Cómo conseguí irme de erasmus.
Ya va siendo hora de revelar mi secreto más preciado. Muchos no lo sabéis, ni siquiera lo imagináis, pero debo decir que... soy rico. La verdad es que económicamente estoy montado en el dólar, un ferrari en la puerta, 500 euros en el bolsillo. Total, que no he tenido que trabajar para tener mi Erasmus: todo llegó del cielo, sin ningún tipo de dificultad y con todos los apoyos que una persona puede tener.
Mentira.
Nunca me podré quejar de que me haya faltado algo en mi vida. Mis padres siempre me han proporcionado todo lo que necesitaba cuando lo necesitaba. Pero de ahí a estar montado en el dólar... Seamos sinceros, las cosas no son tan fáciles y el ferrari de la puerta lo podéis cambiar por un Peugeot 207.
Era el verano de 2015 cuando decidí que quería hacer mi Erasmus en Italia y en ese momento no era una idea muy clara, pero poco a poco se fue apoderando de mi cabeza hasta que ya no había más que hablar, me iba a ir de Erasmus sí o sí.
Empecé a comentarlo por mi grupo de amigos, familia... e imaginad la reacción:
- "¿Tú sabes el dinero que cuesta eso?"
- "¿ITALIA? Pero si el italiano no sirve de nada, tienes que aprender inglés"
- "¿De dónde vas a sacar el dinero? ¿En qué vas a trabajar?"
- "No creo que merezca la pena tanto trabajo pero bueno... tú sabrás"
- Etc.
Al comentárselo a mis padres la respuesta fue clara: NO. Económicamente era muy caro y, por otro lado, ¿cómo me iba a ir a vivir yo solo fuera de España?
Lo siento, pero la idea estaba clara, me voy de Erasmus sí o sí. Económicamente lo gestionaré yo, y en cuanto a vivir fuera de casa con 19 años, debo decir que soy mayor de edad. Con el sustento económico suficiente podía tomar la decisión de irme a donde quisiese.
Siempre he tenido esa gente fiel que me apoya en todas las locuras que se me pasan por la cabeza, pero la gran mayoría de mi entorno social veía absurdo un Erasmus y menos en Italia donde no hablaría inglés (¿¡qué pérdida de tiempo, no!?).
Todo era cuesta abajo.
Mi situación al principio de ese año no fue precisamente la mejor. Todo lo que podía salir mal, salía mal. Murphy parecía que se había vuelto mi mejor amigo y no se separaba de mí.
En el primer cuatrimestre comencé las clases de italiano (A1). Los horarios eran desde las 4 de la tarde hasta las 6 y media los lunes y miércoles. Toda las mañanas me despertaba a las 6:30, cogía el autobús a las 7:15 y llegaba a la universidad a las 8:10. Tenía clase casi siempre hasta las 2, salía e inmediatamente me iba al piso de unos amigos que vivían en Murcia para poder comer algo rápido.
Nada más terminar de comer, iba directo a hacer las redacciones que me mandaban de italiano (mientras mis amigos dormían la siesta jajajaja,) terminaba rápido y, aun así, llegaba siempre tarde a clase: "Ciao, perdón profesora". Acabé haciéndome famoso de lo impuntual que estaba siendo.
Después de las clases me iba a la biblioteca de la universidad (a unos 10 minutos andando). Lógicamente también tenía trabajos y estudios de mi carrera que llevar adelante y el tiempo corría rápido. La mayoría de días que tenía clases de italiano llegaba sobre las 9 o 10 a casa (desde las 7 que salía). Como podréis comprender no era muy de mi agrado la cantidad de horas que tenía que invertir... Aun así, faltaba una cosa por añadir... ¡¡¡NECESITO TRABAJO!!!
El Erasmus me lo tenía que pagar yo, y tenía que trabajar ¡¿EN QUE PUEDO BUSCAR YO TRABAJO AHORA?! No tengo tiempo libre, ni siquiera tengo habilidades fuera de lo normal que no tendría un chico de mi edad. Entonces... se me ocurrió la maravillosa idea de ser relaciones públicas de una discoteca.
