Eurotrip #6: Atenas
¡Hola a todos!
Hoy traigo la crónica del segundo "viaje de sobremesa" que hemos hecho (el primero fue Lisboa). La razón de este curioso nombre es que los dos viajes fueron planificados de la misma manera: terminar de comer, estar charlando de sobremesa en la cocina de nuestro piso y, en una de mis habituales consultas a la aplicación de SkyScanner, cruzarnos con un vuelo barato a la otra punta de Europa. Lo que sigue es una de las frases más simples pero que mejores historias provoca de todo el lenguaje español: "no hay huevos a irnos a... "
De esta manera, encontramos un vuelo de ida y vuelta a Atenas desde Hamburgo por 64´76€. Dentro del mundo de los vuelos de bajo coste no es que sea de los más baratos, pero teniendo en cuenta que los vuelos a Grecia desde España no bajan de los 100-150€, era una gran oportunidad para visitar el país heleno. Igual que ocurrió con el viaje a Lisboa, ninguno de nosotros esperábamos irnos de Erasmus a Alemania y acabar de viaje en los confines meridionales del continente europeo. Y es que así es el Erasmus, maravillosamente imprevisible.
En esta ocasión, mis compañeros de viaje han sido mis tres compañeros de piso vascos (Andoni, Monika e Isa), con los que también fui a Lisboa, además de dos amigos nuestros franceses (Alexandre y Mathilde).
Tras comprarnos los billetes, con el consecuente subidón de adrenalina, comenzamos la búsqueda de alojamiento con la ayuda de HostelWorld. Encontramos un par de hostales por menos de 10€, entre los cuales elegimos el Zeus Hostel por su localización, justo en el centro de la ciudad. Nos costó 8€ la noche del domingo y 7´5€ las noches de lunes y martes, en un habitación de 4 personas, sumando un total de 22€ por cabeza las 3 noches.
Una vez resuelto el transporte y el alojamiento, fueron pasando los días hasta que llegó el esperado viaje. Nuestro vuelo salía de Hamburgo a las 6:10 de la mañana, lo que unido a una mala combinación de tranvías, trenes y metros hizo que tuviéramos que salir de Bremen a las 12 y media de la noche del sábado, por lo que nos pasamos la noche durmiendo en transportes públicos, con alguna hamburguesa de 1€ del McDonalds de por medio.
Una vez llegados a Atenas, cogimos el metro hasta el centro de la ciudad. Aunque el billete sencillo cuesta 1´40€, el trayecto desde el aeropuerto tiene un coste de 5€ (reducido por ser estudiantes, el normal son 10€). Tras 40 minutos de metro, nos bajamos en Monastiraki, donde el metro literalmente te escupe al más puro caos ateniense, con una pequeña plaza atestada de gente bajo la mirada de la Acrópolis. Sin duda esta primera visión de Atenas se nos quedó grabada en la retina.
Bajando desde Monastiraki por la calle Athina nos dirigimos hacia nuestro hostal, tras observar aquello de lo que nos habían advertido antes de ir a Atenas: no es una ciudad bonita. Para nada. Caótica, llena de gente por la calle, con motos, coches y taxis cruzándose de manera aleatoria rodeados de decadentes y empobrecidos edificios. Atenas es mediterránea a más no poder. No obstante, le falta ese toque especial que tienen ciudades como Nápoles o Lisboa, que convierten la decadencia y la dejadez en su principal recurso estético. Atenas es fea, tosca, incomprensible, sucia y maloliente. Pero oye, allí está desde hace más de 3000 años, algo tendrá. Y allí estábamos para descubrirlo.
