Escapadas desde Madrid (IV): Cantabria
Escapadas desde Madrid (IV): Cantabria
Hace ya casi un mes, por el día del padre (19 de marzo) decidimos hacer una escapada familiar. Cada dos o tres años, después de ahorrar, mi madre suele regalarle a mi padre un pequeño viaje de fin de semana o puente con motivo de esta festividad y a veces nosotros les acompañamos; en este caso, mi hermana me prestó el dinero para poder ir y así pudimos ir los cinco. Decidimos que sería Cantabria porque nos apetecía ir al norte y además tampoco iba a hacer muy mal tiempo a pesar de ser marzo todavía.
Viaje y alojamiento
Asique hicimos las maletas y después de mis clases del viernes 17 emprendimos el camino hacia Cantabria como el lunes 20 era fiesta, la mayoría de la gente había hecho como nosotros y se iba de vacaciones en el puente por lo que el atasco que pillamos para salir de Madrid a las dos de la tarde fue increíble. Se supone que se tardan unas cuatro horas más o menos en llegar, pues las retenciones nos hicieron estar parados como una hora por lo que al final llegamos bastante tarde a nuestro destino.
Nuestro alojamiento iba a ser el Parador de Limpias, un establecimiento de cuatro estrellas que forma parte de la cadena española (y una pequeña incursión en Portugal) de Paradores. Esta cadena hotelera es relativamente conocida en el país y constituye una opción de turismo que es más un capricho porque podría decirse que entran dentro de la gama de estancias de semi lujo. Lo que hace especial a la red de Paradores de Turismo es que gran parte de los edificios que albergan sus instalaciones son recuperaciones de patrimonio arquitectónico y monumental nacional.
Son especialistas en los detalles como por ejemplo dejarte unos bombones o unas chuches en la cama supletoria (de los niños) después de limpiar y ordenar la habitación. Nosotros no solemos ir a sitios de esta gama de precios pero nos dimos el capricho y además suelen tener varias ofertas en función de épocas del año especiales tipo navidad, nochevieja, semana santa y en este caso el día del padre, por lo que nos salió algo más barato y asequible.
La red de Paradores divide sus alojamientos en tres grandes bloques: esentia, civia y naturia. El primer bloque lo componen los establecimientos con un valor histórico-artístico más importante y que suelen estar ubicados en edificios considerados como Bienes de Interés Cultural y cuentan con inventarios culturales importantes. Los civia son el grupo a mi parecer menos llamativo porque suelen ser construcciones nuevas en entornos urbanos modernos, que apenas se diferencian de los hoteles normales salvo por el detallismo y cuidado. Por último, los naturia son aquellos cuya característica principal es el entorno natural que les rodea, son idóneos para la desconexión de las preocupaciones de la gran ciudad y escapadas como la que nosotros hicimos; de hecho, el parador de Limpias se encuentra dentro de esta última categoría.
Aunque este tipo de establecimientos no sean los más aptos para estudiantes es interesante conocerlos ya que también tienen descuentos para gente joven y parejas y tengo que decir que son perfectos para la típica escapada romántica de una noche o de fin de semana y muchos de ellos están a muy poca distancia de Madrid en tren como el de Segovia o Sigüenza. Son opciones a tener en cuenta.
Total, que después de los aburridísimos 60 minutos que nos tiramos prácticamente parados a la salida de Madrid en dirección Limpias, comenzamos a avanzar, la carretera se despejó un poco y pudimos ir a una velocidad normal. El GPAS calculaba nuestra llegada como a las 19:00 lo que más o menos estaba en el límite de la caída del sol, y mi padre quería a toda costa llegar antes de que anocheciese.
Sus deseos no pudieron cumplirse, y los de mi madre de ver el pueblo de Limpias en un breve paseo desde la hora de llegada hasta la cena, tampoco pudieron ser. Resulta que cuando nos quedaba como una hora o 45 minutos para llegar, pasábamos por una carretera desde la que yo pude ver a lo lejos una especie de nubes a nivel del suelo, nubes muy espesas, incluso mi hermano pequeño reparó en ello preguntando sorprendido por qué las nubes estaban en la tierra y no en el cielo. Esas “nubes” eran una capa de niebla espesísima hacia la que nos dirigíamos inexorablemente; y, por si fuera poco ya empezaba a oscurecer. La cosa pintaba mal pero lo que no sabíamos era que podía ponerse peor.