Sí, esos chicos que van vendiendo entradas y se llevan comisión según vendan. Pero... ¿Murcia? Yo vivo a más de 30 kilómetros de Murcia y allí no conozco más que a mis compañeros de clase. ¿Contactos? Las discotecas nunca han sido mi pasión, por lo tanto, no conocía ni el nombre de los dj que pinchaban.
¿Cómo lo puedo hacer? ¡Es imposible!
Empecé probando suerte mandando algún que otro correo a los contactos que salían en las páginas web. Llamando por teléfono, preguntando en las discotecas... pero nada. Lógicamente no tenía ningún tipo de enchufe que me pudiese meter allí y eso parecía un poco imposible.
Entonces estuve pensando en qué podía hacer y se me ocurrió algo estúpido e irracional, pero que quizá funcionaría: "No es tener un buen producto, es saber venderlo".
Yo, en este caso, como producto era un fracaso para las discotecas. No conocía a nadie de Murcia, ni siquiera conocía donde está la discoteca que estaba llamando para buscar trabajo jajajaja. Contratarme como relaciones públicas era un desastre y yo lo sabía. Por lo tanto, empecé a tomar acción en el asunto. Abrí una cuenta de Instagram con el nombre de XRRPP.MURCIAX y empecé a jugar a un juego que siempre me ha gustado.
Primero quise jugar con el tema de la sorpresa, algo nuevo, anónimo, nadie sabía quién había detrás de ese Instagram. Podía ser un empresario de Murcia o cualquier tipo de persona. Después jugué a un juego de ventas la mar de sencillo y eficaz: "si llamas a 10 puertas y te abre una persona, llama a 100 y te abrirán 10". Eso hice.
Empecé a seguir a todas las personas que había en Instagram (amigos, conocidos, conocidos de amigos, amigos de conocidos de amigos...). Empecé a seguir sin parar, todos los días en la hora que iba en autobús de camino a Murcia abría la cuenta y comenzaba a darle al botoncito sin parar. Alguna gente me seguía de vuelta y otra no, pero daba igual, llamaría a todas las puertas posibles.
Cuando ya tenía un número notable de seguidores decidí tomar acción de nuevo. No iban a seguir durante mucho tiempo una cuenta fantasma, Me trabajé un video bastante decente, musiquita, fotos, XRRPP.MURCIAX ¿Estáis preparados para las sorpresas? Más adelante...
La gente le daba a “me gusta” y yo me reía. ¿Sorpresas? Ni siquiera tengo trabajo como relaciones públicas, ¿qué sorpresa voy a dar? No importa, lo conseguiría. Sabía que iba a funcionar, era una confianza ciega en mi "táctica" pero funcionaría. Seguí durante un tiempo más dando al botoncito todos los días, llegando a mi casa a las 10 de la noche y haciendo trabajos hasta la 1 o 2 de la madrugada teniendo que despertarme de nuevo a las 6:30.
Como comprenderéis mi cabeza no es de piedra, no había ningún tipo de resultados, tenía una cuenta de Instagram que no me daba dinero, un curso de italiano que no me enseñaba italiano y unas notas de universidad que bajarían constantemente al no poder dedicarle el tiempo que necesitaba. Aun así confiaba en el plan: “si quieres, puedes”, me repetía.
Cuando la cuenta ya había cogido forma, volví a mandar mensajes a todas las discotecas. Esta vez desde mi "Cuenta oficial XRRPP.MURCIAX" y con un lenguaje muy bien cuidado. Tardó en llegar, pero entonces... "Hola, estaríamos encantados en trabajar contigo, háblame por teléfono 654XXXXXX". Como ese mensaje recibí hasta tres. No me lo creía, mi locura había funcionado.
De no tener una sola oferta ahora tenía que elegir entre tres. Tome la decisión y... RELACIONES PÚBLICAS OFICIAL CHICOS. No paraba de reírme de lo que estaba haciendo, había conseguido meterme donde quería, ahora solo tocaba... trabajar, estudiar mi carrera, estudiar italiano, autobús... pero qué LOCURA ¿En qué follón me estoy metiendo yo? ¿Merecería la pena? ¿Lo conseguiría? Borrón de pensamientos negativos, Erasmus, viajes, aprender italiano, cumplir tus sueños. Va, va, va, ¿dónde hay que trabajar?