Menos de 10 minutos después estábamos en la puerta de nuestro hostal. Mientras que por un precio similar, el hostal de Lisboa estaba genial, este era un fiel reflejo de la ciudad en la que se encontraba: cutre. La habitación estaba bien de tamaño, los baños que compartíamos con el resto de la planta estaban bastante bien en cuanto a limpieza y las literas eran normales; pero tuvimos varios problemas con la temperatura de la habitación. La ventana, con una carpintería vieja y desvencijada, no cerraba del todo bien y el agua caliente de la ducha se acababa, por lo que pasamos bastante frío, así que tuvimos que poner el aire acondicionado, que no resolvió del todo el problema. Además, al estar en la última planta, el WiFi no llegaba bien a la habitación, algo imperdonable en un hostal para jóvenes. Aún así, si vas a visitar Atenas y no gastarte mucho dinero es una de tus prioridades, no fue nada suficientemente grave como para no recomendar este hostal. Asimismo, su céntrica ubicación ha hecho que no cogiéramos el transporte público en ningún momento, lo que conlleva un ahorro considerable.
Una vez instalados en el hostal y gracias a la hora de nuestro vuelo y al cambio de hora, teníamos casi todo el día por delante. Nos dirigimos de nuevo hacia Monastiraki, desde donde nos adentramos en las numerosas callejuelas que rodean esta plaza y conforman una suerte de zoco, con tiendas y puestos que venden desde camisetas turísticas hasta chaquetas militares, pasando por todo tipo de imitaciones de marcas.
Desde allí nos encontramos casi por casualidad con la entrada al Ágora, que por ser el primer domingo del mes el acceso era gratuito. Pese a que los restos arqueológicos que quedan del principal espacio público de esta polis griega no son especialmente remarcables, la reconstrucción de la Stoa de Átalos permite hacerse una buena idea de cómo eran los edificios que formaban este recinto, máxima expresión de la vida pública, cultural, comercial y política de toda ciudad de la Antigua Grecia. El año pasado cursé en Cartagena una de las dos asignaturas de Historia del Arte y la Arquitectura que tenemos, por lo que tenía bastante reciente todo lo que estudiamos sobre el arte, la cultura y la arquitectura griega. Sin duda resultó emocionante ver cómo durante todo el viaje aquello que sólo eran diapositivas de un PowerPoint salía de la pantalla y se materializaba ante tus ojos.
Otro de los principales reclamos de este área arqueológica es el Templo de Hefesto, ubicado en una pequeña elevación, desde donde domina el recinto del Ágora, con buenas vistas de la Acrópolis. Pese a su pequeño tamaño, este templo es uno de los ejemplos mejores conservados de toda la arquitectura griega, como se puede ver en la siguientes fotografías.
Una vez concluida la visita al Ágora, continuamos paseando por la calle Adrianou, flanqueada por un lado por una semi-enterrada vía de tren que la separaba del área arqueológica, lo que daba unas impresionantes vistas de la Acrópolis a la multitud de restaurantes y terrazas que se agolpan en el otro lado de la calle. Llena de gente, continuamos andando por esta vía hasta Thissio, desde donde retrocedimos por la calle Ermou hasta Monastiraki, que divide esta calle en dos partes totalmente diferentes. El sector situado entre Monastiraki y Thissio es caótico y sucio, lleno de tiendas y puestos de segunda mano que venden objetos de segunda mano de cualquier manera, como podéis ver en esta foto.
En Monastiraki repusimos fuerzas tomándonos un gyros, un plato típico griego bastante parecido al kebab, pero con algunas pequeñas diferencias que lo hacen mucho más sabroso, como envolverlo en un pan de pita grande o meter patatas fritas en su interior. Además, se puede elegir entre diferentes tipo de carne, así como el tradicional souvlaki (versión griega del pinchito moruno) por sólo 1€. Con un precio entre 2 y 2´30€, el gyros se convierte en el principal aliado del viajero ahorrador, hasta un punto que sentirás que se te va a poner cara de gyros al final del viaje.
