Por favor ¡dejadme morir!

Motivación en aumento

Aún siendo difícil para mi seguir a los profesores mientras dan clase, noté que de verdad había mejorado un poco. También influye el hecho de que me comunico con mi amigo en francés (si, el quería mejorar su inglés pero un día empezamos a hablar en francés y la cosa quedó así). Me ayudó mucho a acostumbrarme al idioma. Pero también porque soy muy ambiciosa y buscaba cada palabra que oía para poder entender mejor los textos más técnicos.

La semana pasó como siempre; clases, textos para leer, estudiar para el examen semanal de marketing, intentar encontrar libros útiles en la biblioteca, y quedar con gente para tomar algo en una cafetería o un bar. Estaba bien tener una vida diaria normal, porque soy una persona que necesita una rutina, no excesiva, claro. Hablé por Skype con mi familia y mi novio, y quedé varias veces con mi amigo para tomar café o comer en la cafetería de la universidad.

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Una cafetería de ensueño en Francia

Ah, sí, la cafetería. El primer día que entré fue durante la segunda semana, con otra chica alemana y dos estudiantes del primer semestre que conoció en una de las clases que no tenemos juntas. Eran bastante majas, así que decidimos comer con ellas y probar la comida de una cafetería francesa. No esperaba mucho, porque nunca he comido comida demasiado buena en una cafetería universitaria. ¡Pero me sorprendió muchísimo! La comida solamente costaba 3, 20 € y te incluía muchas cosas. El menú estaba compuesto de un plato principal, dos acompañamientos o dos piezas de fruta, y un postre. ¡Y todo esto dentro de los 3, 20 €! En Alemania tienes que pagar por el plato principal, el acompañamiento, la ensalada y el postre, y si al final decides elegirlo todo, pagas entre 8 y 10 euros (dependiendo del plato principal). Estaba impresionada (para bien), y casi ni pude acabarme todo lo que había en mi plato. ¡Era muchísimo! Además, el agua es gratis así que genial. Así que estaba segura de que empezaría a comer en la cafetería más a menudo.

Poniéndome mala - comienza la pesadilla

Pero ahora, de vuelta a mi semana. Todo iba bien, como siempre, pero después de ir el miércoles a la cafetería con mi amigo, me dijo que no se encontraba bien, y al día siguiente me desperté y me encontraba fatal. De verdad, me sentía fatal y pensé que no sería capaz de levantarme. Pero me obligué a levantarme e ir a la universidad. Me puse peor durante las clases, así que después de la última, a las 6 p. m. fui a la farmacia para poder comprar alguna medicina. Pero como no sabía cual era el problema exacto, solo pude comprar ibuprofeno y unas pastillas para la garganta. Así que me fui directamente a casa para meterme a la cama con una taza de té. Pensé que probablemente me encontrase mejor al día siguiente, así que no había motivo por el que preocuparse.

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Pero no fue así. Me desperté varias veces de noche, y a la mañana siguiente no podía levantarme. Mi temperatura cambió de caliente a frío en el transcurso de 30 minutos y la cabeza me dolía muchísimo. Así que decidí no ir a las clases que tenía por la tarde y le escribí un mensaje a mi amiga alemana preguntándole si podría pasarme los apuntes después. Me dijo que me quedase en la cama y mejorase, así que eso hice. Pero es complicado ponerse mala cuando no hay nadie que te pueda ayudar. Tuve que fregar los platos, lavar la ropa, ir al supermercado, y ni siquiera quería salir de la cama porque creo que en toda mi vida nunca había estado tan enferma. Al menos tenía a mi amigo francés para escribirle durante el día, se ofreció para ayudarme, pero sabía que tenía mucho que hacer, así que le dije que podría sobrevivir sola. Así que me obligué a salir de la cama para ir al supermercado y poder comprar algunas sopas instantáneas que fueran fáciles de hacer y de comer. Desgraciadamente, ¡No había ni una sopa de fideos en todo el supermercado! ¿Qué les pasa a los supermercados franceses? Así que nada, compré otra cosa y volví a casa. Cuando llegué tuve que dormirme un rato antes de poder hacer nada. Estaba tan débil que solo quería meterme en la cama y morirme. Llamé a mi padre y le dije que estaba muy enferma, y su novia me dio unos cuantos consejos de qué hacer para mejorar cuanto antes.

