Historia de Argentina
Los primeros habitantes: los indios
Llegados de América del Norte unos 16.000 años a.C., son los descendientes de cazadores siberianos que cruzaron el estrecho de Bering unos 30.000 años antes, y luego el istmo de Panamá, para finalmente establecerse en América del Sur. Hacia el año 5000 a.C. se hicieron sedentarios, y fue así como aparecieron las primeras ciudades y la agricultura (basada en la patata en Perú y el maíz en México), que dieron origen a las grandes civilizaciones, destruidas más tarde por los españoles. Pero, más hacia el sur, en Argentina, los indios no formaron sociedades complejas con grandes ciudades, sino que permanecieron en un modo de vida más primitivo, basado en la caza y en la recolección, que fue con lo que se encontraron los primeros españoles. Quedan pocos vestiglos de la Argentina precolombina: yacimientos de Tilcara, Quilmes y TastlI, cerca de Salta; cueva de las Manos (pinturas rupestres) en la Patagonia.
El descubrimiento y la conquista (siglos XVI y XVII)
El primer europeo que llegó a Argentina fue un español, Juan Díaz de Solís. Descubrió el río de la Plata -con el estuario más grande del mundo- en febrero de 1516, y tomó posesión del territorio en nombre del rey de España. Lo llamó Mar Dulce. Solís murió a manos de los indios en tierra uruguaya, y su tripulación regresó sana y salva a España.
Numerosas expediciones se dirigieron hacia el Nuevo Mundo. Entre ellas, la de Pedro de Mendoza. Llegó con una dotación de 1.200 hombres y 100 caballos. En febrero de 1536 fundó Puerto de Santa María de los Buenos Aires (la futura Buenos Aires). Pero la hambruna y la enfermedad pudieron con la expedición, y Mendoza pereció en el mar durante el regreso a su país. Dejó en el lugar a Domingo Martínez de Irala, que fundó la primera población del delta (Asunción) en 1537. Al penetrar tierras adentro, encontró asentamientos indígenas que habían podido establecerse gracias a sus conocimientos sobre agricultura.
Irala promovió los matrimonios interraciales con las indias, que les parecían muy bellas, a falta de mujeres españolas; pero a pesar de los esfuerzos, las relaciones con los autóctonos no eran cosa fácil. Irala y una parte de su hombres fueron masacrados, y Buenos Aires se hizo un lugar Inhabitable desde 1541.
A partir de 1573, la colonia terminó por controlar todo el territorio situado entre la actual Uruguay y el río Paraná. La abundancia de hierba y los inviernos suaves favorables para el ganado permitieron la reproducción de algunos caballos, vacas, ovejas y cabras importados por los españoles. Bastaron algunos años para que este nuevo estado se extendiera hasta La Pampa, sentando de este modo las bases de la cría de ganado de la Argentina moderna.
Sin embargo, las esperanzas que se habían puesto en las minas de oro y plata no se materializaron. En 1580, un vasco veterano de la conquista de Perú, Juan de Garay, estableció la primera colonia de manera definitiva en Buenos Aires. Debido a sus fracasos precedentes, los colonos se hacían a la idea de convertirse en agricultores autónomos, en lugar de esperar dominar a las poblaciones locales refractarias.
Se masacró a los indios de la zona argentina, que no eran de ninguna utilidad a los conquistadores, a veces con la excusa de que robaban ovejas, que se contaban por miles. El exterminio de la población autóctona fue total, y para ello se utilizó a esclavos negros que los mandos colocaban en primera línea de fuego.
España consideraba sus colonias como territorio personal del rey, y su explotación debía llevarse a cabo en su único beneficio. Toda América del Sur -excepto Brasil, después del reparto del mundo por parte del Papa entre Portugal y España- dependía del virrey de Perú.