Consejo: para los que viajéis a Cantabria desde Madrid: especificarle al GPS que priorice las autopistas y autovías, nada del camino más rápido y evitar atascos, porque sino puede pasaros (y probablemente os pase) como a nosotros. A medida que nos adentrábamos en la niebla también empezamos a transitar por una carretera de montaña, la peor carretera de montaña por la que he tenido la desgracia de transitar.
Cuanta más espesa era la niebla, más curvas y resaltes nos encontrábamos. Era una carretera de doble sentido, con un solo carril por sentido en la que de repente aparecían camiones en el sentido contrario y daba la sensación de que de un momento a otro iba a ocurrir un accidente. La niebla llegó a tal espesor que no se veía a un metro de distancia, era como estar metido en un puré de guisantes. No podíamos superar los 30 o 40 kilómetros por hora y las curvas eran realmente cerradas. Esta situación, además de tensarnos a todos muchísimo hizo que evidentemente nos retrasásemos más por lo que acabamos llegando a las ocho y algo al alojamiento.
Visión del paisaje que estaba a un metro del coche gracias al espesor de la niebla (la imagen no está distorsionada)
Llegamos al Parador y casi nos ponemos todos a besar el suelo de la sensación de tranquilidad que teníamos por estar en tierra firme. Hicimos el check in y evidentemente ya no eran horas de dar ningún paseo asique reservamos la cena para las nueve porque aunque teníamos contratada la media pensión (desayuno y comida/cena) en los paradores parece ser que es preferible confirmar en recepción que vas a cenar y/o comer y concretar la hora a la que te presentarás en el restaurante para que ellos se organicen bien.
La carta era fundamentalmente un menú con varias opciones, que incluía un entrante, un segundo plato y un postre por 32 euros, pero también podías pasar del menú y coger cosas independientes dentro de esa misma carta ya que había un apartado extra con recomendaciones del chef y algunos platos de la supuesta carta del menú tenían suplemento adicional. No nos vamos a engañar, era caro, bastante caro, pero la calidad de los productos y el sabor de los platos así como la cantidad de los mismos, bien merecían el dinero que pedían por ellos.
La cena comenzaba con un aperitivo cortesía de la casa que solía incluir algún queso de los típicos de la zona, y se acompañaba con una selección de 4 variedades de pan diferente: de pasas, blanco, integral, y uno amarillo que creo que era de pipas pero no estoy seguro. En cuanto a los entrantes podías pedir uno, pero había tres platos del menú que tenían la opción de ponerte media ración de uno y media de otro (por ejemplo, media de rabas y media de croquetas de chipirones).
También degustamos las anchoas ya que es un plato muy típico de la zona, realmente nos tiramos todo el viaje comiendo anchoas cuyo precio está por las nubes pero bueno, fue un viaje un poco de desfase monetario. Las croquetas estaban buenísimas, y superaron sin duda a los segundos que probamos: solomillo de ternera, paletilla de cordero, bacalao ajoarriero y parrillada de medio bogavante con langostinos (sí, tiramos la casa por la ventana), de entre los cuales el bacalao era lo que mejor estaba a su vez. De los postres destacaría sobre todo la selección de sorbetes (mango, mojito y piña colada) que sin duda son una mejor opción que el soufflé de chocolate caliente que nos resultó demasiado empalagoso
El Parador tenía espacios bastante interesantes, aunque realmente apenas pasamos tiempo dentro, pero está bien pensado para los que solo quieran estar de turismo por la mañana o por la tarde y pasar el resto del tiempo descansando. Tenía un gimnasio, un bar, terraza para tomar algo, salas con sofás donde proyectaban los partidos (Athelitc de Bilbao- Real Madrid el día 18 de marzo) y una piscina cubierta (lo que desgraciadamente no supimos hasta que la vimos porque todos nos moríamos por darnos un baño pero no habíamos llevado bañadores).
Una vez acabamos de cenar fuimos directamente a las habitaciones porque estábamos muy cansados y al día siguiente tocaba madrugar para ir pronto al desayuno buffet y empezar nuestro plan de visita de la zona. Las habitaciones tampoco es que fuesen espectaculares o muy especiales pero de nuevo la diferencia la marcaban los detalles como los productos de baño, la tele por cable, el rincón de lectura al lado de la ventana con alfeizar, etc.
