Eurotrip #7: Ámsterdam
¡Hola a todos!
Es por todos sabido que los españoles somos amigos de nuestros amigos y amantes de la diversión, lo que hace que cuando uno de tus amigos se va de Erasmus la visita es casi obligada. Además, si hay algo que no somos los españoles precisamente es discretos, por lo que nos gusta hacerlo todo a lo grande y que se note nuestra presencia. Estas dos razones han hecho que durante las vacaciones entre un semestre y otro (sí, mucha productividad alemana y están más de vacaciones que otra cosa) trece amigos hayan ido invadiendo mi habitación. El primer grupo vino sólo tres días, por lo que sólo nos movimos de Bremen para una fugaz visita a Hamburgo pasada por agua; mientras que el segundo grupo, mis amigos del colegio, venían una semana completa. Bremen es una ciudad muy bonita, pero no hace falta tanto tiempo para visitarla, por lo que decidimos aprovechar su visita para pasar tres días en una de las mecas de los viajeros jóvenes en Europa: Ámsterdam!
Mis amigos llegaban a Bremen la noche de un lunes, por lo que decidimos salir hacia Ámsterdam en el primer autobús del martes, a las 6 de la mañana, con la intención de aprovechar el día. El autobús Bremen- Ámsterdam (viene desde Berlín) cuesta 19€ por trayecto y es de la compañía Flixbus, una de las más baratas en Alemania. Entre que cenamos y nos fuimos a tomar algo se nos hicieron las tantas, por lo que la mitad de nosotros decidimos no dormir nada, mientras que los demás se echaban una siesta, que todos continuamos durante las 5 horas de bus a la capital holandesa.
El bus nos dejó en la estación de Ámsterdam Sloterdijk, desde la cual se puede coger un tren que te deja en un momento en la estación central por 2. 80€. Desde allí, nos dirigimos caminando a nuestro hostal (Central Station Hostel). Ubicado en pleno centro de Ámsterdam, entre la plaza Dam y el Barrio Rojo, se encuentra escondido en un pequeñísimo callejón, donde una puerta da acceso a una estrecha y empinada escalera, que conduce a una minúscula recepción y a las habitaciones.
Es cierto que no es para nada el mejor hostal del mundo (ningún tipo de zona común, ni cocina, ni siquiera un recibidor donde sentarte a esperar), pero sin duda es una buena opción para los viajeros jóvenes y ahorradores. Su ubicación, a 2 minutos de reloj de la plaza Dam, permite evitar el transporte público, ahorrando tiempo y dinero; además de que tiene uno de los mejores precios que se pueden encontrar en el centro de Ámsterdam. A nosotros nos costó 12, 50€ por persona y noche, aunque estuvimos entre semana y en temporada baja, por lo que supongo que el precio subirá algo más en fechas más concurridas. Pese a que el acceso y las zonas comunes del hostal dejan bastante que desear, las habitaciones y los baños están bastante bien, lo que hace que sea un hostal para ir a dormir y poco más, que es básicamente lo que íbamos a hacer.
Después de dejar las cosas allí, nos fuimos a dar una vuelta por los alrededores del hostal antes de ir a hacer un free tour. Desde el primer momento, las calles de Ámsterdam transmiten un ambiente muy característico: los mansos canales, los estrechos e inclinados edificios, los infinitos detalles en las fachadas, los turistas cruzando puentes y haciéndose mil fotos, el aroma que sale de los coffee-shops...
Una vez terminado el paseo, nos dirigimos a la plaza Dam, desde donde comenzaba el free tour, de la omnipresente agencia Sandemans New Europe, con la que yo ya había hecho freetour en Lisboa y Berlín. Mientras que en estas dos ciudades los tours fueron muy interesantes y divertidísimos, en este caso la experiencia fue bastante diferente. Personalmente, me gustan los guías que combinan un cierto rigor y profesionalidad histórica con sentido del humor y dinamismo, de manera que el tour resulte instructivo y entretenido a la vez. He de decir que no es que me pareciera un mal guía, pero el gran número de asistentes al tour y el cansancio del viaje unido al sobreactuado entusiasmo del guía hicieron que nos fuésemos a mitad del tour, cosa que nunca más me ha pasado. No obstante, antes de irnos, visitamos con el tour el National Monumentde la plaza Dam, lugar de reunión para el inicio del tour, desde donde continuamos por la Warmoesstraat, una de las calles más importantes del Barrio Rojo.
Cruzando algunos de los pequeños callejones dedicados a la prostitución se llega a la Oude Kerk (Iglesia Vieja), cuya contradictoria ubicación en pleno barrio del pecado no es sino una muestra de la curiosa simbiosis establecida en Ámsterdam entre la iglesia y las prostitutas. Según nos contó el guía, los sacerdotes permitían a las prostitutas ejercer su profesión a cambio de recordarles a los marineros que estaban pecando, tras lo que los enviaban a la iglesia, donde por un módico precio los sacerdotes ponían a su disposición el perdón divino mediante la firma de indulgencias. Este tipo de muestras de corrupción y comercialización de la fe fue una de las razones de aparición del protestantismo, que transformó la Oude Kerk de Iglesia Católica a iglesia Calvinista.