Debido a este hecho, toda exportación o importación estaba formalmente prohibida en el puerto de Buenos Aires.Todo lo que procedía o se dirigía a Europa debía ir obligatoriamente por tierra hasta Panamá, ¡lo que hoy en día representa una epopeya! Los barcos, incluso los españoles, estaban casi prohibidos en el río de la Plata. Los criollos de América del Sur se resintieron inmediatamente de este decreto que consideraban injusto y que hacía más difícil su vida, a la vez que limitaba drásticamente su afán de prosperidad. Tal situación sólo podía desembocar en el tráfico ilegal y el contrabando, a pesar de las duras penalidades que conllevaba. Los holandeses y los ingleses amasaron grandes fortunas, sobre todo gracias al tráfico de esclavos negros, mientras que el pueblo iba trampeando las leyes, a veces con la complicidad de los gobiernos locales. Además de estos inconvenientes, la vida era bastante precaria y los precios eran exorbitantes.
La creación del «virreinato del Río de la Plata» (siglo XVIII)
La proximidad de Colonia, de dominio portugués, situada justo al otro lado del río frente a Buenos Aires, ofrecía grandes posibilidades para el contrabando. La frontera entre las colonias españolas y las portuguesas fue establecida por el rey de España Carlos III para obstaculizar la presión portuguesa. Esta decisión mostraba un reconocimiento de la fuerza y el poder de Buenos Aires, que se había convertido en la capital del virreinato. La Corona nombró virrey a Pedro de Cevallos. La presencia militar en la región aseguraba una cierta unidad al territorio. Los portugueses fueron expulsados de Colonia, y se definió la frontera actual. Este nuevo virreinato comprendía las repúblicas actuales de Bolivia, Uruguay y Paraguay, además de Argentina.
En esta época, la mayoría de los colonos estaban asentados al norte de Buenos Aires, que sólo era una pequeña ciudad de 20.000 habitantes. Cuando la nueva administración autorizó el libre comercio con España, la población de Buenos Aires se duplicó antes de finalizar el siglo XVIII.
Durante la misma época, en La Pampa nacía una nueva raza de hombres: los gauchos. El mito del gaucho, que continúa presente con fuerza en la vida argentina, es el símbolo del hombre libre que se burla de las convenciones y de los prejuicios sociales.
En la actualidad, los auténticos gauchos han desaparecido, y sólo quedan «paisanos», guardas de rebaños asalariados, relativamente hogareños y sin ninguna relación con aquellos que habían vivido al margen de toda legalidad hasta finales del siglo XIX. Como ocurrió en Estados Unidos con los vaqueros, fueron las alambradas para encerrar el ganado las que los volvieron innecesarios.
No debéis perderos un pueblo al norte de Buenos Aires, San Antonio de Areco, que perpetúa la memoria de los gauchos.
Buenos Aires era próspera, y los contactos con la cultura europea se hicieron cada vez más frecuentes. Los jóvenes prometedores eran enviados a Europa para perfeccionar su educación. La Ilustración y autores como Vol- taire, Montesquleu y Rousseau eran nombres familiares, y sus ideas, conocidas en el país; la rebelión de las colonias inglesas en América del Norte y la Revolución francesa eran seguidas con Interés y simpatía. El viejo resentimiento hacia España se fue sustituyendo poco a poco por la certeza de que ésta no tenía ningún derecho de posesión o de opresión... Luego vinieron los británicos.
En 1806, una fuerza inglesa de 1.600 hombres desembarcó a las órdenes de sir Home Popham. Al conocer la noticia, el virrey Sobremonte se apoderó del dinero del tesoro y huyó hacia Córdoba (provincia de Argéntina). Al principio no se opuso resistencia a los británicos, pero luego ésta se organizó bajo el liderazgo de un soldado francés, Liniers, y con la ayuda financiera de un comerciante español llamado Martín Alzaga, y de un argentino, Rivadavia, que más tarde llegó a ser presidente. El 12 de agosto del mismo año, el pueblo de Buenos Aires expulsó a los Ingleses de la ciudad y, cuando el virrey regresó de Córdoba, se exigió su dimisión. Las invasiones inglesas supusieron el último eslabón del periodo colonial. Los criollos obtuvieron la victoria en dos ocasiones (1806 y 1807) con un ejército popular. Los porteños (los habitantes de Buenos Aires) creían en su fuerza. Influidos por las ideas de la Revolución francesa, se opusieron ferozmente al monopolio comercial español.
