Atenas: segundo día

La Meca ateniense: la Acrópolis y el museo

"La primera vez que una llega a Atenas, se dirige de inmediato a la Acrópolis. A ella se va constantemente. La Acrópolis fue lo último que vimos desde la ventana del hotel mientras preparábamos las maletas, pensando que mañana ya no estaríamos ahí.

Se trata de un lugar singular cuyos contenido, mecanismo y autoridad merecen ser investigados. A pesar de ser no ser un sitio corriente, tampoco es que tenga un gran atractivo histórico. No queda ni rastro de aquella oscura y mística decadencia hoy visible en las acrópolis de Delfos, Olimpia y Micenas. Solo el Partenón de la Acrópolis ateniense conserva parte de esa esencia. Y de él tampoco se puede decir mucho más: es tan inefable como un vaso de agua; tan simple como el padrenuestro". (E. Cecchi, Viaje a Grecia)

Para quien estudia arqueología clásica, visitar la acrópolis ateniense es un deber moral: La Acrópolis es nuestra particular Meca. Su arqueología es muy compleja, y verla con tus propios ojos es revelador: cuando la visitas, de pronto todo lo estudiado cobra sentido.

Eso no quita que ver en lo que se ha convertido por el turismo no te llegue al alma... Tras la visita, me quedé con una sensación extraña: sentimientos encontrados. Pero bueno, empecemos por el principio.

Un buen desayuno, ropa apropiada, la mochila a la espalda y ¡a la aventura! Desde el hotel, la Acrópolis parece estar en lo alto y muy lejos, pero te aseguro que el camino es fácil, agradable y factible. No hace falta complicarse mucho la cabeza: si no pierdes de vista la Acrópolis, no te equivocarás nunca de dirección. La mayoría de caminos conducen a la entrada principal, donde tendrás que comprar los billetes. Ármate de paciencia, porque te espera una larga cola que se va formando desde muy temprano y suele ir muy lenta.

¡Ánimo! Si yo fuera tú, evitaría que reconociesen mi nacionalidad italiana... No por los griegos, sino por otros italianos. ¡Hazme caso! Somos muy malos turistas.

El turista italiano

Mira, te cuento lo que me ocurrió y ya juzgas tú por ti mismo. Llevábamos en la cola un buen rato, cuando de repente, dos italianos se pusieron a buscar a otros italianos, descaradamente, para así colarse. Al escucharnos hablar, nos pidieron si podían quedarse con nosotros, sin tener la educación de presentarse ni de preguntar a quienes iban detrás qué les parecía tener la cara tan dura. Fuimos tan tontos que les dijimos que sí. Se me cae la cara de vergüenza cada vez que lo pienso... Nos pillaron de sorpresa y tampoco era cuestión de tener que discutir... Todavía me arrepiento y me altero por no haber sabido gestionar como debía haber sido aquel momento.

Los chicos, no contentos con colarse, encima pretendieron que en la ventanilla les hablaran en italiano. Los maleducados decían: "Yo hablar italiano, no inglés, ¿lo pillas?". Bastante con que los griegos no te exijan hablar en griego... Y dando gracias, porque si nos tenemos que servir los italianos del nivel de inglés que aprendemos desde pequeños... ¿Cómo se atreven? Lo peor es que esta es la imagen que tienen de nosotros en el extranjero. ¡Qué rabia! ¿Tanto cuesta aprender cuatro palabruchas en inglés? Sobre todo, si sabes que vas a salir fuera...

Problemillas con el PASO...

Metí la pata al marcar una de las casillas del trámite online del PASO: había marcado por error la casilla que me decía estar titulada en vez de ser estudiante, por lo que no quisieron aplicarme los descuentos. Mi amiga sí lo hizo bien. Por si fuera poco, aunque renové la tarjeta universitaria antes de irme, de prisa y corriendo, sí, y gracias a la ayuda de la secretaria del Departamento de Historia y Arqueología, no me llegaba hasta la semana en que volví a Italia por Navidad.

