Pongo un pie en Francia, ¡dirección Toulouse!

La ventaja de vivir en el norte de España (Zaragoza) es tener acceso directo al sur de Francia. Como buena bretona que soy pocas veces me aventuro más al sur de Burdeos y menos aún en pleno otoño. Diremos que para mí el sur no es especialmente accesible para pasar un fin de semana. De este modo he podido descubrir una ciudad que me atraía enormemente y donde nunca había puesto un pie. Sí, es el colmo que una francesa espere a vivir en España para visitar su propio país. En cualquier caso, a principios de noviembre me dirigí a Toulouse en coche compartido (cuarenta euros ida y vuelta, habría sido un error no coger la oferta... ). Personalmente prefiero ir en coche, ya que atravesar los Pirineos es memorable; aquí podéis comprobarlo vosotros mismos.

Para obtener estas fotos (no muy malas a decir verdad) obligué al conductor a hacer una parada de emergencia al borde de la carretera, ¡pero creo que realmente valió la pena!

Después de cinco horas de trayecto, aproximadamente, en esas mismas condiciones de esplendor, llegamos a Toulouse. Mi familia no vive en una ciudad en sí, por lo que tuve que coger durante otra hora más la carretera en dirección a la Francia profunda hasta el pequeño municipio de Montgey (300 habitantes, el doble de animales).

Rápidamente pasamos por el Lago de Saint Férréol, que se extiende a lo largo de tres municipios de tres departamentos diferentes. Es un lago artificial, es decir, se trata de un embalse, y es la principal reserva de agua del Canal del Mediodía; no quiero aburriros con su historia pero aun así es (bastante) interesante. A parte de eso, se puede practicar la pesca, la vela y por supuesto ¡bañarse! En verano está hasta los topes.

Y además es muy, muy, muy bonito.

Finalmente visité Toulouse y el centro. Realmente es una ciudad muy chula con una arquitectura magnífica repleta de historia. Comenzamos la visita en la famosísima Plaza del Capitolio, donde se eleva implacable el Capitolio (para aclararlo, ahora mismo alberga el Ayuntamiento y el Teatro del Capitolio). Es domingo y esto está repleto, la gente se sienta en las numerosas terrazas que bordean la plaza, donde toman un café o una cervecita en familia; muy agradable todo. El ambiente es ligero, el sol está donde debe estar (aun así hace un poco de fresco, pero oye, que ya estamos a principios de noviembre).

Continuamos la visita con la Basilique de Saint-Sernin (Basílica de San Sernín en español), la cual está reconocida como Patrimonio Mundial de la UNESCO; tenemos suerte: hoy es el gran mercadillo (¡vale la pena visitarlo el domingo por la mañana! ). Volvemos adentro y aunque yo no sea muy fan de las basílicas esta es realmente magnífica, ¡el interior te deja sin aliento!

Paseamos a lo largo del Garona y llegamos al Pont Saint-Pierre (Puente de San Pedro en español); a lo lejos atisbamos el Hospicio de la Grave, el segundo establecimiento hospitalario más grande de buena parte del siglo XX. Nosotros estamos en la margen derecha.

Enseguida nos dirigimos a la Catedral de Saint-Étienne (San Esteban en español), situada en la plaza del mismo nombre. Tampoco soy muy de catedrales, por lo que decido inmortalizar los edificios de la Plaza de Saint-Étienne, que me han gustado un montón por sus colores llamativos (no olvidemos que estamos en la Ciudad Rosa). La catedral queda a mi espalda.

Rápida pero fantástica escapada a Toulouse. ¡Os lo recomiendo!

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