Viajar con amigos
Viajar es una de las mejores que cosas que hay. Hay algunos factores que lo hacen aún mejor: 1) viajar siendo jóven -porque no es lo mismo ir a la aventura, siendo descuidado, sin miedo, queriendo ahorrar cada céntimo, aprovechando cada descuento, haciendo turismo de calle, que cuando viajas de luna de miel o de jubilación- y 2) viajar con amigos. Viajar con tu familia también es genial pero, dejando a un lado la cuestión de que el turismo nocturno no será lo mismo, con la familia siempre vas un poco más cómodo; tus padres resolverán el transporte, pagarán los restaurantes, se quedarán en un piso o en un hotel, etc. Por supuesto, que es más cómodo, pero la aventura de no dormir una noche para no pagar un día más de hostal, de caminar para ahorrar en transporte público, de pasar el día comiendo bocatas para no perder mucho tiempo en cada comida, es parte de una experiencia que te marca. Y cuando haces todo eso con amigos, no sólo es más divertido, sino que los une muchísimo y creas lazos distintos a cualquier otro tipo de vínculo. Compartes el cansancio y la alegría, disfrutan juntos vistas que te hacen sentir filosófico y, sobre todo, descubren juntos el mundo.
Una parte muy importante del Erasmus es viajar. Y creo que es justo decir que hay dos tipos de erasmus viajeros: los que les gusta viajar solos y los que les gusta viajar en grupos. Esto no implica que los primeros sean ermitaños y los segundos no soporten estar solos; tiene mucho que ver con el tipo de turismo que nos gusta hacer. Los solitarios -sólo por llarmarlos de alguna manera- quieren aprovechar cada minuto del día: se despiertan temprano, se alistan rápido, no pierden tiempo comiendo o comprando souvenirs, saben exactamente a donde quieren ir antes de empezar el viaje y buscan los puntos de interés antes de salir para no perderse, si salen de fiesta igualmente se despiertan temprano al día siguiente para seguir con el turismo. Normalmente, los solitarios no se sienten cómodos en grupos grandes porque les hacen perder tiempo; no les gusta obligar a la gente a seguir su ritmo pero tampoco piensan cambiar su itinerario para complacerlos.
Los que van en grupos -perdonen mi falta de creatividad- disfrutan de la ciudad que visitan, pero más aun de la compañía de sus amigos; se toman un tiempo de sobremesa después de cada comida para comentar los acontecimientos del viaje; normalmente se despiertan tarde -porque no se puede viajar estando cansado-; se toman su tiempo para estar listos; revisan el mapa cuando ya están en la calle y casi siempre se pierden para llegar a sus destinos y luego se ríen de todo lo que sale mal; se toman mil fotos en cada lugar que visitan -hay que considerar que para esta clase de viajeros es un logro llegar a cada punto turístico-; su turismo suele abarcar no sólo castillos, parques e iglesias sino también tiendas de ropa y de souvenirs; la vida nocturna es de vital importancia y, por lo tanto, no se sienten mal si al día siguiente pierden toda la mañana en el hostal.
Uno no es mejor que otro. Ambos se divierten, pero de manera distina. Los solitarios pueden viajar en grupos, siempre y cuando sus compañeros tengan las mismas características y funcionen bien en equipo. Es cuando se mezclan que los problemas pueden venir; aún así, cuando estás entre amigos, no importa a qué "bando" pertenezcas, siempre hay una manera de resolverlo.
Recientemente viajé a Viena y Praga, y ya les he contado de la logística y los sitios que visitamos, pero no he dicho nada de cómo lo logramos, de cómo tuvo que haber sido la organización para que todo saliera bien. Especialmente la organización del grupo para no morir en el intento. Éramos 10 personas, un grupo bastante grande. No es el número lo que importa sino las personalidades, las distintas maneras de ser y gustos e intereses lo que hace que todo sea más difícil. Desde el principio es complicado, porque al elegir la fecha de viaje, tienes que poner de acuerdo a 10 personas que tienen distintos horarios, materias, exámenes... en nuestro caso fue especialmente difícil porque nos fuimos en una fecha en la que todos nuestros amigos se estaban yendo de Polonia, por lo que era muy importante para nosotros estar presente en las despedidas; así, tuvimos que buscar una fecha ideal para los que viajaban y para los que se quedaban. Luego está el tema del clima, porque aunque parezca tonto, la lluvia y bajas temperaturas pueden hacer que incluso Praga parezca una ciudad triste y desagradable. Ponerse de acuerdo en la movilización no fue tan difícil, pero los hostales son otra cosa: siempre hay los que prefieren pagar más por estar en un sitio céntrico y los que quieren ahorrar sea como sea; desayuno incluido o habitaciones privadas, etc. Luego una de las cosas más delicadas: ¿qué vamos a ver? En Praga no hay mucho problema, porque las atracciones son bastante genéricas: el Castillo, el río, el muro de Lenon, la Plaza... pero en Viena fue completamente distinto. Empezando por la cantidad de museos que hay, algunos quieren ir a los museos de arte, otros a los históricos y otros no se interesan para nada en los museos; luego están los que adoran los palacios y los que creen que con ver uno basta; los apasionados por la historia judía o la comunista, los amantes de los parques y de los sitios bohemios; los que piensan que el turismo gastronómico es lo único que importa y los que creen que las ciudades se conocen de verdad en sus discotecas; decidir qué cosas hay que ver con la luz del sol y cuáles se disfrutan también de noche. Imaginen poner de acuerdo a 10 personas con gustos distintos y tratar de cubrir todo en 2 días. Nada fácil. En nuestro caso, como les mencioné antes, las niñas teníamos una especial obsesión con Before the Sunrise y queríamos seguir los pasos -en la medida de lo posible- de la película, algo que a los niños podía parecerles fastidioso.
