Día 36: descubriendo Ámsterdam (el Barrio Rojo)
Y por fin llega la entrada más esperada por todos: el (incorrectamente) infame e internacionalmente famoso Barrio Rojo de Amsterdam, uno de los rincones más abiertos y tolerantes de todo el mundo. Sin embargo, vayamos paso por paso.
Mi ruta de aquel día comenzó donde la dejara la vez anterior, cerca de la plaza Spui. La calle principal que discurre paralela a la plaza se llama Rokin; bueno, se llama Rokin al sur de Dam, porque al norte la misma calle recibe el nombre de Damrak, en la que estuvimos ayer. Se ve que los amsterdammers aplicaron toda su originalidad a las calles y, para cuando empezaron con las iglesias, ya habían perdido fuelle (Oude Kerk- Iglesia Vieja, Nieuwe Kerk-Iglesia Nueva, Zuide Kerk-Iglesia del Sur, Westerkerk-Iglesia del Oeste... y un largo etcétera).
Cerca de la estatua de la popular Reina Guillermina (los holandeses por regla general han querido más a sus reinas que a sus reyes), se encuentra la cafetería B&B, un local moderno, joven y rojo (le gustaría a la señora de la tienda de ayer), que prepara estupendos y baratos sandwiches de mediodía y unos chocolates calientes bien hermosos. La colección de muffins que tienen también es muy atractiva. De hecho, junto al mostrador tienen puesto un balde, porque ya están hasta el gorro de tener que fregar las babas de los clientes. Cada vez que voy, pido uno distinto, en mi afán de hacerme con todos (sí, como los Pokemon). Pensaba que al final me iban a conocer, pero ¡sorpresa, es una cadena!, así que puedo ir alternando de establecimiento. También hay uno cerca del Holland Casino y otro enfrente de Amsterdam Centraal, creo recordar. En fin, y que KFC se haga llamar también "cadena"... A todas mis visitas las traigo a desayunar o a comer aquí.
Justo enfrente del B&B encontramos las obras del metro que conecta el Norte con el Sur de la ciudad. A diferencia de España-siempre-en-obras, donde si te cortan la calle, te la cortan por un año y te jodes, en Amsterdam han hallado una forma de compensar en cierta manera a la ciudadanía por las molestias que las obras puedan causar: han abierto las obras al público, y, así, el obrero de turno te realiza una peculiar visita turística por el enorme socavón que se extiende por gran parte de la calle Rokin. Repito, en cierta manera. Es otra forma de ver Amsterdam, algo más subterránea, diría yo; no con menos luz, la verdad, sobre todo si te pilla uno de esos días nublados en los que necesitas primáticos para verte las puntas de los zapatos.
Cruzando por el puentecillo junto a la estatua de Mina (ya con confianza), los amelienses se quedaran encantados con el pequeño molino giratorio apuntalado en un edificio próximo. Parada obligada. Junto a él se encuentra el Allard Pierson, un recogido museo de historia y arqueología, que, sin embargo, alberga muchos tesoros insospechados sobre culturas que, en principio, no tuvieron ningún contacto con Holanda. Así, te puedes encontrar desde etruscos hasta chipriotas, pasando por momias egipcias. La verdad es que no disfruté demasiado del lugar y, aunque me gustan muchos estos temas y el museo era 1. 000 veces más interesante que el Amsterdam Museum (tampoco es muy difícil, todo hay que recalcarlo), aquel día iba con las expectativas puestas en el Barrio Rojo en sí, así que las culturas muertas me dejaron un poco frío en ese momento. Por no comentar que casualidad aquel día el Museo recibía una visita de estudiantes de instituto. Y ni siquiera los holandeses saben comportarse todo el tiempo en museo. Menos mal que me marché pronto, porque a la salida me encontré con otra excursión... ¡de niños de primaria! ¿Quién elige las excursiones escolares en este país?
En la confluencia de los dos principales canales del Barrio Rojo (Oudezijds Voorburgwal y Oudezijds Achterburgwal), mucho más al sur de donde se encuentra la razón por la que le llaman rojo, se encuentra encajonada la Facultad de Derecho de la Universiteit van Amsterdam, la principal universidad de la ciudad. En su momento, entré para echar un vistazo a la competencia, pero no quedé muy impresionado por la universidad en sí, sino más bien por su ubicación. A la facultad se accede por medio de un claustro, en cuyos soportales se organiza a diario un pequeño mercadillo de libros de segunda mano. El jardín interior del claustro es hasta bonito, con sus árboles, su verde y su estatua central. Nada que ver con los enormes jardines de la Universidad de Deusto y sus claustros cupulados (y he dicho "cu-") que aún tengo que ver, por cierto.
La cultura y la educación dan paso a otro tipo de "educación" si seguimos calle arriba. Y es la que te proporciona el Museo del Hachís, la Marihuana y el Cáñamo, el otro gran timo turístico de la ciudad, si recordáis el Sexmuseum que comentamos el otro día. Si os hace gracia el museo, que os la haga desde fuera, porque desde luego que no merece la pena pagar para verlo (muy acertadamente, la Museumkaart tampoco es válida aquí). El Museo es propiedad de una compañía dedicada a la compraventa (legal) de marihuana y demás, como la mitad de los establecimientos de esa calle: entre coffee shops, el museo, el centro de información, la galería del museo... Vamos, los amos de la calle, literalmente. El Museo fue cerrado el mismo día en que se inauguró, pero el dueño apeló y consiguió mantenerlo abierto... Estoy seguro de que el Juez de turno habría fallado de otro modo si hubiera echado un vistazo a su interior: es mortal, mortalmente aburrido. De hecho, el dueño se pasa la mayor parte del año viajando por el mundo, supuestamente recolectando por las diferentes partes del globo diversos artefactos relacionados con su hierba favorita, aunque yo creo que le da pereza volver a su propio museo...
