Descubriendo Amiens - Casa de Julio Verne

Cosas que hacer los últimos días

Mis últimos días en Amiens estaban reservados para mi pareja. Sin embargo, como tenía que acabar su tesis doctoral, se tiraba la mayor parte del día trabajando. Además, no estaba interesado en ver las zonas turísticas de Amiens, algo que todavía tenía en mi lista de cosas pendientes. Así que quede con mi amiga alemana para tomar un café en el centro de la ciudad por la tarde, y planeamos un poco lo que íbamos a hacer hasta la semana que viene, cuando me iba a ir del país. Quería subir sí o sí a lo alto de la catedral para disfrutar de las magníficas vistas, al igual que ir a ver la casa de Julio Verne, un famoso autor de Amiens. Como ella también quería hacer lo mismo que yo, decidimos quedar esta semana cuando ella terminara su proyecto para la universidad. Estaba muy contenta de poder hacer estas cosas en compañía. Después fui en autobús al supermercado. No tenía nada de comida en mi habitación y, en Francia, comer afuera era muy caro y algo solitario.

Tiempo en pareja

Después de comprar lo necesario, volví a mi residencia para relajarme un poco. Después de conducir unas 5 horas, ir al centro de la ciudad en autobús, tomarme un café, volver, ir al supermercado... había tenido un día agotador. Por eso estaba contenta de tener un par de horas para descansar. Esperaba poder ver a mi pareja por la noche, pero como siempre, no lo sabía todavía. Así que me puse a ver una serie sin expectativas de que fuera a pasar nada (bueno, al menos intentaba no crearme ninguna expectativa). No podía hacer otra cosa. Más tarde, a las 9 p. m., me mandó un mensaje preguntando si tenía hambre y si quería ir a recogerlo al trabajo. Sé que suena un poco raro que esté esperando en mi habitación a que él me pregunte si puedo recogerlo del trabajo, pero es lo que había y no tenía ningún problema con ello. Me encantaba pasar las noches con el, y últimamente quería pasar fines de semana enteros conmigo, así que no podía quejarme. Sabía que tenía que hacer muchas cosas para su tesis, así que, para mí, que quisiese pasar la noche conmigo era una muestra de amor, ya que mi cama era tan pequeña que ninguno de los dos podía dormir bien por la falta de espacio.

discovering-amiens-maison-jules-verne-59

Así que me cambié de ropa rápido y cogí mi coche para ir al centro de la ciudad a recogerlo al trabajo. Trabajaba en un instituto que no estaba lejos de la Facultad de Economía. El edificio parecía muy grande y moderno, como si fuera un OVNI que se encontraba al lado del rio, en la parte de la ciudad llamada "Saint-Leu". Me entusiasmaba ir a por él aunque lo conocía desde hace cuatro o cinco meses y aunque lleváramos juntos unos dos meses. Bueno, "estar juntos" quizás no era exactamente la descripción de nuestra relación, ya que todavía no sabía que tipo de relación teníamos. Pero de momento nos iba bien así y sabía definitivamente que él me gustaba mucho y esperaba gustarle también a él. Así que fui a su laboratorio y como siempre tuve que esperar a que saliera. Pero ahí estaba yo, inmensamente feliz, peor que una niña de trece años que se acaba de enamorar por primera vez. Hablamos un poco de nuestro día y dónde cenar. A veces, cuando me dice de ir a recogerlo, ya voy cenada, pero por miedo a que cene solo y se vaya a su casa, a veces cenaba dos veces. No es para tanto porque yo ceno a las cinco o a las seis de la tarde y él cena a las nueve o a las diez. Simplemente tenía miedo de no tener tiempo para estar juntos, así que empecé a no cenar pronto por la tarde, por la posibilidad de que él me pudiera mandar un mensaje quedando conmigo para cenar por la noche.

Era lo mismo cuando salíamos a correr. A veces salíamos a hacer deporte juntos, pero nunca sabía cuándo; por eso, a veces le decía que estaba aburrida, o que de verdad quería salir a hacer ejercicio, para que me propusiera hacer ejercicio juntos. Sé que suena muy extraño, pero en ese momento era como quería pasar mi tiempo en Francia. Así que todo me iba bien y era feliz. Lo único que me alegraba el día era que tenia que irme de la ciudad la semana que viene y que no sabía como seguir adelante sin él y sin el estilo de vida francés. Antes de mi semestre Erasmus, nunca hubiera pensado que me iba a enamorar de un sitio y de una persona tan fácilmente, ni que volver a Alemania iba a ser doloroso. Pero era lo que había pasado y me alegro de cada minuto que he pasado en este país, que se había convertido en mi segundo hogar.

