Última semana en Francia parte IV

Incluso cuando odiaba que el tiempo pasará tan rápido, sabía que tenía que continuar con mi vida y con mis estudios y que mi sitio no estaba en Amiens. Tenía miedo de tener que decir adiós, sobre todo a mi pareja, pero sabía que no iba a ser un "adiós para siempre", sino un "hasta luego". Sé que volvería algún día y estaba contenta de haber encontrado un segundo hogar en el norte de Francia.

Recuerdos y regalos

Era el último fin de semana (me iba el miércoles) y esperaba que mi pareja tuviera más tiempo para mí de lo normal. Era muy difícil hablar con él sobre temas serios relacionados con nuestro futuro, lo que sentíamos y sobre lo que yo quería hacer de verdad. Normalmente él decidía algo y yo estaba de acuerdo, porque lo más importante para mí era estar con el, no cómo, cuándo o porqué. Terminé el regalo que tenía pensado darle justo antes del fin de semana, y ya tenía pensados los recuerdos que le iba a llevar a mi familia. Desafortunadamente, no soy una persona creativa y Amiens no tiene nada en especial, salvo las típicas postales y recuerdos de la catedral. Como sé que a nadie le gustaría algo así decidí comprar unos macarons de Amiens. En Francia, cada región tiene sus propios tipos de macarons, y los de Amiens estaban hechos con pasta de almendra y manzana. En mi opinión eran más sabrosos que los maracons normales. Así que el viernes por la tarde fui al centro de la ciudad en autobús y me dí un paseo por la calle, buscando cosas especiales que regalar a mis familiares y amigos. Pero como siempre, cuando buscas algo nunca ves cosas mejores, así que fui a "Les Halles" (un centro comercial que tienen una zona con comida recién hecha) a mi panadería preferida para comprar unos paquetes de macarons muy caros. Para mi madre, como no le gustan las cosas dulces, fui a la tienda de recuerdos de la catedral para comprarle otra cosa. Al principio no veía nada interesante, tenían los recuerdos turísticos típicos que puedes encontrar en ciudades como París, Mallorca y Londres: tazas, camisetas, bolígrafos, vasos, relojes, llaveros y peluches. También tenían una sección de comida con productos caseros de la Picardie (la región cuya capital es Amiens) dónde finalmente encontré "Confiture de Macarons d'Amiens", una mermelada que sabe igual que los macarons de Amiens. Aunque mi madre no coma nada dulce, come mermelada por la mañana, y esperaba que le gustara, así que lo compré y salí de la tienda.

Planes para el fin de semana

Como en los días anteriores, me dí un paseo por el centro de la ciudad, pero tras un rato me di cuenta de que no me apetecía, ya que ya conocía todas las tiendas y cafeterías de la zona, y a partir de ese momento ya no era algo interesante que hacer. Así que cogí el autobús de vuelta a la residencia estudiantil, donde hice la colada por última vez y esperé a mi pareja. Pasamos la noche juntos y pensamos en planes para hacer el fin de semana, pero no teníamos muchas ideas. Así que hicimos lo usual: cenar juntos, ver una película y disfrutar de nuestros últimos días juntos. Durante todo el tiempo pensaba que debería de hablarle de nuestro futuro y de lo que sentíamos, pero sentía que no era el momento adecuado, así que no le dije nada y seguí sin tener respuestas. El día siguiente estuvimos en la cama hasta el mediodía, hablando de cosas sin importancia pasando un buen rato juntos. Era uno de esos momentos en los que deseas que el tiempo se pudiera parar para poder disfrutar de ese instante durante el resto de tu vida. Sabía que me acordaría de estos momentos mientras pasaba mi próximo semestre en Tenerife, lejos de Amiens. Por la tarde cogimos el coche (él insistió en ir en coche ya que odiaba ir en autobús) para ir al centro de la ciudad para darnos un paseo. Hacía muy buen tiempo, así que fuimos a Parc Saint-Pierre a disfrutar de los rayos de sol. Parc Saint-Pierre era un parque muy grande lleno de varias cosas que hacer. Por ejemplo, podías practicar deportes como baloncesto o fútbol, salir a correr, sentarte en el césped al lado del lago que se encontraba en el centro del parque o darte una vuelta por los famosos Hortillonnages. Cuando el sol brillaba tanto, este lugar se convertía en un sitio maravilloso; no sabría ni decir la de horas que me he tirado allí con mi novio y con amigos. Había muchos parques cerca de mi casa en Alemanía, pero no eran tan bonitos como este, porque todo el mundo tiene su propio jardín en casa y solo se necesitan parques para salir a pasear perros o para salir a correr. Por desgracia, estos parques también estaban llenos de cuestas, así que cansaba mucho correr por ellos.

