Experiencia en Valladolid - Comienzos

Publicado por flag-es Cuenta Anónima — hace 5 años

Blog: Ciudades en España
Etiquetas: flag-es Blog Erasmus Valladolid, Valladolid, España

Usando la misma estructura que nos muestra la misma página de Erasmusu, dividiré mi experiencia en la hermosa ciudad de Valladolid justo en los distintos bloques que la misma ofrece:

Dónde encontrarla:

Porque, como no vale de nada explicar cientos de líneas sobre una ciudad que seguro no conocemos, y que no conoceremos excepto que veamos que las posibilidades de llegar a la misma, son realmente simples e imaginables de hacer; lo primero de todo es saber colocarla en el mapa y contar el cómo llegué yo misma hasta allí y cómo os recomiendo que vosotros podáis llegar a este bello municipio de la Comunidad de Castilla y León.

No podía ser de otra manera, ya que, tras haber estado en otras ciudades como Segovia y León (de las cuales ya he contado mi experiencia con el mismo estilo de apartados que en este mismo artículo y que se pueden encontrar en el mismo blog pinchando más arriba), me quedaba por visitar una de las ciudades que también he leído en otros muchos sitios que siempre recomendaban, Valladolid.

Valladolid se encuentra justo en medio de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, y, por lo tanto, al norte del país, siendo frontera con otras provincias como León, Salamanca y Segovia (de hecho, toca con todas las de la Comunidad menos con Soria), lo que nos quiere decir que no es frontera con Madrid, pero que igual se queda a menos de horas de distancia, lo cual nos dejará esa ventana abierta a poder viajar hasta la propia capital del país para luego llegar al destino.

Pero, igualmente, al ser una ciudad que históricamente ha tenido un grandísimo peso en el país (sobre todo con el Reino de Castilla de Isabel I de España), no podía faltarle un aeropuerto en sus fronteras, si bien, decir que no está justo en la propia ciudad, sino en un municipio a unos diez minutos en coche que se llama Villanubla. Ello no debe ser problema para llegar a la ciudad capital de provincia, ya que hay autobuses que conectan ambos puntos continuamente a lo largo del día, por lo que por un módico precio llegaremos a nuestro destino sin más.

Eso sí, al no ser uno de los aeropuertos más visitados y transitados de toda la nación, los vuelos low-cost de compañías punteras como Ryanair o Vueling (obvio Iberia no lo nombro pese a las muy buenas ofertas que están realizando en los últimos meses gracias a la mayor competencia que está teniendo de las anteriormente nombradas), no los tendremos, por lo que, el vuelo directamente hacia la ciudad de Valladolid será más caro que a otras ciudades más punteras, por lo que de manera definitiva recomiendo sin duda como primera opción en cuanto a comodidad y por supuesto precio, el viajar a Madrid mediante este tipo de compañías, y luego coger ya sea un autobús o un tren hacia Valladolid, que tardará  algo más de dos horas.

Una vez sabemos que la primera opción a tener en cuenta es el vuelo hacia Madrid, lo siguiente sería dar alternativas por si los precios de los mismos se fueran de las manos. La segunda opción sin dudas sería la del tren. Porque la estación de tren de Valladolid está muy comunicada con otras ciudades de la zona y por supuesto con la capital de España, lo que nos permitirá llegar hasta ella tanto en trenes de alta velocidad (AVE), como en trenes de media distancia como los Alvia o Avant, que costarán bastante menos de manera general (excepto que cojamos uno de esos descuentos espectaculares que muchas veces Renfe propone).

Además, situada la estación principal de Valladolid justo al lado del centro, a menos de diez minutos andando, la llamada Estación de Valladolid-Campo Grande; nos hará no tener que dar luego muchas vueltas una vez que lleguemos, habiendo numerosos sitios para poder hospedarnos en las cercanías de la misma, poder tapear, como algo más contundente e incluso salir de fiesta por la zona, lo cual redunda en todo positivo. Encima, la misma estación no solo sirve para dar la bienvenida a todo tipo de personas que provienen de otros sitios y que vayan o vengan a Valladolid, sino que, como una especie de "monumento" tiene también su peso, al tener una arquitectura distinta con respecto a otras estaciones, cosa que nos hará ver que no son pocas las personas que en cada momento sea la hora que sea del día se pone a fotografiar la misma desde distintas perspectivas (algo exagerada parezco, pero lo cierto es que tiene un encanto especial, si bien me quedo con otras tantas por delante en este apartado).

