Día 8: la necesaria visita a IKEA y reflexiones sobre el castellano.
No podía ser de otra manera: como pretenda vivir 5 meses envuelto en el blanco nuclear de esta habitación, Juana la Loca se iba a quedar corta a mi lado. Por suerte, IKEA está en todas partes y, por supuesto, en Ámsterdam también. Además, compre lo que compre va a pegar con la habitación si o sí, porque, como ya dije, DUWO ya se encargó de comprar previamente en esta cadena al por mayor... ¡Hey!, ¿os imagináis cómo transportarían los muebles de cientos y cientos de habitaciones hasta Uilenstede? Debió ser todo un espectáculo.
Por suerte, el metro me dejaba exactamente delante del edificio; no como en Bilbao, que tienes una buena caminata desde la estación más cercana. Sin embargo, los viajes en transporte público se me siguen haciendo incómodos. No estoy tranquilo nunca, siempre a la espera de que el revisor asome la gorra en mi vehículo. Será porque no pago, pero es que creo que ya se ha convertido en una cuestión personal entre la OV-chipkaart y yo: no nos entendemos ni queremos entendernos. Aunque sé que al final seré yo quien ceda, pues no estoy dispuesto a arriesgarme a una torticolis por estar todo el semestre vigilando en qué parada tengo que salir precipitadamente del tranvía/metro. He visto una oferta interesante que incluye 40% de descuento en el tren; puede que así sea menos duro dar mi brazo a torcer.
Como iba diciendo (a estas alturas, habréis podido notar que irme por las ramas es una constante en mí), llegué a IKEA a primera hora de la mañana, con mi lista de la compra en uno de mis siempre fieles post-its. Encontré absolutamente todo lo que buscaba y a un buen precio, así que no se puede decir que fuera una mañana en balde. A pesar de todo, tuve que hacer una criba final para ver qué es lo que realmente necesitaba y, sobre todo, qué merecía la pena CARGAR hasta el metro, porque no me iba a pasar otra vez como en el Lidl (¡Dios!, aquella experiencia debió marcarme de verdad).
Entre las cosas que compré me siento orgulloso del juego de sábanas que elegí, sin tener ni idea de que realmente no eran sábanas, sino una funda de nórdico que, afortunadamente, coincidía con las medidas del mío (de las que, efectivamente, no tenía ni zorra). También me compré unos cojines a juego, así que ya tengo una cosa más que tachar de la lista de "Cosas pendientes antes de morir" (pero que friki que soy a veces, ¿no?). La lamparita con la que me hice era una necesidad: cuando se esconde el sol, que, por cierto, me entra a raudales por los ventanales que ocupan toda una pared de la habitación, esto se parece al sobaco de un grillo, pues las luces que venían con el alquiler no es que alumbren mucho que digamos. Tanto necesitaba la luz que, apartándome por un momento de mi política de "Haz-el-favor-de-comprar-todo-de-colores-brillantes-para-darle-un-poco-de-vida-a-esa-habitación", me compré la lámpara de color BLANCO, para que la luz traspasara mejor el cristal. Mi otra adquisición fueron unos pequeños espejos, a los que han dado más uso las chicas de mi piso que yo mismo. Fue muy curioso que entraran en mi habitación a pintarse como Pedro por su casa (ningún problema, todo sea dicho) justo cuando estaba skypeando con mi tía: su comentario al respecto incluía las palabras "Sodoma" y "Gomorra".
Sin embargo, por mucho que me quiera a mí mismo (mucho, mucho), hay que decir que las visitas a IKEA en soledad son bastante aburridas, nada que ver cuando voy con mis padres o mis amigos. El (obligatorio) pasillo a recorrer, imposible de atajar, se hace jodidamente largo..., sobre todo cuando la mayoría de las cosas que tenía en mi lista se encontraban al final del recorrido. ¿Cuánta gente hoy en día compra camas de dosel?