La discoteca en la que empecé a trabajar me pasó el cartel de la primera fiesta y yo empecé a moverlo. Cambié mi foto de perfil de Instagram por una mía, y el nombre por XLuis.rrrppX. Era estúpido ser relaciones públicas si nadie sabía quién era yo.
Colgué el cartel en el Instagram y esperaba una gran afluencia de gente viniendo hacia mi suplicándome entradas, pero entonces...cri cri cri.
Nadie me mandaba un solo mensaje, no tenía contactos en Murcia, ¿cómo iba a vender una entrada? Si no sabéis como va, cuando eres relaciones públicas solo te pagan en proporción a tus ventas. En el caso de esa fiesta, era un euro por entrada, ¡ME IBA A HACER MILLONARIO!
Tras un tiempo, se pusieron en contacto dos conocidos míos de mi pueblo. En total querían 6 entradas, OLE OLE Y OLE, voy a vender algo jajajajaja.
Mi jefe me dijo de quedar un día por el centro de Murcia para que me diese las entradas que quisiese y conocernos en persona. Ese día tenía clases de italiano por lo que... rutina de siempre y vuelta al centro. Estaba esperando su llamada mientras que estudiaba en la biblioteca y... LLAMÓ.
- Muy buenas Luis ¿Dónde estás? (Jefe)
- Muy buenas, estoy en la biblioteca de la Merced (Luis)
- Okei, nos vemos en 10 minutos en el speedchupitos (Jefe)
- Ehhmmmmm (Luis)
- ¿Sabes donde está el speedchupitos verdad? (Jefe)
- Claro claro (Luis)
- Genial, nos vemos allí entonces. (Jefe)
Ni idea de dónde está el speedchupitos. Paré a la primera chica que me encontré de frente al salir de la biblioteca y...
- ¿Perdona, sabes por casualidad donde está el speedchupitos?. (Luis)
- Si claro, ahí enfrente nada más salir (Chica)
- GENIAL (Luis)
Ya lo había visto, estaba allí parado esperando a mi jefe para pedirle una numerosa cantidad de... 10 ENTRADAS. Tenía apalabradas 6, y bueno... a lo mejor cuela. Estuve esperando por un tiempo y entonces apareció. No os voy a dar muchos detalles de la conversación porque tampoco tuvo nada del otro mundo. Al final, yo tenía mis entradas, mi trabajo y mi poco tiempo.
La fiesta era el jueves, y eso pasó un lunes. Bien, pues en tres días no sabéis el follón que pueden dar diez entradas. Que si ahora quiero 7, que si ahora no quiero ninguna, que si al final sí. Total, que llegué a quedarme el miércoles por la mañana sin ninguna venta, las seis entradas apalabradas ya no las querían. Imaginad mi cara cuando en la primera fiesta en la que me habían contratado no iba a vender ninguna entrada. Por suerte, mi amigo Murphy se despistó un momento y volvieron esas maravillosas seis entradas.
Finalmente, había vendido seis entradas en tres días, lo que da la maravillosa cantidad de seis euros (dos euros por día). Había conseguido un trabajo que me proporcionaba la cantidad de dinero más grande que jamás un ser humano podía imaginar, todo pintaba a fracaso.
La siguiente fiesta decidí no vender, mi tiempo estaba hasta arriba, mis notas hasta abajo y mi conciencia de buen estudiante tiritando. Me pasaba el día con el móvil intentando subir la cuenta, dando el follón a la gente por WhatsApp, mirando cómo podía hacer para aumentar las ventas etc.
La gente ya me empezaba a conocer, en mi clase ya un par de grupos me preguntaban si vendía para la fiesta del siguiente fin de semana. Entonces, llegó el siguiente cartel, las siguientes quedadas para coger las entradas, las siguientes calenturas de cabeza de cómo puedo mover yo esto. Todo mejoró un poquitín más. Había pasado de vender seis entradas a vender dieciocho (no me iba a comprar un ferrari todavía pero oye, algo es algo).
Pero... esto no funcionaba, necesitaba más. Con 18 euros en Milán puedo comer un plato de pasta, pero no sobrevivir durante seis meses, por lo tanto, llegó la siguiente idea.
Cambio de plan.