En España, las cosas tampoco iban muy bien: Napoleón se había adueñado del país y lo había dejado en manos de su hermano José. En el Nuevo Mundo, la fiebre de la independencia ganaba terreno, y el 18 de mayo de 1810, en Buenos Aires, una asamblea de hombres armados logró por fin la dimisión del virrey y la convocatoria del cabildo abierto. Una semana después gobernaba una nueva junta formada por nueve criollos, al parecer en nombre del rey de España, exiliado sin embargo por Napoleón. Por ello el 25 de mayo es la fecha oficial de la fiesta nacional, aunque en realidad la verdadera secesión con España data del 9 de julio de 1816, cuando diputados procedentes de todos los rincones del antiguo virreinato proclamaron la independencia. Sin embargo, lo cierto es que ningún representante de España gobernaba ya en Buenos Aires desde la famosa fecha del 25 de mayo de 1810.
No obstante, la paz no reinó entre los criollos y los habitantes españoles. Estallaron conflictos de una extrema violencia y los prisioneros fueron fusilados. Así, perecieron los líderes de la liberación de Buenos Aires, el francés Liniers y el financiero español Martín Alzaga. Durante todo este periodo tumultuoso, la metrópoli tal vez hubiese podido reconquistar sus territorios, de no ser por la férrea voluntad del general criollo San Martín, que juró acabar con cualquier símbolo del poder español en el continente sudamericano.
El término gaucho tiene su origen en guacho («huérfano»), ya que eran originalmente niños mestizos hispano-indios, rechazados por la sociedad. Con sus bombachas (pantalón de tela plisada, ajustado al (tobillo), su amplio cinturón (tirador) adornado con piezas de plata, sus boleadoras (lazo argentino) y su facón (cuchillo), estos guardianes de ganado reinaban en las vastas extensiones de La Pampa. No reconocían leyes ni fronteras en este Dorado donde la hierba crecía durante todo el año. Eran, gracias a su espíritu independiente y a la fuerza de su carácter, unos revolucionarios natos. La vida política de este turbulento país parece ya más sencilla de comprender al saber que Argentina eligió como héroe nacional (juinto con San Martín) a Martín Fierro, un gaucho legendario cuyas hazañas fueron inmortalizadas por José Hernández, un clásico de la literatura argentina. Además, el primer gran dictador, Juan Manuel de Rosas, lo fue.
San Martín: el «padre de la patria»
En casi todas las ciudades argentinas existe una plaza o una estatua dedicada a San Martín. Para los argentinos, es el «padre de la patria». En las repúblicas del sur es equivalente a lo que Simón Bolívar simboliza para las del norte: el liberador del yugo español. Nacido en Yapeyú, en la provincia de Corrientes, de padre y madre españoles, este criollo argentino recibió una formación militar en España (Murcia), donde hizo carrera al servicio de la Corona. Sus intervenciones en las batallas contra los ingleses y los franceses fueron numerosas, hasta el momento en que decidió ponerse al servicio de la causa libertadora de su país. En 1812 llegó a Buenos Aires para crear el regimiento de los famosos granaderos a caballo, que tuvo su victorioso bautismo de fuego durante el combate de San Lorenzo, población situada hacia el norte de Rosario, en las orillas del Paraná.
Hábil conocedor de las nuevas estrategias de combate en Europa, reorganizó el ejército en el norte del país con el fin de hacer frente mejor a las tropas monárquicas, bien parapetadas en los Andes Centrales. El general San Martín organizó el Ejército de los Andes, en Mendoza, desde donde orquestó la increíble expedición de Perú. Su ejército atravesó los Andes hasta Santiago para liberar Chile. A continuación, partió del puerto de Valparaíso, con el fin de alcanzar las costas peruanas. Llegado a Lima, y tras varias semanas de espera, procedió a la Jura de la Independencia con los diputados de las diversas provincias de Perú. Las consecuencias no fueron muy felices para nuestro héroe. En Buenos Aires se disputaban el poder. Cansado de estas luchas Intestinas tras haber liberado Argentina de los españoles, San Martín no quiso entrar en política y decidió autoexiliarse en Francia. Murió en Boulogne-sur-Mer (donde se puede visitar su museo), solo y olvidado por todos, tras una vida dedicada a la causa ¡ndependen- tista. Argentina ni siquiera le pagaba su pensión de general. Qué poca consideración... Sin embargo, las generaciones siguientes reconocieron su valor, ya que su travesía por los Andes lo elevó al nivel de héroe universal, de estratega de la liberación de todo un pueblo. Su tumba se encuentra en la Catedral de Buenos Aires.