Desde allí continuamos caminando por la segunda parte de la calle Ermou, cuyo ambiente comercial y peatonal es mucho más similar a cualquier otra capital europea que el resto de la ciudad. Esta vía conduce directamente hasta la plaza Sintagma, sólo interrumpida por una de las muchas iglesias ortodoxas que se pueden encontrar en Atenas. Cuando llegamos a la plaza Sintagma, sede del Parlamento heleno, hicimos un poco de tiempo disfrutando del añorado sol mediterráneo hasta la siguiente hora en punto, momento en el que tiene lugar el cambio de guardia del monumento al soldado desconocido. Esta compleja tradición tiene como protagonistas a los peculiares soldados que vigilan el memorial, cuyo gracioso y un poco ridículo uniforme se ve completado con una extraña e incomprensible coreografía, que altera rápidas patadas al suelo con lentísimos movimientos en los que los guardias pasan por varias posturas que parecen extraídas de una peli de Jackie Chan. Un espectáculo totalmente inesperado.
Una vez concluido el cambio de guardia, nos adentramos en el conocido barrio de Plaka, lleno de tiendas de recuerdos y pequeñas tabernas en un laberinto de callejuelas y escaleras. Es sin duda una de las zonas más agradables de la ciudad, en el que la horrible arquitectura y la suciedad deja paso a calles peatonales y cuidadas viviendas de dos o tres plantas, lo que genera un ambiente más relajado y tranquilo, pese a que estaba bastante frecuentado. Al ser domingo, las terrazas estaban repletas turistas y locales disfrutando felizmente de una copa de vino o un par de cervezas, lo cual generaba una atmósfera muy atractiva.
Cansados tras una larga noche de viaje hasta Atenas y un largo día de caminata por la ciudad, decidimos irnos al hostal a descansar un rato para poder rendir por la noche. Antes de empezar el viaje habíamos mirado las redes sociales en busca de consejos y recomendaciones para salir de fiesta por Atenas, como este artículo de Vice (cuyo estilo me hace mucha gracia). En esta búsqueda por las redes descubrí que justo nuestra primera noche en Atenas era la Welcome Party para los estudiantes Erasmus del segundo cuatrimestre, por lo que teníamos la oportunidad de hacer gala de nuestra condición de Erasmus y unirnos a una juerga ajena por la cara.
La fiesta era en la zona de Gazi (estación de metro Keramikos), un área llena de bares y clubs en el que había bastante ambiente para ser domingo. El bar, llamado Gazi View, se encuentra en lo alto de una torre, con unas bonitas vistas a la Acrópolis iluminada. El problema vino cuando descubrimos que los precios eran elevadísimos para nuestro presupuesto (5€ cada cerveza), por lo que decidimos irnos y montarnos la fiesta por nuestra cuenta. No obstante, fuimos descubriendo bar por bar que todos los precios eran similares, lo que unido a la manera de vestir y al estilo musical que vimos en los diferentes locales nos llevó la conclusión que nos habíamos ido a la zona pija de Atenas. De esta manera, decidimos que no era nuestra noche y que al día siguiente probaríamos suerte en alguna zona más barata.
Al día siguiente habíamos quedado a las 9:45 en el Arco de Adriano para hacer un free tour por la ciudad, uno de nuestros básicos en todo viaje. Cuando llegamos al sitio, nos sorprendió no ver a más turistas esperando o algún guía con la típica acreditación o distintivo, por lo que llegamos a pensar que se habían ido sin nosotros. No obstante, resultó ser que un hombre de unos 50 años que estaba sentado en un banco cercano era nuestro guía y que éramos los únicos asistentes al tour.
De primeras todos tuvimos una sensación un poco extraña respecto al guía, pero luego resultó ser uno de los mejores que hemos conocido. Irlandés afincado en Grecia desde hace 23 años, hablaba de la ciudad y del país como algo propio, muestra de lo integrado que se encontraba. Además, una de las cosas que más nos gustó es que nos dio su opinión en numerosos asuntos políticos y culturales, sin caer en la neutralidad de la que pecan a veces este tipo de tours, lo que nos permitió conocer un poco más la sociedad griega y la realidad en cuestiones como la crisis económica o la relación con el resto de Europa. El tour comenzó con el Arco de Adriano y el templo de Zeus Olímpico, continuando por los Jardines Nacionales y el Estadio Panatenaico, que acogió la primera edición de los Juegos Olímpicos Modernos en 1896.
