L'Ametlla de Mar y sus calas
¡Hola a todo el mundo! Hoy os quiero hablar de un pueblo portuario ubicado en Cataluña, un pueblo que lo visité hace años y que todavía lo recuerdo como si lo hubiera visitado ayer: L’Ametlla de Mar.
Se ubica a dos horas en coche de Barcelona, a una hora de Peñíscola y a media hora de Cambrils, y es muy conocida por sus calas. El pueblo tiene muchas atracciones turísticas en su interior, como por ejemplo el gran puerto y el Ayuntamiento, pero sobre todo sus calles.
“La parte vieja” del pueblo es un poco laberíntica, ideal para perderse en ella, callejear y disfrutar de sus encantadoras casas. Todas tienen colores muy atractivos y limpios: blanco, rosa claro, color pastel… Un lugar precioso. En medio de estas calles se encuentra la Parroquia de La Purificación de María, la cual merece la pena ser visitada.
Después de callejear un poco, tarde o temprano llegaréis al puerto, el protagonista de L’Ametlla de Mar. Todas las casas están perfectamente alineadas con colores acogedores y brillantes, todas encima de atractivos restaurantes que sirven marisco, mayormente. El restaurante donde nosotros comimos se llama Mare Nostrum, y es un local donde se come muy bien. Nosotros comimos ensalada, chipirones rebozados y paella marinera. Sinceramente, nos encantó la comida.
Un poco más adelante se encuentran el resto de los restaurantes de la zona, pero el día que visitamos el pueblo estaban totalmente llenos, no había manera de entrar a ellos. Sin embargo, nos quedamos satisfechos con el restaurante donde habíamos comido.
Las casas del puerto eran todavía más bonitos: se notaba que estaban mejor cuidados y pintados más de una vez, pero no por eso se quedaba el resto de las calles en un nivel inferior. Todas tenían la esencia mediterránea.
Desde el lado oeste del puerto se podía ver el casco viejo, era una panorámica alucinante. Ahí, todas las casas eran de color blanco, y una horda de palmeras enfiladas embellecía el paseo marítimo que ya brillaba por luz propia.
El puerto deportivo era muy grande, amurallado por un muelle colosal. Nosotros dimos la vuelta entera al puerto, y las vistas al mar eran insuperables. También pudimos acceder a algunos embarcaderos, el mejor ángulo para divisar el pueblo entero. Cuanto más al oeste te dirigías, más alta se encontraba L’Ametlla de Mar, colocada sobre una gran roca.
Dejando de lado el puerto, otras de las atracciones turísticas que tiene el pueblo para ofrecer son las playas y las calas. En total, L’Ametlla de Mar está rodeada de una playa y dos calas: la Cala Pepo, la Cala de Pixavaques y la Playa de L’Alguer. Ésta última está situada muy cerca del puerto, protegida por un palmar y expuesta a unas perfectas vistas al mar. El mejor momento de visitar esta playa es al atardecer, ya que la claridad del cielo es más suave y resulta más agradable pasear por el arenal o incluso bañarse.
Por otra parte, la Cala de Pixavaques se ubica en un camping, así que nosotros no tuvimos el privilegio de bañarnos en ella. Sin embargo, la pudimos contemplar desde un mirador, y solo puedo decir que tanto sus aguas como las formaciones geológicas que la acompañaban, la convertían en un lugar de ensueño.
Pero nosotros no nos quedaríamos sin visitar un lugar de esos. Nosotros también queríamos un paraíso así, y accesible. Así que cogimos el coche y nos dirigimos hacia la Playa de Bon Capó, a cinco minutos en coche de L’Ametlla de Mar. En realidad no sé cómo se llamaba esta playa, solo sé que justo al lado tenía una cala llamada Bon Capó.
Al principio teníamos previsto ver aquella cala, pero cuando llegamos vimos que aquel no era nuestro lugar: era una playa demasiada rocosa y un poco sucia, así que nos echamos hacia atrás y caminamos un poco hasta llegar a la playa. No obstante, las vistas al mar eran preciosas.
Cuando llegamos a esta playa, se nos cambió la cara: tenía un hotel al lado que estaba totalmente abierto a la playa, por lo que cualquier persona podía entrar a sus piscinas. Y eso hicimos, exploramos un poco la zona. El Hotel se llamaba Hotel Ametlla Mar, y era un hotel de cuatro estrellas muy grande. Tenía dos piscinas, varios jardines, estanques con cascadas y un parque de columpios. Había mucha gente en las piscinas, así que pudimos pasar desapercibidos.
El ambiente era muy bueno, y me quedé muy impresionado. Pero lo que más me chocó fue la conexión del hotel con la playa. Quedaba muy bien, como de película.
En cuanto a la playa, era espectacular. Era un arenal bastante grande, con mucha vegetación y varios miradores a sus lados. Desde el mirador de la parte izquierda se podía ver la Cala Bon Capó y las formaciones geológicas que la rodeaban, y desde el mirador de la parte derecha se podía ver la playa y el hotel. Además, estos dos miradores eran gigantes, y estaban repletas de vegetación y grandes rocas. En el mirador del lado derecho había un sendero que me interesaba mucho recorrer, pero tampoco quería alejarme mucho de la toalla.
Más tarde nos bañamos y practicamos un poco de esnórquel. Es verdad que sus aguas no eran tan cristalinas como las de la otra cala, pero la playa era mucho más tranquila. Incluso tuvimos la oportunidad de presenciar una boda en medio de la playa. ¡Que idea tan original!
Por último, cuando cayó el día y el sol estaba a punto de desaparecer, nos subimos al mirador del lado derecho para poder contemplar con mejor visibilidad el atardecer en el Mar Mediterráneo. Era otro mundo totalmente diferente. Se podía ver la playa, el otro mirador, el puerto de L’Ametlla de Mar y mucha, mucha belleza. Me encantó aquel día, el paseo por el puerto del pueblo y el atardecer en aquella playa. No podía pedir nada más.
¡Y aquí termina el artículo de hoy! Espero que os haya gustado y que os hayáis interesado por esta zona tan infestada de calas y playas en la provincia de Tarragona. Además, también podéis visitar otras calas como las calas de la urbanización de Cala Nova, Cala de L’Ambrosia y la Playa de Port Olivet.
¡Hay mucho que conocer en la costa de Tarragona!
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