Kleinzell: Un viaje inesperado

Como ya anuncié en la entrada sobre Sankt Pölten, cual hobbit entusiasmado me he lanzado a una aventura de dos semanas en un ambiente rural austriaco. Kleinzell es el nombre del humilde pueblo donde voy a desempeñar mis prácticas durante este periodo. Si buscáis el nombre en internet, seguramente os dé como resultado "Kleinzell im Mülhkreis", una localidad algo más grande que Kleinzell situada en la región de Oberösterreich (Alta Austria), al igual que Hallstatt, de la que ya os hablé en otra entrada.

Llegar hasta Kleinzell (pequeña célula, literalmente) era el primer obstáculo. Es prácticamente imposible llegar al pueblo mediante transporte público. Lo máximo que puedes acercarte desde la capital austriaca, al menos que yo o mi tutor supiéramos, era Hainfeld (quince quilómetros) o Sankt Pölten (cuarenta quilómetros). Fue gracioso ver cómo al entrar en Hainfeld un BMW blanco seguía de cerca al autobús, tristemente ocupado por un par de pasajeros. Nada más apearme del vehículo tenía a mi lado a un señor de mediana edad pregúntándome en un correcto alemán (¿y cuándo no es correcto este idioma) que si yo era Álvaro. Aunque en este caso el anonimato es imposible, dado que es el único médico del pueblo, me gustaría que respondisese en este blog al nombre de "Doctor Granjero", pues es lo primero que se me vino a la cabeza al escuchar su apellido.

En Kleinzell hay lo mínimo en cuanto a servicios: tienda de ultramarinos, panadería, guardería, restaurante y hotel. El alojamiento que me han prestado consiste en un apartamento localizado en el mismo edificio que la consulta del médico y el ayuntamiento. No tengo nada de lo que quejarme. Puedo levantarme tarde y el piso tiene un tamaño como para albergar a una familia grande, lógico pues era la antigua residencia de mi tutor cuando todos sus hijos vivían en el pueblo. Incluso ahora dispongo de horno, cosa que no puedo decir en nuestra morada de Viena.

Las jornadas son bastante ligeras y agradables. Comenzamos a las siete y media de la mañana y hasta las 11 aproximadamente, que empieza el papeleo. Hay además dos administrativas trabajando en la consulta. Cada vez que vemos a un paciente nuevo, el médico me presenta como estudiante de intercambio español, a lo que prácticamente todos reaccionan con entusiasmo y de vez en cuando te relatan sus peripecias veraniegas por España. Muy habitualmente también se acompañan de un: "No hablo espaniol". Igual de a menudo, y con la coyuntura de las fechas navideñas, los pacientes traen deliciosos regalos para disfrute del médico del pueblo. No os hacéis una idea de cómo me estoy poniendo de dulces navideños durante estos días. Dejando el placer a un lado, están siendo hasta ahora las prácticas más provechosas que he experimentado en la carrera. Estoy adquiriendo numerosas habilidades tanto de enfermería como de medicina. Supongo que son las ventajas de tener como tutor a un médico de familia y además ser el único sanitario de todo el núcleo rural.

Normalmente a las doce y media cogemos el coche y empezamos la ronda por las casas de pacientes que no pueden ir a la consulta. Hemos llegado a recorrer hasta veinte quilómetros y subido hasta los ochocientos metros de altura para explorar a un paciente. Es sin duda uno de los atractivos de ser médico rural, aunque supongo que con el tiempo también podrá volverse un poco tedioso. De momento para mí está suponiendo una experiencia bastante enriquecedora. Seguiré informando desde la lejanía.

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