La gente que de verdad conocía (mi círculo social) estaba en mi pueblo. Tenía que conseguir llevar a ese círculo a las discotecas para las que vendía entradas, pero ¿cómo? La ocasión me acompañó. Se aproximaba Halloween y la gente no tenía ningún plan: en mi pueblo precisamente no es donde más cantidad y calidad de discotecas hay (cero). Por lo tanto, podía conseguir que esa gente fuese a Murcia.
Entonces me encontré en mi nuevo plan. Tenía que contratar una empresa de autobuses, convencer a toda la gente de mi pueblo para que fuese a esa fiesta y hacerme de oro. Todo era perfecto y sencillo (o eso parecía).
Tuve la suerte de que mi grupo de amigos son la P**** y no dudaron en apuntarse al plan. Claro, cuando hablamos de mi grupo de amigos estamos hablando de unas 20 personas o más, por lo tanto, ese grupo de amigos (que son la P****) trajeron a más gente detrás (son unosinfluencers, quien va a vender mejor una fiesta que ellos). Empecé a sacar cuentas, a llamar a las compañías de autobuses mientras que esperaba el autobús para volver, etc.
Los autobuses eran claros: el precio era de 350 euros para 55 personas. Esto salía a 6.36€/persona pensando que llenase el autobús entero (ni un sitio vacío). Por lo tanto, empecé a venderlo a 7 euros y a 8 la entrada (15 en total). La gente empezó a sumarse y a sumarse, la primera vez que quedé con mi jefe le pedí 60 entradas y me iban a faltar. Yo tenía en mi ordenador dos listas, una de ellas con la gente que había reservado entrada con autobús, y otra que había reservado solo la entrada. Al final, esas listas llegaban a sumar más de 125 personas, UNA LOCURA.
No lo dudé un segundo y contraté a la empresa de autobuses (700 euros en total). La lista de autobús sobrepasaba los 100 y no paraban de llegar más, no estaba preocupado.
A todo esto, llevaba por otro lado una cosa que no os he contado. Otra discoteca me ofreció vender entradas solo para Halloween y acepté. La comisión era de 1 euro 50 céntimos, y podía "contratar" a otras personas a las que le pagaría 1 euro o 50 céntimos por entrada (según ventas). Por lo que, si ellos vendían 10 entradas, yo recogía un 50% de los intereses. Parecía todo muy bonito.
Empecé a preguntarle a toda la gente que conocía si quería trabajar para mí, o si conocía a gente que quisiese. Al final, acabé recogiendo un grupito de gente que estaba interesada. Yo recibía las entradas, las entregaba y me despreocupaba hasta recoger el dinero. No estuvo nada mal, pese a tener que estar el triple de concentrado en el móvil a lo largo del día. Había pasado de no vender una sola entrada a ser el jefe de un grupo de relaciones públicas de otros chicos y estar contratando empresas de autobuses para poder aumentar el aforo.
Finalmente se iban acercando los días, las listas estaban casi llenas y las entradas empezaban a venderse (y con ello la recogida de dinero) 15 euros por persona la gente que tenía autobús y 8 solo entrada. Más de 100 personas, imaginad la cantidad de dinero que tenía en mis bolsillos a lo largo del día, y ni siquiera era mío. Pasaban los días y la gente que tenía entrada con autobús venía a recoger la entrada y sin avisar con antelación descartaban el autobús y solo querían la entrada. Mi amigo Murphy se apoyó en mi hombro y me dijo "esto va a ser divertido".
Empezó a ser un bucle y pese a seguir el número de entradas alto, el autobús bajó notablemente, de ser más de 100 personas pasó a ser 75. Para que os hagáis una idea, estaba cobrando el autobús a 7 euros, por lo que necesitaba 100 personas para NO TENER PÉRDIDAS. Es decir, con el autobús no ganaría nada, tan solo ganaría con las entradas y, aun así, a 5 días de Halloween me encontré con que solo tenía 75 personas. Por lo tanto, estaba organizando una fiesta donde iba a PERDER 175 EUROS.
