Mandate: un empujón literario para aquellos que desean realizar un intercambio

Mandate

¿Y si me cuesta adaptarme? ¿Y si no tengo amigos y me quedo solo? ¿Y si me pasa algo y no tengo a nadie para ayudarme? Preguntas que te estarán surgiendo, seguramente. La idea de irte 6 meses te vuela la cabeza, pero cuando te pones a pensar éstas cosas ya no todo parece color de rosas. Dudás, buscas en internet testimonios de gente que haya vivido lo mismo, haces una lista mental con las cosas positivas y negativas de irte. Lo que dejas atrás, que sabes que posiblemente va a costar mucho volver a conseguir. La guita que vas a gastar, que tranquilamente podrías usar a lo largo de un año para salir a comer afuera todos los días y comprarte el Iphone nuevo que salió hace unos meses. Tu familia, tus amigos, tu novio/a, tu perro, tu gato. No es fácil. Es una de la decisiones más importantes de tu vida. Lo que elijas va a cambiar tu futuro 180 grados, y lo sabes. Dejame entrar en un tu cabeza un segundo y hacer eco con una sola palabra: MANDATE.

Te escribo desde Salamanca, España, donde estuve los últimos 6 meses estudiando con gente de todos los puntos del mundo. Mañana me vuelvo a Buenos Aires. La sensación es de las más raras que sentí en toda mi vida. Claro que extraño a mis papás, a mi novia, a mis amigos, a mis abuelos. Muchísimo. Y claro que quiero volver a mi casa, dormir en mi cama, comer una milanesa y ver el Boca-River el domingo. No puedo refutártelo. Pero una parte de mí, la más sensible quizá, no quiere volver. Se niega. Quiere quedarse en esta ciudad donde en 180 días aprendí que las fronteras no son más que lugares de nacimiento, y que hables en inglés, español, chino, ruso, italiano o portugués las ganas de reír, descubrir y conocer forman parte de cualquier pibe de 20 años. Quiere quedarse porque en 6 meses sentí todo que cualquier persona siente en todo una vida, y sé que a vos va a pasarte lo mismo. No tengo ninguna duda.

Vas a descubrir lugares que jamás imaginaste y que pensabas solo existían en los cuentos que te contaban antes de dormir. Vas a conocer gente totalmente distinta a vos en cualquier categoría que se te ocurra, y sin embargo vas a encontrarte tomando una cerveza y riéndote con él por casi 10 minutos como si fueran amigos de toda la vida. Vas a gritar, cantar, alegrarte y conocerte, pero también llorar, sufrir y extrañar como nunca lo hiciste. Y aunque ese “pero” parece negativo, no lo tomes así. Si la felicidad fuera siempre constante, la vida sería muy monótona. Necesitamos de esos momentos tristes, esos tiempos de auto reflexión, para verdaderamente apreciar y darnos cuenta de la importancia de aquellos que nos alegran. Y eso es la vida. Los momentos significativamente felices están contados, y no podemos darlos por sentado. Abrazalos, recordalos y utilizalos para lograr que otros sientan lo mismo.

Y es justamente por ésta última razón por la que decidí escribirte. Faltan 20hs para que salga mi avión, menos aún para dejar la ciudad que me abrió las puertas y me tomó como propio el último semestre. Sigo acá, pero ya la extraño. Miro las fotos, los lugares, los amigos, y ya me parece que forman parte del pasado. Pero los sentimientos y vivencias están frescas, recientes, y por eso decido compartirlas ahora. Necesito que vivas lo que yo viví. No te conozco y vos no me conoces, pero te pido que confíes en mí. Cuando en 10 años estés en una oficina, trabajando 8 horas por día y, quien sabe, con una familia propia que te espera en casa, espero que recuerdes éstas palabras. Espero que recuerdes el momento en que decidiste mandarte y asumir el riesgo de decirle que sí al intercambio. De decirle que si a una experiencia que va a voltear tus paradigmas, prejuicios y creencias para siempre. Y tengo certeza, quizás una de las mayores que tuve en toda mi vida, de que no vas a poder evitar entrecerrar los ojos y, casi instintivamente, sonreír.