Los disturbios dividían al país continuamente. Surgieron dos facciones políticas: los federalistas y los unitaristas. Los federalistas estaban formados por los gauchos y por los habitantes de las provincias, mientras que los unitaristas ejercían su influencia en los centros ricos y urbanos de Buenos Aires. La reunificación del país fue el gran logro de Juan Manuel de Rosas, el primer «gaucho político» que ejerció de tirano, con feroz y despreocupada crueldad.
Como la mayoría de los dictadores, Rosas conservó su poder gracias a la fuerza militar y a la intimidación. Su arma principal era un cuerpo de policía secreta llamada Mazorca. Algunos historiadores afirman que más de 150 personas fueron ejecutadas durante este periodo.
Una vez más, el dicho «protegedme de mis amigos, que ya me encargo yo de mis enemigos» se reveló exacto: su fiel teniente Justo José de Urquiza puso fin a su dictadura aliándose con el partido unionista, los Brasileños, así como con algunos elementos contrarios en Rosas, Uruguay. El Reino Unido, con la complicidad de Francia, dio su bendición al golpe de Estado. Se proporcionó un salvoconducto a Rosas, que abandonó el país en un barco británico.
El ojo del huracán, Bartolomé Mitre
Hubo que esperar la llegada del presidente Bartolomé Mitre, en 1862, para que Argentina conociera por fin un periodo de estabilidad relativa. Mitre, historiador de profesión, narró los hechos de San Martín de Belgrano y fundó el periódico La Nación. Firmó numerosos tratados, abrió el río Paraná a la navegación y fomentó la Inmigración.
El presidente Sarmiento fue elegido para sucederle en un ambiente de calma y serenidad. Emprendió la alfabetización del proletariado. Su sucesor, Avellaneda, nombró a Julio A. Roca ministro de la Guerra... la cual consistía en exterminar al mayor número posible de Indios en La Pampa. Más tarde, Roca fue elegido presidente. La inmigración alcanzaba entonces las
personas al año (de las cuales el 50% eran italianos).
En medio de este clima de relativa estabilidad política, donde los presidentes se sucedieron dejando su nombre en las avenidas, dos hechos notables permitieron a Argentina conocer la riqueza. En primer lugar, la expulsión de los indios de sus tierras y su reclusión en las lejanas zonas montañosas favoreció la creación de inmensos dominios, las estancias. Los propietarios de tierras, a menudo tan grandes como Bélgica, prosperaron notablemente. A diferencia de Estados Unidos, donde se entregaba una parcela de tierra a todo aquel que llegaba, aquí los terratenientes se guardaban mucho de repartir: los recién llegados se tenían que conformar con trabajar para ellos. Esto explica que, todavía hoy, el poder y la riqueza estén en manos de algunos centenares de familias, riquísimas más allá de lo imaginable.
