Adentrandome más en Dinamarca

VEJLE:

Llegamos pasadas las 19.00 horas. Vimos en coche la ciudad y aparcamos para subir a dejar nuestras cosas. Con sorpresa, hacia muchísimo menos frío que en Copenhague. 

Al día siguiente, cuando nos levantamos, visitamos Vejle. En 1 hora habíamos terminado de verlo ya que es pequeño. Vimos el Ayuntamiento de Vejle, donde se limitan a realizar reuniones, visitas importantes y realizar casamientos y el cual está muy cuidado por dentro.

Caminamos por la calle principal, en donde se encuentran todas las tiendas y comercios pequeños o supermercados. Algo que me llamó mucho la atención es que todo está en la calle, desde zapatos a ropa, todo se sitúa en la calle sin alarmas, algo que en España sería impensable, en este país la seguridad es máxima.

 Llegamos hasta el riachuelo que cruza la ciudad, y donde además se encuentra el centro comercial de Vejle. Visitamos también un Auditorio específico para conciertos y eventos musicales.

 Una vez dado la vuelta a toda la pequeña ciudad, subimos al coche y llegamos hasta un parque de ciervos. En este parque, específicamente preparado para ellos, los propios ciervos se encuentran en libertad por estas praderas, permitiendo a la gente acercarse a ellos. Se puede entrar en coche o andando, como ya he comentado y es totalmente gratuito.

Siguiendo el camino, llegamos a la playa artificial de Vejle, donde en verano los daneses disfrutan del poco tiempo de sol y calor que reciben.

Un poco más adelante, nos mostraron una urbanización más a las afueras de Vejle donde se encontraban casas impresionantes de personas dealto “standing”.

 Volvimos a la ciudad, donde nos dirigimos a probar una comida típica de Dinamarca o, que al menos creíamos que así lo era. No recuerdo el nombre, pero estaba realmente rica. Se trataba de un pedazo de carne relleno de ciertas especies que no nos dijeron y por fuera a su vez relleno de masa de hojaldre.  Además, otro de los días probamos la “porcheta”  que a pesar de no ser típico danés, el carnicero nos lo preparó y es un plato delicioso.

Al día siguiente, decidimos ir a visitar Ribe, la ciudad más antigua de Dinamarca. Con casitas pequeñas y de todos los colores por toda la ciudad, convertían el lugar en algo completamente acogedor, a pesar de que no se veía a nadie por la calle. Los edificios están muy bien conservados y los que no se nota que se han hecho todos los arreglos posibles para que se mantenga en pie. Todas las calles son estrechas y con casas de colores y bajitas.

Tiene una catedral imponente, con un órgano impresionante.

Además, nos informaron, aunque no tuvimos la suerte de escucharlo, puesto que sucede por las noches desde mayo a septiembre, es la existencia de un vigilante que se encarga de ir por la ciudad cantando para avisar de que ya es la hora de dormir. Nos pareció muy curioso, pero es cierto que allí dentro la ciudad se perdería un poco la noción del tiempo.

 Algo que vimos completamente diferente, tanto en Copenhague, Vejle, Ribe y todos los pequeños pueblos que veíamos al pasar en coche, eran la cantidad de ventanas que tienen las casas. Esto se debe a que la poca luz que hay tienen que aprovecharla, pero también es cierto que tu intimidad queda un poco limitada por la gente que pasa por la calle. A pesar de esto, todas las ventanas no tenían persianas y muchas de ellas tenían las cortinas corridas para así conseguir toda la luz posible.

El resto de días, la nieve nos dejó metidos en casa la mayor parte del tiempo y además el hecho de que a las 5 se haga de noche (incluso antes) hacía que las horas pasaran más lentas.

 A pesar del tiempo, fue un viaje estupendo, pero que recomendaría hacer durante la primavera/verano porque se podría disfrutar mucho más de las vistas, de las visitas, de los sitios.