Afortunadamente era fin de semana, así que por el momento no perdería más clases. Pero tenía mucho que leer, que estudiar y que hacer. Y no quería quedarme todo el fin de semana en la cama. Pero no tenía elección, ni siquiera podía lavar la ropa porque solo de pensar en bajar a lavarla me quería volver a dormir. Así que decidí olvidarme de ello y me obligué a ir a la cocina a hacer algo de comer.

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Seguí así hasta el domingo por la tarde, y no mejoré casi nada, así que el lunes también tuve que quedarme en casa. Afortunadamente el martes me encontraba mejor, así que fui a clase a sabiendas de que habría sido mejor que me hubiese quedado en la cama uno o dos días mas. Pero no podía perderme más clases.

Al salir de clase me acerqué a la farmacia de nuevo para comprar un medicamento diferente, ya que ahora sabía lo que me dolía y quizá podría comprar medicamentos más adecuados. Hasta el miércoles estuve más o menos bien, y pude ir al examen de Marketing del jueves, me encontraba fatal, pero bueno. El viernes fui a la universidad, a la primera clase (en la que éramos solo 20), pero de repente empecé a encontrarme tan mal que me levanté a decírselo al profesor (porque la asistencia era obligatoria), y le comenté que prefería irme a casa porque me encontraba muy mal. Me miró, me dijo que era una idea estupenda y me dejó ir. Así que cogí el siguiente autobús y me volví a la cama. Durante la tarde empeoré, y me pregunté a mí misma si aquello mejoraría en algún momento. Solo quería morirme.

El error del cine

El domingo me encontraba algo mejor, y quise ir a ver 50 Sombras de Grey al cine con mi amiga escocesa. Fuimos, y mientras duró la película no me encontré tan mal, aún haciendo frío en la sala. Después vino el problema; estuvimos esperando al autobús, pero como había tanta gente el autobús se llenó, y tuvimos que esperar otros 30 minutos al siguiente. Estaba congelada y solo quería volverme a la cama. Finalmente llegamos a casa, pero después de una ducha caliente y dos tazas de té seguía teniendo frío. Seguí igual toda la noche, y sabía que no sería buena señal. Y estaba en lo cierto. Al día siguiente me encontraba tan mal que decidí ir al médico. Recibimos una lista de la oficina internacional con todos los médicos que había disponibles, y escogí el único que estaba trabajando en aquel momento.

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Ir al médico en Francia - un infierno

Pero tenía que ir en autobús, así que me puse la ropa más calentita y puse rumbo a la estación. Sentía que me moría allí mismo, ni siquiera me pude sentar por la debilidad que sentía. Finalmente llegó el autobús y 20 minutos más tarde llegué a la consulta del médico. Obviamente había mas gente enferma en aquel momento, así que tuve que esperar mucho. Muchísimo. Después de casi dos horas y media al fin era mi turno. No pude decir muy bien lo que me dolía exactamente, pero lógicamente el médico se dio cuenta de que tenía gripe. Me recetó medicamentos más fuertes y un justificante para poder entregar en clase. Así que tuve que ir a la farmacia y también al supermercado, porque no tenía agua, y no quería comer nada, pero sabía que tenía que hacerlo. Así que entré 5 minutos al centro comercial, compré algunas cosas y me dirigí a la farmacia. No podía andar y casi ni mantenerme en pie, y la gente me miraba compadeciéndose de mí. Compré los medicamentos, que fueron sorprendentemente baratos, y volví a coger el autobús hacia la residencia (al fin un poco de suerte), que justo estaba llegando.

Veinte minutos más tarde, ya estaba en la habitación y metida en la cama. Me tomé los medicamentos que el médico me dio y me pasé casi todo el día durmiendo. Al rato me sentí algo mejor, pero no podía comer ni hacer nada. Así que me puse a leer, dormir, enviar mensajes de WhatsApp, leer y dormir. Eso es todo lo que hice los dos días siguientes.

Al fin empecé a encontrarme bien y pude volver a la universidad. Estaba tan contenta de sentirme bien que me daba miedo volver a ponerme mala. Me puse la ropa más calentita que encontré, comí mucha fruta y me lavé las manos 50 veces al día para evitar volver a enfermar. Me di cuenta realmente de lo inútil que te vuelves al estar sola sin nadie a quien llamar para que te traiga comida o para lavar la ropa o ir al supermercado a comprar algo. Fue una lección bastante importante que aprendí durante mi tiempo en el extranjero.


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