Desde allí continuamos hasta el Nieuwmarkt, plaza dominada por el edificio del Waag, una de la antiguas puertas de la muralla que pasó a acoger una casa de pesaje, es decir, el lugar donde los mercaderes acudían a pesar y medir sus mercancías. Este fue el punto en el que decidimos abandonar al grupo y continuar paseando por nuestra cuenta por la ciudad de los canales. No obstante, la noche en vela y las cinco horas de autobús comenzaron a pasar factura, por lo que decidimos comer algo una pizzería al lado del hostal, llamada New York Pizza (Damstraat, 24) y echarnos una siesta en la habitación. El problema fue que no nos pusimos despertador, por lo que la siesta se nos fue bastante de las manos y acabamos despertándonos a las 8 de la tarde. Quizás lo de coger el bus a las 6 de la mañana para aprovechar el día no fue tan buena idea.
Al despertarnos, decidimos salir a darnos una vuelta y seguir las recomendaciones de unos amigos de Carlos, por lo que nos dirigimos a la zona más cercana a la estación de tren, donde estuvimos en un local llamado Lost in Amsterdam(Nieuwendijk 19), con una decoración de estilo árabe. Ámsterdam tiene fama de ciudad cara, y no sin razón, algo que podéis comprobar en el ticket de la cafetería, donde tuvieron hasta el detalle de pedirnos perdón por la clavada ("Sorry for the damage").
Después nos dirigimos a ver el famoso ambiente nocturno del Barrio Rojo, no sin antes hacer una parada estratégica en un McDonalds para cenar. Por la noche, las luces rojas de los escaparates de las prostitutas y los numerosos paseantes le dan un toque muy diferente a esta zona, siendo muy curiosa y un poco agobiante la visita al estrechísimo pasaje de Trompettersteeg, un callejón de alrededor de un metro de ancho flanqueado por escaparates de prostitutas, que produce una cierta sensación de claustrofobia. Sin duda la presencia de la prostitución en la zona le confiere un carácter único, pero también abre un debate sobre las ventajas e inconvenientes de la legalidad de esta actividad. Desde mi punto de vista, el hecho de tratar esta profesión como otra cualquiera permite regularizar y mejorar la situación de las trabajadoras del sexo, pero es imposible negar que los escaparates de Ámsterdam no dejan de ser una muestra de la cosificación de la mujer, presentándose como artículos comerciales en un escaparate. También resulta curiosa la variedad y excentricidad de negocios presentes en esta zona, como una "condonería". Pese a la siesta que nos habíamos pegado, la noche no se alargó demasiado, ya que la mayoría de bares y coffee-shops de la ciudad cierran antes de las 2.
Uno de los problemas de viajar en un grupo tan grande (8 personas) es que hace que todo se ralentice mucho, como sucedió la mañana siguiente, en la que pese a ser despertados pronto por la graciosa caída de la litera de uno de nuestros compañeros de cuarto, perdimos casi toda la mañana en ponernos en marcha. Una vez duchados y preparados, hicimos una parada en un supermercado cercano (justo detrás del Palacio Real), con el objetivo de comer por la ciudad y ahorrarnos unos euros. La verdad es que el súper estaba bastante bien de precio y de calidad, de hecho compramos algunos quesos que estaban buenísimos. Nuestra primera parada fue el Bloemenmarkt, el mercado de las flores, que pese a su llamativo colorido y la gran cantidad de tulipanes holandeses a la venta me decepcionó un poco, ya que no era tampoco muy llamativo.
Continuando por el canal en el que se encuentra el mercado, llamado Singel, se llega hasta la iglesia católica de De Krijtberg, dedicada a San Francisco Javier, que destaca por su policromía, la riqueza de su altar y el ambiente más oscuro, en contraste con la sobriedad protestante.
Tras la visita a esta iglesia, nos cayó una pequeña granizada, pero que no impidio que continuásemos el paseo hacia la Westerkerk, junto a la que comimos los bocadillos que habíamos comprado en el súper.
Junto a este iglesia se encuentra la casa-museo de Anna Frank, la niña judía cuyo diario es una de los testimonios más personales del Holocausto. La larga cola y el precio de la entrada nos hicieron decidir no entrar, por lo que accedimos directamente al interior de la Westerkerk. Esta iglesia, de culto protestante, tiene un ambiente luminoso, simple y tranquilo, donde destaca el gran órgano ubicado sobre la entrada principal. Teníamos la intención de subir a la torre para ver las vistas de la ciudad, pero la subida no se encontraba disponible.
Es cierto que existen muchas actividades que hacer y lugares que visitar, como el paseo en barco por los canales, la visita a la fábrica de Heineken o interesantes museos como el de Van Gogh, el de Rembrandt o el Rijksmuseum; pero la falta de presupuesto y la dificultad de ponernos todos de acuerdo hicieron que el resto de la tarde y la mañana siguiente nos dedicamos a pasear por la ciudad, recorriendo sus bonitas calles surcadas por canales y disfrutando del ambiente de sus bares y coffee-shops, hasta que al día siguiente nos volvimos por la tarde a Bremen.
En conclusión, Ámsterdam me pareció una ciudad preciosa, con un paisaje urbano muy característico y con ciertos rasgos muy diferentes de otras ciudades europeas. No obstante, he de decir que también tuve la sensación de estar visitando un producto comercial, una ciudad muy preparada para el turista, demasiado "vendida" quizás. No es que me gustase menos por esto, pero es cierto que con este tipo de ciudades tan turísticas te quedas con la duda de si la gente vive realmente así o es sólo la imagen que quieren proyectar al turista. Pese a esto, merece totalmente la pena visitarla, y añadiría que es un buen destino para hacer un viaje con un grupo grande de amigos con ganas de pasarlo bien, más que de hacer un turismo más cultural.
Aquí os dejo también el link al vídeo que mi amigo Dani realizó sobre el viaje, tanto sobre Ámsterdam como el resto de días en Bremen y Hamburgo.
¡Hasta el próximo post!
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