El segundo acontecimiento que permitió a Argentina conocer la fortuna fue la Invención del refrigerador. La carne, que el país producía en abundancia, se convirtió en un producto exportable. Los barcos zarpaban hacia Europa cargados de piezas de vacuno, mientras que los terratenientes tomaban el transatlántico para pasar las vacaciones en la Riviera. Para mantener el desarrollo económico, se necesitaban trabajadores. Grandes grupos de emigrantes mayoritariamente europeos dieron origen a una nueva identidad nacional, situación que los argentinos resumen a su manera: «Los mexicanos descienden de los aztecas; los peruanos, de los incas, ¡y los argentinos, de los barcos!». La mayoría de estos emigrantes se instalaron desde finales del siglo XIX en el campo. Pero, a principios del siglo XX empezaron a huir de las pésimas condiciones de trabajo para ir a vivir a las grandes ciudades, sobre todo a Buenos Aires. El proletariado obrero argentino vio la luz en un ambiente poco favorable para las reivindicaciones. Sin embargo, la vida democrática argentina avanzaba poco a poco. En 1916, cien años después de la independencia, se celebraron las primeras elecciones por sufragio universal para la presidencia del país. El representante del Partido Radical, Hipólito Yrigoyen, fue elegido democráticamente por el joven proletariado argentino y dominó la escena política durante quince años. La crisis mundial de la década de 1930 se dejó sentir, e Yrigoyen fue expulsado por el general Uriburu, que fue a su vez derrocado en 1942 por otros militares, entre ellos Juan Perón.
Nacida en Los Toldos, a 250 km de Buenos Aires, Eva era hija ¡legítima de una costurera y de un hombre casado -de ahí su aversión por los ricos y los hipócritas-. Criada sin conocer ninguna clase de lujos, utilizó sus atractivos para ir a vivir a Buenos Aires, donde pronto se abrió camino bajo el nombre de Eva Duarte. Se dio a conocer por sus emisiones de radio, donde denunciaba con pasión la injusticia y la miseria, y se convirtió en actriz de cine de segunda fila. Durante un terremoto en San Juan conoció a Juan Perón, un joven oficial ambicioso. Tan pasional como inspirada, Evita abandonó su carrera artística para dedicarse en cuerpo y alma a defender a los pobres. Respaldó políticamente a su marido, Perón, que se convirtió en ministro, y le animó a llevar a cabo reformas sociales revolucionarias para la época. Después de la elección de Perón para la presidencia de la República argentina, la pareja trabajó incansablemente, utilizando los créditos de posguerra de Argentina y el dinero recaudado de modo autoritario entre los empresarios ricos en la creación de escuelas, hospitales y centros de vacaciones, el establecimiento de un salario mínimo, la reducción de la jornada laboral y el apoyo a los sindicatos.
Sin embargo, la oligarquía argentina no le perdonó nunca sus orígenes. La madre de los más pobres, llamados «descamisados», se ganó el corazón de las clases más bajas con declaraciones como esta: «La violencia en manos del pueblo no es violencia, sino justicia». Perón la nombró directora de la Fundación Social y, a partir de entonces, se la pudo ver en las fábricas, en los hospitales y en los barrios populares pronunciando discursos en honor del presidente Perón. Muy cercana a los pobres, sin embargo ella vestía de Chanel y Dior. En las elecciones de 1951 llegó a presentar su candidatura a la vicepresidencia, pero el ejército la vetó. Éste fue su primer y único fracaso.
Eva anunció por la radio su decisión de someterse a la voluntad del pueblo, pero ya sabía que estaba desahuciada: sólo le quedaban unos meses de vida, consumida como estaba por la leucemia. Su vida se apagó el 27 de julio de 1952, apenas iniciada la treintena. Fue muy llorada en todo el mundo. Su huella fue tan profunda en el país que incluso hoy día aún se la recuerda con verdadera devoción.
El peronismo todavía marca profundamente la vida política actual. Llegado al poder en 1946, Perón puso en práctica sus reformas sociales sirviéndose de las riquezas que aportaba a Argentina como proveedora de la Europa en guerra. Asimismo, financió su programa nacionalizando numerosas empresas que estaban antes en manos de capitalistas extranjeros. Nadie se hubiera atrevido a ir tan lejos en este país de costumbres ultra- conservadoras. Creó escuelas, viviendas de protección oficial, hospitales, y los más desfavorecidos le apoyaban sin reservas. Sus partidarios (que le llamaban «Pocho») siguieron estando omnipresentes mucho después de su partida, a pesar de las purgas políticas. Sin embargo, hay que decir que a Perón no le gustaba la oposición, y silenciaba a la prensa censurándola abiertamente. Y, sobre todo, no ocultaba su simpatía por los nazis, adquiridamientras fue consejero militar en Berlín, en la década de 1930. Argentina no entró en guerra con Alemania hasta el 6 de mayo de 1945, y Perón distribuyó sin ocultarlo 10.000 carnés de identidad en blanco a un grupo de alemanes deseosos de huir a su país. Mengele, el médico de los campos de concentración nazis, considerado el responsable de la muerte de más de 300.000 judíos, vivió en Argentina una feliz jubilación. En total, fueron 60.000 los nazis que encontraron refugio en Argentina, con la complicidad de la Cruz Roja y del Vaticano... ¡algo no precisamente muy católico!
