Días 3-4: primer fin de semana en Holanda.
Sábado por la mañana: primer día completo en mi nueva casa, Uilenstede. Como podéis imaginar, ya estaba hasta los mismísimos de comer/cenar embutido (por muy bueno que esté el jamón de jabugo), así que me puse manos a la obra con la odisea del día: hacer la compra.
A quien opine que no es para tanto, le voy a dejar un par de cosas bien claritas, que para eso soy yo el que escribe. 1) Hacer la compra implica saber qué quieres comprar. 2) Saber qué quieres comprar implica saber qué quieres cocinar. 3) Saber cocinar implica tener una cierta idea de... cocinar. Aquí es donde empiezan los problemas, pues pocas veces he tenido la necesidad de cocinar en casa, así que ahora me tenía que buscar la vida. Previsor de mí, antes de salir de Bilbao me compré un fantástico libro titulado "Cocina fácil para hijos emancipados". Menos risas, porque me ha sacado las castañas del fuego: de ahí saqué las recetas que necesitaba para hacerme un menú semanal a medida, y así no volverme loco en los pasillos del Lidl.
Sí, Lidl. Lidl porque es el supermercado más barato de Holanda y Lidl porque es una marca que, si bien no es la mejor, tiene una buena relación calidad-precio, por no mencionar que es una cadena que también existe en España y, quieras que no, eso siempre te reporta más seguridad. El único incoveniente era no que me quedaba precisamente cerca; de hecho, más tarde descubrí que probablemente era el supermercado que peor me quedaba de toda la ciudad, pues tengo al lado dos Albert Heijn, un Dirk y un Jumbo, por no mencionar el supermercado del campus... pero creo que dejé suficientemente claro que ese no lo quiero ver ni en cola (¿de dónde vendrá esta expresión, BTW?).
Así que, tras andar unos 30 minutos y perderme inevitablemente un par de veces, el simbolito amarillo del Lidl se me apareció como un oasis en un desierto. En seguida descubrí la (otra) contraparte de tantas cualidades buenas de este supermercado: la pluralidad de marcas no van con ellos. Si quería pasta, tenía bastantes variedades entre las que elegir, pero ¡ay, a quién se le ocurra buscar aceitunas rellenas! Como las lentejas, o las tomas, o las dejas, porque sólo existe una opción disponible. Eso sí, generalmente barata... a no ser de que fueras ya a por el vinagre de módena con aroma de manzana, claro está (lo hice).
Y, por supuesto, me dejo el mejor detalle para el final. ¿Cómo se hace la compra en Holanda sin saber holandés? ¡Efectivamente, mirando los dibujos! La verdad es que me salió bastante bien: todo lo que compré resultó ser lo que pensaba que había comprado, excepto por la merluza (el panga no es ni de lejos lo mismo).
Pues nada, después de tirarme toda la mañana en el supermercado con miedo de que cerraran conmigo dentro, finalmente fui a pagar a caja. Sin incidentes. La cosa se puso fea cuando levanté las dos bolsas. Bueno, cuando lo intenté. Debí montar un espectáculo realmente patético aquel día: tirando de las bolsas como si me fuera la vida en ella (ahora que lo pienso, me iba), la espalda arqueada, las venas del cuello en tensión, la frente perlada de sudor... y apenas las había arrastrado un par de metros hasta la entrada. No tenía bici, no tenía esteroides, no tenía transporte público cerca y ni de palo podía cargar esas bolsacas hasta casa... o era a mí a quién iban a tener que cargar seguidamente hasta el hospital. ¿Qué hacer?
Pues cometer mi primer delit(it)o en Holanda. Bueno, mi segundo si tenemos en cuenta el episodio frustrado con el tranvía el día anterior. Me llevé un carro del Lidl. ¿A qué nunca os fijáis qué forma tienen los adoquines de las aceras? Pues vaya si me fijé yo aquel día. Primero, porque no quería encontrarme con la mirada reprobadora de ningún holandesito, así que no despegaba la mía del suelo. Segundo, porque las ruedecillas del carro se atascaban en cada minúscula grieta del camino (por no mencionar que el carro tenía inclinaciones izquierdistas y tenía que ir corrigiendo su trayectoria cada dos por tres a base de derechazos). Y el ruido... yo, que precisamente no quería llamar la atención, ¡Dios, parecía que estaba anunciando el comienzo de la III Guerra Mundial! Por suerte, los holandeses son muy de no meterse en los asuntos de los demás. Por suerte, era la hora de comer, así que había poca gente por la calle. Aun así, nada me libró de las miradas extrañadas y los morros torcidos, incluso un niño bien pequeño me paró y me preguntó algo; pero como no lo hizo en inglés, fue aún más fácil ignorarle. Además, yo iba muy ocupado fingiendo que escuchaba música e inventando una patraña en mi cabeza por si la policía me paraba. Me dio tiempo a crear tres historietas, por si las moscas.