Técnicamente, la tarjeta universitaria estaba validada, pero en ese momento aún no la tenía conmigo. No tuve de otra que explicarle la situación a la mujer de la ventanilla, sirviéndome de los mensajes y correos que demostraban que la tarjeta estaba de camino. Durante mi estancia en Atenas, tengo que decir que mis explicaciones han funcionado con KTEL. Y menos mal, porque si a eso le sumas que algunos de los museos no hubieran sido gratuitos, nos habríamos dejado mínimo 100 €. Aun y todo, tener que ir dando explicaciones es incómodo, pero más lo es tener que leer mensajes "privados"... ¡El último día acabé hasta el moño!

En la ventanilla de la Acrópolis nos explicaron que en Atenas se puede comprar un fantástico billete íntegro que te permite la entrada durante una semana a todos los sitios arqueológicos de la zona. También puedes usar el PASO, pero no te permite visitarlos todos. No sabría decirte el precio, nosotras lo conseguimos gratuitamente. Supongo que en la web lo pondrá.

Los lugares que se pueden visitar con el billete son los siguientes:

  • La Acrópolis;
  • la antigua ágora;
  • el santuario de Dioniso;
  • el Cerámico;
  • el ágora romana;
  • la biblioteca de Adriano;
  • el templo de Zeus Olímpico.

Una vez que le expliqué mi situación al encargado de la ventanilla, me entregó el billete gratuito sin problemas, pero me advirtió de que en algunos sitios me pondrían pegas, pues tienes que enseñar tanto el billete como el PASO. Y efectivamente, así fue. Seguramente, que mi compañera de viaje llevara consigo el suyo y nuestro aire de estudiantes Erasmus perdidísimas, nos ayudó mucho. En general, suelen ser muy estrictos en estos temas, incluso con los mismísimos estudiantes griegos.

Subir la Acrópolis

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(El Odeón de Herodes Ático desde lo alto)

Así es, lo primero que te encuentras por el camino rumbo a la cima de la Acrópolis es el Odeón de Herodes Ático. Desafortunadamente, no pudimos ver su interior porque estaba cerrado. Si no me equivoco, no suele estar abierto al público. Se trata de uno de los teatros más bonitos que he visto nunca, y mira que he visto ya unos cuantos (soy una fanática de este tipo de obras).

La monumental entrada de la Acrópolis está formada por una estructura maravillosa: los Propileos. Sin embargo, desnaturalizan los caminos hacia la cima y te obligan a pasar obligatoriamente bajo sus arcos. Es una de las cosas que más duelen.

El sol desde lo alto hace que la explanada se parezca a un desierto. Apenas tiene sombras, ni siquiera un puesto donde poder comprar unas gafas de sol o un sombrero (afortunadamente). Aunque sí es verdad que hay una fuente, es mejor recorrer Atenas con previsiones de agua. ¡El clima es muy caluroso!

El Partenón está rasguñado por andamios internos. Su abandono parece que formen parte de las ruinas. Será porque tenía las expectativas muy altas de haberlo estudiado tanto, por la presencia de demasiados turistas profanando la tierra de los dioses con sus paloselfis, o a lo mejor por la ausencia de sus decorados, repartidos entre el Museo Británico y el museo de la Acrópolis... Pero verlo en vivo, fue todo un chasco.

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(La Acrópolis, la fuente, los turistas y el Partenón)

Dando una vuelta por allí, reconocimos el antiguo templo de Atenea Polias, el Erecteón, la base de la estatua de Atenea Promacos, el templo de Atenea Niké, los santuarios de Egeo y Artemisa Brauronia, la Calcoteca, el Pandrosio... ¡Menudo deleite para nuestros sentidos! ¡Son los Campos Elíseos de los arqueólogos!

Aun así, terminamos la visita antes de lo previsto, ya que tras alguna que otra foto, seguimos adelante.

