Conociendo Bolivia

El primer viaje internacional que hice fue a un lugar que no me llamaba mucho la atención. Este sentimiento fue provocado principalmente por la ignorancia de no saber todo lo que un país tan pequeño tiene para ofrecer. Al final del viaje me sentí arrepentida de estos pensamientos, pues ha sido una de las experiencias más gratificantes en mi vida. 

El primer cambio que pude notar al llegar a La Paz Bolivia, fue la altura que sofocaba, bajando del avión tuve que tumbarme en el suelo y respirar profundo hasta que una señora se acercó y me dijo que fuera a la cafetería a tomar un té de coca. Yo ya sabía que en Bolivia se acostumbra tomar té o masticar hojas de coca, esta planta en particular con la que se hace una droga muy popular y dañina. 

Entones fui a la cafetería a tomarme un té de coca, debo decir que un sabor peculiar y muy rico. Ahí aproveché para preguntar por qué ellos podían consumir las hojas de coca si en todo el mundo la cocaína es peligrosa y prohibida. Ellos me explicaron que la planta por sí sola no es dañina, y que al contrario tiene algunas propiedades positivas como dar energía o ayudar a los males de altura y que lo que la hace mala es todo el proceso químico que conlleva a obtener la cocaína.

Así que a partir de ese momento me preparé para un viaje con mucha coca en mi rutina diaria pues ahí en el aeropuerto me di cuenta que la altura me afectaba bastante. 

De La Paz, viajamos a Tarija, una ciudad pequeña, muy pintoresca y muy bonita. Aquí me di cuenta que la cultura no es muy diferente a la de México. Hay muchos mercaditos de comida, gente en los parques y muchas tienditas. 

Un día viajamos en coche hasta la frontera con Argentina, en el camino nos detuvimos en una choza muy pequeñita que estaba en la orilla de la carretera, ahí comí el pescado más rico de mi vida acompañado con una botella de vino. Fue delicioso. Al llegar a la frontera aparcamos el coche y cruzamos caminando un puente que divide a Argentina de Bolivia, estuvimos un día en la ciudad argentina de Oran.

Nuestra siguiente parada fue El Salar de Uyuni que se encuentra en Oruro, Bolivia. Tengo que decir que este lugar es uno de los lugares más mágicos e increíbles del mundo. Primero pasamos por un cementerio de trenes, son trenes abandonados y oxidados que dan una impresión fantástica al contrastar con lo blanco de la sal y lo azul del cielo. Después nos adentramos más en el desierto hasta llegar a un lugar donde la vista es imposible sin lentes de sol, todo el suelo de un blanco intenso, un terreno plano y justo una línea al frente que se convierte en el verdadero color azul cielo. Había algunos pequeños agujeros en el suelo con agua. En uno de ellos decidí meter mi mano y al sacarla pude notar como se tornaba blanca completamente por el efecto de la sal. Comimos ahí mismo en el desierto arroz y pollo, preparado por nuestro guía. Después de comer nos hicimos algunas fotos divertidas aprovechando el efecto que da el paisaje. ¡Seguimos avanzando un poco más y conocimos un famoso hotel de sal!! Todo hecho de sal las mesas, las paredes, las sillas, incluso algunas esculturas muy bonitas. Yo estaba impacta pues nunca me imaginé que algo así fuera posible. El salar de Uyuni es la reserva de sal más grande del mundo y hace muchos muchos muchos (40 000) años era un lago. En el centro se encuentra una formación de tierra que se conoce como isla Pescado porque tiene forma de Pez y su superficie está llena de cactus de todos los tamaños. Al finalizar el viaje volvimos a la ciudad y para terminar la experiencia entramos a un restaurante típico a comer carne de llama! El restaurante era pequeño, con sillas y mesas de plástico, mucha gente local estaba comiendo ahí. La comida fue muy extraña, la carne de llama estaba sobre una cama de arroz y había huevos duros en el plato, en general fue muy rico, aunque la carne estaba un poco seca, pero fue una buena experiencia. Después volvimos al hotel y para finalizar el día nos esperaba un cielo tapizado de estrellas. En ese momento supe que esa experiencia o la olvidaría jamás.

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