CAP. 6 - Viena, la ciudad más cara de nuestro viaje.
DÍA 1: Es más barato ver una función de ópera que tomar un café
Viena no es caro, es carísimo. Sin embargo, lo que muchos no saben es que ver una función en la tan conocida Ópera de Viena es más barato que tomarse un café en cualquiera de las elegantes cafeterías vienesas (y si decides acompañar tu café con un trocito de la popular tarta Sacher… ¡ni te cuento!).
Eso sí, no todo es tan bonito como parece. Para poder entrar por cuatro euros a ver la función que oferten ese día, hay que acercarse, como mínimo, dos horas o tres antes de que empiece y os advierto de que esperar la inmensa cola de pie después de un día de turismo, tiene su mérito. En realidad, en nuestro caso, como hemos llegado a Viena sobre las tres de la tarde, dejamos las maletas en el hostel y nos vamos paseando hasta la “State Opera”. Llegamos allí a las cinco menos cuarto y la función (en nuestro caso, La Cenerentola de Rossini, que es la conocida obra de La Cenicienta en su versión original) empieza a las siete. Dos horas y cuarto de espera son más que suficientes para conseguir dos entradas sin problema.
Para que sepáis, una vez que haces la cola y llegas a taquilla, hay tres tipos de entradas, dos de ellas valen tres euros y las otras cuatro. Las de tres euros corresponden a las partes de arriba de la izquierda y de la derecha de la ópera y las de cuatro euros son frente al escenario. Nosotras cogimos estas últimas y nos encantó. La verdad es que se ve todo muy bien y tienes bastante espacio. Eso sí, en cualquiera de las opciones, la opera la ves de pie, ¡nada de sentarse!
La función es en alemán (o al menos así era La Cenerentola) pero hay ocho pantallas por fila donde puedes activar subtítulos en inglés, francés y algún que otro idioma. Además, es un espectáculo de música y teatro y no necesitas entender los diálogos para poder seguir el hilo. Os dejo abajo una fotos del interior del edificio porque durante la función no está permitido hacer fotos y vídeos (y aunque sí que he hecho alguna no es plan de hacer públicos mis pecados)…
Foto 1. Interior de la "Vienna State Opera House".
Después de disfrutar de la Ópera, nos vamos a cenar (más abajo os hablo de todos los lugares donde comimos y cenamos estos días) y vuelta al hostel.
DÍA 2: La Viena diurna y la tarta Sacher
Primer paseo por la Viena diurna. Las primeras impresiones son agridulces. Me parece que arquitectónicamente hablando solo podría ponerle un diez, no se merece menos. Todo es blanco, todo está limpio y todo es bonito. Pero no tiene la esencia de Budapest, ni esa paz que desprende Ljubljana, ni se deja ver el paso de los años en las fachadas como es el caso de Zagreb. Supongo que, así como no esperaba nada del resto de ciudades, tenía demasiadas expectativas con Viena.
Foto 2. Una de las calles comerciales más concurridas, la calle Kärntner.
Aun así, he de admitir que es una ciudad realmente bonita. Hoy hemos hecho un free tour bastante decepcionante con Strawberry Tours. La chica tenía un acento alemán que hacía muy difícil seguir su discurso. Además, éramos muchos y hacía mucho viento. Supongo que habremos tenido mala suerte…
El tour ha comenzado en La Catedral de San Esteban (Stephansdom), el símbolo religioso más importante de la capital de Austria. La Catedral se sitúa en Stephansplatz, muy cerquita de la Ópera, en pleno corazón de Viena. El edificio de estilo gótico fue construido en 1147 y lo que más nos llama la atención del mismo es el Tejado de los Azulejos, formado por más de 250.000 azulejos. La Catedral se puede ver por dentro pero por falta de tiempo, nosotras preferimos dejarlo para otra ocasión.