Perón fue derrocado y se exilió en España en 1955 (acogido por Franco), dejando tras de sí una situación económica desastrosa. Después de casi veinte años de una vida política caótica, alternando entre gobiernos militares y constitucionales, la presión popular acabó con la dictadura militar en marzo de 1973 y recordó a ese coronelsocial-autoritariocasado con una mujer legendaria. Pero Evita no estaba allí para resucitar los sueños, y el aparato peronista se descompuso en medio de la violencia por efecto de los ajustes de cuentas. Perón murió un año después, en 1974, dejando el poder a su tercera mujer, Isabel. Su formación de bailarina profesional no ayudó en nada a la pobre Isabel, que tiritaba a la sombra de Eva. Se apoyó en un grupo fascistoide ¡dirigido por un antiguo peluquero convertido en político!
El país zozobraba en un mar caótico. Surgieron numerosos movimientos revolucionarios (con los Montoneros a la cabeza) que justificaron el recurso a la violencia para imponer su propia ley. En este contexto de crisis económica y al borde de la guerra civil, una nueva junta militar a las órdenes del general Videla derrocó casi sin tropiezos a Isabelita en 1976. Los argentinos todavía no sabían que se iniciaba uno de los periodos más negros de su historia. Fue el principio de la «guerra sucia».
El ejército recurrió a todos los medios para acabar con los Montoneros y otros movimientos. Logró sus propósitos haciendo pagar el precio de una guerra extremadamente brutal y la muerte de numerosos inocentes. Rápidamente, la represión se extendió a todos los oponentes al régimen. Los «elementos subversivos» (una definición muy vaga) eran secuestrados de modo arbitrario, torturados, y miles de ellos «desaparecieron» misteriosamente. De ahí surgió la triste figura de los «desaparecidos». La Escuela de Mecánica de la Armada, situada en pleno centro de Buenos Aires, era uno de los principales centros de detención y tortura. Los FordFalcon, sin placa de matrícula, eran los vehículos comúnmente utilizados para eliminar a los opositores.
«La guerra, ¡qué estupidez!»(JacquesPrévert)
La guerra de las Malvinas fue, sobre todo, un pretexto para desviar la mirada popular de los sobresaltos y los escándalos del régimen político y de la catastrófica situación financiera que vivía entonces el país, con el propósito de unir a la opinión pública por una «gran» causa y crear así artificialmente una osmosis en el seno de la nación. Último coletazo de un régimen militar acorralado, este conflicto bélico solamente sirvió para precipitar su caída.
Durante la Primera Guerra Mundial, las Falkland fueron el escenario de una batalla naval decisiva entre alemanes e Ingleses. La victoria del Reino Unido permitió la libre circulación en las rutas del comercio, ¡y Argentina fue una de las principales beneficiarlas! Recordemos que el país sudamericano ganó grandes cantidades de dinero abasteciendo de alimentos a la Europa en guerra. En 1982, Argentina atacó la pequeña colonia británica, formada básicamente por colonos escoceses que se dedicaban a la cría de ovejas. Esta agresión convino a todo el mundo: a los militares argentinos, naturalmente, pero también a Margaret Thatcher, cuya política de serios recortes y de austeridad había hecho descender drásticamente su nivel de popularidad. Los británicos montaron en sus grandes caballos de mar y enviaron a su flota, capitaneada por el príncipe Edward, para castigar a los autores de esta imperdonable ofensa. La popularidad de Maggie subió rápidamente (ganó sin problemas las siguientes elecciones). La guerra duró dos meses y tuvo un coste de 850 millones de dólares; constituyó el bautismo de fuego de la aviación argentina. Se lanzaron misiles Exocet contra los barcos de Su Majestad. Pero, a pesar del sofisticado armamento francés de los argentinos, el Reino Unido ganó este conflicto.
