Día 9: la soledad y sus remedios
A estas alturas de la semana, aún tenía mil cosas que hacer: que si agenciarme un móvil holandés, abrir una cuenta bancaria, registrarme en ESN... Pero cada vez se me iba haciendo más y más difícil todos estos recados que, al principio, acometía con la ilusión del joven que se va haciendo adulto. Y es que todo lo hacía by myself, on my own... alone.
A ver, la verdad es que en Bilbao también suelo hacer todos los recados yo solo, porque lo hago todo mucho más rápido y sin tener que estar a la espera de nadie (mis amigos son de los que se hacen esperar, desgraciadamente). Pero allí tengo la seguridad de que, en cuanto termine con mis cosas, ellos están al alcance de una llamada o un guachap (no pienso ponerme a descifrar cómo se escribe esa palabra). Y aquí no tengo ese apoyo, lo que supone una gran diferencia.
Los primeros primerísimos días era fácil porque no paraba ni un segundo, no pasaba por casa apenas y, cuando finalmente llegaba a última hora de la tarde, estaba demasiado agotado como para pensar. Entonces también era cuando menos gente conocía, pero, como he dicho, resultaba más sencillo.
Tres semanas más tarde, la cosa ha cambiado. Conozco ahora mucha más gente. La cosa es que ahora ya tengo un grupo más o menos estable con el que salir cuando algún plan se tercia y ahora, cuando estoy solo, es porque QUIERO estar solo, y no porque no haya nadie con el que juntarse. Obviamente, no es un grupo de personas tan fiable como puede ser "mi gente" (como dirían un señorito andaluz que me viene a la mente) de Bilbao, pero es más que suficiente por el momento, saber que cuentas con más personas y que ya no dependes exclusivamente de ti mismo para todo: tienes alguien más con el que contar.
Sin embargo, al final de aquella primera semana, las amistades aún no se habían fraguado (¿por qué cada vez que leo/escribo esta palabra pienso en "El Señor de los Anillos"?), quizás precisamente por mi necesidad de hacer todos los recados yo solo, ahora que lo pienso. El caso es que este noveno día ya le empezaba a dar vueltas a la cabeza (cosa muy habitual en mí, ¿verdad?), pensando en que necesitaba relacionarme con alguien más allá de los encontronazos en los pasillos y las puntuales comidas en la cocina común.
Como caído del cielo, la italiana decidió que quería ir al pub horlandés (irlándes-holandés, ¡vivan los juegos de palabras!) e invitó a juntarse con ella a todo el que quisiera. El tema es que ella, además de la más outgoing de todo el piso, había venido de Italia con una amiga, así que nunca ha estado realmente sola. No hay ni que decir que yo fui el primero en apuntarme. ¿Qué triste resulta la búsqueda de calor humano cuando uno la cuenta en primera persona, no?
Pues nada, ahí nos juntamos en el bar las italianas, el americano (que me da en la nariz que sentía exactamente lo mismo que yo) y yo. ¡Pero vaya cara que se me puso cuando propusieron jugar a los dados! No había jugado en la vida. Aclaración: no es una actividad muy habitual en Bilbao. De hecho, en pocos bares he visto yo una diana colgada de la pared.
Bueno, pues jugamos por parejas, y que conste que la primera vez perdimos, pero la segunda no (valeeeeeeeee, ganamos por un punto). Incluso les dejé impresionados con mi primera tirada: exactamente en el centro de la diana. Eso es "suerte del principiante" y lo demás es tontería: voy a cobrar derechos de autor. Nos reímos de Giulia (obviamente, la italiana) cuando en una tirada sacó una puntuación de 1 punto. Y yo me reí aún más fuerte (qué remedio me quedaba), cuando conseguí el discutible récord de empeorar esa puntuación: efectivamente, tirar dos veces los dardos y obtener 0 puntos. En fin, menos mal que era la happy hour y la cerveza corría (casi) gratis. Nunca más hemos vuelto a jugar a los dardos: creo que tienen miedo de que me quiera superar y acabe dejándolos tuertos.
La típica diplomacia pies-de-plomo (concepto de mi invención, sí) también estuvo presente aquel día: "¿Qué os parece si jugamos a dardos?" "Fine, good, as you guys want, cool", "¿Nos sentamos ahí?" Fine, good, as you guys want, cool", "¿A quién le apetece otra cerveza?" "Fine, good, as you guys want, cool". Sabéis a qué me refiero.
Pero, a pesar de ello y de mi sobresaliente puntería, me lo pasé estupendamente, y ese era el objetivo de aquella noche: disfrutar en compañía.
¿Pero qué mal suena eso, no?
- Metedura de pata del día: recuerda que la pared no es parte de la diana, y no te dan puntos por acertar en ella.
- Moraleja de día: estás de Erasmus, lo que significa que no hay lugar para pensamientos grises. Los primeros días son duros para todos, pero después las fiestas se acumulan para compensar. ¡Piensa verde!
- God bless: ¡Itaaalia! (léase gesticulando con los dedos, como buen italiano hijo de máma).
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