Posteriormente, caminamos hasta el Palacio Hofburg, el que fuera lugar de residencia de la familia Habsburgo durante más de 600 años. Durante el recorrido de visita, admiramos la cúpula de la entrada (adjunto foto abajo) y pasamos por el Museo Sisi. Entrar en este último es muy tentador, pues la guía no para de hablarnos de la emperatriz, pero la entrada son doce euros y no estamos para gastos tontos.
Foto 3. Patio del Palacio Hofburg.
En pocos pasos, llegamos a la Escuela Española de Equitación y a La Biblioteca Nacional Austriaca. Esta última es increíblemente bonita. Parece una biblioteca de cuento. La entrada son seis euros pero, en esta ocasión, para mí sí que merece la pena.
Al salir de la biblioteca, cruzamos el parque Burggarten para llegar, a través de la Ringstrasse, hasta la Ópera de Viena, así la vemos de día. Me parece igual de bonita, o incluso más, y ya es decir…
Foto 4. Exterior de la Ópera de Viena.
La guía concluye el tour recomendándonos coger las líneas de tranvía 1 y 2 para poder recorrer la ya mencionada Ringstrasse, una gran avenida circular en la que se ubican gran parte de los edificios más importantes de la ciudad. La verdad es que se trata de la línea de tranvía más antigua de la ciudad pero nosotras optamos por caminar y así poder pararnos en cada uno de los edificios. Así, en nuestro paseo vemos el Ayuntamiento (con su respectiva pista de patinaje), la Bolsa, el Parlamento, el Burgtheater o Teatro Imperial de la Corte, la Iglesia Votiva (que no podemos observar bien ya que está en obras) y la Universidad.
Justo en frente del Ayuntamiento se encuentra un McDonald´s donde paramos a reponer fuerzas. No soy muy partidaria de la comida rápida pero el hambre aprieta y no tenemos casi dinero. Desde luego, esto de ir de mochileras de hostel en hostel no es tan barato como parece.
Después de la sobremesa, nos adentramos en el parque de en frente del Ayuntamiento pues en este se encuentra el monumento a Sisi. Nos cuesta la vida encontrarlo (que sepáis que se encuentra al fondo a la derecha) y cuando por fin llegamos hasta él, un par de fotos y vuelta.
Todavía quedan un par de horas para que anochezca (en pleno enero los días son bastante cortos) así que concluimos que puede ser una buena idea caminar hasta Hundertwasserhaus, que es un bloque residencial construido por Friedensreich Hundertwasser. Nos consta que este artista austriaco es comparado en muchas ocasiones con Gaudí, y entendemos el por qué al descubri las famosas casas de colores. Se trata de una arquitectura muy especial que no deja indiferente a cualquiera.
Foto 5. La fachada de Hundertwasserhaus.
Finalmente, anochece y cogemos el metro para regresar al Meininger (el hostel en el que nos alojamos, os hablo de él en el apartado "alojamiento"). Sin embargo, nos paramos en el centro al darnos cuenta que, ¡aún no hemos probado la tarta Sacher! Para degustar el postre favorito de la emperatriz Sisi, escogemos el clásico Café Sacher. La verdad es que la pieza de tarta no es barata, pero al adentrarte al café parece que te trasportes a otro siglo. Los camareros, las lámparas, las mesas, las tazas… todo parece sacado de un cuento. Sinceramente, es que se nota que es una tarta de calidad, pero a mí personalmente tampoco me hace demasiada gracia, ¡donde esté una buena tarta de queso!
Foto 6. Mi amiga comiéndose un trocito de la tarta Sacher en el Café Sacher.
Posteriormente, damos un paseo y buscamos un sitio para cenar (abajo os explico con detalle). Después de llenar nuestras barrigas, volvemos al hostel. El día ha sido larguísimo y estamos reventadas. Yo caigo rendida en minutos.
DÍA 3: Un parque de atracciones de película
Hoy toca ver El Palacio de Schönbrunn (aún no sabemos cómo se pronuncia realmente) y Prater, el parque de atracciones más antiguo del mundo.
