Días espléndidos
¡Hola! Espero que estéis bien, mis dos últimos días han estado bien también. Creo que me estoy acostumbrando a mi nuevo entorno y que las cosas están mejorando día a día. Mi habitación es más bonita, las clases han empezado a ser interesantes, hemos conocido a más gente y lo mejor: ¡hace muy buen tiempo!
Segundo día de clase
Después de quejarme de todo, el martes me levanté, hice un desayuno sano con mucha fruta y me pregunté qué me depararía mi segundo día de clase. De hecho, estaba algo cabreada porque teníamos que estar seis horas seguidas en la universidad. No sé por qué me enfadaba tanto porque ya había vivido lo de tener una clase de cuatro horas en Francia. Tenían un sistema especial de clases intensivas y si lo elegías, tenías que ir a clase de lunes a viernes de 8. 00 a 12. 00. No estaba tan mal como suena porque los profesores nos daban un descanso cada hora. Aquí lo mismo. Empezamos con Econometría a las 11. 00 y dimos dos horas de clase con un descanso. Al principio, me alegraba dar esa clase porque ya había dado Econometría dos veces en Praga e, inocente de mí, pensaba que lo iba a saber todo. Me equivocaba. El profesor se puso a hablar de algo que justo no habíamos dado en Praga. Además, hablaba muy rápido y costaba distinguir lo que era importante y lo que no. Y no solo los alumnos de mi itinerario daban esa clase, por lo que había mucha gente y me costaba prestar atención todo el rato. Me di cuenta de que iba a tener que estudiar mucho hasta para Econometría.
La segunda clase era exclusiva de nuestro itinerario: Valoración Inmobiliaria. De momento, es la clase que más me interesa. ¡El profesor es genial! Me gustaba cómo hablaba inglés, de forma muy ordenada y dejándonos tiempo para pensar en lo que decía. Esta clase iba a durar cuatro horas, pero todo bien porque tuvimos unos cuantos descansos, estuvimos haciendo ejercicios en clase y el profesor nos dejó irnos a casa antes de tiempo. Me interesaba mucho la clase. Parecía que por fin íbamos a dar algo realmente práctico y además, descubrimos que en esa clase trataríamos casos reales. Fue agradable escuchar que este campo está creciendo y que se necesita gente con experiencia en esto. ¡Me hizo pensar que hice bien en elegir este camino!
Fuimos directamente a casa a comer porque después queríamos salir a tomar algo. Hasta lo pusimos en nuestro grupo de gente que vivía por aquí. Al principio, no éramos muchos, ¡pero acabó viniendo más gente! Fue guay conocer a una pareja polaca que acababa de llegar a Ámsterdam hacía unos días. Eran muy simpáticos y estuvieron hablando de las diferencias entre idiomas, Ámsterdam, cafeterías y alojamiento. ¡Cuando me quejé de nuestra sucia habitación, me dijeron que si llueve su habitación se llena de agua porque tiene un agujero! Flipante.
Sobre nuestra habitación, algunos nos dijeron que llamáramos al equipo de Asesores Residentes. Se trata de tres personas que se encargan de cuidarnos y que viven en el mismo edificio que nosotros. Me sorprendió que les importara nuestra opinión y tras mandarles unas fotos, nos prometieron que mandarían pintores. ¡Hasta nos prometieron comprar un extractor nuevo para la cocina. No me lo esperaba. ¡Qué bien! Ya me gustaba más esta habitación que la de Francia porque era muy acogedora con una alfombra nueva y un perchero. Aunque las paredes estaban muy sucias. Siempre está bien que las pinten otra vez.
Aunque no era lo que esperábamos, la fiesta se volvió una locura. Al principio, nos sentamos fuera a beber cerveza y vino mientras charlábamos. Sabíamos que teníamos que irnos o escondernos en la sala común antes de las 22. 00, pero no lo hicimos, Por lo que uno de los Asesores Residentes vino a echarnos a esa hora. No queríamos gastar más dinero, así que fuimos al río porque hacía calor. Después solo recuerdo estar mucho tiempo hablando con Ibi. Creo que la última vez se me olvidó mencionar que conocimos a dos chicos alemanes en la fiesta de nuestro curso. Fueron de los primeros a los que conocimos y fue gracioso porque lo primero que preguntaron después de nuestro nombre fue: «¿Qué vais a estudiar? ». Cuando respondí que estaba en el itinerario de Financiación Inmobiliaria, me chocaron los cinco. Luego me di cuenta de que nuestro itinerario era más bien pequeño, por eso estaban tan contentos de conocer a alguien que lo hiciera. Se llaman Ibi y Jonathan. Creo que ya somos colegas. Se toman en serio sus estudios, pero también les encanta beber, ir de fiesta y hacer amigos.