No hace falta decir que los asientos de los trenes por el norte de España, tal y como pasa en el sur como alguna vez os he contado, son realmente cómodos, con espacio suficiente como para que estemos sin ningún tipo de problema o complejo, e infinitamente mejor que los del autobús.

Porque otra opción que siempre existirá será justo esa del autobús, con un precio parecido a la del tren, pero con una disponibilidad y comodidad muy por debajo de las anteriores posibilidades, por lo que solo recomiendo el autobús cuando las demás opciones se descartan por la opción que fuera. Además, no nos creamos que tendremos una habitualidad horaria en cuanto a los mismos muy amplia, y no entiendo las razones ya que es de las principales ciudades de la Comunidad Autónoma (pero bueno, estas cosas pasan).

Por último, si nos acogemos a nuestro propio vehículo, el tiempo que tardaremos en llegar desde otras partes de la Comunidad o bien desde Madrid se reducirá, puesto que las carreteras son buenas, amplias, con poco tráfico y sin demasiados tramos de curvas ni coches pesados que puedan obstaculizarnos; por lo que no sería para nada una mala idea y la recomiendo siempre que tengamos disponible este tipo de vehículo. Además, el hecho de que se pueda aparcar bien por gran parte de la ciudad, hace que todo ello coja aún más forma y nos haga de manera definitiva estar convencidos de coger nuestro vehículo.

Y, el párrafo anterior vale también para una de esas opciones que desde hace no mucho tiempo se nos ha abierto de par en par para el goce de muchas personas que no tenemos vehículo propio, pero que, a la vez, no nos podemos permitir pagar unos transportes desde otras ciudades que en muchos casos son realmente caros. Hablo de eso que conocemos como Blablacary otras empresas que realizan lo mismo, por las que compartimos gastos de viaje. No hay duda de que Valladolid será muy transitada por este tipo de personas que se dedican a ello o que simplemente van a pasar unos días por allí o pasan por la zona. Los precios son realmente baratos y habrá una afluencia suficiente como para que no haya duda alguna de que podremos acogernos a esta posibilidad sin algún problema siempre que lo miremos con la suficiente antelación. 

1º- Arquitectura y paisajes:

Ya sobre la arquitectura de la ciudad, decir que tiene un toque parecido a León, en el sentido de que tiene multitud de edificios con ese toque antiguo y tradicional que tanto gusta normalmente, pero a la vez otra parte de la ciudad más moderna que no pierde el encanto. Edificios como la Casa Consistorial o la Antigua son ejemplos claros de lo que hablo, al chocar dos partes bien diferenciadas de la ciudad, que nos dejarán un poco en shock ante el gran cambio en tan poco espacio situacional, pero que, sin duda, nos hará tener más ganas de seguir disfrutando y explorando la ciudad.

Si me tuviera que quedar con una de las tres ciudades que he visitado de la Comunidad Autónoma de Castilla y León en cuanto a este apartado de arquitectura y pasaijes, no cabe duda de que pondría a Valladolid en el primer lugar, seguida por Segovia, y estando León a la cola en el ámbito además por una diferencia bastante considerable. Porque si de Segovia dije que podíamos encontrar algún que otro lugar por el que ver gran parte de la ciudad, lo cierto es que León tenía muy pocos sitios al respecto, quedándose corta en este aspecto; y siendo totalmente distinta a Valladolid, que, como iremos viendo a lo largo de las líneas tiene mucho que ofrecer en este punto y la recomiendo como destino turístico imprescindible si lo que nos gusta es justo disfrutar de arquitectura y paisajes.

Es una de las ciudades del norte de España considerada como de peso en cuanto a la arquitectura nacional, y no es para menos, puesto que hay numerosos monumentos a lo largo de la misma, de muy distintos tipos, con un gran peso histórico y cultural, pero también con un toque de arquitectura distintivo del que siempre podremos disfrutar y echar alguna foto.