El santuario de Dioniso

Como queríamos aprovechar el día y sabíamos que podríamos visitar el museo de la Acrópolis por la tarde, nos dirigimos a la zona arqueológica más cercana: el santuario de Dioniso y su magnífico teatro. El área se extiende hasta el santuario de Asclepio. Fue increíble ver tanto verde y poder disfrutar de la tranquilidad, sobre todo por el camino que va del teatro a la Acrópolis.

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(Teatro de Dioniso)

Comimos en un bar del barrio de Plaka, un local monísimo, muy carismático, cuyos precios están dentro de la media (Atenas es una de las ciudades más caras de Grecia). El pan que nos pusieron con la moussaka y la sopa de pulpo estaba buenísimo, y como es costumbre, terminamos con un buen dulce.

Los horarios de clausura de los museos

El museo de la Acrópolis cerraba a una hora razonable, por lo que lo dejamos para después de comer. Se sitúa cerca de la entrada del santuario, en la avenida principal, peatonal, repleta de árboles y personas que sortean puestos y artistas callejeros.

He encontrado, curiosamente, los horarios de los museos y de las zonas arqueológicas de la ciudad en la página que yo misma utilicé durante el viaje. El horario de invierno, de enero a marzo, posiblemente sea diferente y echen el cierre antes, pero no tendrá nada que ver con los horarios disparatados que yo me encontré hace unos meses. No puedo asegurarte que la página esté actualizada, pero vamos, cuando yo estuve todo cerraba a las 15:00... Ojalá se hayan normalizado.

Si no, siempre podrás acercarte a la oficina de turismo: te recibirá un señor supersimpático y muy agradable que habla italiano. Con solo decirle de dónde vienes, te regalará unas preciosas postales y planos de la ciudad con todos los transportes (algunos de ellos gratuitos si eres espabilado, así como algunas revistas del país que te podrán ser de utilidad en alguna ocasión. El señor, tan amable, nos dio un montón de consejos para movernos por la ciudad, algo esencial.

El museo de la Acrópolis

Es uno de los museos más bonitos de Grecia. Yo caí rendida a sus pies incluso antes de poner un pie dentro. En el suelo de la explanada que se antepone a la entrada, se cuenta la historia de aquella parte de la ciudad. ¡Fascinante!

La recepción del museo es superamplia y la tienda del museo, encantadora. En el mostrador, el personal supereducado y amable comprendió enseguida mi situación y me dio inclusos dos billetes gratuitos (soy tan torpe que de camino al guardarropa perdí uno... ).

Solo 5 minutos después de estar por allí revoloteando, me informaron, muy educadamente, de que no se puede echar fotos de cerca. Desconozco el motivo, pero el respeto y el cuidado que tienen por su patrimonio es uno de los motivos por los que admiro tanto a los griegos, más allá de la situación actual que están viviendo.

De todas formas, me concedí hacer un par de fotos para guardarlas como un tesoro robado. En una de ellas, inmortalicé el retrato más bello de Alejandro Magno.

Tampoco faltaron los momentos divertidos y relajados. Fuimos a ver una exposición de la Acrópolis reproducida por Lego: antiguos romanos batallaban en el teatro bajo la firme mirada de la bandera griega.

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(La reproducción de la acrópolis de Atenas por Lego)

Al atravesar el primer pasillo, se llega a una escalinata que conduce a la sala donde se custodia la historia de las varias fases decorativas de los templos que hay en la Acrópolis.

Las piezas están pintadas con trazos limpios y simples que lejos de recrear una atmósfera fría, le dan un aire vivo que las evidencian y las revalorizan.

Mi parte favorita del museo es, obviamente, la planta dedicada a la reconstrucción decorativa del Partenón. La sala se centra en recrear la parte de las piezas "robadas" por Lord Elgin que actualmente custodia el Museo Británico. Este es un tema sensible: en el aeropuerto de Atenas pude ver en unas pantallas interactivas la opinión del gobierno griego y su intención de que el Reino Unido devuelva las piezas al pueblo heleno.

En ellas, se muestra una hipotética reestructuración del templo siguiendo la línea modernista del museo. El museo y, en especial, los frontones tienen tal poderío que su belleza y perfección técnica son toda una revolución.