La derrota fue muy mal digerida en Argentina. Los militares organizaron elecciones en 1983, que pusieron fin a la presencia de la junta en el poder: Raúl Alfonsín ganó las votaciones, que actuaron como plebiscito para la vuelta a la democracia. Los principales líderes de la dictadura (especialmente Videla y Massera) fueron juzgados y condenados. Pero cuando el poder quiso extender el proceso más allá de los más altos dirigentes, estallaron diversos motines por todo el país. El poder cedió a la presión militar e hizo que se aprobaran las leyes de amnistía: «ley del punto final» (1986) y «ley del deber a la obediencia debida» (1987). Este hecho tal vez explica que, todavía en la actualidad, este periodo negro y relativamente reciente de la historia argentina sea poco aireado públicamente. Pero sigue estando muy presente en la vida privada de quienes cuentan entre sus más cercanos con un desaparecido.
En mayo de 1989, la elección de Carlos Menem significó el retorno triunfante del peronismo a la vida política. En un contexto de crisis económica, de una gran inflación y de oposición violenta por parte de los sindicatos, Raúl Alfonsín pasó el testigo a Menem. Ante la sorpresa general, Menem adoptó un plan económico ultraliberal, severo en el ajuste de los salarios. Arribista pero pragmático, Menem demostró ser inteligente al meterse en el bolsillo a este ejército capaz de secuestrar la democracia de la noche a la mañana.
UN ARCHIPIÉLAGO EN EL FIN DEL MUNDO
Las Malvinas -o las Falkland, como las llaman los británicos- son muchas islas inhóspitas situadas a más de 500 km de las costas argentinas. Deshabitadas al principio, fueron descubiertas por un británico, JohnDavis,en 1592. Más tarde fueron bautizadas por el capitán Strong en honor de Lucius Cary, en aquel entonces lord Falkland, en el año1690.
La primera y única presencia argentina data de 1829, cuandoLouisVernet estableció una pequeña colonia en nombre de la república de Argentina. En 1833, los británicos, que jamás habían renunciado a su soberanía en estas islas, expulsaron a los soldados y colonos argentinos. Este grupo de Islas formó parte, a partir de entonces, del sistema estratégico del Reino Unido en su dominio marítimo.
La salida a la luz de los archivos nazis en 1992 fue un acto valiente por su parte, pero, por otro lado, amnistió a los altos dirigentes de la junta militar condenados bajo el gobierno de Alfonsín (incluidos Videla y Massera); los mismos (u otros) que en 1976 y 1977, con la bendición de la Iglesia, metieron a presos políticos en aviones para lanzarlos al mar en pleno vuelo. Aunque para ganarse a las fuerzas populares, Menem continuaba esgrimiendo la bandera peronista, su política económica, sin embargo, no tenía gran cosa que ver con la de su modelo. Las privatizaciones iban a buen paso y la elevada inflación se logró contener gracias al cambio de moneda. Domingo Cavallo, ministro de Economía hasta julio de 1996, fue el encargado de orquestar esta política. Antiguo alumno de Harvard, pragmático y trabajador incansable, fue el verdadero héroe de la recuperación argentina. En dos años, con la ayuda de un batallón de expertos de todas las áreas, logró renovar seriamente la administración. Pero este ultraliberal también acabó con cerca de tres millones de empleos a golpe de salvajes privatizaciones y de supresiones de leyes sociales, lo que asfixió a las clases medias y bajas.
