Viviendo mi primer día con incertidumbre en São José dos Campos
En esta oportunidad quisiera hablar de aquel importante aspecto que muchos de los que hemos hecho un intercambio no hablamos y, es de aquella incomodidad que se tiene cuando se llega a un nuevo lugar; aunque desde el momento en que se toma el primer transporte desde casa para comenzar la primera gran travesía del intercambio, se comienzan a sentir los primeros nervios, que se encuentran mezclados con una serie de otros sentimientos como la zozobra, la incertidumbre, la felicidad y la emoción de emprender dicha aventura, no es allí cuando comienza la verdadera incertidumbre, esta comienza cuando después de un largo viaje, nos encontramos por fin, en nuestro destino final, donde creemos que vamos a llegar e inmediatamente tendremos control de todo.
Una de las primeras cosas que recuerdo de mi intercambio en São José dos Campos fue cuando después de casi siete horas de viaje en avión, finalmente llegue a Guarulhos; horas de viaje durante las cuales pensé en cómo sería al llegar allí, pero cuando llegue, todas las cosas que pasaron por mi mente durante el trayecto, no sucedieron; lo primero que pensé fue “¿Portugués? No lo necesito para que me comprendan, mis pocos conocimientos del idioma me son suficientes”, lo cual aunque del todo no fue mentira, fue mi impedimento para soportar las ocho horas que tuve que esperar en el aeropuerto, pues si bien, el portugués y el español se parecen, créanme que no es tan fácil como se piensa.
Recordando mis primeras ocho horas en Brasil, siempre pienso, fueron las mejores y las peores a la vez, pues me encontraba reconociendo la zona y, aunque no conseguí reconocer absolutamente nada, lo importante fue que lo intente; de esas eternas ocho horas en Guarulhos tengo que decir, fueron entre la una y las nueve de la mañana, durante las cuales no se puede hacer gran cosa, sumando al hecho de que era un lunes.
Durante mi espera, si no estoy mal, camine tres veces los terminales uno y dos del aeropuerto (que son muy grandes), sin encontrar nada que hacer, hasta en el estacionamiento me senté y cuando intenté salir para conocer las inmediaciones de este, un guardia de seguridad me dijo algo así como “ si sale, el aeropuerto no se hace responsable de las cosas que le puedan pasar, puesto que a esta hora, la zona del aeropuerto no es muy segura” a lo que inmediatamente reaccione dando la vuelta y sentándome en la sala de espera del segundo piso del estacionamiento del terminal 3.
Cuando mire el reloj, solo habían pasado dos horas y todo estaba aún más tranquilo, la mayoría de establecimiento habían cerrado y las personas se encontraban durmiendo por todo el aeropuerto; intente dormir, comer, caminar, conocer todos los pisos del aeropuerto, hablar con alguien (lo cual me frustro aún más), ver en donde tenía que tomar el autobús que me llevaría hasta São José dos Campos y hasta comencé a probar comidas que pensé eran típicas (idea que no es muy buena para aquellos que somos un poco más sensibles al cambio de comidas).
Ese primer día sentí que no soportaría un minuto más en ese lugar, pero después de soportar ocho largas horas en Guarulhos y ver que salía el sol a las seis de la mañana, me dispuse a ir al puesto de venta de tiquetes de autobús para comprar un pasaje en el primer viaje que salía a las ocho de la mañana, pasaje que no me fue posible comprar debido a que cuando llegue allí, había una fila de más o menos cuarenta personas, lo que me hizo pensar que São José dos Campos no era tan desconocido al final; después de veinte minutos de fila, conseguí comprar el ultimo pasaje para el segundo viaje que salía a las ocho y cuarenta de la mañana (viaje de aproximadamente hora y media), lo que me dio una luz de esperanza.