Claro, la gente había pagado ya su precio por la entrada y yo el autobús ahora no podía subirlo. Además, era gente de mi pueblo, gente con la que tengo verdadera amistad, no podía anular la fiesta. Pues bien, seguí moviéndome sin parar, mandando mensajes por WhatsApp, Instagram, señales de humo, lenguaje de signos... TENÍA QUE LLENAR EL AUTOBÚS. No podía perder dinero en una fiesta que me había costado tanto realizar. Faltaban 3 días y yo estaba en clase de italiano con el móvil, con mucho pero que mucho estrés y viendo cómo las cosas no son para nada fáciles (sobre todo si tienes a Murphy de colega).
De vez en cuando sonaba el móvil "oye, ¿tienes cuatro sitios en el autobús?" ¿¡¡Que si tengo!!?? ¡¡¿¿QUIERES OCHO??!! No sabía ya como regalarlas, me faltaba ir al mercadillo de mi pueblo a gritar que vendía un viaje a Murcia por 7 euros.
DOS DÍAS PARA LA FIESTA y todo cambió. El teléfono sonaba más de lo normal, la gente se empezó a apuntar de nuevo, mi nivel de estrés subía y bajaba constantemente, pero al final... 101 ENTRADAS CON AUTOBÚS. Ganaba 7 euros incluso, no sabéis lo feliz que llegaba a ser yo por esos 7 euros, estuve a puntísimo de perder 175 por intentar conseguir más gente.
Halloween en Murcia.
Llegó el día y todo empezaba a fluir, el estrés a bajar y el orgullo a subir. Estaba enfrente de esos dos autobuses, con el dinero en el bolsillo y el trabajo hecho. Hablé con los conductores, entregué los malditos 700 euros en efectivo, firmé y ¡PUM!, todo se había acabado, miraba hacia afuera y veía a un montón de gente de mi pueblo junta, todos esperando esa fiesta, todos esperando ese autobús, todos esperando lo que yo había organizado. Había logrado moverlo todo, estaba todo en su sitio y con éxito, pero no, no fue fácil. Con 19 años te piensas que las cosas vienen del cielo, que todo siempre sale como lo esperas y que nada va a ir mal.
Ese día no fue uno cualquiera para mí. Estaba súper orgulloso de lo que había conseguido, miraba a la gente y disfrutaba yo más que ellos. Dentro de la discoteca tenía barra libre, hablaba con mi jefe y yo mismo lo flipaba. Entre las dos fiestas había conseguido más de 200 euros, yo, que el primer día conseguí 6 euros.
¿Imposible o difícil?
Siempre me ha encantado hacerme esta pregunta y siempre me ha apasionado contestar con escepticismo. Creo que siempre debe de haber ilusión en las cosas, en los sueños, en que algo va a ocurrir. Al fin y al cabo, nunca sabremos si algo es imposible.
Seguí con el Erasmus en el día a día, en los pensamientos y en las acciones. Desayunaba, comía y cenaba haciendo cosas, creo que ha sido el año que más productivo he sido, si llego a enfocar toda mi productividad en una sola cosa segurísimo que la habría conseguido desarrollar a la perfección, pero estaba llevando adelante tres proyectos: Estudios, italiano y trabajo.
Los estudios los sacaba adelante. Por suerte, siento pasión por mi carrera. No sabría tampoco cómo definirlo, ni como poder explicárselo a los demás, amo mi carrera, lo que hago y por lo que estoy trabajando. Por lo tanto, en ese momento esto ayudaba muchísimo. Si tenía que dormir dos horas menos y terminar unos trabajos para el día siguiente, claro que no me hacía gracia, a nadie le hace gracia dormir cuatro horas un día, pero amaba en lo que estaba trabajando y lo hacía por ello. Por otro lado, siempre estaba en mis pensamientos si merecía la pena todo lo que estaba haciendo, si esto no perjudicaría mis notas y mi futuro profesional. Qué equivocado estaba: todo lo que iba a hacer aumentaría por mil todo lo aprendido en los libros.
El italiano lo odiaba. Si, habéis leído bien, si me he ido a Italia de Erasmus no es por nada más y nada menos que por la lengua. Me encanta el italiano, pienso que es una de las lenguas más bonitas del mundo, pero no hay nada que me guste menos que aprender un idioma sentado en una clase. Yo ya tenía en mente perderme por las calles de Milán y hablar con un colega mientras tomaba una cerveza tranquilamente (impaciente de mí como siempre) y, en cambio, estaba en una silla aprendiendo a presentarme y a decir cuatro cosas más mientras el tiempo corría. Odio perder el tiempo.