Además, Valladolid tiene algo especial que la diferencia con otras ciudades españolas, y es el hecho de que ha tenido una evolución arquitectónica más acoplada a las ciudades occidentales de centro Europa y oeste de Europa, y más alejada a otros caminos que han cogido otras tantas ciudades de la zona y fuera de la Comunidad (cosa que si hemos viajado a ciudades de medio tamaño de otros países europeos entenderemos a la perfección). Ello es debido a ser la capital del país en la edad moderna y al tener un pronto paso de su población de la agricultura a las ciudades, lo que permitió desarrollar este aspecto de la ciudad como referente internacional.

También, quedan muchas partes de estilos gótico, románico, árabe y otros diferentes, que hacen ese choque arquitectónico que a mí al menos tanto me gusta. Su perfecta conservación y gran reestructuración de los principales edificios de la ciudad ha servido para potenciar aún más todo de lo que estoy hablando. La Plaza Mayor en pleno centro y también la arquitectura de las distintas iglesias que podremos encontrarnos, serán clara muestra de esas diferencias que se han ido cuajando con el tiempo y seguro comprobaremos tras estar un poco en la ciudad.

Por otro lado, en cuanto a los paisajes se refiere, Valladolid tiene también una posición privilegiadacon respecto a otros tantos municipios del país, ya que se encuentra rodeada de grandes sitios espectaculares, con comarcas que se le cruzan justo por un lado y otro para dejarnos imágenes que seguro no podremos olvidar.

Así, por el oeste tendremos la comarca llamada del “Cerrato”, desembocando en Pisuerga, el río más conocido sin duda alguna del municipio, que deja multitud de imágenes preciosas, sobre todo con respecto a su amanecer y los atardeceres. Por esa zona, podremos ir en bicicleta de manera casi infinita e iremos dejando a nuestro paso decenas de paisajes fantásticos con flora y fauna única, que seguro nos gustarán.

Pero, además, por si no fuera poco, al norte de la ciudad tendremos por los barrios de Maruquesa y la Victoria, esa parte fantástica llamada Páramo de Torozos, que consiste en una serie de laderas, que por supuesto, tendrán también trozos por los que pasa el famoso río de Valladolid. Sus distintos canales, afluentes y cuestas que van dejando por esa zona, la hace de nuevo propicia y perfecta para perderse y ver kilómetros y kilómetros de campo, vegetación, y al fin y al cabo, esa viveza y tranquilidad que muchas veces echamos de menos.

Y claro, mi experiencia no me deja solo estos dos maravillosos lugares con vistas impresionantes, sino que, además, quedando Valladolid en línea con otro de los ríos más conocidos de la zona, el Duero, nos podremos imaginar que los valles y paisajes que forma el mismo y todo lo que le rodea, no nos va a dejar de ninguna manera indiferentes.

La parte de Campo Grande, es también otra de mis favoritas, con también mucha fauna y vegetación, y algún que otro edificio de estilo tradicional y rústico que de nuevo choca con la modernidad de otras partes no muy lejanas de allí, si bien, los vallisoletanos no suelen valorarla en demasía al estar acostumbrados a convivir con ella de manera rutinaria (pero yo en cambio, que tan solo estuve por allí una vez en mi vida, os digo que merece la pena de ir a ver y disfrutar, toda aquella zona en particular).

Pero es que, por si fuera poco todo lo anterior, Valladolid ofrece determinados puntos a los que yo misma lo califico de estratégicos, que nos hará ver todo lo mejor de la ciudad desde una altura considerable, que nos haga apreciar más aún lo que nos ofrece, y que nos deje con esa sensación de seguir descubriéndola desde otros puntos de vista.

Gran ejemplo de lo anterior lo tendremos al irnos a lo alto de la torre de la Catedral de la ciudad, llegando a ver unas vistas maravillosas y espectaculares de los que es la Iglesia de la Antigua, como uno de los monumentos más queridos y preciados del municipio, con el verde que la preside justo en frente, y también con esa otra parte amurallada que tanto atrae y gusta a los visitantes que suelen ir por esa zona.

Tampoco se queda atrás la vista que nos ofrece otro de los monumentos preciados de la misma como es el Castillo de Peñafiel, donde encontraremos uno de los museos de vinos más visitados de todo el país, y que igualmente nos servirá para observar todo desde otro punto de vista.

