Destinos cercanos y baratos desde París: Bruselas

El martes 24 de noviembre salí camino a la terminal de micros Bercy en París a las 7 de la mañana para tomar el bus que salía a las 8 am hacia Bruselas, Bélgica. Ya la mañana empezó con los típicos contratiempos: primero, me subí al metro 12 donde tenía que combinar con el 6 en Pasteur y al llegar a esa estación casi me quedé arriba por distraída. 

Segundo, llegué, obviamente, con los segundos contados a la estación. Y para colmo cuando llego y me pongo a buscar desde qué plataforma saldría el micro, me di cuenta de que no había un solo bus de la empresa con la que salía yo. Después de hacer la estación de punta a punta, le pregunté a alguien que me dijo que las plataformas de Ouibus estaban del otro lado. Eso significaba atravesar un parque enorme en 7 minutos antes de que el reloj marque las 8 am y mi bus partiera hacia Bélgica sin mí arriba.

Empecé a correr y al subir las escaleras (porque sí, siempre tiene que haber una escalera para subir y complicar más todo) vi que las plataformas estaban llenas de gente pero mi micro no estaba. Pregunté a un par de personas y, creyendo que ya se había ido, me quedé parada ahí sin saber qué hacer. Por suerte una chica justo vino a preguntar por el mismo micro que tenía que tomar yo y ahí me di cuenta de que estaba retrasado. Salvada por poco.

Me subí, acomodé mis cosas y me dispuse a viajar unas 5-6 hs hasta Bruselas.

El viaje fue bastante ameno y cuando llegué, como estaba cerca del Airbnb en el que me iba a quedar, caminé desde la estación hasta ahí. Y ahí ya venía la segunda parte de esta mañana con imprevistos. Cuando llegué a la casa, tenía dos timbres como opción para tocar. Como no me acordaba el nombre del host, apreté el primer timbre. Al comunicar que venía por una reserva de Airbnb, la mujer del otro lado me dijo “attends”. Así que eso hice: esperé… preguntándome porqué en la casa en la que tenía que quedarme la persona que me contestó el timbre no tenía idea de qué le hablaba.

La mujer salió y me preguntó bien a quién buscaba. Cuando le mostré la reserva me dijo que ese era el lugar, pero que no había ningún Airbnb. Ahí ya me sonó a que había algo raro. Me quedé ahí parada con mi bolso y ella me pidió de nuevo que esperara. Entró, toco una puerta en el pasillo y escuché ahora a dos mujeres que parecían estar discutiendo en francés. Yo estaba sin entender nada pero presintiendo que seguramente quien me atendió era la dueña y no tenía idea de que su inquilina hacía Airbnb.

Después de unos largos minutos en los cuales ya me veía buscando otro alojamiento, salió Verónica, una mujer española que hace muchos años vive en Bruselas y me mostró el camino hacia su casa por un pasillo. Ahí me explicó lo que sospechaba: que la dueña no sabía que ella alquilaba una habitación de su propiedad. Entre explicaciones, disculpas y presentaciones, acomodé mis cosas en una hermosa casa en un barrio muy tranquilo justo a unos pasos del centro de Bruselas. La verdad que amé mi estadía ahí y la host me atendió super bien a pesar del inconveniente.

Descansé un rato, me bañé, y salí a recorrer esta ciudad que, para ser honesta, me dio una sensación un tanto “macabra”. Creeo que el clima nublado y frío ayudó a alimentar esta primera impresión y si bien me gustó, la verdad es que tampoco me super impactó. Sólo cuando llegamos bien al centro fue que nos convenció un poco más. Pero hasta la gente se me hacía un poco bizarra: la manera en la que estaban vestidos e incluso un señor que, al verme hacer un video, se acercó para insultarme creyendo que lo estaba grabando a él. Todo un poco bizarro por Bruselas.

Me quedé en Bruselas sólo esa noche y al otro día salí a Brujas, a una hora y media en micro. No sin antes entrar a todas las chocolaterías en mi camino y probar los típicos waffles.

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