Desde allí subimos por las calles Irodou Attikou y Leoforos Vasilissis Sofias, donde se encuentran las residencias del presidente y del primer ministro griegos (Tsipras) y numerosas embajadas, hasta llegar al Parlamento, todo amenizado por una interesante conversación sobre crisis, austeridad, recortes, salarios, nivel de vida, troika, impuestos, economía sumergida... en definitiva, todo aquello que suele acompañar a Grecia en los titulares. En la plaza Sintagma la conversación continúo con valiosas lecciones de Historia sobre la II Guerra Mundial y algunas controvertidas afirmaciones de nuestro guía sobre la xenofobia y el auge de partidos de extrema derecha como Amanecer Dorado (no es que le gustase o los apoyase, pero intentaba justificarnos algo que, para mí, no es justificable).
Continuamos el tour por la calle Ermou, visitando la Catedral de Atenas, un insulso edificio cuyas obras de restauración lo hacían aún menos interesante. Si que era bonita la pequeña iglesia que acompaña a la catedral en su costado, una de las muchas iglesias de este tipo que se pueden encontrar en Atenas. Todas estas iglesias de origen bizantino tienen en común su fábrica de ladrillo, su pequeñísimo tamaño y su localización unos escalones por debajo del resto de la calle.
A continuación realizamos una breve parada, tras la que nos adentramos de nuevo en el barrio de Plaka, visitando una pequeña tienda en la que pudimos degustar unas olivas, queso feta y un chupito de varios licores griegos, uno de ellos hecho con miel. Subiendo por las calles de Plaka llegamos hasta el pintoresco barrio de Anafiotika, cuyas estrechas calles de blancas paredes bien recuerdan a la típica imagen de las islas griegas, bien a la parte vieja de cualquier pueblo andaluz. También pasamos por un pequeño callejón lleno de impresionantes graffitis, cuya estética me gustó mucho.
Por último, concluimos el tour visitando el Areópago, roca en la que se reunía el Consejo del Areópago, que administraba justicia en la ciudad de Atenas. Desde allí se tienen una maravillosas vistas de la colina de la Acrópolis y sus verdes laderas, coronadas por la masa marmórea de las murallas y templos del recinto. Antes de despedirnos del guía y concluir el free tour, nos llevó hasta la entrada y nos dio unos cuantos consejos para nuestra visita a este conjunto monumental.
Muchos libros de mitología griega devorados durante toda mi infancia y dos años estudiando Arquitectura hacían que las ganas de visitar la Acrópolis se me salieran del pecho. Además, resulta que todos los museos y monumentos de Atenas son gratis si eres estudiante de la Unión Europea menor de 25 años, por lo que enseñando tu carnet de estudiante podrás disfrutar de la historia ateniense de manera totalmente gratuita. La visita a la Acrópolis comienza atravesando los una vez majestuosos Propileos, acceso monumental al recinto, acompañado por el pequeño templo de Atenea Niké, que se asoma a la ciudad sobre un pequeño promontorio.
Una vez pasados los Propileos, uno se encuentra de frente con la fachada principal del Partenón, el más famoso de todos los templos de la Antigüedad. Destrozado y expoliado hasta la saciedad durante siglos, el Partenón se mantiene erguido a duras penas sobre la colina de la Acrópolis, recuerdo del poder que ostentaba Atenas. La fachada principal se encontraba llena de andamios debido a las constantes obras de restauración, lo que hace que la visita al monumento sea un poco decepcionante por su estado de conservación.
No es que no me gustase ver el Partenón, de hecho disfruté como un enano intentando detectar las famosas correcciones ópticas que introdujeron sus constructores con el fin de hacerlo perfecto visualmente, aportando un concepto totalmente novedoso al mundo arquitectura: sólo a través de la imperfección geométrica podemos llegar a la perfección visual. El problema es que la visita te deja con un sabor de boca amargo al imaginar lo maravilloso que sería que el monumento se hubiera mantenido en un mejor estado, igual que otros grandes monumentos de la Antigüedad, como el Panteón de Roma.