Las paredes están formadas por cristaleras que generan un aura mágica única en el mundo.

Llegaba la hora del cierre y estábamos agotadas. Dimos un último paseo por los "alrededores del Partenón" y nos acabamos sentando un rato en un banco desde donde se veían los escalones que recorren las cristaleras.

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(El museo de la Acrópolis, sala del Partenón)

La tarde en Monastiraki

Por la tarde, habiendo recargado ya las pilas, fuimos al barrio de Monastiraki, donde fuimos de tiendas y compramos comida riquísima.

En verdad, ¡no sé de dónde sacamos ni la fuerza ni el tiempo para hacer todo lo que hicimos en cuatro días! Además de algunos souvenirs para amigos y familiares, encontramos tiendas donde venden camisetas y sudaderas de todo tipo con grabados superdivertidos. Con el frío de la tarde, ¡cómo no íbamos a compranos la típica camiseta con el grabado de Esparta y Atenas! El plan era ponérnoslas cuando fuéramos a las Termópilas y hacernos una foto allí (que sí, que fue una guerra persa... ¡Qué más da! ¡Son cosas de arqueólogas!)

Uno de los descubrimientos más bonitos que hicimos durante este paseo fue un rincón de Monastiraki: un local algo siniestro dedicado a las antigüedades y a objetos de segunda mano. Está en una callejón situado entre los locales que se encuentran frente a la Estoa de Átalo. Siento no poder ser más precisa, pero dejando mi escasa memoria de lado, pienso que quizá sea más divertido ir a la aventura... ¡No me lo tengas en cuenta!

De hecho, este pequeño gran descubrimiento nos fue de utilidad la segunda vez que volvimos a Atenas unas semanas después. Ya hablaremos de ello...

Siguiendo el consejo de una ateniense que conocimos en el avión, fuimos hambrientas a Thanasis, uno de los restaurantes más grandes y concurridos de la zona, a dos pasos de la plaza principal del barrio de Monastiraki. Está todo buenísimo, por algo estaba hasta la bandera, y no solo de turistas sino también de griegos.

El camarero fue supersimpático y el servicio y los precios estupendos. Es famoso por sus platos de carne. Eso sí, ni se te ocurra pedir el kebab de yogur... Mejor no te cuento por qué. ¡Tú hazme caso! Los platos de las mesas vecinas parecían tan apetitosos... ¡Jo!

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(El kebab de yogur del Thanasis)

Ahora que teníamos la barriga llena, volvimos al hotel, cobijadas por las luces y la agradable y tranquila atmósfera de Plaka. Una de las cosas que más me gustan de Atenas es que puedes caminar por la ciudad a cualquier hora sin miedo.

Una gran ocasión perdida: Marina Abramović

¡Lo que oyes! Justo ese día, la gran artista Marina Abramović presentaba en Atenas su nuevo estilo, acompañada de una nueva generación de artistas.

No ir a uno de estos eventos, o mejor dicho, de sus eventos, para mí ha sido una espinita en mi experiencia Erasmus. La tenía tan cerca... Era la ocasión, y la dejé pasar...

Tuvieron lugar en el museo benaki, en la zona de El Pireo. No sabíamos cómo llegar allí... Y entre el lío con el transporte, el cansancio y todo lo que habíamos escuchado sobre el campo de refugiados del puerto... al final, no fuimos.

Algunas amigas que sí fueron a ver sus exposiciones en esos meses reafirmaron lo que yo pensaba: me lo habían pintado todo más negro de lo que en verdad era. Tonta de mí, dejé pasar aquel tren por no coger un maldito autobús... ¡A ver cuándo se me vuelve a presentar la oportunidad de encontrarme con una de las artistas más grandes que ha parido madre!

Pero en fin... Lo acontecido me hizo reflexionar un poco: Atenas no es solo arte clásico; vestigio de un pasado glorioso que no volverá, sino una ciudad viva; un centro cultural que aún tiene mucho que ofrecer.


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