Finalmente, después de una larga espera en el aeropuerto de Guarulhos (donde no hay nada para hacer durante una larga escala), tomé el autobús de la compañía Pássaro Marron (Pájaro marrón), en el cual me dirigía a São José dos Campos (mi destino final) sin saber cómo era la ciudad, una de las cosas más graciosas durante el viaje fue que, después de treinta minutos de viaje vi una ciudad y pensé que había llegado, sin embargo, en aquel momento no sabía que aún no había salido de São Paulo.
Media hora después de aquel infortunio llegue a la rodoviária de jacareí (donde viviría), sin saber que estaba en el área metropolitana de São José dos Campos pensé que no llegaría nunca, pero después de veinte minutos al fin llegue, cuando llegue, pensé que abría alguien esperando por mí, sin embargo no era así, no tenía internet ni señal en el teléfono móvil y tampoco había ningún establecimiento donde se pudiera llamar, en ese momento solo pensaba que mi viaje era terrible y que no podía empeorar más, una cosa que es muy curiosa, es el hecho de que todos pensamos que al llegar a donde haremos nuestro intercambio, será de lo más normal y desde el primer momento nos sentiremos con aquella emoción de aventura, pues, no sé si realmente es así, porque por lo menos en mi caso, en el primer momento que llego a un lugar nuevo, me siento perdido y con ganas de regresar a casa, que pensándolo bien, puede ser un sentimiento de inseguridad y temor a la aventura.
Cuando sentí que iba a desfallecer de no saber qué hacer, sumado al hecho de no dormir por más de veinticuatro horas, llego finalmente una chica un poco afanada y comenzó a hablar con las personas que estábamos allí esperando, después saco de su bolso un marcador y una hoja y escribió mi nombre, por lo que me arriesgue a hablarle y preguntarle quien era, no puedo describir la emoción que sentía en aquel momento, junto a la vergüenza de pensar que probablemente ella podría no ser la persona que estaba esperando, sin mucho blablablá le pregunte “¿eres Juliana?”, a lo que ella respondió “si”, quiero confesar que en ese momento sentí un gran alivio, porque siempre que me encuentro perdido, recuerdo la película turistas y en aquel momento pensaba en la versión brasileña, donde los protagonistas son cazados por unos pobladores caníbales (ja, ja, ja, ja); en el momento en que supimos que yo era a quien Juliana buscaba, ella pidió excusas por la demora y dijo “todo hace parte de la emoción; supongo que estas un <poco> cansado, vamos a casa”.
Era el momento de la verdad, ya en São José dos Campos no había marcha atrás, todo lo que quedaba era disfrutar lo que se venía en frente, cuando íbamos en el carro, ella comenzó a hablarme en portuñol (mezcla entre español y portugués) sobre la ciudad y las cosas que habían que hacer allí, me explico un poco de la historia de la ciudad, también de la importancia de la ciudad para la economía de Brasil (que hasta aquel momento no había escuchado sobre ella), también me conto sobre la migración japonesa y como São José dos Campos y Jacareí hacían prácticamente una sola ciudad; cuando andamos por veinte minutos regreso a São Paulo y ver que habíamos salido de la ciudad, le pregunte hasta donde iríamos y ella respondió que estábamos llegando.
Al llegar finalmente a mi nueva casa, Juliana me comento un poco sobre la familia de acogida que tendría, la cual me iba a apadrinar durante toda mi estadía en la ciudad y los padres serían mis “tutores”, a los quienes les podría comentar o preguntar cualquier cosa, también me comentó que la ciudad no contaba con un buen sistema de transporte y los taxis eran un poco caros, sin embargo al ser una ciudad industrial, no existían muchas opciones para salir de noche y recientemente había llegado uber a la ciudad, el cual verdaderamente es más barato que un taxi.