Además del Partenón, podemos encontrar otro interesante templo: el Erecteion. Su asimetría y su curiosa organización espacial suponen una excepción dentro de la arquitectura griega, que era bastante conservadora en cuanto al mantenimiento de una serie de tipologías, marcadas y definidas. El rasgo más destacado de este templo son las Cariátides, figuras de mujer que a modo de columna sostienen uno de los pórticos del templo.
Por último, conviene alabar la fantástica vista de la ciudad que se tiene desde la Acrópolis, divisándose desde el mar hasta las montañas, lo que descubre al visitante el grandísimo tamaño de esta ciudad, con casi 4 millones de habitantes. Se ven también los principales monumentos de la ciudad, como el Estadio Panatenaico o el museo de la Acrópolis, además de los dos teatros ubicados en la ladera sur de la colina.
Una vez concluida la visita a la Acrópolis, bajamos hacia el sur, en dirección al museo de la Acrópolis, no sin antes reponer fuerzas con unos gyros. La visita al museo, también gratuita para estudiantes europeos, es muy recomendable, tanto por el contenido como por el continente. El edificio, inaugurado en 2009, es un proyecto muy interesante, con varios gestos muy inteligentes. El primero es que el edificio entero se encuentra elevado mediante pilares sobre restos arqueológicos de viviendas y almacenes romanos y bizantinos, que muestra al visitante a través de diferentes suelos de cristal, tanto en la entrada principal como en el interior del museo. Dentro, el recorrido expositivo está diseñado de una manera muy dinámica, que hace que la visita no sea nada pesada. Las obras expuestas están elegidas muy convenientemente, encontrando algunas de las esculturas griegas más famosas, como el Moscóforo.
Pero sin duda lo mejor es la última planta. Construida con las mismas dimensiones y orientación que el Partenón, muestra los restos de los frontones, el friso y las metopas de una manera muy interesante, colocándolos en la misma posición que estarían en el Partenón. Además, al seguir la forma y la orientación del templo, la última planta se desmarca del resto del edificio y realiza un giro sobre él, dándole mucha personalidad al edificio. Sin duda es una pena que la mayoría de restos del templo no se encuentren en este museo, cuyos ventanales miran directamente a la Acrópolis, en vez de estar a más de 2000 kilómetros en las galerías del British Museum.
Tras visitar el museo, volvimos hacia la zona de nuestro hostal callejeando por Plaka, con el objetivo de encontrar un supermercado donde poder comprar algo barato para beber por la noche. Sólo conseguimos encontrar un Carrefour Express, cuyos precios eran extremadamente elevados, por lo que decidimos descansar un rato en el hostal e investigar de nuevo en internet en busca de alguna zona barata para salir a tomar algo por Atenas. Con varios bares en mente, fuimos a darnos una vuelta, descubriendo poco a poco que era imposible encontrar cervezas a menos de 5€.
Acabamos con un perrito caliente y una lata de cerveza (por 1´80€ las dos cosas) de charla sobre diferentes asuntos sociales y políticos en la plaza de Monastiraki, cual antiguos filósofos conversando en el ágora ateniense. Allí nos hicimos también amigos de dos chicos griegos, que nos confirmaron que la fiesta en Grecia es extremadamente cara, sobre todo teniendo en cuenta su maltrecha situación económica. Después fuimos a cenar por Psirri, una zona muy céntrica llena de sitios para comer y de arte urbano. Encontramos una especie de pastelería en la plaza Iroon, muy bonita decorada, en la que probé esta deliciosa empanada de espinacas y queso feta (2€).
