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Odisea en Creta (Parte II): kakó koritsi

Publicado por flag-es Alicia Pereira Lacomba — hace 5 años

1 Etiquetas: flag-gr Experiencias Erasmus Rethymno, Rethymno, Grecia


En cuanto llegamos al hotel, con nuestras maletas a cuestas y ya cansadas del trayecto, tuvimos que esperar un buen rato en recepción. El hotel era un resort de vacaciones, de esos enormes y que tiene de todo, desde buffet libre, hasta varias piscinas, pasando por actividades todos los días y playa privada. A ver, era un poco antiguo, pero estaba bien. Lo más bonito era el jardín, que tenía cierta altura con respecto al mar y se veía un paisaje precioso (si no tienes en cuenta la cantidad de personas tumbadas en el césped para pasar de blanco a rojo). Fuimos directas a recepción para explicar que íbamos a trabajar ahí y pidiendo instrucciones. Nos dijeron que no tenían constancia de que fuera a llegar nuevo personal pero llamaron a dirección. Nos mandaron esperar.

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Este no es en realidad el hotel en el que estuvimos pero por lo que he visto está en Creta y se parece mucho. Con esta imagen os podéis hacer una idea del hotel.

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El personal de recepción decía ya haber dado el aviso de que habíamos llegado pero pasó casi como una hora hasta que saliera el jefe del personal del hotel a recibirnos: el señor Russos. El chico de recepción, que resulta que era español, ya nos advirtió, es un imbécil. En ese rato lo pasamos realmente mal pensando que quizá ni siquiera nos estuvieran esperando en dirección. Pero Russos llegó y nos llevó a su despacho. Por el camino nos hizo esperar y pudimos hablar con la camarera de habitaciones y un par más de emplados que estaban en su hora de descanso. Les contamos lo que nos había pasado y decían: qué cabrones.

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De nuevo, la imagen no es de la recepción del hotel pero tiene el mismo estilo y funciona para que os hagáis una idea de cómo era el hotel.

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Empezábamos a sospechar que todo aquello había sido una estrategia más que una mala pata y todo apuntaba a que el panorama no era óptimo. Pero claro, ahora mismo ya no había vuelta atrás. Mister Russos nos pidió nuestra documentación para que pronto pudiéramos firmar el nuevo contrato y nos llevó al almacén, donde nos darían nuestro uniforme de trabajo y la ropa de cama, para que, mientras preparaba el papeleo, nosotras fuéramos solucionando otros aspectos importantes de nuestra estancia.

Entramos en el almacén, donde una mujer nos midió para buscarnos faldas y camisas de nuestra talla. La mujer, que me acuerdo de que nos dijo su nombre pero no me acuerdo de cuál era, nos hizo señas para que plegáramos toda la ropa, ya que solo hablaba griego y Beba era la única que entendía de vez en cuando alguna palabra. Con la prisa doblamos fatal todo lo que nos dio y la mujer de cuyo nombre no quiero acordarme se escandalizó, decía: kakó koritsi, kakó koritisi. Beba y yo no sabíamos qué pasaba pero entonces Beba ató cabos y pensó, vale, kakó es malo y koritsi es chica, entonces... ¡Nos está llamando malas mujeres! Y venga la risa. Y ella riéndose con nosotras, seguramente pensando que no hacíamos bien las "tareas de mujer". No dábamos crédito. Lo más fuerte es que "Mala Mujer" de C. Tangana no había parado de sonar en nuestra lista. A partir de entonces la escucharíamos con un vínculo más especial.

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Y así, amiguis, fue cómo las cicatrices que le dejaron a C. Tangana las uñas de gel de una mala mujer pasaron a ser casi el himno de un viaje y ¡justo en pleno apogeo de la canción!