Por si fuera poco, a ambas alternativas, tendremos los diferentes otros castillos menos conocidos que el anterior como serían los de Montealegre, de la Mota, etcétera; que de nuevo nos brindará diversos paisajes, todos ellos con un gran valor incalculable e indescriptibles en tan solo unas líneas de un artículo. Mi consejo es que no os perdáis ninguno de los sitios mencionados, y que estéis el tiempo suficiente como para ver la ciudad no tan solo por la parte más céntrica y reconocida de la ciudad, sino también por esos recónditos lugares algunos, que nos dejan siempre mejor sabor de boca.

2º- Cultura y costumbres:

Con respecto a la cultura y las costumbres en Valladolid, hablaré en primer lugar de como encontré a sus ciudadanos, para aquellas personas que se replanteen ir allí por una temporada más larga a un simple viaje de pocas horas o días, y tengan que tener este dato muy en cuenta para decantarse por alguna de las ciudades en las que esté pensando (sobre todo para los Erasmus que siempre tendrán multitud de ellas de las que poder enamorarse).

En primer lugar, con una población de poco más de 300.000 habitantes, no podemos decir que sea una ciudad realmente grande en cuanto a ambientes, kilómetros y ambiente; pero tampoco se quedará corta (al menos a corto plazo, que fue lo que pude disfrutar de la misma). Así, si alguna vez hemos escuchado a personas de otros municipios españoles o incluso a extranjeros, hablar de los vallisoletanos; lo más probable es que sean comentarios no muy agradables tirando a verdaderamente malos, poniéndolos de secos, tímidos, desagradables y otros tantos adjetivos que mejor me guardo para mí sola (pero que se puede imaginar todo el mundo por donde voy, que no es precisamente bueno).

Además, dicen por norma general que son muy de derechas (fachas incluso), siendo además de fríos, antipáticos y no muy amables. Es que, incluso preguntándole a una persona de Valladolid me comentó que ella misma los ve así con respecto a otros sitios de más al sur como sería Andalucía o distintas partes más abiertas como la vecina de ellos Galicia.

Pero claro, una misma va allí, con su gente, y tiene una imagen tan mala de la gente de Valladolid, todo a base de comentarios, prejuicios o vivencias, y es normal que acabe sorprendida para bien de la misma.

En primer lugar, porque eso de fríos y reservados no lo noté en ningún ámbito a lo largo de los días en los que estuve. Porque si bien, no irás viendo sus calles llenas de gente a media hora del día ni con una algarabía especial en cuanto a ambiente, una vez le preguntas algo a alguno de la ciudad (cosa que reconocerás por la manera de hablar, y cómo te explican las cosas de la ciudad, con ese cariño especial que se tiene normalmente a lo autóctono en cualquier parte del mundo), verás que te miran atentamente a los ojos, como medio preocupados de que lo que te haga falta lo tendrás a tu disposición allí mismo, a la vez que te darán explicaciones amplias siempre con la intención de ayudar a resolver cualquier asunto.

Además, en cuanto entras a algún tipo de establecimiento, sea del tipo que sea, como un bar, un museo, un restaurante, pub, discoteca o el que sea; y te diriges a la persona en cuestión que lleva el mismo o bien a cualquiera a la que quieras preguntarle algo; siempre estarán con una sonrisa por delante, con una alegría latente y una disposición que pocas veces he llegado a ver en algunas partes del sur, que en no pocas ocasiones utilizan el humor y la gracia, pero en el fondo incluso pueden estar no contestándote de la manera más apropiada posible.

Lo que sí que notas en los comienzos en los que tienes ese contacto con los vallisoletanos, es que mantienen una cierta distancia contigo, no por el hecho de ser una distancia corporal (que en algún que otro caso también se da); sino que te hablan con formalismos y un lenguaje muy correcto, fuera de vulgarismos que no vayamos a entender o que nos haga sentirnos fuera de sitio en la ciudad (cosa que pasa en muchas partes del país); cosa que a mi parecer es muy positiva, ya que el respeto en ellos siempre estará y por tanto, la cortesía.