Volviendo al tema en cuestión, nos compramos un kebab para llevar y volvimos a mi habitación de la residencia a pasar la noche. Incluso cuando solo había estado tres días fuera, había echado de menos mucho a mi pareja y estaba deseando pasar la noche con él. A veces traía sus deberes de inglés y me pedía ayuda, lo que era un sinónimo de "¿puedes hacérmelos tú? Yo no quiero". Me gustan mucho los idiomas y mucho más estos ejercicios tan fáciles (me parecían fáciles porque había empezado a aprender inglés desde tercero de primaria). Después de un rato ayudándole, se acababa desesperando y terminaba yo haciendo sus ejercicios; mientras tanto, él veía algo en su ordenador portátil. La noche fue como las otras noches que habíamos pasado juntos: cenamos, hice sus deberes de inglés y después vimos algo en la televisión en francés, así que nunca me enteraba de nada. Después de eso intentábamos dormir juntos en mi diminuta cama. Aún así, me gustaba estar con él, incluso cuando sabía que me iba a levantar cansadísima como si llevara un día sin dormir. No podía parar de pensar en lo mucho que lo iba a echar de menos e intentaba quedarme con cada segundo en mi memoria. No quería olvidarme de nada durante el tiempo que estuve aquí con mi pareja. Nunca me olvidaría.

A la mañana siguiente él tenía que trabajar, así que tras ignorar su alarma un rato, se levantó, se duchó y se preparó para que lo llevara al centro de la ciudad. No le gustaba coger al autobús y yo no tenía nada que hacer, así que no me importó. Antes de llegar a su apartamento, paramos en una panadería para desayunar algo rápido. Esa es una de las cosas que me gustan de él: nunca tiene un plan fijo. Dice que tiene que irse a trabajar, pero tras cinco minutos decide desayunar primero y pasa una media hora comiendo croissants y napolitanas de chocolate.

Rutina diaria: dormir, comer, quedar, repetir

Cuando volví a la residencia me metí en la cama de nuevo para intentar descansar un poco. Después de un rato, al no poder dormir, me di una ducha y encendí mi ordenador portátil para ver si había algo nuevo en Facebook o en mis correos electrónicos. Vi que tenía unos cuantos mensajes no deseados y un mensaje de mi amiga alemana. Me preguntó si tenía tiempo para ir a visitar la catedral con ella. No tuve que pensármelo mucho, ya que no solo no tenía nada que hacer, sino que el tiempo era increíble y no me quedaba mucho tiempo para ver las cosas que quería visitar. Así que quedamos a las cuatro de la tarde en el centro de la ciudad. Rápidamente, me prepare algo para comer. Desde que estaba aquí siempre me cocinaba las mismas cosas. La gran mayoría de veces era pizza y cosas que pudiera cocinar en el pequeño horno que tenía en mi habitación, ya que no me gustaba tener que bajar a la cocina compartida. Cuando no quería comer pizza me hacía pasta con salsa boloñesa o algo parecido. Simplemente no quería cortar verdura en la cocina comunal, porque siempre estaba sucia y no había espacio que se pudiera usar sin terminar con las manos pegajosas. ¿Quién querría cocinar ahí? Así que me cocinaba pasta y lavaba los platos. A veces lavaba los platos (platos pequeños, o vasos y tazas) en el aseo de mi habitación. Las sartenes y los cazos, como no cabían en el lavabo tenía que lavarlos en la cocina.

discovering-amiens-maison-jules-verne-b1

discovering-amiens-maison-jules-verne-1a

Primer intento de ver la catedral

Tras preparar la pasta, comerla y lavar los platos, era hora de ir a la estación de autobuses, así que tras ponerme ropa acorde a la ocasión salí de la residencia. No cogí el coche para ir al centro de la ciudad porque aparcar en Francia es algo imposible (o extremadamente caro) y también algo muy peligroso para tu coche. A los únicos dos sitios a los que iba en coche era a casa de mi pareja, porque siempre había sitio para aparcar en su residencia, y al parque en el que salía a correr de vez en cuando, ya que estaba lejos y no quería ir hasta allí en autobús. Así que cogí el autobús hasta la estación de tren y de ahí fui hasta la catedral andando (estaba a unos quince minutos). Era pronto y ella siempre llegaba un poco tarde, así que quería compensar un poco. Cuando llegué al gigantesco edificio, solo tuve que esperar unos cinco minutos más hasta que mi amiga apareció montada en bicicleta y se paró en frente de mi. Ella vivía en una residencia estudiantil del norte de Amiens donde no había una colina enorme, por eso a la larga le era mejor ir en bicicleta que en autobús. Hablamos de los últimos días, mi estancia en Alemania y sobre sus proyectos universitarios. Tras eso fuimos a la tienda de la catedral. Pregunté como podríamos subir al campanario de la catedral y la señora nos dijo que solo se podía subir cuatro veces al día. La siguiente vez era mañana por la tarde Estábamos un poco desilusionadas porque nuestro plan hacía aguas después de tan solo cinco minutos, así que decidimos ir a nuestra cafetería favorita a tomarnos una crepe y un chocolate caliente. Regla número 1 (o número 2) de Francia: cuando estés triste, el chocolate siempre es la solución. Por eso las panaderías y las cafeterías son tan importantes y tienen tanto éxito.