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El uniforme era horrible. No os enseño fotos por vergüenza propia y por respeto a mi amiga y al resto de empleados, pero os juro que era tan feo que nos entraba la risa floja al vernos. Nos hicimos fotos posando como si fuéramos modelos de pasarela. Lo imperdonable era el mal estado en el que estaban los dos pares de uniformes que tenía cada una. Ese día a penas nos enseñaron el hotel, todas las zonas en las que tendríamos que operar y las actividades que hacían. Luego, el jefe nos llevó en su coche a nuestro apartamento, que resultó no estar en el mismo hotel sino en un edificio que seguramente había comprado el hotel a unos veinte minutos de este en coche. Eso no nos gustó porque el trayecto en bus hasta el hotel cada día sería largo, aunque, por otra parte, el hotel se hacía cargo de ese gasto.

Cuando llegamos, Russos nos enseñó nuestro pisito y nos pusimos muy contentas porque era muy pequeño, muy simple y muy rústico pero era muy acogedor: el baño era pequeñito pero no teníamos que compartirlo con nadie más, había una cocinita que conectaba directamente con las dos camas individuales y a continuación de las camas estaba el balcón, que daba con vistas al mar y al jardín de abajo, donde más tarde veríamos que ¡había cabras! Ese fue el remate final. Nos encantaba. Pensamos que toda aquella odisea al final había valido la pena y le dimos una oportunidad a la experiencia de trabajar en ese hotel que no nos acababa de convencer.

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El jardín al que daba nuestro balcón, ¿veis las cabras? Se ven solo dos pero había varias, ¡¿no es genial?!

Muy contentas, sacamos toda la ropa de nuestra maleta, nos repartimos el espacio y llenamos la cocina y el baño. En serio, teníamos unas vistas preciosas y de repente todo empezaba a cobrar un sentido especial. Decidimos bajar a la playa, buscar algún sitio donde comer y conocer la zona, ya que ese día lo teníamos libre. Encontramos un chiringuito, donde nos sentamos y pedimos un plato de ntacos, una ensalada típica griega, que estaba increíble. Luego nos dimos un paseo y volvimos al apartamento para descansar.

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Plato de ntacos y el mar de Skaleta de fondo. Vida.

Desde nuestro balcón vimos que teníamos un vecino justo abajo de nosotras, cuyo balcón no tenía separación prácticamente con el jardín en el que estaban las cabras. Le saludamos y resultó que hablaba español. Genial. Se llamaba Nikos y pronto haríamos amistad con él, una amistad bastante especial por cómo sucedió. El caso es que ese día nos dormimos pronto para levantarnos a las 6 e ir a trabajar, por fin, al hotel.

Como el texto se empieza a alargar y no quiero que sea pesado de leer, os contaré en la siguiente entrada lo que pasó en nuestro primer y (atención spoiler) útimo día de trabajo como camareras en el hotel. Ese día nuestra vida cambió para siempre. Y sea por suerte o por desgracia todo lo que nos pasó fue que esa fuera la experiencia más fuerte y más enriquecedora de nuestra vida. Ojalá os pueda transmitir cómo nos sentimos durante esos días.

Os dejo también spoilers gráficos, para que os enganchéis a la historia con imágenes.

Odisea en Creta (Parte II): kakó koritsi

¿Sabíais que los pavos reales eran en Grecia (y todavía lo son en algunas propiedades importantes) guardianes del hogar? Son muy territoriales y en seguida alertan con su canto tanto al invasor como al dueño de que se está invadiendo la propiedad y no dudan en mostrarse amenazantes a quienes invaden su espacio.

Odisea en Creta (Parte II): kakó koritsi

Santorini y por qué dormimos en el coche. Por cierto, ¿sabíais que Santorini en griego se pronuncia "Saddorini"? Es algo que aprendimos allí. Desde aquellas dos semanas largas he ido aprendiendo griego con Duolingo, porque Grecia me conquistó con su gente, sus paisajes y la experiencia que nos brindó.

Odisea en Creta (Parte II): kakó koritsi

Odisea en Creta (Parte II): kakó koritsi

El paraíso en la tierra. Os contaré cómo pudimos recorrernos casi toda la isla sin tener que preocuparnos de nuestras maletas.

Odisea en Creta (Parte II): kakó koritsi

Y también os contaré por qué fue un viaje de aprendizaje, admiración, y, sobre todo,

Odisea en Creta (Parte II): kakó koritsi

...de libertad.


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