Tour en moto (parte 1)

 

Desde que tengo uso de razón es que viví mi vida subida arriba de una moto. Y esto es porque mi papá es motoquero desde siempre, le encantan las motos y es su medio de transporte habitual para ir al trabajo todos los días. Es por eso que miedo de las motos jamás tuve y que siempre con mi papá íbamos a diferentes recorridos en moto ya sea por nuestra cuenta o juntándonos con un grupo de motoqueros para hacer diferentes travesías. Solíamos no salir de Buenos Aires y hacer viajes relativamente cerca, incluso colaborábamos en el día del niño con un Hospital de Niños muy conocido en Buenos Aires llamado Garrahan. Lo que hacíamos era juntar regalos para este día tan especial o incluso en navidad y reyes magos también, e íbamos personalmente a llevárselo a los niños del hospital, ya que este hospital es un hospital sólo de niños. Había algunos motoqueros que sólo colaboraban llevando regalos en la moto para que otros que se ofrecían se los vayan a llevar personalmente a los niños, y otros motoqueros hacían este trabajo de llevarle los regalos a cada niño. Ni mi padre ni yo nos animamos nunca a entrar al hospital y ver a los niños en esa situación desfavorable, aunque sea para darles una alegría llevándoles un regalo. Por este motivo los que suelen entrar a hacer este trabajo son gente muy valiente capaz de ver a los niños en estas condiciones y no quebrarse ahí mismo. 

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Aunque siempre solíamos hacer travesías pequeñas en moto, un día mi papá me ofreció de ir un fin de semana largo a Córdoba en moto. Para que se den una idea de lo largo que es este viaje, les cuento que desde Capital Federal en Buenos Aires hasta Córdoba (provincia Argentina), son mil kilómetros de distancia. Si ya es un viaje largo en auto, imaginen en moto!! Pero yo muy valientemente le dije que sí a este viaje y decidimos emprenderlo. 

Me acuerdo perfectamente justo a la salida de casa cuando le dije a mi papá que quería llevarme una almohada pequeña para sentarme así no me cansaba tanto el asiento duro de la moto, y él como buen motoquero que es no me dejo. De este acto de tener que volver a dejar en casa la almohada que había agarrado, me arrepiento hasta hoy. Además otra de las cosas que recuerdo que sucedió, es que tuve que reducir mi equipaje a unas pocas cosas por el hecho de que teníamos que atar todo nuestro equipaje a la parte trasera de la moto, con lo cual no podíamos llevar muchas cosas tampoco. Siendo mujer, esto me costó demasiado, pero al final lo logré y vimos la forma de atar el equipaje que había decidido llevar. Todo este equipaje me sirvió además como respaldo, ya que yo iba sentada obviamente en la parte trasera de la moto. 

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Al principio del viaje todo iba bien ya que estaba acostumbrada a viajar en moto. Pero cuando empezamos a viajar ya por más horas de las que lo solíamos hacer, comencé a estar desconfortable sentada en ese asiento trasero de la moto. Cada vez que parábamos en una estación de servicio para cargar nafta, ambos nos quedábamos un rato más en el lugar tratando de descansar parados. Nunca me paso que descansar parada me hiciera mejor que descansar sentada, pero esto fue lo que me hizo viajar en moto por horas y horas. 


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