Día 6: la bicicleta
¿Qué eres en Ámsterdam sin bicicleta? Un ciudadano de segunda.
No llevaba ni una semana en Holanda y ya llevaba notando la necesidad de una bicicleta desde el primer día... sobre todo aquel día con el carro del Lidl. Pero es que la ciudad está completamente diseñada para ellas: no es sólo que tengan sus propios pasos de cebras y semáforos, que encuentres un aparcamiento para bicicletas por doquier o que te puedas encontrar un bidegorri donde no hay acera, sino que además tienen una prioridad absoluta. Sí, todos lo hemos escuchado alguna que otra vez. Pero hay que ser-casi-atropellado (varias veces) para comprender la magnitud del fenoméno. Los peatones deben estar atentos tantos a coches como a bicicletas e incluso los primeros tienen en ocasiones mucha menos prioridad que éstas.
Por todo esto se me hizo muy cuesta arriba (y nunca mejor dicho) comenzar a utilizar la bicicleta de nuevo, pero porque llevaba 10 años sin subirme a una, tras un incidente en mi infancia que incluía una iglesia, los restos mortales de una bicicleta y una brecha en la frente; y sí, es cierto, andar en bicicleta no se olvida nunca. Sin embargo, ¡ay de ti como no conozcas las reglas de circulación: no te olvides de señalizar siempre a dónde vas a girar (aunque yo siempre me siento un poco estúpido cuando resulta que no hay nadie detrás...), adelanta sólo si es imprescindible y no, curioso, pero no, no es necesario que lleves casco. No he visto uno en lo que llevo en Holanda, ni siquiera los venden, creo.
¿Cómo definir la relación de los holandeses con la bicicleta? Yo diría que es una extensión de su cuerpo; de hecho, creo que ya nacen con las piernas arqueadas y todo. Lo cierto es que la plana Ámsterdam invita a utilizarla, pero para ellos no es sólo un medio de transporte, es una forma de vida. No creo que puedan concebir su día a día sin la bicicleta. Ahora, en mi caso incluso, en los escasos días que la dejo guardada, la echo de menos. De hecho es automático, salir de casa y dirigirme al cobertizo.
Los primeros días me quedaba flipando: mientras yo intentaba no chocarme contra cada árbol del camino (es en estos momentos cuando te das cuenta de lo verde que es Ámsterdam), los holandeses en bicicleta hablan por el móvil, como un helado, se atan la chamarra... Estoy seguro que un día me voy a encontrar a alguno que irá leyendo mientras pedalea.
En fin, pues tras investigar durante el fin de semana dónde comprar una, Waterloo Plein (sí, como la canción de ABBA, pero creo poder afirmar con seguridad que la canción es posterior...) fue la elegida. En esta inmensa plaza, localizada en el centro de Ámsterdam entre el Museo Rembrandt y un canal (cómo no) se celebra a diario un mercadillo con todo tipo de objetos de segunda mano. Pero yo tenía mi objetivo aquella mañana, así que dejé de lado todo lo demás, me calce mis botas de regateo y me puse manos a la obra.
Había tres o cuatro puestos de bicicletas, todos regentados (y "regentados" es demasiada palabra para ellos) por unos individuos de, cómo decirlo finamente, dudosa reputación. Tras 2 horas de consultar precios, apretar frenos, probar marchas y hacer como que entendía de bicicletas para que no me timaran, finalmente conseguí una bicicleta decente, suficientepara unos pocos meses (esto es, de 23893832 mano, oxidada y sin timbre siquiera), por 65 euros, candado incluido. Todo el mundo me ha dicho que es el precio más bajo que han oído nunca, lo que no es buen augurio, porque junto con la carcajada maligna con la que me despedió el vendedor, miedito me da lo que compré. Sin embargo, de momento no he tenido de qué preocuparme. No es una estilizada bicicleta como la de los holandeses de pro y no la voy a presentar al V Certamen de la Bicicleta Más Bonita de Ámsterdam (estoy seguro de que este concurso existe de verdad), pero estoy contento con lo que compré.
De hecho, esta fue mi segunda opción, porque ya había elegido otra... pero resulta que mis pies no llegaban al suelo, malditos sean mis genes. Ahora que lo pienso, creo que le hice pasar una mañana muy divertida a aquel vendedor. Le cobraré los royalties.
Pues nada, llegaba yo a casa tan contento con mi nueva adquisición (nueva es un decir) cuando me comunicaron que me había salido barata porque todas las bicicletas a la venta en Waterloo Plein eran robadas. Incluso recién robadas. Aquí es cuando pensé lo de "Ya decía yo que los de los puestos tenían mala catadura". Si es que lo mío no son prejuicios, es intuición.
En fin, la verdad es que esa información me la resbaló bastante aquel día, porque estaba más interesado en sacarle el máximo partido a aquella bicicleta (sin dejarme los piños en el intento) y sentirme así como un holandés más..., aunque, en consecuencia, un holandés menos circule ahora por los bidegorris.
- Metedura de pata del día: las bicicletas no se mantienen de pie por arte de Birlibirloque, así que, si eres tan torpe de tirar una, asegúrate de que no estén todas en fila o, al menos, de que el efecto dominó durante lo suficiente como para salir por patas.
- Moraleja del día: busca y rebusca entre los puestos, pregunta todo, aseguráte de que tenga todas las piezas, pruébala y regatea hasta dejar a las verduleras a la altura del betún.
- God bless: ¿los holandeses que no ponen candado a su bicicleta?
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