En cuanto al trabajo, todo empezó a funcionar bastante mejor. Para las siguientes fiestas me llamaba gente que no había visto en mi vida. Después de las clases de italiano mi trabajo consistía en estudiar en la biblioteca mientras las personas con las que hablaba por WhatsApp recogían sus entradas y me pagaban al momento. Pellizco a pellizco conseguí bastante dinero con la tontería. Vendía entradas a las fiestas a las que no podía ir por falta de tiempo, pero yo sabía que merecía la pena, yo creía en ello.
Empecé a combinar el trabajo con dos discotecas a la vez, no fue nada fácil llevar tantos números, tantos contactos y tanto dinero en el bolsillo. Había días que solo pensaba en entregar todo lo que llevaba sin saber que en esa parte estaba mi comisión. Algunas veces eran 50 euros, otras 30 y otras 100, pero bueno, muchísimo mejor que los 6 euros del principio. Si hubiese abandonado en ese momento, nada de esto estaría pasando, yo no me habría ido de erasmus, no habría aprendido italiano, ni inglés, ni habría conocido gente de la India, México, Italia, Eslovaquia, Eslovenia, Grecia, Francia, Alemania, Bélgica... Oye, ¿os gusta el resultado verdad? bien, trabajar sería fácil si siempre supieses que vas a obtener el resultado esperado, pero hay veces que no es nada fácil tener esa imagen. Mi misión siempre ha sido aumentarla y tenerla siempre presente, aun cuando estuviese más lejos y más oscura.
Esto me lleva al final de mi año académico. Todo aprobado con buenas notas (incluido el italiano) y una hucha llena de dinero, pero aún necesitaba más. Tenía que vivir en Milán durante 6 meses, y tampoco quería estar pensando que me faltaría dinero o que tendría que pedirles a mis padres, por lo tanto, volví a jugar al mismo juego que antes.
Mi currículum dejaba mucho que desear: no tenía experiencia, ni idiomas, ni nada especial que llamase la atención. Pero necesitaba encontrar algún sitio para trabajar, por lo tanto, empecé a repartirlo en todos los sitios, almacenes agrícolas, chiringuitos, bares, mediante Infojobs... Era el mismo truco que ya me había funcionado antes, llamar a 100 puertas para que te abran 10, y así fue. Hice entrevistas en inglés que fueron un auténtico desastre, mande currículums hasta por mensajes de humo y al final pasó.
Recibí una llamada de un chiringuito en la playa que quería que trabajase para ellos, en ese momento me pareció una idea impresionante. Playita, chiringuito, una copa por aquí, un granizado por allá, una cervecita... no podía ser tan difícil. ERROR.
¿Horario? Aproximadamente 8 horas diarias de lunes a domingo, sin un solo día de descanso. Bueno, no pinta nada mal pensé, pero el chiringuito se convirtió en un almacén de estrés para mí. Mis jefes/jefas sabían que no tenía nada de experiencia en el sector, y que mi inglés era inexistente, antes de empezar me dijeron que no me preocupase, que me enseñarían todo lo que tenía que saber (mentira).
El primer día que empecé fue uno de los que más afluencia de público trajo. Era algún día de fiesta nacional, y como podéis imaginar todo era un caos. ¿Las instrucciones? Muy simples, empieza a atender a la gente.
Bien, quiero que os hagáis una idea. De repente me encuentro yo detrás del mostrador (sin nadie más a mi alrededor), sin saber absolutamente nada sobre el negocio, ni precios, ni menús, ni nada por el estilo, y para rematar TODOS ERAN INGLESES. Como ya os he contado en otras ocasiones, mi nivel de inglés dejaba que desear, y ya os podéis imaginar el espectáculo.