Para llegar hasta la que sirvió durante años como residencia de verano de la familia imperial de Viena, cogemos la línea U4 desde el centro de Viena y nos bajamos en la parada Schönbrunn. Al llegar, el barrio nos recuerda a un pueblo tipo los que hay en los alrededores de Disneyland París, con sus tiendas coquetas y casas de poca altura. Nos adentramos en el inmenso terreno alredededor del Palacio hasta que llegamos a la entrada del mismo. El Palacio en sí es más bajo y pequeño de lo que se puede esperar, pero los jardines que lo rodean son infinitos. Paseamos por estos hasta llegar a la popular Glorieta, desde donde se puede acceder fácilmente al zoo (sí, efectivamente, el Palacio también cuenta con zoo propio).
Foto 7. El Palacio de Schönbrunn.
Y, por supuesto, visitar el palacio por dentro es imprescindible. La entrada al mismo (con audioguía en español) son 17.5€. La verdad es que es la única vía para conocer el interior del Palacio, sus habitaciones decoradas al estilo rococó, sus infinitos pasillos, los salones oficiales, el Salón del Desayuno y la Gran Galería, que utilizaban para los banquetes. También existe la posibilidad de visitar el Museo de Carruajes Imperiales colindante al Palacio, a nosotras nos lo recomendó muchísima gente (aunque, como ya sabéis, andábamos escasas de dinero).
Como la temperatura y el sol acompañaban, nos comemos el bocadillo sentadas en uno de los miles de bancos de los jardines. Es un sitio muy agradable para comer o merendar si hace bueno. Cuando terminamos, cogemos el metro y nos dirigimos a Prater.
Lo más llamativo de este barrio es que en él se encuentra el parque de atracciones más antiguo del mundo. De hecho, su noria lleva funcionando desde 1897. Para nuestra sorpresa, al poner los pies en dicho parque, nos encontramos una atmosfera turbia y solitaria. Todas las atracciones están paradas y tan sólo está en funcionamiento el tren de la bruja, del que sale una música bastante inquietante. Realmente, nos sentimos las protagonistas de una película de miedo. Resulta que según nos informa uno de los obreros del parque que encontramos a posteriori, el parque cierra del veintitantos de diciembre al veintimuchos de febrero. Es por esto que tan solo el tren de la bruja, la noria y alguna atracción más está en funcionamiento en enero. Aun así, si os pilla cerrado como a nosotras, si contáis con suficiente tiempo, yo recomiendo dar una vuelta por este parque y admirar los colores corroídos de las atracciones y la majestuosa noria.
ALOJAMIENTO
Como ya os he dicho al menos mil quinientas veces, en Viena es caro incluso respirar. Nosotras nos metimos en HostelWorld y escogimos el hostel más barato que había, sin mirar mucho más. Por suerte, escogimos bastante bien y terminamos durmiendo en el MEININGER Hotel Wien Downtown Franz. Es un hostel que se sitúa en el barrio de Leopoldstad, al otro lado del río. La tiradita hasta el centro son veinte minutos que no se hacen largos, pero a la vuelta pueden resultar agotadores. Eso sí, hay una parada de metro cerca del Meininger, ¡así que ni tan mal!
Nosotras pagamos once euros por cada noche que nos alojamos en este hostel aunque era temporada baja. No sé lo que costará ahora, pero la verdad es que, para no estar en el centro, la zona es bastante segura (abstenerse comentarios acerca del club de alterne que se sitúa al lado del hostel). Asimismo, los colchones son comodísimos y, lejos de ser un hostel juvenil, te puedes encontrar gente de todas las edades, familias e incluso parejas de entre setenta y ochenta años.
Desde luego, no tiene nada que ver con los anteriores hostels de nuestro viaje, que son muchos más faliares y es fácil hacer amigos si vas solo. Este hostel es muy grande y se asemeja más a un hotel con muchas plantas y huéspedes. En cuanto a la cocina, está muy bien equipada y, al tratarse de un hostel muy concurrido, hay un armario lleno de “free food” que te puede salvar más de una cena. Por si fuera poco, el propio hostel ofrece de forma gratuita hogazas de pan para desayunar todas las mañanas. Eso sí, si no madrugas, puede que te encuentres la cesta vacía cuando bajes a por tu desayuno. Y lo mejor de todo es que, a un minuto andando, hay un supermercado que está bastante bien.
