La promesa cumplida!

Desde hace poco más de un mes estoy en Santa Marta, ya sabéis. Al poco de llegar mis amigos Paola y Jorge me dijeron: "Te tenemos que llevar a Minca".

Todo el mundo que iba conociendo en la ciudad, me decía además, que era una cita imprescindible en mi paso por Colombia y en concreto por la Sierra Nevada de Santa Marta.

Pasaron varias semanas y debido al clima lluvioso, pues se fue postponiendo el viaje. Yo ya a modo de "mamar gallo" con mis amigos, les decía: "me lo prometísteis, me tenéis que llevar". En definitiva, ya la semana pasada, pudimos ir a Minca porque el tiempo mejoró... Por lo menos en el viaje de ida.

Fuimos desde Rodadero en coche hasta Minca. Este pequeño pueblo está perdido en una vegetación frondosa y aunque son tan solo 14 km desde Santa Marta, debido a la curvilínea carretera se tarda una media hora aproximadamente.

El viaje es maravilloso, a medida que vas subiendo y entrando en el bosque seco tropical los pulmones se llenan de vitalidad y aire puro, de tal forma que dan ganas de irse a vivir allí; cualquier lomita es buena para hacer una casita.

Una vez que dejamos el coche al inicio del sendero, empezamos a subir por el camino de tierra que lleva a las cascaditas de Pozo Azul. Tardamos unos 40 minutos quizás, ya que fuimos disfrutando de cada vista, cada casita que por allí aparece tras unos árboles y cada ranita, perrito o cosa viviente que veíamos. Fue estupenda la subida.

A mitad de camino, ya que se acercó la hora del almuerzo, hicimos una parada en el Asadero Camarita, que podéis ver en el apartado de "lugares" que describo. Allí, tomamos un par de cervezas fresquitas y una picada de carne, pollito, chorizo, con su acompañamiento de yuca y papa cocida. Simplemente delicioso. Después del merecido postre y reponer agua, seguimos subiendo.

En esta parada se nos añadió otro miembro más al grupo. Un perrito negro de Camarita nos hizo de guía y nos llevó directos al lago.

Poco antes de llegar comenzó a llover, y ya no paró hasta que... Ya no paró. Así y con todas nos bañamos en las heladas aguas de Pozo Azul y estuvimos un ratito refrescando el cuerpo.

Después de la bajada y una vez cogimos el coche, fuimos a tomar café al Restaurante Bururake, que también cuento en el apartado "lugares". En este restaurante no hay sitio donde mirar que no tenga un peculiar y curioso detalle, así sea una tele vacía enmarcando un crucifijo o una cama de bambú con el mismísimo Hulk Hogan en muñeco de trapo.

Estuvimos viendo el sitio, que es precioso y tomando relajadamente café mientras seguía lloviendo, lloviendo y lloviendo.

La visita fue súper, chévere y muy bakana, ya voy dominando términos colombianos. No sólo por el lugar tan natural, las cascadas, la comida, etc., sino por la compañía. Paola, Jorge y Milka (su perrita), son con mucho, lo mejor que me ha pasado desde que estoy aquí. Aunque imiten mi español (que no se parece en nada, jajaja).

Con todo, cuando volvimos me invitaron a unas arepas rellenas en su casa a la luz de las velas (no por romanticismo, si no por un breve corte de luz, jejeje). 

Un día inolvidable, pero no el último de los mejores que vendrían...

Hasta la próxima!!

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