Realmente sentía un poco de nervios mientras esperaba que me abrieran la puerta de la casa, sin embargo, cuando la abrieron, me sentí un poco más relajado, pues se trataba de una mujer rubia con un aspecto muy amigable y, aunque no comprendía muy bien lo que decía, me sonrío y me mostro donde sería mi habitación; luego de un rato deje de sentir el vacío que estaba sintiendo desde el momento en que tomé el avión en Bogotá, me sentía con la sensación extraña de estar en una casa que claramente no era la mía, pero que sin embargo, sería mía de ese momento en adelante; quiero confesar que el cansancio que sentí ese día, me hizo olvidar la incertidumbre que me había embargado todo el camino.
Lo primero que hice al estar instalado en la casa, fue intentar dormir, pero, con los 40°c que hacía, era casi imposible conseguir conciliar el sueño, sumado a que la mujer que me había recibido era sumamente amable y estaba conversando conmigo y, aunque había aire acondicionado en la casa, quiero confesar que nunca había visto uno tan singular como el que ellos tenían y, al haber vivido toda mi vida en una ciudad de clima frio sin cambio estaciones, era un misterio para mí, la magia del aire acondicionado.
Intente dormir sin conseguirlo, di vueltas en la cama, me acosté en el piso, abrí la ventana, cerré la cortina, pero nada fue suficiente, entonces con mucha vergüenza conté hasta tres y tomé la valentía de hablar con Aline (la mamá de la casa), me dirigí a la cocina donde ella se encontraba; aunque hasta el día de hoy tengo la seguridad que ninguno de los dos comprendía gran cosa de lo que el otro decía, lo poco que conseguimos hablar nos bastó para entrar en confianza y así, luego de una hora de estar intentando comprendernos, una amiga de ella la llamo para invitarla al centro comercial Vale Sul, por lo que no sé cómo, termine yendo con ellas y haciendo compras de cumpleaños de los sobrinos de Sandrinha (la amiga de Aline).
En el centro comercial me sentía un brasileño más, puesto que al no tener la necesidad de hablar, no veía diferencia alguna entre aquel lugar allí o un lugar similar en mi ciudad, luego de tres horas de dar vueltas y entrar de almacén en almacén, fuimos a comer, y que sorpresa me lleve cuando entramos a un rodízio (una de los lugares que quería visitar en Brasil) donde literalmente, comimos hasta estallar; durante el resto de la tarde todo estuvo más tranquilo, continuamos haciendo compras y después fuimos al parque Santos Dumont donde simplemente dimos un paseo, realizamos algunas otras compras y fuimos a casa.
Al estar nuevamente en frente de aquella cama, simplemente pensé en desmallarme sobre ella, pero, alguien había llegado, era Ronaldo, el Hijo de Aline, invitándome a una celebración que tenía con sus amigos de universidad y, claramente, sin vergüenza, temor, zozobra o incertidumbre, aquella invitación era perfecta para mí, puesto que, entrado en gastos, ya estaba en Brasil, en casa de personas que no conocía, con la oportunidad de conocer otras personas con las que probablemente tendría algún tipo de contacto más adelante y, así fue como después de un largo día y más de 24 horas sin haber conciliado el sueño, me dispuse a vivir el cual sin dudas fue el día más atípico de mi vida, el cual termine con una fiesta que comenzó en casa de un vecino, prosiguió en una discoteca y termino en una casa de campo que nunca supe de quien era.
Para mí un buen viaje debe tener un buen plan de ruta, pero también debe tener ciertos puntos en blanco que nos den un poco de libertad para vivir y experimentar, donde no sepamos qué sucederá y permitamos a la vida sorprendernos; mi primer día en São José do Campos fue único y simplemente maravilloso sin importar todos los improvistos que sucedieron, pues claramente, ninguno de nosotros tiene control sobre la situación a la que nos enfrentamos y mucho menos, cuando no sabemos dónde estamos o como es la lógica de esta, pero, lo único importante que se debe saber es que sin importar donde nos encontremos, debemos disfrutar al máximo, porque la incertidumbre siempre hará parte de nuestro intercambio y, sin duda alguna esta hace que lo inesperado sea lo más emocionante de nuestra experiencia y que nuestro primer día, sea el único del que nos acordemos de principio a fin.
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