Hay que decidir todo eso, tratar de presionar o ceder con una sonrisa en la cara y con buen humor. Además, luego de viajar un par de días y dormir poco, es normal estar de mal humor; es normal estar un poquito harto de tus compañeros de viaje, el truco está en saber tomarse todo a broma y expresar claramente lo que queremos hacer y llegar a acuerdos.
En nuestro viaje, fueron 5 días de presionarnos mutuamente para ir más rápido, de burlarnos los unos de los otros, de prestarnos ropa, shampú, jabón y otros artículos de limpieza, de cambiarnos unos frente a otros para ahorrar tiempo, de compartir comida, de planer el día y luego planearlo de nuevo al darnos cuenta de que no tendríamos tiempo de hacerlo todo. Fueron 5 días de sacrificar cosas que queríamos hacer en pro del bienestar común; 5 días de convivencia que, a pesar de que vivimos todos en Akropol y estamos acostumbrados a la presencia constante de los demás, puso a prueba nuestra tolerancia y el cariño que nos tenemos. Es que cuando tienes hambre y la mitad del grupo dice que quiere ir a otro sitio antes de comer, es normal que los odies un poquito. Es completamente natural que te moleste que te despierten temprano y te estén presionando para que te vistas y comas -lo siento niños-. No es nada raro sentirte incómodo cuando vas a ver algo que no te interesa para nada -la democracia es la dictadura de la mayoría-.Ya me esperaba yo que en algún punto no nos soportáramos y no quisiéramos hacer lo mismo y que hasta tuviéramos un leve deseo de matar a alguien. Normal.
Pero lo logramos. Creo que no me equivoco al decir que todos nos divertimos. Nos reímos muchísimo, incluso cuando el chiste era un asunto que podría ser causa de discusiones, porque es que la mejor forma de evitar peleas es verle el lado gracioso. Este es uno de los pocos consejos que daré en esta entrada: casi todo se puede tomar a risa; casi todo lo que vivimos serán anécdotas que contaremos más adelante con bromas incluidas. Tal vez en el momento no se vea así, pero cuando le estén contando el viaje a sus amigos les prometo que les parecerá al menos un poco gracioso y si no es así, pues no se lo tomen personal porque casi nada de lo que pasa en Erasmus tiene tintes personales; las personas son como son y ya está; queda de nuestra parte hacer de eso algo bueno o malo. Bueno, como decía, en nuestro viaje éramos personas muy distintas que lograron ponerse de acuerdo en casi todo. Atravesamos los 5 días sin mayores inconvenientes porque es que, a pesar de todas las dificultades que comenté en el párrafo anterior, viajar con amigos es lo mejor del mundo. A pesar de lo complicado que puese ser viajar con mucha gente, nuestro grupo de 10 personas logró ver casi todo lo que se propuso, descansar cuando era necesario, esperar a los que iban al baño, estar pendiente de los que se quedaban atrás, detener la marcha cuando alguien se perdía, esperar cuando querían comer, cuidarlos cuando se enfermaban, y todo ese tipo de cosas que hacen que un viaje no sea sólo un viaje sino un verdadero compartir de emociones con la gente que quieres.
Si esperaban que en esta entrada les revelera el secreto para viajar exitosamente en grupos grandes, lo siento. No puedo decirles qué hacer porque cada grupo es distinto y cada amistad es un mundo. Yo tuve la suerte de viajar con gente muy distinta -lo que le agrega variedad- pero también respetuosa y considerada; tuve la suerte de viajar con personas interesantes gracias a las cuales pude ver cosas que nunca pensé que me gustarían; viajé con gente graciosísima, a veces un poco molesta, pero siempre tolerante y cariñosa. No puedo darles consejos porque cada grupo debe tener una dinámica que les permita adaptarse los unos a los otros y pasársela en grande. El único consejo que puedo darles es este: viajen con amigos. No importa si es uno o si son 20 -si son 20, tengan por seguro que será un poco más complicado, pero no por eso menos divertido-. No piensen en términos de qué tan histórico es un sitio o qué tan bonita será una foto sino en qué tanto van a disfrutarlo juntos. No juzgo a la gente que viaja sola, eso también tiene sus ventajas que ya discutiremos más adelante pero ahora, que estás de Erasmus, que estás con gente que tal vez no veas más, un viaje es una de las mejores maneras de crear recuerdos. Especialmente cuando algunos integrantes están por irse, y todos tenemos esa urgencia de pasarla bien, de aprovechar cada momento, de hacerlo contar. Viajar... viajar es un privilegio, nunca lo he tenido más claro que ahora, pero viajar con amigos es un regalo de Dios.
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