El Tango Argentino

Al igual que Buenos Aires, conformada por un collage de los diversos estilos arquitectónicos que se han ido yuxtaponiendo a lo largo de su historia, el tango también supone un testimonio de complejidad cultural.

A finales del siglo XIX, en la década de 1880, llegaron a Argentina inmigrantes de toda Europa. Con frecuencia, se trataba de hombres solos en busca de prosperidad y dispuestos a dejarlo todo atrás, procedentes de España, Polonia, Alemania y, sobre todo, de Italia. Vivían en los barrios pobres, a las afueras de la ciudad, donde convivían las clases humildes de la Capital Federal. Y fue allí donde nació el tango, en esta atmósfera de jóvenes solitarios -que a menudo hablaban distintos idiomas-, de malvivir, de nostalgia por todo lo que dejaron en su país. Así pues, el tango se bailaba entre hombres, frecuentemente en burdeles. Era el sueño de encontrar y poseer a su amada. Es el baile de la fuerza viril, del deseo sexual, de la nostalgia.

El tango es «un pensamiento triste que se baila». Es un baile con una gran pureza de sentimientos, aunque naciera de una extraña mezcla procedente de todas partes. ¿Acaso no tiene el poder de un ritmo africano, la determinación del flamenco, el rigor codificado de los bailes de salón europeos? Esta sabia mezcla hace de él el baile más sensual que existe. Los pies se entrelazan, las piernas se entreabren, los cuerpos se entremezclan, las cabezas giran. No sólo se mueven los pies, sino todo el cuerpo, sin faltar ni un músculo. En aquella época, la alta burguesía no quiso hacer suyo este nuevo baile, que aún era sólo instrumental (todavía no había tangos cantados), esta virilidad ambigua que las mujeres más tarde revolucionarían. Las clases acomodadas de Buenos Aires ignoraron el tango hasta que el gran éxito que este baile alcanzó en el continente europeo le dio la suficiente credibilidad como para que la flor y nata lo considerara un símbolo de identidad nacional.

Al principio, la guitarra, la flauta y el violín eran los únicos instrumentos utilizados para interpretar el tango. A comienzos del siglo XX, Argentina importó un instrumento de origen germánico: el bandoneón. Este pequeño acordeón aportó una sonoridad desgarrada a las composiciones. Pero el tango acabó de adquirir su identidad definitiva con la integración del piano, mucho más tarde. Entonces se comenzaron a componer letras en lunfardo, el argot local. Cantadas con una voz desgarradora, trataban principalmente de la vida portuaria: violencia y fatalidad, nostalgia y revuelta, pobreza y amores difíciles. Aquellas canciones que en sus comienzos se expresaban con la jerga de los delincuentes pasaron a generalizarse en una auténtica expresión popular. Un arte de vivir. En 1913 apareció una voz sin precedentes, la de un francés residente en Buenos Aires que respondía al nombre muy latino de Carlos Gardel.

La Iglesia prohibió el tango en 1929, pero la verdadera decadencia llegó, sobre todo, con la trágica muerte del propio Gardel, el 24 de junio de 1935, en un accidente de avión mientras se encontraba de gira.

Con la Segunda Guerra Mundial, que paradójicamente enriqueció a Argentina, el tango regresó con más fuerza que antes, hasta el golpe de Estado de 1955, que hizo callar su voz. Sin embargo, el interés por el tango ha experimentado desde hace algunos años una ligera recuperación. En los lugares donde se baila, la generación que cuenta con 30-45 años curiosamente está desvinculada de él, mientras que los abuelos experimentados lo enseñan a los niños que están empezando. Punto de unión, Carlitos continúa apareciendo en el corazón de todos los argentinos (su tumba está siempre llena de flores, y un cigarrillo encendido está permanentemente entre sus dedos).

Hoy el testigo lo han tomado grupos con influencias electro, como el famoso Gotan Project, de origen franco-argentino, o Bajo Fondo-Supervielle, un grupo formado por músicos argentinos, uruguayos y estadounidenses.

GARDEL, LA VOZ DEL TANGO

La historia cuenta que Charles Romuald Gardés nació en Toulouse el 11 de diciembre de 1890, de madre planchadora y padre desconocido. Cuando el pequeño Carlos tenía tres años, la familia vino a probar suerte a Buenos Aires. El chico creció en los barrios bajos de la capital. Rápidamente, quienes le rodeaban se dieron cuenta de que su voz poseía un don mágico. Empezó su carrera cantando en los cabarés sórdidos, en los locales más canallas, antes de comenzar a actuar en establecimientos burgueses.

El incipiente cine sonoro lo llamó para entablar una estrecha colaboración (lo que suponía la máxima aspiración para un cantante). Una gran carrera se abrió entonces para Carlos. Muy pronto se convirtió en «el mejor cantante de tango de todos los tiempos». Verdadero héroe nacional todavía en la actualidad, Gardel permitió al tango, gracias a sus canciones desgarradas, a sus textos dramáticos que cantan al amor, al hastío, a la soledad... en resumen, a la triste condición humana, experimentar un auge considerable. ¡Simboliza su consagración en todo el mundo, incluso, y sobre todo, entre la burguesía!

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Comentarios (1 comentarios)

  • flag- P P hace 10 años

    Oye pues deberías comentar dónde practicarlo

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