Además, si hablamos de lo que es personas con mayor contacto y no solo trabajadores de hoteles, bares, etcétera; decir que una vez comienzas a hablar con los mismos, incluso esa imagen de lejanía la vas perdiendo a una gran velocidad, sabiendo diferenciar que esos formalismos y determinados gestos o maneras de hablar, no son por desprecio ni por descortesía, sino por ese respeto del que hablaba, que igual poco a poco vas notando que se acerca el asunto hasta un punto de confianza óptimo pero que nunca se sobrepasa; cosa que de nuevo me parece del todo positivo y nada a criticar.

Si sumamos a todo lo anterior, que la gente de Valladolid tiene un buen nivel de inglés, no se deberán dejar por comentarios que no aporten demasiado, aquellos extranjeros que no tengan mucha idea del castellano y que no quisieran arriesgarse a ser tratados de malas maneras en otras ciudades. No será el caso de Valladolid, que ya sean las personas con mediana edad o más jóvenes, te contestarán encantados y siempre con esa actitud de ayudar sea el idioma en el que sea.

Por otro lado, otra de las cosas que predominan en los vallisoletanos como costumbre y cultura es la del tapeo. Si ya he hablado de tal costumbre como algo muy arraigado en varias ciudades de Andalucía como sería el caso de Córdoba, Sevilla o mi queridísima Jaén; lo cierto es que Valladolid no se queda muy atrás. No me meteré en sitios interesantes para comer o tomar algo, y tampoco en la variedad de sus platos (ya que se expandirá en próximas líneas y apartados del artículo); pero lo que sí que puedo decir, es que, si, sobre todo en épocas en las que el tiempo aprieta ya sea tanto para lo bueno (con un solo que puede llegar a temperaturas muy altas y recomendables pese al estar en el norte de España), como para lo malo; los bares y restaurantes en los que se tapea y come, siempre tendrán un buen número de personas que prefieran estar en el agradable ambiente que nos ofrece antes que poder llegar a estar sin más en sus propias casas que podrán hacerlo cuando quieran.

Ello da una imagen opuesta a esa que nos vendían, pues los vallisoletanos salen, comen fuera, llenan los bares y se producen esas conversaciones inevitables típicas de estos lugares que siempre aportan y le dan un añadido a cualquier experiencia.

Además, la religión tiene un peso especial también en este municipio, como también era el caso de una ciudad cercana como León; con numerosas iglesias, conventos y otros edificios del estilo que alegrarán las vistas, nos darán la oportunidad de tener unas visitas buenas, culturales y llenas de cosas inéditas, y también con una arquitectura que muchas veces nos sorprenderá como decía anteriormente.

Sin duda, a parte de la Catedral, que en sí tengo que decir que lo que más me gustó de la misma eran las vistas que se tenían desde lo más alto de su torre hacia gran parte de la ciudad; lo cierto es que sin duda me debo quedar con la Iglesia de Santa María de la Antigua. Primero porque la visita merece la pena por dentro, con un campanario muy curioso, una historia espléndida y unas guías que siempre serán muy completas; pero, sobre todo, por ese choque al que hacía referencia en cuanto a distintos tipos de edificios y de propia ciudad que encontramos en muy poco espacio. Ahí justo en la Iglesia de Santa María de la Antigua, es cuando ese choque al que hago mención se encuentra en su máximo exponente, con esa parte de la izquierda (si dejamos justo a nuestra espalda la parte principal de la Iglesia), totalmente amurallada, con ese color claro blanquecino que nos hace rememorar partes pasadas de la historia; con ese frente lleno de verde, color, alegría, fuentes y numerosas personas ya sean tomando el sol, sentados hablando de lo que fuera, o bien simplemente leyendo algún libro o bien dando un paseo; y con una parte de la derecha, que parece mucho más moderna, con otro estilo de edificación que nos sorprenderá por el cambio.

Cae por consecuencia, que la Semana Santa de Valladolid es reconocida en otros municipios de la zona y en la Comunidad, siendo valorada como el mayor acontecimiento cultura y festivo de todo el año en la ciudad, cosa que atrae a multitud de distintas personas, para disfrutar de todo tipo de procesiones, música en directo de sus diversas bandas municipales, y también de esa alegría y color que le da la misma con una mayor afluencia de vecinos por sus calles, disfrutando de las fiestas ya sea comiendo fuera, paseando, viendo el ambiente, etcétera; lo que lleva a que también sea una época perfecta para salir de manera nocturna y encontrarnos todo tipo de personas que anteriormente no salían, pero que esa semana sí que lo harán.