Por suerte, no llevé el dinero justo, porque no había tenido en cuenta el 19% de IVA. Creo que en España ahora está en el 21%, ¿no? No lo recuerdo, no he comprado nada allí desde julio; y recordadme que no lo haga en el resto de mi vida. El camino de vuelta no se me hizo demasiado pesado, la verdad: mi querida biclicleta me esperaba en Amsterdam-Zuid y nos lo pasamos genial intentando no chocar contra nada, cosa en absoluto difícil teniendo en cuenta que llevaba las dos bolsa(ca)s de IKEA colgadas del manillar. Un nueva entrega del espectáculo gratuito que soy yo.
Tras arreglar un poco la habitación y tal, por la noche salí con los de mi piso a una barbacoa que organizaba el café del campus. Me encanta salir de fiesta en el propio Uilenstede: siempre te encuentras con alguien conocido y, además, estás a tiro de piedra de la habitación, así que siempre puedes volver a por una chaqueta.. o a por una almohada. La verdad es que tampoco me quedé mucho tiempo, porque la gente no estaba demasiado animada, y la hamburguesa tampoco.
Pero el ratillo que estuve, me topé con una chica española que me encontré en una de mis frecuentes al supermercado hacía un par de días. La verdad es que no sé ni cómo me dirigió la palabra. Yo me hubiera rehuido, porque la manera en que la abordé aquel otro día: "¿De dónde eres?, ¿cómo te llamas?, ¿qué estudias?, ¿vives en Uilenstede?, ¿conoces más españoles?". Todas las preguntas del tirón. Que queréis que os diga, llevaba tres días enteros sin hablar castellano y, por entonces, necesitaba conocer más gente. Ya hablaremos en otra ocasión del SSE (Síndrome de la Soledad Erasmusítica).
Pues resulta que esta chica estaba con todo un grupo de españoles (unos 10). Me presenté, estuvimos hablando un rato de las chorradas típicas que son habitualmente el tema de conversación con la gente que acabas de conocer, les pedí el Facebook y me despedí pronto. Se me habían quitado todas las ganas de conocer españoles.
Es que siempre hacemos lo mismo, y somos la única nacionalidad en lo que lo noto: sólo nos juntamos con personas que hablan nuestro idioma. Es cierto que todos tendemos a acercarnos a personas con las que compartimos más cosas (el idioma o el humor, por ejemplo), pero ¡por Dios, un poco de riesgo! Ya me lo ha comentado también mis compañeros de piso y, probablemente, tengan toda la razón. Los españoles somos los europeos que peor hablamos inglés, pero no creo que eso sea suficiente excusa para montarnos voluntariamente un gueto. ¿Qué pasó con el "Never again"? Nos reviste de una imagen de incultura e ignorancia que no nos merecemos, pero nosotros tendemos a perpetuarla. Así que, por todas estas razones, mis ganas de hablar castellano cedieron automáticamente a mis esfuerzos por hacer del Erasmus una enriquecedora experiencia intercultural. Llamadme esnob.
Por lo que parece, la fiesta no se acabó aquel día, porque, en cuanto llegué a casa, el suizo me arrastró en seguida de nuevo a la fiesta, pues él salía en ese momento del piso y no sabía dónde estaba. Ya me dirás tú lo difícil que es encontrar el único café de Uilenstede. Pero la verdad es que me entretuve más de lo imaginado esta vez, pues ahora estaba tocando un grupo en el improvisado escenario que les habian montado enfrente del pub. Apenas eran unos adolescentes, ¡pero cómo versionaban los clásicos de los Red Hot! Nos tenían locos a los universitarios.
Así que aquel día se me volvió a hacer tarde. Al igual que el inglés (debería, por lo menos), una constante en cualquier Erasmus.
- Metedura de pata del día: asegúrate de que los cojines que compres no contengan mensajes que te avergüencen en visitas inesperadas a tu habitación, de las que no te dan tiempo a darle la vuelta al cojín
- Moraleja del día: no tendrás que comprar bolsas cada vez que vayas al supermercado/IKEA si te acuerdas de llevarlasde casa. Yo no lo recordé durante toda la primera semana. Las baldasde mi habitación son testigo.
- God bless: la globalización que permite tener un IKEA en cada ciudad de destino Erasmus. ¿O las universidades lo tienen en cuenta al firmar los convenios de educación?
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