La cueva "El Soplao"
Cuando viajamos hasta Cantabria una de nuestras principales motivaciones era la de ver este conjunto de cuevas pues varios amigos y conocidos nos habrían hablado de su magnificencia y teníamos tanta expectación que casi no podíamos esperar, por eso la elegimos como primer punto de interés que visitaríamos.
Desde casa previamente tres o cuatro días antes habíamos reservado y pagado la entrada a la cueva de cada uno de nosotros ya que suele haber cola y es preferible cogerlas con antelación. Hay pases cada quince minutos aproximadamente y es importante saber que hay que estar media hora antes de tu pase en las inmediaciones del complejo porque si llegas tarde a pesar de tener la entrada pagada el operario que guía al grupo no te esperará, se pasará tu turno y perderás el dinero y sobre todo la oportunidad de contemplar esta maravilla de la naturaleza.
La venta anticipada había hecho que tuviésemos un horario marcado por lo que tuvimos que madrugar muchísimo contando con la hora y media de viaje en coche que se tardaba desde Limpias hasta la Cueva El Soplao, añadiendo posibles imprevistos o tráfico, incluyendo tomar el desayuno con calma, las duchas y la media hora de antelación con la que debíamos llegar. Nosotros queríamos haber conseguido el pase de las 13:00 o por el estilo pero estaba todo lleno para el sábado dieciocho de marzo por lo que nos tuvimos que conformar con las doce y cuarto y así levantarnos a horas intempestivas.
Con lo que no contábamos era con que nuestro GPS volviese a hacer de las suyas y de nuevo eligiese la ruta más complicada, empinada, con más curvas y que más miedo daba. Después de apenas quince minutos por una carretera convencional y otros quince por autovía este aparato debió de decidir que para evitarnos el atasco de la autovía lo mejor era desviarnos hacia una carretera, más bien deberíamos decir camino semi asfaltado, de montaña.
Realmente luego supimos que había una ruta mucho más fácil, rápida y menos peligrosa por la que acceder a este emplazamiento turístico, pero solo pudimos aprovechar la información a la hora de bajar y seguir nuestro camino, y la tensión y miedo de la subida no nos la quitó nadie. Por eso recomiendo de nuevo prestar mucha atención a los caminos y rutas antes, sobre todo cuando se está viajando por el norte.
Después del horrible trayecto de ascenso tengo que decir que lo que nos encontramos mereció la pena. Lo primero que ves después de aparcar son unas impresionantes vistas de las montañas, y un pueblo en un pequeño valle rodeado de numerosos montes. La panorámica daba una sensación enorme de inmensidad, contemplar la naturaleza así en todo su esplendor te hacía sentir sobrecogido y parecía que las grandes cumbres fuese a cernirse de un momento a otro sobre el pueblo, engulléndolo. Llegamos con tiempo por lo que no pudimos evitar pasar alrededor de quince minutos enteros contemplando inmóviles la grandiosa vista natural que se extendía a nuestros pies tras el filo del mirador sobre el que nos encontrábamos cuya la rampa de bajada casi se podía considerar acantilado por la inclinación que tenía.
El paisaje era espectacular y no resultaba extraño ver a toda la gente congregada al filo del acantilado haciéndose fotos, algunas bastante peligrosas, no pude evitar fijarme en una madre que fotografiaba a sus hijas mientras estas fingían estar sobre el vacío para lo que se acercaron tanto al borde que no habría sido sorprendente que resbalasen y se cayesen. La gente a veces no se da cuenta de lo tonta que puede llegar a ser poniendo en peligro su vida de esa forma tan gratuita y encima por una absurda foto.
Pronto se hizo la hora de entrar. Antes de encaminarse hacia el punto de encuentro del grupo hay que sacar las entradas en las taquillas, si en nuestro caso las tienes por internet pues llevar el comprobante y te las dan, y sino pues de cero, aunque eso es arriesgado porque a saber si hay huecos ya que son muy estrictos con el número máximo de personas por grupo, 47 exactas, incluyendo niños (aunque los que tengan tres años o sean menores pasan gratuitamente). Por cada adulto hay que abonar doce euros, aunque si eres estudiante como era mi caso te lo rebajan hasta los 9,50 euros que es también el precio de un billete para niños de cuatro a dieciséis años.