DÓNDE LLENAR EL ESTÓMAGO SIN VACIAR EL BOLSILLO
Nosotras comimos en estos tres restaurantes de Viena:
Knoedel Manufaktur
Como indica el nombre del propio restaurante, aquí puedes encontrar “Knödel”, que son unas bolas de patata tradicionales de la comida austriaca. Me ha parecido leer alguna vez que también son parte de otras cocinas, como la alemana.
En la carta del local puedes encontrarlas saladas y dulces (la variedad de dulces es más extensa), y la verdad es que yo, que nunca las había probado, aluciné de lo buenas que estaban.
El establecimiento es pequeño pero muy coqueto y los camareros son muy simpáticos. Y lo mejor de todo, puedes comer por entre tres y seis euros. ¡Un diez!
Gasthaus Elsner
Si lo que queréis es comer comida típica de Viena pero que sea barato, es imprescindible buscar pequeñas gasthaus (que significa tasca) como esta.
Esta tasca en concreto se sitúa a medio kilometro de la estación de metro Burgasse Stadthalle de la línea 6, en el barrio de Ottakring. Creo que solo abre de lunes a viernes pero es sin duda el mejor sitio para degustar comida típica vienesa sin que te peguen el sablazo del siglo.
La sopa de goulash costaba cuatro euros, el tradicional Schnitzel de Viena (o, para que me entendáis, escalope con ensalada) nueve y el plato de goulash en torno a diez. Además, no se trataba de un goulash cualquiera, sino del Fiaker Goulash. Este, a diferencia del Goulash húngaro del que os hablé en Budapest, es un guiso típico de Viena con carne de ternera guisada con Paprika y acompañada con salchichas, huevo frito, pepinillos y patatas fritas. La bebida era cara, pero es lo habitual en esta ciudad.
Lo que menos nos gustó del local es que eran bastante permisivos con el tabaco y para comer no es agradable. De todas formas, los camareros eran majísimos y el servicio inmejorable.
Schnitzelwirt
Este restaurante también nos gustó mucho.
El hecho de que restaurante lleve la palabra “Schnitzel” en su propio nombre ya sugiere que este plato puede estar muy bueno. De hecho, a mí me gustó más el escalope de este restaurante que del anterior. Sin embargo, también he de decir que el Cordon bleu (o San Jacobo) está también buenísimo en este local.
Los asientos son cómodos y el local es más grande que los anteriores.
SOUVENIRS
Se me ha ocurrido incluir este apartado ya que nos volvimos locas con los souvenirs en Viena. La verdad es que son todos carísimo, así que si, ya de gastar dinero, quieres huir del clásico imán, aquí os dejo algunas ideas que me llamaron la atención:
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La Flor de Edelweiss: es la flor nacional de Austria (de hecho, se encuentra incluso en su moneda de dos euros). La podéis encontrar sobre todo en collares, pulseras y pendientes. Si huis de las clásicas tiendas horteras que se empeñan en añadirle diamantes de plástico, podéis encontrar algún colgante bonito con la flor tallada en bronce o en plata de ley (sin diamantes horteras, claro) por un precio razonable.
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El imán “no cangaroos in Austria”: sí, se trata de un clásico imán… pero es algo más original que aquellos en los que pone Viena con un dibujo cutre de fondo. Es una señal amarilla con un canguro en negro y parece ser bastante popular entre los souvenirs.
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Bombones de Mozart: son unos bombones de chocolate rellenos de pistacho. También existen versiones rellenas de mazapán, pero los originales son los de pistacho.
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Jarras de cerveza: las típicas vienesas son las que llevan la tapa metálica para que no entren las moscas. Están decoradas con muchos detalles de la ciudad de Viena y puedes encontrarlas en cualquier tienda.
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