Aix-en-Provence, mi ciudad Erasmus
Aix-en-Provence, mi ciudad Erasmus
Hoy vengo a hablar de la ciudad donde estuve viviendo cuatro meses, un cuatrimestre con la beca Erasmus. En un principio, cuando estaba consultando la lista con todos los países y ciudades de destino, yo escogí Marsella porque me parecía increíble: ubicada al sur y con esas playas de aguas azules y cristalinas… Fue una sorpresa para mí cuando me dijeron que la facultad de Humanidades no estaba en Marsella, sino en Aix-en-Provence, y que sería allí donde finalmente viviría.
Recuerdo que busqué fotos de la ciudad y no aparecían demasiadas, nada característico ni que llamase la atención, solamente una fuente enorme ubicada en una rotonda. El día que llegué a Aix, creo que el 18 de septiembre, hacía un calor terrible. Húmedo y pegajoso. Un mes después, el frío ya invadía la ciudad. Aix-en-Provence es un lugar de temperaturas extremas ya que en invierno el frío para mí era casi insoportable. Pensar en salir de casa era horrible. Toda la ropa de abrigo que tenía no era suficiente.
Si tuviese que describir Aix-en-Provence, diría que es necesario tomarse cierto tiempo para cogerle cariño. La primera vez que paseé por sus calles me gustó, pero fue con el paso del tiempo cuando todo se quedó grabado en mi retina y ahora lo recuerdo con mucha morriña. Sin duda, Aix, como decimos para abreviar, no es un lugar con monumentos o esculturas impresionantes, sino que es una ciudad donde tienes que callejear, pararte en cada tienda, fijarte en cada casa, en cada detalle de los edificios, ir al mercado, entender cómo viven los locales y entender que es un lugar con muchísima historia detrás.
Y tras esta breve introducción, os quiero decir cuáles son para mí los lugares más interesantes de Aix, a los que debéis ir si estáis de tursimo.
1. Empezando por el principio, el Cours Mirabeau es lo más conocido de Aix, sin duda. Es una calle muy larga, la calle principal, con árboles en cada acera. Por allí todo el mundo pasea, los minibuses circulan, se montan los mercados, las personas se sientan a tomar un café. Es mi calle preferida, claro. Pasaba por allí todos los días que iba al centro (que no es muy grande) y me encantaba sentarme en una cafetería y pedirme una crêpe o un té. Eso sí, elegid bien en qué bar queréis sentaros, porque hay algunos que se aprovechan de los turistas en este lugar y un té puede costarte hasta cuatro euros, igual que una crêpe con nutella.
Aquí, en Navidad, montaron el típico “marché de Nöel”, con casitas de madera adornadas con luces y nieve en los tejados. Podías comprar mil cosas en cada casita: desde productos tradicionales de la Provenza, hasta utensilios para la casa, el típico queso francés, jabón de Marsella, también algunos dulces, etc. Creo que fue el momento del año donde el Cours Mirabeau estaba más abarrotado, todo el mundo salía a la calle y se palpaba el ambiente navideño. Justo en esta calle, al principio, existe una salida que da a un pasadizo subterráneo, donde hay una tienda de crêpes, las más baratas. Es algo que aprendes cuando llevas tiempo viviendo allí. Empiezas a entender que los turistas caen en las trampas de los bares, pero los locales compran las mejores crêpes aquí.
2. Estando en el Cours Mirabeau, mirando de frente a la fuente en la rotonda, también característica y famosa, os aconsejo que giréis a mano derecha y os metáis por cualquier callejón. Aquí estaréis en la parte vieja de la ciudad y podréis observar los edificios de color anaranjados, ya muy antiguos. Los alquileres de estos apartamentos son carísimos.
3. Caminando os encontraréis con la Catedral y también con el Ayuntamiento, son los dos edificios más importantes de la ciudad. En esta plaza también hay muchas tiendas y algunos días, montaban un mercado donde se podían comprar productos locales, flores… Justo aquí había una librería donde comprábamos todo lo que necesitábamos para la universidad.
4. Al principio de mi Erasmus, cuando todavía hacía calor, nos reuníamos todos los estudiantes en el Parc Jourdan. Hicimos un picnic allí y nos fuimos conociendo. No es un parque muy grande pero sí agradable. Cuando más bonito está es durante el otoño, por los colores cálidos de los árboles. La gente suele ir allí a hacer yoga o a correr. Yo lo utilizaba de atajo todos los días para ir a la universidad ya que por detrás de este pasan las vías del tren, que es lo que se sitúa entre la universidad y la zona de las residencias universitarias: Cuques y Gazelles.