Sin embargo, todo salió bien. Quiero decir que llegué más-o-menos-sano y salvo al campus, una hora más tarde. Fue entonces cuando me di cuenta de la putadita que supone vivir en un primero en este edificio: la primera parada del ascensor está en la entreplanta entre la panta baja y el primero, así que, de todas todas, estoy condenado a subir las escaleras lo que me queda de Erasmus.
Mi idea era meter las cosas rápidamente en la nevera y volver para dejar el carro. Bueno, no era mi idea; de hecho, no me apetecía en absoluto regresar al Lidl, así que remoloneé un ratito. Y, para cuando bajé de nuevo, el carro que había dejado primorosamente aparcado había desaparecido. Y, para ser sincero, mis preocupaciones también, porque nadie podía relacionarme con el carro y, además, estoy seguro de que, como es la manera de ser de los holandeses, alguno lo devolvería en mi nombre. Así que, para cerrar el Caso Carro, concluí que la compra me había costado un euro más de lo que ponía en la factura.
Después de la aventura, dediqué la tarde a descansar y empezar a relacionarme con mis compañeros estudiantes. Cuando estaba haciéndome la comida en la cocina (una receta que incluía manzana, pollo y soja, y que no pienso repetir), me entretuve charlando con Slavads, el lituano, todo un personaje. Una vez perdonado el nombre (con toda probabilidad, criminalmente escrito), resulta ser una persona muy interesante, de esas con las que descubres algo nuevo todos los días. Además, habla un inglés limitado y con un acento muy pronunciado, así que nos es muy fácil entendernos, porque a mí me pasa exactamente igual. Gracias a Slavads, aquel día puede por fin conectarme a Internet, ya que me comentó que otra compañera de piso (Flori, rumana) tenía conexión WiFi y, más importante, no le importaba compartirla.
Así que por fin pude tranquilizar a familia y amigos por igual, chequear Tuenti y Facebook... Bueno, jóvenes del mundo para los que el ratón también es una nueva parte del cuerpo humano, os imagináis lo que supuso conectarme por primera en dos días, con una mudanza de por medio.
Por otra parte, por medio de Flori, me enteré también de que aquella noche iban a organizar una fiesta en el edificio. No tenía ni idea de en qué piso era, de quién la organizaban, de qué se celebraba (si es que se celebra algo en las fiestas Erasmus) ni, sobre todo, de con quién iba a ir. Pero sabía que TENÍA que ir. Nathan, el chino, me recomendó que llevará algo de alcohol, así que me planté en el Jumbo (ni de coña iba a volver ese día al Lidl) y compré unas cervecitas, que siempre son bien recibidas allá donde van, como Tom Hanks (inexplicablemente).
La cena de aquel día fue una pizza. Más bien un intento, porque la compré de horno, pero no se me ocurrió mirar antes si teníamos uno en la cocina. Tenemos ocho fuegos de cocina, dos congeladores, dos neveras, una tostadora, una sandwichera y dos microondas, pero no, no hay un mísero horno. Así que sólo me comí la superficie, la única parte que salió mínimamante hecha. Nuevamente, prometí que al día siguiente comenzaría a cocinar adecuadamente.
Pero lo importante de la cena es que conseguí alguien con quien ir a la fiesta. El lituano y Kevin, el suizo, cenaron conmigo y nos pusimos a charlar de esto y de lo otro. Bueno, Kevin hablaba, porque Slavads (estoy haciendo Copiar y Pegar con su nombre) y yo más bien escuchábamos. Es lo que tiene hablar con Kevin: no es sólo que no se le acaban los temas, sino que habla inglés, francés, alemán, castellano e italiano (como buen suizo), así desde entonces nos quedó claro quién iba llevar el peso de la conversación. Cuando terminamos de cenar, les pedí que me tocarán la puerta cuando fueran a subir a la fiesta, porque hasta que empezara iba a hablar un poco por Skype.