Una vez se tienen las entradas hay que meterse dentro del edificio que se levanta a unos cien metros del mirador. Dentro del edificio a mano izquierda se encuentra la típica tienda de suvenires con algunos imanes (tanto del interior como del exterior de la cueva), peluches de animales que se pueden encontrar en este tipo de entornos naturales (mi hermano se volvió loco con un búho y una lechuza redondos pero luego vio el murciélago marrón y colapsó porque los quería todos), y postales.
Lo de las postales es importante porque si quieres tener algún tipo de recuerdo del interior de la cueva ésta será la única forma ya que está terminantemente prohibido sacar cualquier tipo de documentación gráfica, tanto foto como video (con y sin flash) del interior de la cueva. Aunque está todavía más censurado el hecho de tocar, incluso levemente, cualquier parte del interior de la cueva. A la entrada había un cartel bien grande en el que se podía leer claramente que a quien se le ocurriese tocar pared, techo o suelo de la misma se le podría penar con hasta tres años de cárcel y una multa de entre 3.000 y 6.000 euros.
Dentro de la edificación también hay una cafetería, a mano derecha justo en frente de la tienda de regalos. Y entre ambos espacios se encuentra el camino que hay que seguir hasta el punto de encuentro con el guía. Nada más te adentras en este camino empiezas a notar la caracterización como si estuvieses entrando en un túnel de mineros, con el lugar cubierto con maderas. Este túnel desemboca en un gran espacio abierto con unas vías en las que aparece al poco un tren con vagones también reforzando esa sensación de ambiente minero.
En cada vagón hay espacio para cuatro personas, siempre se entra por la izquierda y se sale por la derecha. El trayecto en tren es muy lento y aun así apenas dura tres minutos, lo necesario para trasportarte desde el exterior hasta la entrada de las cuevas y saltarte la incomodidad de tener que andar bajo tierra por un túnel algo angosto y oscuro típico de los trabajadores de la mina. En todo momento el tren está controlado por el guía de la instalación que va dándote las instrucciones.
Una vez hemos llegado comienza el circuito a pie, primero se llega a una enorme sala que está algo oscura, puedes intuir algunas de las estalactitas y estalagmitas con un curioso color claro pero aun ni siquiera puedes hacerte una idea de lo que te espera por ver. En ese momento comienza una presentación audiovisual con efectos lumínicos y de sonido en la que la voz en off te explica que el descubrimiento de la cueva tuvo lugar a principios del siglo XX y sus descubridores fueron unos mineros que buscaban plomo y zinc y al encontrar la cavidad la utilizaron como escombrera pues no les interesaba en ese momento el paraíso de espeleotemas (las excéntricas son las más impresionantes y tienen como forma de lámparas de araña con muchísimos filamentos y terminaciones estrelladas) sino los minerales que era lo que daba dinero.
Cuando esa introducción terminó todos los visitantes habíamos aprendido también el proceso de formación milenario que había dado lugar a esta impresionante “cavidad única”, basado principalmente en la acción del agua. ojalá pudiese tener fotos para mostrar cuan impresionante es contemplar las columnas de un color blanco brillante, junto con estalactitas, estalagmitas y formaciones de todo tipo cuya palidez demuestra la pureza de sus componentes y todo ello ha sido una simple obra de la naturaleza a través de gotas de agua que arrastraban ciertos materiales de las paredes de la cueva. Es una visión inigualable.
El recorrido por el interior dura aproximadamente una hora y el trayecto consiste en caminar por las principales galerías: La Gorda, la sala de los obispos, la ópera (nombres escogidos por aspectos curiosos como la acústica o bien dos columnas naturales cuya apariencia es similar a un eclesiástico). Esta es una visita bastante cómoda, se realiza a paso lento y es posible que asistan tanto niños como ancianos como personas con movilidad reducida pero también cabría la posibilidad de hacer otra visita, más intrépida, tipo turismo- aventura que dura en este caso dos horas y media y abarca las galerías y pasos menos accesibles del conjunto.
Para realizar la opción de aventura la participación es algo más restringida pues por ejemplo los menores de doce años no pueden participar y hasta los dieciséis se necesita una autorización y la compañía de un adulto, aunque la organización proporciona facilidades tales como la distribución de la totalidad del equipamiento adecuado. Yo recomiendo que para cualquiera de las alternativas os pongáis ropa de abrigo porque al ser una cueva la temperatura dentro es algo baja (unos trece grados centígrados) y aunque yo fui en marzo e íbamos abrigados bien, para los visitantes en verano es algo a tener en cuenta.
Galería de fotos
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