La época post-Menem
Tras diez años en el poder, el balance que Menem dejó tras de sí fue desastroso. Logró frenar la inflación y dotó al país de una dignidad artificial, equiparando el peso al nivel del dólar, pero la otra cara de la moneda es dolo- rosa: cerca de 10 millones de argentinos viven por debajo del umbral de la pobreza, la mayoría de ellos hacinados en barrios de chabolas. La administración Menem se vio empañada por escándalos de corrupción, muy comentados por la prensa. De la Rúa le sucedió en 1999. En medio de la calamitosa herencia económica que le dejó su antecesor, el austero y adusto De la Rúa -en contraposición al provocador Menem-, no estaba en condiciones de ganarse la simpatía popular. Su mayor error fue nombrar ministro de Economía a Cavallo (ex ministro de Menem). Esclavo del FMI, ignoró los problemas sociales de los argentinos al iniciar un plan de austeridad acompañado de un bloqueo de las cuentas bancadas. En pocos días, a finales de 2001, las manifestaciones, las «caceroladas» y los saqueos acabaron con el gobierno. Durante tres semanas caóticas se sucedieron cinco presidentes, que sumieron a Argentina en una profunda crisis política y social. Presidente interino desde enero de 2002, Eduardo Duhalde (ex vicepresidente de Menem convertido en su enemigo declarado) devaluó el peso y frenó los reembolsos al FMI. Aplicó una política de transición que permitió a Argentina levantar cabeza, aunque el país se empobreció mucho en algunos meses.
En las elecciones de abril de 2003 se asistió al regreso del controvertido Menem. Éste, al que se creía acabado después de su inculpación y su citación por un negocio ilícito de venta de armas, fue finalmente absuelto por falta de pruebas. A los 72 años de edad, casado con una joven modelo chilena, metido en escándalos y criticado por sus enemigos, ganó la primera vuelta a bombo y platillo, para retirarse tras fracasar en la segunda (¡intentad entenderlo!).
La presidencia del país fue ostentada por Néstor Kirchner, de 53 años, peronista (si es que esto aún significa algo). De origen suizo-alemán, este ex gobernador de la provincia de Santa Cruz tuvo como principales cualidades su discreción y su rigor presupuestario. Contra todo pronóstico, consiguió un cúmulo de poder sin precedente ya que tenía una mejor imagen que cualquier otro político -al igual que su esposa Cristina- y carecía de oposición en las élites del poder económico. También a su favor: Argentina iniciaba entonces una notable recuperación de su economía.
En junio de 2005, la corte suprema de Argentina declaró inconstitucionales las leyes sobre la impunidad que protegían a los militares responsables de las atrocidades cometidas bajo la dictadura (1976-1983); a partir de entonces podrían ser juzgados por terrorismo de Estado (leed «Derechos Humanos»),Tras las elecciones legislativas de 2005, Kirchner consolidó aún más su poder. En la provincia de Buenos Aires, en la que se concentra el 40% del electorado, Cristina Kirchner fue elegida en el Senado con el 46% de los votos. En la capital, el candidato peronista Rafael Bielsa fue ampliamente derrotado por Mauricio Macri, candidato del PRO (Partido para una República con Oportunidades), de centro-derecha.
En 2007 se celebraron los comicios presidenciales. Kirchner apostó muy fuerte por la construcción de un nuevo partido político que reagrupara a sectores del peronismo que lo apoyaban con disidentes de otros partidos y figuras emergentes de los movimientos sociales simpatizantes del actual gobierno. Pero esta tendencia no llegó a consolidarse. Por el momento, los Intentos de reconducir este poderoso partido desacreditado por el clientelismo mafioso han fracasado.
Las elecciones presidenciales han dado como vencedora a Cristina Fernández de Kirchner, que se convierte así en la primera mujer que preside el Gobierno de Argentina y la segunda en ocupar la función de jefe de Estado, después de Isabelita. Ha sido oficialmente designada por su marido para tomar el relevo y proseguir la misión del Estado: consolidar el impulso de crecimiento económico iniciado bajo el mandato del primer Kirchner. Pero he aquí que, apenas 100 días después de su investidura, el campo se rebela. La presidenta, que basaba su discurso electoral en el diálogo, mantiene sin embargo una posición inflexible. Por otra parte, el voto negativo de su vice-presidente y presidente del Senado argentino, Julio Cobos, contra el proyecto de aumento de las tasas para la exportación de soja, fuerza a la presidenta a la derogación. La fragilidad y las divisiones del peronismo de los Kirchner se manifiestan progresivamente...
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