No sé si es que con el ruido de mi conversación (les estaba explicando a mis padres cómo conectar el micrófono, así que podéis imaginaros los gritos que pegaba) no les oí o es que nunca llegaron a llamar, pero terminé presentándome yo solo con mis cervezas en el piso donde más ruido había, deduciendo que ahí se celebraba la fiesta. Parece ser que Flori era la anfitriona (a pesar de que vive 6 pisos más abajo), pero no se quedó a hablar conmigo y se limitó a darme las gracias por las cervezas. Al cabo de 5 minutos de estar estirando el cuello fingiendo que estaba buscando a alguien, finalmente encontré a Slavads y me uní a la conversación como quien no quiere la cosa.
Así conocí a Lulú y a Timo. Luego Lulú resultó ser cubana, y los dos nos sentimos estúpidos por haber estado todo el tiempo hablando en inglés. Bueno, puede que sólo yo, porque ella se maneja estupendamente. Resulta que los dos, Timo (alemán) y Lulú, van a clase con Kevin, así que ya teníamos otra cosa en común y otro motivo para seguir la fiesta con esas dos personas que acababa de conocer.
De hecho, me llevaron a otra fiesta que había enfrente, en otro edificio. Todo hay que decirlo (y así se lo comenté a Flori, cuando me preguntó), molaba mucho más que de la que habíamos salido: esta nueva fiesta estaba distribuida en tres plantas, y cada una ambientada como "Heaven", "Earth" o "Hell", con sus luces, disfraces y decoración adecuadas. Impresionante, la verdad. En "Hell" conocimos a una chica portuguesa y otra española (¡ueeeeeeeh!) que también iban a la misma clase. Evidentemente, yo estaba muy fuera de lugar, pero la verdad es que me importaba poco en esos momentos. Cuando me encontré con la española fue cuando me di cuenta de las ganas que tenía de hablar castellano; sin embargo, aquella noche no iba a poder ser, porque la chica ésta no parecía estar por la labor (por lo menos, no hasta que se acabó TODAS las cervezas que tenía consigo). Con ellas (Timo había desaparecido detrás de una falda corta) subimos a "Heaven" tras un intento de entrar en la abarrotada "Earth". Allí conocí a una chica medio holandesa medio catalana que se me presentó al oírme hablar castellano con Lulú (brand new discovery). Creo que me estuvo contando toda su vida porque se ve que tenía ganas de practicar su castellano, lo que me llevó a perder de vistas a las compañeras de clase de Kevin.
A la conversación se nos unieron brevemente una chica ¿holandesa? y un chico español (bueno, de Barcelona, para los delicados), pero en seguida nos dejaron (más listos que yo). Cuando ya no pude fingir interés durante más tiempo, me excusé con la híbrida, y me puse a hablar con una chica holandesa. Sólo porque estaba bebiendo un vino riojano. Así de fácil es entablar conversación en las fiestas Erasmus. Bueno, pues resulta que esa chica había estado muchas veces en España y me estuvo contando todos y cada uno de sus viajes. Pero esta conversación sí que fue entretenida, pues ella era muy amena y divertida y porque yo ya iba por mi sexta cerveza. Nos despedimos entre promesas de volver a vernos y tal. Lo típico. Pero es que esta vez no caí ni en que ni siquiera nos habíamos dicho los nombres.
Así que cuando la chica esta se fue, me volví a hablar con el chico español que aún pululaba por ahí, pero no surtió efecto, porque el parecía mucho más interesado en ligarse a la holandesa que iba con él. Por suerte, ella era lo bastante inteligente como para darse cuenta, pasar de él discretamente y darme conversación, por lo que él tuvo que dejar de restregarle la cebolleta y hacer algún intento por meter baza en la conversación.
Me invitaron a bajar con ellos a "Earth", donde me despidí no sin cierto alivio porque me encontré nuevamente con Slavads, que me estuvo contando sus últimas peripecias (él iba más de 6 cervezas). Pronto le perdí de vista, pero entré en un acalorado debate sobre el estado higiénico de los baños del piso con una sueca, y de nórdicas pasé a bálticas, pues estuve un rato largo charloteando con una compatriota lituana de Slavads muy guapa.
Sin embargo, si no estás con Kevin, los temas de conversación se van acabando, así que me dispuse a marchar ya para casa cuando por el camino me encontré con Lulú y demás, que me arrastraron de vuelta a la terraza de "Earth". Aguanté poco con ellas, pues, a esas alturas de la noche, ya me estaba costando respirar, así que, arriesgándome a perderme de nuevo (qué valiente que soy...) bajé abajo a tomar el aire a la calle. Pero ¡sorpresa!, ahí estaba Slavads de nuevo.