En el río, estuvimos hablando mucho tiempo, lo pasé bien. Por desgracia, me tiré todo lo que llevaba en el vaso encima. Me sorprendió lo rápido que se secó. Sobre las tres de la mañana, algunos se fueron a casa. El resto fuimos al bar más cercano. Estábamos cansados y pensé que era hora de irse a casa. Sin embargo, acabamos yendo a otro sitio a comer. Nos comimos el peor kebab de la historia. El tío que trabajaba allí pasaba totalmente de los clientes. De hecho, cuando llegamos parecía molesto por tener que prepararnos comida. Para variar, no tenían lo que queríamos y encima era caro. Qué pena que no me acuerde del nombre del bar.
Íbamos de camino a casa en bici cuando a alguien se le ocurrió la brillante idea de ir a la habitación de Jeremy. Jeremy es nuestro amigo checo que se queda aquí la mitad del año. En vez de quedarnos allí, cogió una botella de fernet y fuimos a mi casa, lo que no me hizo mucha gracia. Vaciamos la botella en pocos minutos. Creo que nos acostamos sobre las 6. 00 y cuando la alarma me despertó a las 11. 00, tenía resaca, claro. ¡No nos tendríamos que haber bebido esa última botella! El suelo estaba lleno de vasos y botellas vacías. Quería seguir durmiendo, pero no podía. Recordé que tenía una entrevista a las 12. 00 en el restaurante Los Pilones.
Los Pilones
Me encantaba trabajar en el restaurante mexicano Las Adelitas en Praga. Me dio mucha pena tener que irme y me emocioné cuando ayer una amiga escribió algo bonito sobre nuestro restaurante porque también se iba. Todavía me pone triste el haberme ido de un sitio que me gustaba tanto. Cuando llegué aquí, estaba segura de que encontraría algo parecido. ¡Lo deseaba con todas mis fuerzas! Por eso, nada más llegar, mandé un correo preguntando por el trabajo. En Couchsurfing te dan la opción de hacer preguntas sobre ciertas ciudades. Escogí Ámsterdam y pregunté por algún restaurante mexicano en el que trabajara gente internacional. Un chico de México me contestó y me aconsejó que fuera a Los Pilones. Sabía que en Ámsterdam solo había tres restaurantes.
Unos días después, me di cuenta de que trabajar y estudiar a la vez iba a ser complicado. Ya había visto las clases, la gente y lo que exigían y no parecía nada fácil. De hecho, creo que tendré que estudiar un montón. Por eso decidí no buscar trabajo y centrarme solo en estudiar. Eso me alivió y no le di más vueltas al asunto. Pero hace dos días, recibí una respuesta del restaurante, me ofrecían hacer una entrevista. Vaya. Ni lo dudé, iba a ir a ver qué pasaba. Podía ser una gran oportunidad y no quería perderla.
Por lo que despertarme con resaca no me entusiasmaba. Me llevó un buen rato encontrar mi bici y el sitio estaba bastante lejos. ¡Pero hacía un día espléndido! Hacía calor. Quizás el día más caluroso que he vivido hasta ahora en Ámsterdam. Casi 30 ºC. Ir en bici con tan buen tiempo me puso de mejor humor y en unos quince minutos llegué al sitio. Primero entré a un bar llamado Los Pilones, pero me dijeron que fuera a otro sitio que estaba unos metros más lejos. Cuando llegué, vi a una chica muy maja llamada Gwen. Parecía más una tasca o un restaurante que un bar. Me hizo la entrevista y todo fue bien. Me dijeron que antes de empezar a trabajar tenía que ir al Ayuntamiento. También me dijo que había otras dos checas trabajando allí.
¿Qué les pasa a los checos? No sé por qué, pero es obvio que les encanta Ámsterdam. En nuestro edificio somos casi diez checos. En la fiesta había dos alemanes, dos polacos, un chico de Costa Rica ¡y un montón de checos! ¡Y no fue casualidad! Cuando voy por el centro, a menudo oigo a gente hablando en checo y ahora en el restaurante hay dos chicas. Vine aquí a practicar el inglés y estoy hablando menos inglés que cuando estaba en Praga. Grr. No me gusta nada.
Bueno, estuvimos hablando de los turnos, disponibilidad, mi experiencia laboral y mis estudios. Me gustó que te podían mandar a distintos sitios, así que no tenías que trabajar siempre en el mismo restaurante. Lo mínimo era trabajar dos veces a la semana. Por un lado, parecía que podría hacerlo. Si tengo tres días de clase y dos de trabajo por la tarde, todavía me queda tiempo para salir (o para estudiar). Por otro lado, me asustaba un poco porque ya había visto que las clases no iban a ser fáciles. Espero poder hacerlo. Quizás tenga que dejar de ir al gimnasio o a todas las fiestas, pero tampoco es un trabajo a tiempo completo. Aunque era solo la entrevista y siempre te dan unos días de prueba en el restaurante antes de contratarte. Por tanto, acordamos en que iría al día siguiente a las 17. 00 y que ya veríamos. Ya lo pensaré todo bien si al final me dan el trabajo.
