Pueblos cerca de Saint Nazaire I
No todo lo que hay que ver en un país como Francia son grandes ciudades llenas de gente y monumentos históricos. Hay otros muchos rincones más íntimos y mucho menos conocidos donde se puede disfrutar y en los que se pueden hacer grandes planes. Os voy a hablar de algunos pueblos que visité durante mi estancia en Saint Nazaire o incluso de algunas calas y playas, o paraísos naturales poco frecuentados a los que se puede llegar fácilmente en coche o en autobús.
Pornichet y sus playas
El primero de esta lista es Pornichet, por cercanía y por ser uno de los que más veces visité. Se trata de un pueblo al norte de Saint Nazaire siguiendo la costa, de unos 10.000 habitantes pero que durante el verano se multiplica por dos y hasta por tres debido a la gran cantidad de veraneantes que lo visitan. El pueblo está construido junto a la costa, a lo largo de una gran playa de arena blanca.
La primera vez que fuimos en marzo lo cierto es que la playa estaba casi vacía a excepción de unos pocos intrépidos que se atrevían a bañarse y algunos otros que paseaban al perro o estaban sentados en una silla leyendo un libro. Lo que son las calles no tienen gran cosa que ver, ya que entre hoteles y casas de verano se componen la mayoría de las calles del pueblo. Se puede llegar en autobús desde Saint Nazaire ya que una de las líneas interurbanas incluye como una de sus paradas Pornichet. En coche no se tardan ni quince minutos y algunos amigos hasta se acercaron en bicicleta.
La Baule
Siguiendo por la costa hacia el norte, está La Baule. Se podría decir que Pornichet y la Baule son realmente un mismo pueblo ya que comparten playa y a no ser por el cartel que lo indica, no se sabe donde acaba uno y empieza otro por lo juntos que están. A La Baule solíamos ir algunos viernes o jueves después de las clases de la tarde. Había una calle llena de bares, donde se juntaban numerosos estudiantes y en general gente joven. Normalmente íbamos a un bar que no recuerdo como se llamaba, pero que tenía un patio interior que cubrían cuando llovía y que dejaban al descubierto los días de sol. Servían principalmente vino en vasos pequeños, algo así como un chato español y uno de los camareros iba por todo el patio rellenando los vasos por dos euros. Tenían todo tipo de vinos, la especialidad de la casa era el vino dulce y quizás lo que le faltaba era más variedad de cervezas ya que solamente tenían un grifo con una marca. A lo largo de la calle había también numerosos restaurantes con terrazas que invadían el carril de los coches y sobre todo restaurantes de comida rápida, tipo bocaterías, hamburgueserías y kebabs.
Le Croisic
Un poco más la norte y formando una pequeñísima península se encuentra Le Croisic, el que quizás sea el más bonito de los tres y se visite más por sus calles y su encanto que por sus playas. A Le Croisic la mejor forma de llegar es en coche, pero si no se tiene, también llega el tren desde Saint Nazaire, cosa que el autobús no hace. Lo malo de ir en tren es que está muy cerca y es bastante caro el viaje de ida y vuelta, estando en unos diez euros. Le Croisic es como un pequeño pueblo de cuento de hadas. Las casas que pueblan las escasas calles del pueblo están llenas de color. Me llamó sobre todo la atención una calle que cruzaba parte del pueblo y donde cada casa era de un color, roja, amarilla, rosa, azul…
(Calles de Le Croisic cerca de la Iglesia del pueblo).
Todo estaba muy limpio y bien cuidado y se nota que el pueblo vive del turismo. El paseo marítimo es a su vez un puerto pesquero, y como se explica en los puestos guías que hay a lo largo de este, hasta hace unos años aquel era un pueblo pesquero. Todavía quedan algunas embarcaciones que sale a la mar y en la antigua lonja de pescado, se ha abierto un museo de la pesca, para entender como era la vida de quien habitaba allí. No hay playa como tal, ya que el puerto lo ocupa todo y hay grandes pasarelas de madera que hacen las veces de muelle por donde se puede pasear y donde había mucha gente pasando la tarde con una caña o una red a ver si pescaban algo para cenar.
La mayoría de los restaurantes también se encuentran a lo largo del paseo marítimo y a eso de las dos de la tarde (era fin de semana), estaban todos llenos de gente. Cuando yo visité el pueblo, fui con mi abuela y mi madre, que aprovechando que estaba en Francia, me hicieron una visita. Para comer elegimos un restaurante que no estaba muy lleno y lo primero que nos llamó la atención fue una taza que había en todas las mesas y después nos enteramos que era para beber la sidra bretona. Comimos una “galette” cada uno, que era una especie de crepe salado gigante, con huevo frito, salsa de tomate, queso, verduras, carnes, champiñones y otros condimentos a elegir. Nos quedamos con ganas de pedir una cazuela llena de mejillones que la gente estaba comiendo en otras mesas, pero ya nos quitaríamos la espina más tarde en Saint Nazaire. Le Croisic creo que es el pueblo más recomendable para visitar ya que es el que mejor impresión causa.
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