Vamos a conocer Rennes

De visita por la Bretagne

A las nueve de la mañana empezó el segundo día con Alejandro en Francia. Esta vez habíamos mirado un Bla Bla Car para ir hasta Rennes y estar allí todo el día. Yo al igual que Alejandro todavía no había estada en la capital de Bretaña y por lo tanto tendríamos que pasar toda la mañana y parte de la tarde para conocer bien la ciudad.

A las diez de la mañana nos recogió la que iba a ser nuestra conductora en uno de los centros comerciales que había cerca de la residencia universitaria donde yo vivía, el centro comercial “Geant”. Al pasar por un pueblo llamado Redon, recogimos a otra chica que también iba hasta Rennes. La conductora era muy simpática y además de contarnos su vida, nos fue diciendo lo que teníamos que ver en Rennes y nos dio un par de direcciones para tomar algo. Desde Saint Nazaire hasta Rennes se tarda poco más de dos horas y el precio fue de siete euros cada uno. Si hubiéramos cogido un tren desde Nantes la broma nos habría salido por mucho más del doble, así que lo mejor es mirar un bla bla car. Nos dejó en las afueras de la ciudad, junto a una de las estaciones del metro y allí ya empezamos Alejandro y yo a planear lo que sería nuestra visita de un día a Rennes. Habíamos quedado con otro conductor de bla bla car a eso de las siete de la tarde, así que en principio teníamos tiempo suficiente y ninguna prisa.

Ya por las calles

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El metro nos dejó en la parada République, justo en el centro de la ciudad, y fue por esa zona por donde pasamos la mayor parte del día. Estaba muy soleado, pero mis meses en Francia me habían enseñado que por muy bueno que hiciera, en cuestión de minutos, todo se podía nublar y había que buscar algún lugar donde no te mojaras, (como así sería finalmente). Nada más empezar a patear las calles de la ciudad, nos encontramos en la Plaza del Ayuntamiento, donde también se encuentra la Ópera de Rennes, algo así como una exhibición de los cuerpos de seguridad de la ciudad. Había bomberos, policías, veteranos, hombres y mujeres con ropa de camuflaje, policías a puñados… Como había mucha gente observando, le pregunté a uno de los que miraba el “desfile”, qué era todo aquello, a lo que me contestó que se trataba de un homenaje a los caídos durante el servicio a Francia, (no iba muy desencaminado nuestro razonamiento).

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Al poco de llegar nosotros, todo aquello acabó y se disolvieron las tan bien formadas líneas de policías, bomberos y demás. Había un grupo de jubilados (saltaba a la vista que lo estaban), que portaban banderas de Francia con diferentes inscripciones, y Alejandro y yo con algo de cara dura, le pedimos amablemente a uno de los que portaba una, si nos podía hacer una foto con dicha bandera.

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Como se puede ver el simpático francés accedió y nos hizo la foto.

Después de haber obtenido nuestro pequeño trofeo, seguimos la calle que cruzaba la plaza y nos metimos por una larga calle peatonal llamada “rue de bastard”, cuya traducción no es bastardo, sino que hace referencia a una barra corta de pan. La calle estaba llena de gente, era peatonal y parecía ser importante, ya que todas las tiendas de ropa y complementos que uno espera encontrarse en una ciudad, estaban allí reunidas. En aquella calle también había numerosos puestos de comida, músicos callejeros, bares, restaurantes… Según íbamos andando, la calle principal se iba ramificando y acabamos recorriendo todas las calles que había por aquella zona. Como no teníamos rumbo fijo dejamos que nuestra curiosidad guiara nuestros pasos y acabamos en una plaza bastante grande llamada “Place du Parlamente de Bretagne”. Pero lo curioso de la plaza, no era lo grande o lo bonita que era, sino la gigantesca carpa blanca que había en medio, que era al parecer un puesto de donación de sangre.

Si por donar nos dan de comer... 

Como la hora de comer se iba acercando, y Alejandro y yo lo que íbamos a comprar para comer era un simple bocadillo, optamos por obtener ese bocadillo sin pagar y contribuyendo con la sanidad francesa. Alejandro y yo somos donantes de sangre habituales en España, así que… ¿Por qué no íbamos a donar sangre en Francia? El caso es que dimos otro par de vueltas por la zona, recorriendo calles y calles hasta que el hambre se apoderó de nosotros y acabamos entrando en la carpa de donación de sangre de Rennes. Al principio iba todo bien, cogimos un formulario igual que en España, rellenamos el formulario, se lo entregamos a la médica enfermera de turno que lo leyó y ahí es donde se empezó a torcer la cosa. Alejandro no hablaba francés, así que la enfermera me dijo que si no hablaba francés no podría responder las preguntas que tenía que hacerle el médico y por lo tanto no podía donar. Yo me ofrecí a hacer de traductor, pero se empeñó en que no, porque eso violaría la intimidad del paciente, bla bla bla… Así que por el momento Alejandro y yo tendríamos que compartir el bocadillo y nuestro plan empezaba a hacer aguas. Por suerte una de las enfermeras invitó a Alejandro a sentarse en una de las mesas del fondo de la carpa, donde se encontraban todos los bocadillos, cafes, bollos, zumos, etc, que había para los donantes. La conclusión fue facilísima, Alejandro iba a comer sin donar sangre y yo donaría por los dos.

Después de ver al médico y responder a las preguntas típicas, me puse a donar mientras veía como Alejandro compartía mesa y comida con otros tantos donantes. Cuando acabé de donar me reuní con él, que me explicó lo maravillosos que era no entender lo que te decían y comer todo lo que querías. Nos comimos un par de bocadillos, cogimos otros dos para la merienda y salimos de la carpa antes de que a alguien se le ocurriera decirnos algo.

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Como ya habíamos comido y aún teníamos toda la tarde por delante, nos acercamos a una iglesia que habíamos visto antes y nos sentamos un rato a comer unas galletas y a reposar el bocadillo. La gente no paraba de entrar y salir de la iglesia y yo creo que pensaron que éramos mendigos al vernos comiendo galletas y bebiendo de un tetrabrik de zumo en las escaleras de una iglesia, pero más allá de molestarnos, Alejandro y yo nos reíamos sin parar de todo aquello.


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Comentarios (2 comentarios)

  • flag-es alejandro carabias herrero hace 8 años

    Grande este segundo día, no solo comimos de gratis sino que nos sobro algo para la merienda.
    Lo que cuenta realmente es la intención y la voluntad de querer ayudar a los mas necesitados, en este caso mediante la donación de sangre
    muy buen día muy bonito Rennes, una ciudad que aconsejo visitar a todos aquellos que pasen cerca de la ciudad.
    un segundo día en el que gracias al "bilinguismo" de mi amigo Adrián Pascual Sanz pudimos comer, retomar fuerzas para poder continuar con nuestra andadura por Francia.

  • flag- Adri P hace 8 años

    Que buenos estaban los bocadillos... jajajaj

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