Mamá el 19 llego a España.... o no

Tras varios días sin escribir y con muchos temas abiertos tales como la saga en inglés del "just do it" (http://erasmusu.com/en/erasmus-blog/main/just-do-it-135868) o bien la más antigua de ambas sobre "Es hora de saber algo de Polonia" (http://erasmusu.com/es/blog-erasmus/general/es-hora-de-saber-algo-de-polonia-4-part-politica-131857), pues uno quieras o no necesita un descanso para tomar aire, si bien el número de días se ha debido no tanto por esta razón sino por otro tema relacionado con lo que voy a explicar ahora.

Y es que este tema no es otro que la vuelta de un estudiante Erasmus a su hogar, en este caso a España y más concretamente a Jerez de la Frontera, y es la razón por la que con un poco de retraso vuelvo a expresarme por aquí. La cosa está en que si bien voy contando mi historia aun por la primera semana, intercalo noticias, temas interesantes (al menos para mí claro) u otras cosas como por ejemplo la historia de este artículo, que cambian un poco todos los esquemas y que por ello trato de cortar la tipiquísima dinámica histórica (no se si es que me he expresado de maravilla o bien demasiadas palabras para tan poco contenido). ¿Qué paso? Pues aquí va:

Era 18 de Diciembre, hace escasos días por tanto de esa fecha y ya uno pues esperaba con ansia el momento de volver a España. Estaba claro que los tres meses pasados allí habían sido buenos, con grandes momentos y risas y por supuesto diversión pero también aprendizaje; pero es que también se echaban de menos otras muchas cosas que tenía España y que no tiene Polonia. No es simplemente la temperatura, que cuando llegamos al país se diferenciaba con Polonia en unos 25 grados (y eso que no aterrizaría en Andalucía); pero es que son otras cosas las que te hacen que quieras o no cuando estés fuera, te falte algo.

Por supuesto la familia es algo importante, con tu madre, padre y hermanos a la cabeza; pero también algún que otro amigo que hacía tiempo no se ve y por supuesto todos esos momentos que uno ha ido pasando a lo largo de su vida, buenos o malos, pues los recuerda al volver de nuevo al país. Pero es que no hace falta ni nombrar también la comida, esos picos que sorprendidos unos cuantos andaluces nos dimos cuenta de que en otras parte de España y no sólo en Polonia, faltan; pues era algo tan usado y comido y visto en nuestra Andalucía, que no nos cabía en la cabeza que sólo allí fueran conocidos y que nisiquiera en partes como Jaen se vieran con frecuencia. Tampoco se olvida el jamón, el arroz que no se pega, los macarrones sin esa pasta extraña al hacerlos en la olla o también el atún que deja de ser rancio de nuevo.

Estaba claro que todo lo anterior se echaba de menos, pero es que incluso el trato con la gente, y no simplemente por el hecho de hablar en español más a menudo (que como bien sabéis y si no lo recuerdo de nuevo, gran parte de los Erasmus de la ciudad son españoles), sino que el humor, la simpatía y las mismas caras distan mucho entre un país y otro. No digo que Polonia no tenga cosas buenas, que por supuesto que las tiene, sólo digo que como era lógico ya hacía falta volver al territorio de origen de uno mismo.

Y es que era 18 de Diciembre y ya quedaba muy poco para volver. Saldría el avión al día siguiente en torno a las doce de la mañana desde Varsovia y por tanto, tenía que levantarme junto con otros tantos compañeros que volarían como yo ese mismo día, muy temprano en torno a las seis. Era martes y por consiguiente tenía un día repleto de clases desde las ocho de la mañana, que no terminarían hasta las seis de la tarde, por lo que uniéndolo a que por supuesto quería despedirme de algunos, jugar aunque fuera un poco al ping pong y también escribir alguna entrada de blog, pues me hacía no disponer de mucho tiempo.

Tengo que añadir también, que para hacerlo aun más interesante todo, la noche del lunes al martes, en la cual como decía tendría temprano clase a las ocho de la mañana; y como se me hizo bastante tarde hablando con uno de mis compañeros de Erasmus, pues decidí lo que para los andaluces es denominado "empalmar" y no es otra cosa que no dormir esa noche para así poder realizar todas las obligaciones del día siguiente sin quedarte dormido. Es como una especie de "insurance" con el que estaba claro que si aguantaba despierto hasta las siete de la mañana, no me perdería de ninguna manera esa clase mañanera que tanto odiaba. ¿Cómo lo hice? Pues no me resultó difícil pues aunque mi intención era escribir algún que otro artículo mientras estaba con este compañero en la habitación y así estar durante las horas que hicieran falta hasta el encuentro con el profesor; la cosa se complicaba por momentos, pues hace falta estar concentrado y bastante fresco como para que lo que uno escribe no sea una chorrada.