Cambiando de tercio, los numerosos castillos que presenta la ciudad a lo largo de sus fronteras, los hacen un atractivo cultural de primer orden que sin duda recomiendo visitar. En concreto, me centraré brevemente en dos de ellos, que fueron los que más me impactaron sin duda. Primero, el Castillo de la Mota, que si bien, no se encuentra justo justo en lo que sería la ciudad en sí, se encuentra a muy poco tiempo de la misma, en el municipio llamado Medina del Campo, a poco más de cuarenta kilómetros entre ambas ciudades, y menos de una hora de trayecto. Merece la pena porque tiene un peso histórico espectacular, al ser el último habitáculo de la antigua Reina Isabel I de Castilla, completado con todo tipo de leyendas sobre la misma, historias que te dejarán con un misterio y curiosidad inigualables, y también con ese toque arquitectónico y vistas desde dentro y fuera, que sin duda no te van a dejar indiferente.

Por otro lado, el otro castillo que me encantó es el de Peñafiel, a poco más de cincuenta kilómetros desde Valladolid, situado en el municipio que lleva su nombre (Peñafiel), y donde también encontraremos uno de esos museos que nos encantará, sobre el vino, teniendo una de las denominaciones de origen que más se conocen en todo el país. El castillo es enorme, deja unas vistas también a tener muy en cuenta, y todo lo que tiene en su interior te gustará al tener ese toque antiguo y tradicional de los mismos.

Por supuesto, una ciudad como Valladolid no podría tener una falta en museos, siendo contados por decenas a lo largo de su propia ciudad, y entre los que más me gustaron fueron el Museo Nacional de Escultura y el que se encuentra en la Fundación Alberto Jiménez Arellano Alonso. El primero de los mencionados, tiene una belleza por la parte exterior, que poco se ve en otros museos del estilo. Con numerosos arcos, piedras talladas y decoradas y una decoración excepcional; el Museo Nacional de Escultura de Valladolid tiene un conjunto de piezas de arte de todo tipo de épocas que te dejarán con ganas de más. Si bien, a priori, nos puede llegar a parecer una especie de laberinto con sus pasillos interminables, distintas plantas y un poco todo algo desorganizado; a medida que vamos situándonos con respecto a las razones por las que se nos va guiando de una zona a otra, iremos comprendiendo que están en lo correcto, llevándonos desde lo que menos impacta hasta lo que más te va impactando, para que te quedes con esa sensación de sorpresa al visitarlo. Además, podremos incluso observar alguno de los principales pasos de la Semana Santa de la ciudad, cosa que también nos dejará sorprendidos si no hemos visto alguno antes, pero igual conociéndolos de otros municipios, lo cierto es que cada ciudad tiene su propio estilo y será curioso de ver.

En segundo lugar, la Fundación Alberto Jiménez Arellano Alonso, me llamó especialmente la atención al ser de los pocos museos africanos que tenemos en nuestro país, lo que nos dice que es totalmente distinto a lo que estamos acostumbrados a observar en otros tipos de museos y ello hará que la experiencia sea única y diferente. Allí podremos ver figuras de todo tipo de culturas africanas de distintos tiempos, pero también pinturas, esculturas y otras tantas obras y utensilios, que nos hará descubrir un nuevo mundo alejado del nuestro cotidiano. La zona de las máscaras que incluso te explican que se siguen utilizando en multitud de culturas africanas en la actualidad, me dejó totalmente sorprendida, llenas de color, figuras de todo tipo y una viveza que se echa de menos en España, añadiendo además, unas explicaciones excelentes sobre sus puntos, y también que la entrada es totalmente gratuita, cosa que nos hará presuponer que no debemos irnos de la ciudad sin haber visitado este precioso monumento antes.