A ver, a los espabilados de turno, no te dan nada para probar, eso es en el museo de la cerveza (Heineken Experience), y sólo si te coincide la happy hour. Pero de aquí vas a salir sabiendo muchisísimo sobre la historia de la hierba y sus múltiples utilidades..., aunque yo aún sigo sin diferenciar hash y marihuana. Muchas cosas se han dicho sobre esta planta a lo largo de los años y muchas posturas se han tomado a favor en contra... y parece que todas están recogidas en este museo. Quizás sea de destacar las citas de los Presidentes de EE. UU. al respecto (incluido Obama), pero, en general, ya os digo que es más una curiosidad que un tiempo bien invertido. ¡Está en pleno Barrio Rojo, SEGURO que hay algo más interesante que ver!
Yo fui durante el día, y ya se notaba movimiento (por favor, si me pararon hasta A MÍ) y es que desde que amanece apetece. Por cierto, los lunes a la mañana es el horario que prefieren los clientes ingleses, los más habituales. Por si queréis practicar inglés, vaya. Pero es de noche cuando mejor se aprecia el Barrio Rojo en toda su sordidez: las calles están llenas (de turistas), las ventanas están iluminadas (de rojo, obviamente) y las prostitutas se restriegan contra los cristales con intenciones supuestamente provocativas, unas con más salero que otras. Aunque muchas no se despegan del móvil hasta que no ven un cliente prácticamente (y literalmente) encima de ellas. Los escaparates son pagados por las prostitutas, llegando a desembuchar hasta 150 euros/hora, dependiendo de la zona. Y a las interesadas (e interesados, que esto es Amsterdam, recuerdo), sabed que no hay prostitutos. Por lo que he leido, hicieron un experimento hace unos años, pero los tuvieron que "retirar" el mismo día, pues las propias prostitutas se quejaron al considerarlo DENIGRANTE. Con dos huevos. Por cierto que todos los clientes que tuvieron los chicos fueron otros hombres. La verdad es que no me imagino a una mujer regateando el precio del chico al pie de su ventana, como sí he visto hacer a varios hombres.
Y el consejo de turno, por supuesto: por mucho que apreciéis vuestra cámara, os puedo asegurar que las prostitutas aprecian aún más su dignidad e intimidad. Puede que resulte enrevesado de entender, sí, pero os puedo asegurar que las tienen muy arraigadas y nada las va a detener para salir de su ventana y estrellaros la cámara contra el suelo como se os ocurra enfocarlas directamente (siquiera desde la misma calle). Y para eso sí se despegan del móvil, desde luego.
Por otro lado, la verdad es que el Barrio Rojo en sí no ha gustado a todas mis visitas. No sólo porque es bastante sórdido y porque te encuentras lo peorcito de la ciudad deambulando por las calles (o los canales, si han bebido demasiado), sino porque más allá de la originalidad de la puesta en escena, no dejan de ser mujeres que están vendiendo sus cuerpos, por mucha democracia con la que se revista el asunto. Además de hacerme sentir violento (lo que seguro es cosa mía y de la educación que he recibido), no dejo de preguntarme cómo habrán llegado allí y en que situación estarán que se ven obligadas a exhibirse como productos de una tienda de mala muerte.
Si consigues salir ileso de las calles principales y, sobre todo de los callejones atestados de ventanitas, como Stoofstraat o St. Annenstraat (hay que tener mala leche para dedicarle una calle a una santa AQUÍ), a la derecha se puede apreciar la Oude Kerk, la Iglesia Vieja de Amsterdam, que data de principios del siglo XIV. Si por fuera ya parece grande, por dentro sorprende su luminosidad y calidez, aunque, claro, estando inmersa en pleno Barrio Rojo, tampoco esperaba menos... calidez. De hecho, durante varios años, delante de la iglesia, y al lado de las ventanas de las prostitutas afroamericanas (porque también se reparten por gustos), había abierta una guardería. Pero ni siquiera la tolerancia innata de los holandeses podía mantener aquello. Lo que sí pidieron expresamente que se mantuviera fue a "Belle". "Belle" es la estatua de una prostituta que un día apareció misteriosamente frente a la Oude Kerk; sin embargo, después de que la policía la retirara, fue exigido por aclamación popular que se mantuviera tal cual. Y así ha sido. La que es más incierta es la historia del adoquín contiguo a "Belle", también enfrente de la iglesia: representa una mano de hombre sobando una teta. La teta de la Reina, según los rumores, pero yo no me ofrezco voluntario para comprobarlo.
- Metedura de pata del día: en Amsterdan siempre te ofrecen el chocolate caliente con nata. Lo que no te ofecen es mantener el precio de la bebida: siempre te cobran más, aunque (sobre todo) si no te lo dicen.
- Moraleja del día: que los reflejos de las ventanas y las luces rojas no te cieguen. Estas mujeres están trabajando, pero no creo que se lo estén pasando bien. Es vergonzoso y humillante que vivamos en una sociedad en la que existan mujeres que no tengan más opción que dedicarse a la prostitución. Dice mucho de esta democracia de la que nos enorgullecemos ante otros países a los que llamamos "subdesarrollados".
- God bless: mis pantalones naranjas. Estoy seguro de que hicieron dudar a unas cuantas prostitutas de si dirigirme la palabra iba a resultar efectivo o no.
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