Es por tanto que mi única opción si quería mantenerme despierto y no perderme la clase, que por cierto sería importante pues era la última antes de volverme y suele pasar lista (ese día no pasó); y no era otra cosa que el poker online. La clave estaba en que eran en torno las cuatro cuando el compañero se fue a su residencia y sólo quedarían tres horas para irme preparando para la clase, por lo que sabía con mucha experiencia (ya me dormí un día de examen de Constitucional en España por no descansar lo suficiente), que si al menos no dormía unas cuatro horas y media (tres REM), no escucharía el despertador, excepto que algo divino pasara. Y es que daba igual que me pusiera dos, tres, cuatro o incluso cinco alarmas con intervalos de cinco minutos; pues si dormía muy poco no las escucharía ninguna, ni aun poniendo el mayor ruido desagradable de la historia.

Es por tanto que sólo me quedaba luchar por seguir despierto y esperar a que el día siguiente pudiera dormir mucho más. Y bueno con el poker pues bien, gané tres tickets para algún torneo superior y se me pasó el tiempo más o menos rápido casi sin atisbo del sueño. Reto conseguido y aunque en la clase casi me duermo delante del profesor (es que al hombre le falta que le den un calambrazo a ver si así cambia el tono de voz de vez en cuando), a las once estaba fuera y me fui a la residencia de nuevo para al menos echarme una cabezadita. O esa era mi intención porque fui a pagar el mes de mi compañero y el mio y también a imprimir los billetes de ryanair antes de partir al día siguiente, por lo que cuando me di cuenta ya quedaba muy poco para tener que irme a la siguiente clase en una facultad, la de económicas, que por supuesto me hacía tener que coger el tranvía.

No quedaba otra opción de nuevo que la de elegir no dormir o me perdería la clase siguiente y es que de nuevo pasaban lista y si faltaba dos clases me bajarían un punto; por lo que estaba obligadísimo a seguir despierto y a ir a clase. De nuevo casi quedándome dormido y aguantando como podía por fin acabó aquel martirio, pero es que aun quedaba mucha tarde por delante, mucho sueño acumulado y nada de dormir. Porque para echarle hierro al asunto, sólo tenía una hora y quince minutos para volverme a "Lumumby", ir al comedor, comer a toda velocidad y volver a clase esta vez en la facultad de políticas, también teniendo que coger otro tranvía. De nuevo con la asistencia importante, tampoco podía faltar. Pero ya llevaba todo el día corriendo de un lado para el otro, como todos los martes, y ya el cansancio se notaba demasiado. La comida no pude disfrutarla, la tenía en la garganta cuando me fui pero no quedaba otra que seguir en la pelea.

La clase se esfumó lentamente pero con decisión y fue entonces en torno a las seis de la tarde cuando me dije a mi mismo: "Antonio, es hora ya de echarte un rato o morirás mañana". Pero claro, si uno va a coger la llave de recepción y encuentra a otros dos compañeros de residencia que se van a jugar al enganchante ping pong, pues a uno no le queda otra que unirse a la idea y ponerse a jugar también, a pesar de la fatiga y el cansancio acumulado. Por supuesto no fue mi mejor día jugando, pero daba igual porque lo importante era divertirse y lo hice y se me pasaron unas cuatro horas volando en la mesa.

Mi idea junto con la de los que se iban conmigo al día siguiente era cenar todos juntos en el "Hells Kitchen", donde algún que otro plato merece la pena probarlo, eso sí, por supuesto con muchísima mayonesa por encima que no puede faltar te pidas lo que te pidas. Y claro, al final uno se retrasa, el otro sigue viendo cosas que es mejor no mencionar por aquí con el ordenador, y entre que vas y no vas pues se hacen casi las once ya de la noche. A esa hora ni había escrito ninguna entrada de blog, ni tampoco había descansado y poco a poco se iba acercando la hora de mi partida, que era a las 6.15 en la parada del tranvía doce, para que no hubiera sobresaltos y todos llegáramos a tiempo y sobrados. Encima uno se pone a hablar mientras cena, mira en la tele a dos jugando al billar de manera fascinante y luego con el boxeo pues te entretienes sin ninguna duda; por lo que casi llegaban las una de la mañana y seguíamos allí. Era hora de que cada uno marchara a sus respectivos hogares y preparara la maleta si es que no la habían hecho ya.

Yo por supuesto era uno de los que no la había hecho, me gusta el riesgo y hacer algo muy temprano y luego tener que sacar otra cosa para volver a meterla es algo que no me va.

Continuará....

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