Si nos gustan este tipo de visitas, decir que a otras personas con las que fui les gustó también el Museo Zorrilla (más que nada por el exterior con buenas vistas, agradables paisajes y buenos diseños también en su interior que bueno, no es nada del otro mundo pero tampoco está del todo mal) y la Casa de Cervantes, si bien, más por la curiosidad que la misma te acarrea para hacernos dar cuenta de cómo llegó a vivir el escritor, que por lo que fuéramos a ver allí dentro (si bien, había zonas que la verdad que sí que sorprenden, como por supuesto la parte donde tenía sus miles de libros, que te deja bastante anonadada ante tal cantidad de distintas obras del famoso escritor).

La Fiesta de San Juan, que seguro muchos conocerán de otros tantos municipios españoles a lo largo de todo el país (de hecho, en Andalucía es muy celebrada cada año en muchos de ellos con una gran expectación), tiene también una cabida especial en Valladolid. Por supuesto, celebrada en la misma fecha, del 23 al 24 del mes de junio, se enciende también la típica hoguera para supuestamente "potenciar al sol", aunque en el fondo, es simplemente una opción más de divertirse con algo que no solemos hacer ni de lo que podemos disfrutar generalmente. En concreto, pese a que se realizan estas hogueras en muchas partes de la provincia de Valladolid, las más conocidas se hacen a las orillas del Pisuerga, su río fundamental y conocido, por la parte de "las Moreras", que congrega anualmente en esa noche a miles de personas con ganas de pasar una noche distinta. Sin duda con gran ambiente, es una fecha a tener en cuenta para acercarse a la ciudad.

Tampoco hay que olvidarse de los carnavales, pese a que no sea usualmente conocida por estas fechas. Vale que los de Gran Canaria y Cádiz unen a mayor número de visitantes de otras zonas y termina congregando un ambiente poco posible de superar; pero lo cierto es que Valladolid también tiene el suyo propio, del que no son pocos los que disfrutan cada año. Se montan carpas, conciertos de todo tipo, concursos de máscaras, de música, de disfraces, etcétera; y todo ello para animar la ciudad con la excusa de ser una semana predilecta (y se consigue). Por supuesto, no pueden faltar las comparsas, los cantes y los desfiles, con además todo tipo de exposiciones que seguro nos sorprenden al no estar acostumbrados en Valladolid a tener esta serie de eventos. Para todos aquellos que sigan pensando que los vallisoletanos son de todo menos gente abierta y divertida, entonces que no se le ocurra ir allí en carnavales, porque esa imagen se le va a caer por completo, viendo multitud de gente que normalmente no sale, pero que con una fecha tan especial como ella, salen a disfrutar del momento y la ciudad.

Además, no puedo terminar este apartado sin nombrar otra de esas festividades culturales tan típicas de Valladolid como es la de Pinguinos; una festividad totalmente motera, que se reconoce por ser la mayor del estilo en invierno de toda Europa. Miles de moteros no solo de la ciudad y otras de alrededor, sino de todas partes de España e incluso algunas de Europa, se acercan cada año a eso de comienzos de enero (más bien en torno a la segunda y tercera semana del mes), para vivir y disfrutar como pocas veces del mundo del motor y más concretamente de la motocicleta. Se preparan talleres, conferencias, los bares y las calles se adecúan a los visitantes y toda la ciudad se vuelve más motera que nunca para disfrutar por muchas partes de la misma de unos días llenos de pasión y buenas vibraciones.

No hace falta decir, que esta festividad motera se queda lejos de los grandes premios de motociclismo (donde la cilindrada más seguida y conocida es la de Moto GP),que cada año recorren varias ciudades españolas como Valencia, Barcelona o Jerez de la Frontera, con muchos miles de visitantes que se multiplican por varias cifras a los que pueda llegar a tener Valladolid en las fechas indicadas; si bien, de todas las maneras, cada una de ellas, con su encanto especial, merecen ser consideradas, nombradas y disfrutadas (ya depende, de si lo que buscamos es más un toque motero con encanto o una especie de colonización de las mismas a lo largo de un tiempo reducido como son la de los Grandes Premios, que acaba un poco por quererlas de manera excepcional, o bien odiándolas por el dolor de cabeza y el pito en los oidos que puede llegar a entrarte ante tanto entusiasmo de motor en casi todas las calles).

Bueno, como ya cumplo el tope diario de puntos del Concurso de Erasmusu, continuaré el artículo para el día siguiente con otros asuntos fundamentales de la ciudad de Valladolid.


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