A Slavads (10 cervezas, diría yo) y su nuevo amigo lituano (8 cervezas, más o menos) no pareció molestarles tener que hablar en inglés en vez de su propio idioma. Así que, tras compartir mi última cerveza, volvimos a la fiesta original en mi edificio, donde me encontré a alguno de mis compañeros de mi piso: Giulia (italiana), Ilyana (búlgara) y Ricky (americano). Flori me imagino que aún seguiría por ahí, como buena anfitriona. Nathan (chino) casi me mata del susto del abrazo que me dio al verme ("Where have you been? I've looking for you!").
A pesar de todo, la fiesta estaba un poco parada y ya me estaba pasando el efecto de las Amstel (es el río que circula por Amsterdam, para quien no lo sepa), así que aproveché que Giulia se encontraba mal (ese "mal") y se bajaba para nuestro piso para volver yo también a mi habitación, que la cama me venía llamando desde hacía rato.
No sé, creo que debí pasármelo bien, porque volví bastanta tarde, pero sin duda fue una de las fiestas más curiosas en las que he estado nunca. No sé ni cómo recuerdo aún lo que hice a lo largo de la noche y, sobre todo, con todas las personas que estuve. Porque eso sí, conocer gente, conocí. Y eso fue sin duda lo más divertido de todo: dejarme llevar de esa manera, conocer tantas historias, escuchar tantas anécdotas y compartir las mías (incluida la del infame carro del Lidl)... Jamás me ha importado tan poco dónde estaba ni con quién. Aunque sólo fuera por una noche y a muchos de ellos no los vuelva a recordar jamás.
Evidentemente, el domingo dormí hasta el mediodía. Cuando salí de mi habitación para cocinarme algo que le apeteciera a mi sensible estómago resacoso, me encontré con una mejorada Giulia. Resulta que ella también estudia Derecho y compartíamos una misma asignatura, así que me alegré de ir el primer día a clase con alguien mínimamente conocido. De lo que no me alegré tanto fue del trabajo que teníamos que haber presentado para el viernes anterior, en palabras de Giulia.
¿En qué universidad DEL MUNDO te mandan trabajo antes siquiera de haber empezado las clases? ¿Y en serio para el viernes? ¿Dejándonos el fin de semana libre? Aunque de esto último no me voy a quejar, claro está. En fin, que me pasé todo aquella turbia tarde descifrando el libro que me dejó mi nueva amiga Giulia, con la idea de presentar algo (aunque fuera tarde), acompañado de una excusa convicente.
La primera asignatura en mi vida que curso en inglés. El primer libro de texto en inglés. La primera asignatura que me gusta en mucho tiempo. El primer trabajo a presentar. El primer domingo de resaca. NO es una buena combinación.
A esto hay que añadir que tuve aún menos tiempo de lo normal para las 96 páginas que debia leerme antes de empezar el trabajo porque aquella tarde tuvimos REUNIONES DE LIMPIEZA. ¿En qué consisten? Por lo que pude comprobar, en una reunión tensa de un grupo de personas que apenas se conoce para preparar unos turnos que ninguno quiere cumplir. Por suerte, después vino Kevin, y el ambiente fue más distendido. Hasta nos hicimos una foto todo el piso. Así que al final llegamos a algo parecido a un acuerdo y nos comprometimos a subir un calendario de limpieza a nuestro recién creado grupo de Facebook. Paparruchas: llevo aquí ya 3 semanas y no he limpiado ni una sola vez. Ni yo ni nadie.
Pero, bueno, one way or another, terminé el trabajo y lo subí. Y qué queréis que os diga, creo que debería tener más resacas, porque el profesor no sólo me aceptó el trabajo entregado con retraso, sino que me puso un "Very good". I pat myself on the back =)
Además, en aquellas reuniones de limpieza y, en general, a lo largo de todo el fin de semana, comencé a conocer a mis compañeros de piso, mis futuros amigos, y sobre todo, las personas con las que voy a compartir gran parte de esta experiencia única los próximos 5 meses.
- Metedura de pata del día: si vas a hacer la compra, asegúrate de tener una forma de llevarla a casa, no te vayas a dejar los nudillos. Vigila lo que compras y CUÁNTO compras.
- Moraleja del día: si se celebra una fiesta, DEBES IR. Si se celebra una fiesta en tu primer día, CON MÁS RAZÓN debes ir. Depende del contexto, las fiestas unen a las personas más que una conversación delante de una taza de café. El Erasmus es ese contexto.
- God bless: el WiFi.
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