Descubriendo qué significa vivir

Nunca he sido valiente en mi vida, excepto que en dos ocasiones: hace 9 meses, cuando he partido por la primera vez dejando una familia y una casa en desorden, y hace 4 meses, cuando decidí quedarme aquí, en Sevilla: la ciudad de las primeras veces y segundas oportunidades. La primera vez que he ido a vivir sola, los primeros compañeros de piso, la primera lavadora con demasiado detergente y la primera tortilla quemada, la primera vez que me he perdido sola entre las calles amarillas y blancas de una ciudad que parece toda igual y la primera vez que he vuelto sin perderme, la primera pelea con el dueño de casa y la primera mudanza, las primeras llaves perdidas, el primer botellón y la primera fiesta en casa, la primera vez que he visto la nieve, el primer verdadero miedo y el primer grande aliento de alivio… y luego la segunda, la tercera y la cuarta mudanza, los 12 compañeros de piso, dieciséis contando quien me acogió cuando no tenía una casa, el infinito numero de lavadoras y tortillas quemadas siempre menos, la segunda copia de llaves hecha y las cuatros veces que me he quedado fuera de casa por haberlas olvidado, los compañeros de viaje y los domingos a la playa. Los demasiados errores cometidos y las pocas veces que he aprendido de ellos. Las muchas, demasiadas, risas. Los llantos de felicitad y por el miedo. Los papelones que nunca son bastantes. Una ciudad que me ha dado mucho y que ahora, solo al pensamiento que tengo que dejarla, me está quitando todo.
Volevo a mi casa con el corazón partido como un mosaico y como una persona diferente, pero con la misma opinión de cuando partí: quien se va de Erasmus está huyendo de algo, sea lo que sea: una historia que se acabó mal, el pueblecito demasiado pequeño, la monotonía de la cotidianidad o unas decisiones demasiado difíciles para tomar. Y lo que se encuentra no se puede explicar. Tendría que daros mis ojos para enseñaros lo que vieron, mi corazón para dejaros entender las emociones sentidas.Todas, excepto una: el odio. Durante el Erasmus el tiempo nunca es bastante, los meses vuelan y cada momento lo pasamos amando. Y ahora el miedo más grande es perder todo lo logrado.

A las personas con las que he decidido rodearme, a las encontradas por casualidad, a las conocidas demasiado tarde y a las sonrisas compartidas en esta ciudad que todos sentimos casa. A los prejuicios y a las convicciones con las que he partido y que he replanteado todas. A los compañeros de piso locos y a los más callados, pero todos con un corazón demasiado grande. A las canciones gritadas por las calles por las noches. A la Noche Vieja de Salamanca y al baño de medianoche en la mágica noche de San Juan. A los días de sol y a los brindis que nunca sobran. A la valentía, que nunca falte en nuestras vidas. Y al azar, que no podía regalarnos algo mejor.