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Después de estar en Parc Saint-Pierre volvimos al distrito de Saint-Leu, que estaba al lado, para tomarnos un café. No hicimos nada especial, pero este último sábado fue uno de mis días preferidos junto a él, porque estábamos juntos y nos lo pasamos muy bien. Siempre que estaba con él el tiempo pasaba muy rápido, algo que no había experimentado antes que ninguna otra persona. Para mi esto era una señal de que nuestra relación era algo especial. Aún así, no paraba de decirme a mí misma que no me confiara mucho*, ya que el hecho de que fuese una persona de otra cultura que hablara otro idioma podría estar interfiriendo en lo que realmente siento, haciéndome caer en la ingenuidad. No quería desilusionarme al final porque a el le daba igual y a mi me importaba mucho. No era la primera vez que me pasaba algo así; ya me pasó una vez antes, y no quería que me hiciesen daño de nuevo, así que hice lo que todo el mundo me decía: disfrutar del presente y dejar de pensar en el futuro.

Por la tarde fuimos al cine Gaumont, al lado de la estación de tren. Cenamos en la hamburguesería del mismo edificio, la que era un poco cara, pero los platos eran distintos, me gustaba comer ahí. Ya había comido aquí con mi expareja y con mi padre y su pareja. Después de cenar entramos al cine a comprar las entradas. Había una oferta especial, ya que la entrada para ver una película de cartelera solo valía 4 euros. Esta vez vimos una película de acción con actores que no conocía y con un título difícil de recordar. Pero no me importaba, como siempre, lo importante era que estaba con mi pareja. Hubiera ido a cualquier sitio del mundo con él, si eso significaba estar juntos. Se que suena increíblemente ingenuo y que parece que no pienso en mí misma, pero soy una persona a la que no le gusta estresarse ni tener problemas. Por eso tiendo a poner prioridades (durante mis últimos días en Francia, estar con él era definitivamente lo más importante para mí). La película estaba bien, pero como era un cine francés, hacía o mucho calor o mucho frío, y me estuve congelando durante dos horas. Mi pareja no era una persona muy romántica por su cultura, en la cual no se aceptaba tener contacto físico en público (como besarse o cogerse de la mano), así que estar a su lado no me ayudó a no pasar frío. Después de la película, insistió en venir a mi habitación de la residencia estudiantil para pasar la noche conmigo. Me hizo muy feliz eso, ya que creía que él prefería dormir en su propia cama.

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Domingo en la naturaleza - El tiempo debería detenerse

El día siguiente nos quedamos en la cama lo máximo posible, al igual que el día anterior. Y lo peor es que sabía que sería la ultima vez que podríamos hacer esto hasta mediodía. Estaba triste por todas las "ultimas veces" que había experimentado durante mi última semana en Francia y esperaba que un día pudiera volver y ser tan feliz como cuando estaba en la cama al lado de mi pareja. Nos levantamos, nos pegamos una ducha y pensamos en qué hacer en este maravilloso día soleado. Encontramos en Internet un parque muy bonito al lado de Beauvais, a un ahora de Amiens. Decidimos ir allí por el buen tiempo que hacía, así que nos pegamos una ducha, nos preparamos y salimos de la habitación. Llegamos al parque después de conducir más de una hora, porque mi GPS no funciona muy bien de vez en cuando y nos había echado por un camino más largo. El tiempo seguía siendo increíble, así que aparcamos y nos acercamos a la entrada. La entrada eran unos 8 euros, un poco caro, pero como habíamos tardado una hora para venir decidimos entrar. Nos dieron un plano del parque (era enorme) y de los edificios de al lado y empezamos un pequeño tour. Con los rayos de sol todo era increíblemente precioso, incluso cuando muchas flores todavía no habían florecido, como las rosas por ejemplo. De vez en cuando nos tirábamos en el césped al lado del otro para disfrutar de los rayos de sol. Me recordaba a nuestra visita al zoológico de Beauvais donde hicimos lo mismo. No había mucha gente, así que no nos importó lo de no tener contacto corporal, y de verdad que disfruté de este día. Solo estábamos nosotros, un jardín bonito y un tiempo perfecto. Lo único que nos arruinaba nuestra felicidad era que me iba del país en tres días.

Tras unas horas (pasamos un montón de tiempo allí), un millón de flores y edificios e incluso muchos momentos inolvidables más, nos entró hambre y decidimos irnos. Pensamos en ir al centro de la ciudad de Beauvais, pero como ya habíamos estado una vez allí y no habíamos encontrado un restaurante convincente, preferimos volver a Amiens para comer algo. Me daba mucha pena que ya hubiera terminado nuestro fin de semana. Parecía que habían sido dos horas, no dos días, pero estaba contenta de los recuerdos inolvidables que nadie podía quitarme. De vuelta en Amiens nos tomamos un kebab en el centro de la ciudad y volví a la residencia estudiantil para cenar. Aún habiendo pasado ya dos noches conmigo, quería quedarse otra noche más. La mañana siguiente se iría a trabajar y yo tenía que empezar a hacer las maletas y llevar algunas cosas al coche. Tenía que limpiar todo el apartamento y eso era imposible con todas mis cosas por enmedio. Lo peor era que tan solo me quedaban dos días.

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