Las cinco primeras mujeres que atendí empezaban a pedirme cosas sin parar, pero yo no me enteré de ninguna. Mi cara era un cuadro, no sabía qué hacer, llamé a mi jefa y ella les atendió. Me miraba con cara de "no tienes ni puta idea". Pues no, no tenía ni idea de cómo hacer absolutamente nada, pero tampoco me explicaban. Empezaba a preguntar cuanto valían las cosas como un loco, y a intentar memorizarlo. Cuando escuchaba un tipo de café miraba cómo lo estaban haciendo mientras que yo seguía intentando hacer cosas. No os lo voy a negar, era un DESASTRE.
A ver, vamos a ser sinceros, mi pulso para tocar las panderetas es el mejor pulso del mundo, pero para camarero no. A eso le seguía mi inglés y la presión de no entender nada de lo que tenía que hacer.
Volvía al día siguiente y todo era deprimente. Yo me considero una persona muy alegre, me encanta el cachondeo y las risas, el buen humor y la positividad. Pues bien, nada de eso me encontraba allí. Entraba a trabajar "Buenos días chicos, ¿cómo vamos? ¿Todo bien?" Me contestaban cuatro sílabas contadas, unas malas caras y poco más. Excepto por la cocinera, ella era la única que me caía genial, siempre trataba de darme conversación cuando podía, de animarme y reírnos un poco juntos. Teníamos los mismos pensamientos, el trabajo allí no era muy motivador para que nos entendamos, mientras comíamos me contaba como hacía ella para llevarlo un poco mejor. Trabajaba 6 meses al año seguidos, sin un solo día de descanso, me decía que se había perdido la comunión de su sobrino, y que todos los años, cuando entraba a trabajar el primer día, empezaba a tachar números en el calendario. Esto es un no vivir decía, pero lo hago por mi hija, ella está estudiando en la universidad.
Todo esto me hacía ver cómo eran las cosas de verdad, saber que no eres el único que lucha o que se esfuerza en algo, y saber cómo está el mundo detrás de la vida estudiantil.
Por otro lado, me volvieron a llamar como relaciones públicas, esta vez de una discoteca de verano. Primero rechacé la oferta (ya tenía demasiado con el chiringuito) pero después me lo volvió a proponer un amigo. Es la mar de sencillo (decía), solo tenemos que repartir flyers y ponerlos en las redes sociales y según la gente que entrase con ese flyer nos daban la comisión. Ni mover dinero, ni entradas, ni historias raras, sonaba demasiado bien, por lo tanto, trato hecho.
Se me volvió a ocurrir una idea. El Instagram que tenía como XLuis.rrppX le cambiaría el nombre por Mac***.flyer(nombre de la discoteca), y la foto de perfil por la de la compañía, FUNCIONÓ A LA PERFECCIÓN. La gente nos seguía, usaba nuestro flyer y se lo comentaba a sus amigos. Incluso los dj que iban mencionaban nuestra cuenta, todo era un chollo. Subía dos flyers semanales por Instagram, unos pocos WhatsApp y a nuestro trabajo había terminado ahí.
Por lo tanto, ahora tenía dos trabajos. Relaciones públicas y camarero en un chiringuito. Pasaron 5 largos días, no mejoraba la situación en el chiringuito y yo no mejoraba mi manera de trabajar. Tenía que atender varias mesas a la vez en inglés, llevar cuentas y todos los platos que iban saliendo, para que nos vamos a engañar, no era lo mío, al menos en ese momento.
Al sexto día salí de trabajar y me encontré a dos amigos míos esperándome por la playa Jesús y Mario, "estoy apestado ya" (les dije entre risas). Fuimos a tomarnos un helado y allí recibí una llamada:
- ¿Sí? (Luis)
- Muy buenas, le llamaba porque hemos recibido su currículum (teléfono)
- Emmmmm, sí dime.
- Le llamamos de Flu*** (una empresa agrícola) para ofrecerle trabajo
- Ah... bueno, la verdad es que ya he conseguido trabajo, por lo tanto no me interesa, gracias por contactar conmigo.
- Vale, gracias a ti
Al colgar pensaba que había hecho lo correcto, pero mis amigos enseguida me corrigieron:
- ¿Quién era? (Jesús)
- Nada, me han llamado de Flu*** para trabajar con ellos. (Luis)
- Tío, ¿por qué le has colgado? (Jesús)
- Estoy ya trabajando en el chiringuito. (Luis)
- Pero no estás agusto tío, ni siquiera sabes las condiciones del otro trabajo (Jesús)
- Ya... (Luis)
Volvería a llamar y las condiciones me llamaron la atención, volvían a ser 8 horas al día seguidas, con el domingo libre y me pagaban más. Hola Flu***, adiós chiringuito.