Mochila
Ahora os contaré algo gracioso que me pasó con una mochila. Un día, estábamos comprando comida en Albert. Como siempre, estaba lleno y es bastante caro. Cuando ya estábamos casi en la cola, vi una mochila con flores rosas muy bonita en la estantería de descuentos. Me gustó en cuanto la vi porque ya tengo un par de cosas (una camiseta y una caja) con ese estampado y queda precioso. Pero no la compré porque ya me había gastado mucho dinero en otra cosa. Pensándolo de camino a casa, ¡me di cuenta de que la tendría que haber comprado! Ir en bici con bolso es complicado, es más cómodo llevar una mochila. Además, estaba rebajada de 30 a 22 euros.
Fui al día siguiente, pero ya no estaba. ¡Qué decepción! Miré las otras mochilas, pero todas eran más caras. ¿Por qué no la compré en cuanto la vi? Intenté llamar al servicio de atención al cliente de Albert. Hasta traté de pedirla por internet, pero esa mochila no estaba disponible. Dos días después, me mandaron un correo diciendo que sentían que no hubiera podido comprar la mochila online y que la tenían en tres tiendas de Ámsterdam. También me aconsejaron que llamara antes de ir. Después de mi entrevista, intenté contactar con una de las tiendas, pero no me dijeron nada. Ya me había hecho a la idea de que era demasiado tarde. Mi última oportunidad eran esas tres tiendas. Cuando fui, no encontré nada, por lo que pregunté a la mujer que trabajaba allí. Primero, me dijo que le preguntara a otra mujer y después, me mandó a preguntarle a un hombre. El hombre rastreó el producto y me dijo que se suponía que tenían cinco mochilas rosas. ¡El problema era que no sabía dónde! Estuve esperando unos quince minutos, quería irme a casa. ¡De repente, el hombre apareció con cinco mochilas distintas! Vi la que quería, la rosa con flores. ¡Qué alegría! Costaba 30 euros, pero no me importó que fuera más de lo que pensaba. Al final, la dependienta me hizo un descuento y ¡solo me costó 15 euros! ¡Qué barato! O sea, tampoco muy barato, pero más barato que lo que suele costar algo en Ámsterdam. Estaba tan contenta que me la puse para volver a casa en bici.
Todo esto me cansó mucho, tenía ganas de llegar a casa. De hecho, quería irme a dormir. Aunque cuando vi el buen día que hacía, supe que no quería desaprovecharlo en la cama. Por eso quedé con Romca en el centro, después de sus tareas en el banco. Íbamos buscando una tienda llamada Dirk van den Broek. Los polacos nos habían dicho que era la tienda más barata de Ámsterdam. Queríamos ir porque pensábamos que Albert no era nada económica. Notamos la diferencia nada más entrar. En Albert, casi nada cuesta menos de un euro. ¡Y allí tenían un montón de cosas! Compramos un batido de mango por 85 céntimos y acordamos que la próxima vez iríamos en bici a comprar allí.
Vamos a nadar
Íbamos de camino al parque a estudiar cuando Jonathan sugirió ir a nadar. No le costó mucho convencernos y fuimos con él. Dijo de ir a un sitio llamado Java Island. Fuimos en bici y había un montón de gente. ¡El sitio estaba genial! El sol brillaba, así que decidimos bañarnos. El agua no estaba especialmente limpia, pero a nadie parecía importarle. Jonathan se dio prisa y saltó al agua. Nosotras fuimos por las escaleras (con algunos niños) y entramos también. No estaba tan fría como esperaba. ¡Comparada con Lago de Garda en Italia a principios de julio, estaba mejor! Hacía calor y sentaba bien estar en el agua fresquita.
Estuvimos jugando a las cartas en la toalla y hablando de la fiesta. También nos bebimos el vino que nos quedaba de la noche anterior. Me gusta quedar con la gente con la que fui de fiesta al día siguiente porque podemos recordarlo todo juntos. ¡Fue muy relajante! Ya hemos planeado otra fiesta para el viernes. ¡Vamos a organizar una barbacoa! ¡Tengo muchas ganas, es lo mejor que se puede hacer en verano! Por desgracia, no lo he podido hacer mucho porque me pasé todo el verano en Praga y el novio de mi madre tiró la parrilla vieja y la nueva es un asco. Aquí podemos alquilar una parrilla por 20 euros. ¡Espero que venga mucha gente! ¡Qué ganas!
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