discovering-amiens-maison-jules-verne-ab

discovering-amiens-maison-jules-verne-fc

Plan B - La casa de Julio Verne

Durante el tiempo que estuvimos en la cafetería pensamos en que hacer por la tarde y tuvimos la idea de ir a ver la casa de Julio Verne. Era la segunda cosa que quería hacer antes de irme, y como subir a la catedral no era posible, podíamos hacer esto. El único problema sobre esta idea era que la casa de Julio Verne estaba bastante lejos de la catedral si íbamos a pie. Pero tampoco había una buena linea de autobús, así que andamos unos veinte minutos hasta que llegamos al sitio en cuestión. Estaba al lado del Circo Julio Verne, un edificio increíble que tiene un circo dentro. En él ha funciones acrobáticas. La única vez que he ido me encantó. Así que llegamos a la casa, la que es como un museo y vimos que iban a cerrar en una hora. Como estudiantes menores de veinticinco años no tuvimos que pagar entrada (ocho euros por una hora es demasiado caro) y el guardia nos dijo que nos diéramos prisa, ya que cerraban pronto. Pero eso era algo imposible: la casa museo tenía cuatro pisos y ni siquiera sabíamos cuales eran los sitios importantes. Así que empezamos el recorrido en la planta baja, vimos todos los muebles, la decoración y las fotos de las habitaciones restauradas y estábamos fascinadas. Parecía que había vivido alguien hace dos semanas pero al mismo tiempo era como ver otro mundo.

Había muchos objetos originales que no podíamos tocar, y había numerosas señales que nos lo prohibían. Después de la sala de estar de la planta baja subimos las escaleras para ver el dormitorio. En la primera planta había algunas habitaciones que estaban cerradas, así que solo podíamos ver a través de la puerta. No era algo malo, ya que tampoco teníamos tiempo para ver todas las habitaciones. Seguimos hasta el tercer y cuarto piso y todavía nos quedaban unos veinte minutos antes de que cerrara el museo. El estilo era casi el mismo en cada habitación, con muy pocas diferencias. En el cuarto piso encontramos una habitación que fue construida con motivos de uno de los libros más famosos de Julio Verne: "La vuelta al mundo en ochenta días. " Era preciosa, aunque se hubiera decorado de forma artificial. Diez minutos antes de que el museo cerrara ya estábamos bajando por las escaleras y nos dio tiempo a ver la tienda de recuerdos. Mi amiga compró una versión coleccionista de un libro con diferentes historias de Julio Verne. Yo no compré nada porque todo era muy caro. Ya me había comprado muchos libros franceses y a excepción de "El Principito" no me había leído ninguno.

Ayudando a una señora

Salimos del museo (y puedo decir que el guardia se quedo a gusto cuando cerró la puerta) y volvimos hacia la estación de tren para coger un autobús para volver a casa. Mi amiga iba en esa dirección porque había dejado su bicicleta en la catedral. De camino vimos una señora mayor caminando lentamente con dos bolsas de la compra. Parecía muy débil y se tenía que parar cada diez metros. Mi amiga se acerco a ella y le preguntó si podía ayudarla y dónde vivía. Ella dijo que vivía a diez minutos en la dirección de la que nosotras veníamos y que para ella era como un viaje al otro lado del mundo. Así que decidimos ayudarla, cogimos sus bolsas y la acompañamos a su casa. Tardamos un poco porque la señora andaba muy lento, pero finalmente llegamos y ella estaba muy agradecida. Satisfechas por haber ayudado a alguien, seguimos nuestro camino hacia la estación de tren y hablamos del problema de la falta de supermercados en algunas partes de Amiens. Cuando llegamos a Gare de Amiens decidimos quedar al día siguiente en la catedral para volver a intentar subir hasta lo más alto. Estaba contenta por tener a alguien para ver cosas en mi tiempo libre, porque sin clases los días empezaban a ser un poco aburridos.

Fotos 2-5: Fuente


Galería de fotos



Contenido disponible en otros idiomas

Comentarios (0 comentarios)


¿Quieres tener tu propio blog Erasmus?

Si estás viviendo una experiencia en el extranjero, eres un viajero empedernido o quieres dar a conocer la ciudad donde vives... ¡crea tu propio blog y cuenta tus aventuras!

¡Quiero crear mi blog Erasmus! →

¿No tienes cuenta? Regístrate.

Espera un momento, por favor

¡Girando la manivela!