Al día siguiente, decidimos levantarnos más tarde y descansar algo mejor. Con una especie de donut gigante (70 céntimos) en la mano, nos dirigimos al Museo Arqueológico Nacional, también gratuito para estudiantes. Este museo reúne algunas de las obras más célebres del arte griego, pero está bastante mal organizado, sobre todo en comparación con el de la Acrópolis. Mientras uno propone un recorrido dinámico y simplificado, que hace la visita muy entretenida e instructiva, el Museo Arqueológico está formado por galerías y galerías en las que se amontonan centenares de obras de arte, de un manera un poco confusa y caótica. En definitiva, se pueden comprobar las diferencias entre el antiguo y el nuevo modo de entender los museos y los espacios expositivos, con una evolución hacia sistemas más interactivos y ágiles.
Después fuimos hacia el parque de Pedion Areos, bastante feo y degradado, con campamento de vagabundos incluido. Luego callejeamos por el reivindicativo barrio de Exarchia, epicentro del movimiento político de Atenas, con numerosos colectivos anarquistas, comunistas, antifascistas y todo lo que acabe en -ista. Tras una cerveza en la plaza Exarchion, continuamos camino hacia la Universidad de Atenas, donde disfrutamos del sol mediterráneo y de un buen gyros en una terracita. Desde allí fuimos hasta la calle Ermou, dónde Isa había visto un sitio barato para hacerse el septum (sólo 18€, mientras que en España cuesta 30€ y en Alemania 60€). Por si os interesa haceros algún piercing o tatuaje, el sitio estaba bastante bien, se llamaba θHPIO, en el 106 de la calle Ermou.
Para terminar nuestro viaje a Atenas, decidimos subir a la colina del Licabeto y ver el atardecer sobre la ciudad. Pasamos primero por un supermercado en el barrio de Kolonaki, donde cogimos provisiones (patatas fritas y cervezas griegas) y emprendimos la subida por sus empinadas calles. Pese a que hay una funicular para subir, preferimos ahorrar y subir andando, y ya de paso quemar los numerosos gyros que nos habíamos zampado durante el viaje. Las vistas desde arriba son impresionantes, puesto que los blancos y destartalados edificios de la capital helena se extienden hasta donde alcanza la vista, sólo limitados por las montañas que rodean la ciudad y por el mar Egeo.
Cuando anocheció, bajamos del Licabetos y volvimos a descansar un rato al hostal antes de cenar. Volvimos a la zona de Psirri en busca de algún restaurante, puesto que queríamos probar algo más de la comida griega y gastarnos un poco más en cenar (cuando digo un poco más digo pasar de un presupuesto de 2€ a uno de 7, ese es nuestro concepto de lujo). Al final encontraos un restaurante con numerosas especialidades, en el que probamos platos como la ensalada de tampule (una especie de arroz con hierbabuena y limón) y diferentes tipo de carnes a la brasa. A los españoles nos gustó bastante el sitio, pese a que era un poco engañabobos para turistas, ya que pudimos disfrutar de algo tan simple como comer pan con un aceite de oliva decente; pero a los franceses, más exigentes que nosotros, no les gustó nada el sitio.
Al día siguiente teníamos el vuelo a media mañana, por lo que lo único que hicimos después de cenar fue darnos un último paseo por el centro y tomarnos un helado. A la mañana siguiente, cuando íbamos de camino a coger el metro al aeropuerto, nos encontramos con una curiosa estampa, sin duda imagen de lo aleatoria y auténtica que puede llegar a ser Atenas: frente al mercado central vimos como descargaban este gigantesco botín de algún pescador, de unas dimensiones impresionantes.
Mi conclusión sobre Atenas es que, pese a que es una ciudad horriblemente fea, merece mucho la pena la visita, tanto por poder ver con tus propios ojos los restos de una cultura tan apasionante como la Antigua Grecia, como por ver lo mediterráneamente semejante y a la vez diferente que puede llegar a ser un país como este. Sin duda es un viaje interesantísimo, que además permite al viajero hacerlo totalmente low cost, por lo que lo recomiendo totalmente.
Espero que os haya gustado este artículo y que sea de utilidad a quien vaya a viajar a Atenas.
¡Hasta el próximo artículo!
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