que he pisado. Yo soy del mundo, y de todos los lugares que he considerado casa. Lugares y también personas. Y es que al final, nunca terminamos de irnos. Del todo.

Como es prometí, aquí estoy de nuevo para contaros cómo continuó nuestra aventura de recorrer cuatro países en un fin de semana. Si te has perdido la primera parte del viaje, puedes ponerte al día entrando en mi último post: La vuelta a Europa, pero en tres días.

Como os he contado, la primera noche la pasamos en Zagreb, capital de Croacia. Al día siguiente, antes de partir, visitamos el centro histórico de la ciudad. Os cuento un secreto. Tengo cierta debilidad por las cosas que caracterizan las ciudades que visito. Me gusta la fotografía, pero más aún fotografiar tranvías. No sé, es una manía, una rareza particular. Al igual que tengo mi rito de comprar diferentes souvenirs de cada país y ciudad que visito. Postales, imanes y banderas son mis imprescindibles para la colección. Bueno, sin más dilación, he de deciros que en Zagreb no pasamos mucho tiempo puesto que debíamos partir hacia nuestro nuevo destino. Igualmente fue corto, pero intenso.

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La siguiente parada tuvo lugar en Austria, más concretamente en el sur, en una ciudad llamada Graz. Esta ciudad es considerada la segunda ciudad más grande del país. ¿Por qué fuimos hasta allí? Pues porque en esta ciudad se encontraba un amigo de mi amiga que estaba haciendo allí el Erasmus. Además, Graz es una ciudad universitaria por excelencia y al año recibe cientos de Erasmus. Graz se encuentra a las orillas del río Mura

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Era la primera vez que visitaba  Austria, y no me pudo encantar más. Una cosa que me sorprendió muchísimo fue que allí, en plena ciudad llena de gente, se podía respirar tranquilidad. No se escuchaba el bullicio, el murmuro siquiera de conversaciones ajena. Ni el ruido de los transportes. Y hasta las bicicletas se aparcaban sin candado. Fue casi un choque cultural en toda regla. Visitando esta ciudad, también, descubrí que su casco histórico fue considerado Patrimonio de la Humanidad en 1999. Además, una de las calles principales del centro, llamada Sporgasse, es la más antigua de la ciudad haciendo referencia pues a la época romana.

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Cuando llegamos a la ciudad, ya era casi la hora de almorzar. Gracias al chico vivía su Erasmus en esta ciudad, pudimos disfrutar de unas vistas del centro histórico al mismo tiempo que comíamos una buena hamburguesa. El bar donde comimos, por si surge la posibilidad de que visitéis esta ciudad, se llama Kastner & Öhler, Paradeishof, y el precio de las comidas era muy asequible, además de encontrarnos en un lugar con unas vistas privilegiadas.

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Lo que nos quedó de día, lo disfrutamos recorriendo diferentes calles y rincones de la ciudad. Además, aprovechamos para comprar el chocolate famoso de la zona. ¡Estaba riquísimo! (Yo es que también adoro el chocolate). Y, para despedir nuestro segundo día de viaje, disfrutamos de una gran puesta de sol en un cielo bañado de diferentes colores.

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Amaneció en Graz y llegó nuestro tercer y último día de la aventura, para nada teníamos ganas de volver a casa así que aprovechamos al máximo el día. Primero, antes de dejar Graz, visitamos su castillo Schlossberg, situado en una de las colinas próximas a la ciudad. Durante el camino que nos llevaba hasta lo alto de la colina, se podía disfrutar de un parque natural rodeado de árboles y zonas verdes y, sobre todo, de una panorámica de la ciudad inmensa. A pesar de que el día estaba nublado, las vistas eran impresionantes.

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Después de esto, comenzamos nuestro viaje de regreso. Igualmente, a la vez que íbamos desciendo por el camino hasta volver a las fronteras de Italia, nos paramos una última vez en Wörthersee, un lago que se encuentra al sur de Austria. En esta zona se encuentra la Pyramidenkogel Tower, es decir, es una alta plataforma de observación con una vista panorámica espectacular. Tiene una altura de 851 metros, por ello es considerada la torre panorámica más alta del mundo. A través de sus tres plataformas en diferentes niveles de altura, se podía disfrutar de las vistas de diferentes montañas y espacios naturales, entre ellas, los Alpes.

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Se podía subir tanto por las escaleras, como en ascensor. Sin embargo, para descender de la torre, había un tobogán que desde el punto más alto recorre toda la torre. Algunos de mis amigos, los más valientes, se atrevieron a hacerlo. Eso sí, llegaron mucho más rápido que yo a la salida.

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Así pues, antes de irnos pude ver una de las vistas más altas de mi vida. No llegué a los Alpes pero casi pude tocarlos. Sin duda, para repetir. Después, os podéis imaginar en qué estado llegamos a Padova con tantos kilómetros recorridos. Sin embargo, para ser mi primer viaje internacional, no puedo conservar un mejor recuerdo que éste.

Espero que os haya gustado la aventura y hayáis apuntado los sitios que os han gustado más para curiosearlos, eso sí, siempre en persona. Es como mejor se descubren los lugares.

Aunque esto no acaba aquí, en los próximos post, os contaré más viajes internacionales que tuve la oportunidad de hacer durante mi Erasmus y que, quizás, pueden convertirse en vuestros viajes dentro de poco. 

¡Hasta la próxima aventura!


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