5. Algo que hay que hacer sí o sí es ver las diferentes fuentes que hay por toda la ciudad ya que es una de sus características. En el Cours Mirabeau hay varias, mi preferida es una de agua caliente. Es una fuente muy grande donde hay una piedra más grande todavía llena de musgo ¡y el agua que corre por el musgo es termal! Por supuesto, la Fuente de la Rotonda ya mencionada, que es lo más representativo de Aix. También la Fuente de los Cuatro Delfines, que más que delfines parecen pirañas, está ya saliendo de la zona vieja, hacia las afueras. Siempre pasábamos por allí para volver del centro. Pero sin duda, la última que menciono y no por eso menos importante es la Fuente de Albertas que está situada en la plaza de Albertas, vaya. Es una fuente muy especial por el entorno que la rodea, un edificio antiguo, de color naranja. En realidad, este lugar parece sacado de cualquier cuadro. Está en el centro y todo el mundo va allí a sacarse fotos. Es un punto indispensable en todos los recorridos turísticos de Aix. Aquí os dejo una foto.
6. Una persona que tengo que mencionar sí o sí es al pintor Paul Cézanne, cuya pintura era impresionista. Estudié su vida y sus cuadros en Segundo de Bachiller, en la asignatura de Historia del Arte y el hecho de que él hubiese nacido y vivido en Aix hacía esta ciudad un poquito más especial. En el Cours Mirabeau todavía está la tienda de zapatos donde trabajaba su padre. En Aix-en-Provence, podemos visitar el taller donde Cézanne pintaba. Todavía se pueden ver la pintura, lienzos y pinceles. Es un lugar que te transporta a otro tiempo. Desde allí, el pintor contemplaba todos los días la Saint-Victoire, una montaña que llegó a pintar numerosas veces.
7. La montaña Saint-Victoire. Yo también la veía cada día, desde la ventana de mi residencia. Cézanne se sentía muy inspirado por esta así que es la protagonista de muchos de sus cuadros, que afortunadamente pudimos ver en el Museo d’Orsay de París. Mis amigas y yo nos prometimos que tendríamos que subir a la punta de la montaña y así lo hicimos. Un día nos pusimos ropa deportiva, calzado cómodo y subimos hasta la cima. Fue agotador, la verdad. Nuestro error fue que no sabíamos el camino correcto así que nos perdimos un par de veces antes de encontrar el bueno. Cuando por fin lo encontramos, caminamos durante bastante tiempo entre piedras y con una pendiente muy empinada, en algunos tramos incluso peligrosa. Había bastantes mochileros que subían y bajaban y justamente cuando llegamos a la cima, donde las vistas son impresionantes, nos encontramos a nuestra profesora de aerobic, qué casualidad. Como curiosidad, Picasso también pintó la Saint-Victoire en varias ocasiones y de hecho, él está enterrado en las faldas de esta montaña, en una casa que él tenía cerca de allí. Se sabe que Cézanne influyó muchísimo en la pintura de Picasso.
8. Debo mencionar el Hotel Caumont, al que fuimos un día que no teníamos plan y nos llevamos una grata sorpresa. La arquitectura de este es similar a los edificios del centro pero más sofisticada. Además, los jardines que lo rodean están muy bien cuidados, hay una fuente que da armonía a este lugar, y es un sitio bastante tranquilo. Nosotras entramos dentro y parecía que estábamos dentro de un cuento. Todos los muebles eran antiguos, los espejos estaban muy bien decorados, al igual que las lámparas. Es otro lugar que te transporta a otro tiempo, todavía más alejado de la época de Cézanne. Dentro hay una exposición de arte y también puedes tomarte un café, si te apetece. No recuerdo el precio para las personas adultas, nosotras entramos gratis porque éramos estudiantes.
Y hasta aquí el post de hoy, fieles. A modo de conclusión, podréis visitar miles de páginas web donde os expliquen los tours que podéis hacer en Aix, podréis ver muchas fotos diferentes o podréis imaginaros esta ciudad de mil formas, pero hasta que no os personéis, será imposible de entender lo bonita y especial que es. Hay que vivir, estar allí para sentirlo. Sin duda, sería una ciudad en la que yo podría vivir. La gente, sus calles, el olor a croissant y a café por las mañanas… Me siento muy afortunada de poder haber vivido cuatro meses en esta ciudad, que por cierto, es la segunda más cara de Francia. La primera ya os imagináis cuál es.
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