No pasaron muchos días hasta que me incorporé a trabajar. Los horarios eran desde las 6 de la mañana hasta las 2 del mediodía, o de las 2 del mediodía hasta las 10 de la noche (teóricamente). El primer día entré sobre las 5 (entre presentaciones y charlas), me pusieron en un puesto bastante fácil y me lo estaba llegando a pasar hasta bien, hablando por aquí, riendo por allá, levantaba cajas de vez en cuando pero no gran trabajo. A las 7 era la hora del descanso, mientras salíamos empecé de risas con mi compañero Saúl (un mago sin duda), decía que su puesto ya le estaba costando, que tenía que levantar cajas de melones de 15 kg en total, a una altura que llegaba casi a los 2 metros "Yo estoy genial jajajaja" (le dije).
Fin del descanso (20 minutos) y volvimos a entrar, se acabó el cachondeo, ahora compartiría puesto con mi colega Saúl. No fue nada fácil, nos quedamos hasta las 12 de la noche y al día siguiente debíamos entrar a las 6 de la mañana. Lo que no sabía es que al día siguiente me volvería a tocar ese puesto (y así durante todo el verano).
Allí conocí a grandes personas, y la cosa cambió. Claro que el trabajo era duro: levantar cajas de 15 kilogramos a una altura a la que ni siquiera llegaba (tenía que lanzar la caja en ocasiones) no era fácil. Pero, aun así, pese a algún que otro momento de no parar, se me hacía muchísimo más ameno que el chiringuito. La gente tenía buen rollo, podía tener conversación en casi todos los puestos donde estaba, y quieras que no eso hacía bastante.
Me levantaba a las 5 de la mañana para entrar a las 6 a trabajar, y me tiraba 8 horas seguidas sin parar de cargar cajas, pero ya os digo yo que ahí no hay ningún mérito. Yo estaba haciendo eso para salir del paso, para irme a vivir a Milán, y quieras que no yo pensaba que en 2 meses eso se acababa. En cambio, allí había padres y madres de familia que iban a estar así durante mucho tiempo, y no estaban trabajando para viajar, ni para vivir en Milán, no. Estaban trabajando para mantener una vida normal, sin cambios, simplemente el día a día. Ellos sí que tienen mérito.
De este trabajo aprendí que prefería pasar malos tiempos con buena gente que buenos tiempos solo. Tan solo la buena compañía lo mejoró todo, no era el trabajo de mis sueños (ni muchísimo menos), pero no llegaba apestado como lo hacía en el chiringuito.
Al fin todo acababa, recibí mis salarios, miré mi cuenta del banco, miré hacia delante y ya veía Milán.
Quedó atrás el intento de ser relaciones públicas fallido, las clases de italiano interminables, los días llegando a las 10 de la noche a mi casa, mis conversaciones en inglés sin resultados, levantarse a las 5 de la mañana para trabajar, los comentarios que me decían que era muy difícil... Todo eso quedó atrás para conseguir lo que yo sabía que iba a conseguir, MI ERASMUS.
Mis 6 meses en Milán donde disfrutaría como nadie y cumpliría la mayoría de los sueños que tenía por hacer.
"Empecé de cero y ahora estoy aquí"
Si de verdad quieres irte de Erasmus puedes hacerlo. No hace falta ser rico, ni hablar mil idiomas, ni tener la mayor suerte del mundo.
No va a ser fácil, algunos te apoyarán y otros no. Pero si quieres algo ve a por ello, solo tienes que quererlo tú, y si no lo consigues que no sea por dejarlo pasar.
Saludos desde Milán.
¿Quieres tener tu propio blog Erasmus?
Si estás viviendo una experiencia en el extranjero, eres un viajero empedernido o quieres dar a conocer la ciudad donde vives... ¡crea tu propio blog y cuenta tus aventuras!
¡Quiero crear mi blog Erasmus! →
Comentarios (0 comentarios)