Rennes II
Seguíamos en Rennes y después de haber parado un rato de caminar para sentarnos en las escaleras de una iglesia a que los franceses nos miraran con cara de pena, nos pusimos otra vez en marcha. Entramos a la Iglesia de Saint Melaine, cuyas escaleras ya conocíamos, pero a la que todavía no habíamos entrado. Después de ver aquella sosa iglesia, salimos a seguir pateando las calles de Rennes bajo un cielo, que por cierto, poco a poco se estaba llenando de nubes.
La Catedral de Rennes
Lo siguiente que queríamos ver era la Catedral de Rennes, y como no teníamos mapa preguntamos en un par de puestos de la calle principal, para ver por dónde teníamos que ir. Desde donde nos encontrábamos solo había que ir por la calle Toulouse, que era una de las que cruzaba la ya mencionada calle peatonal rue de Bastard. La Catedral de Saint Pierre de Rennes era algo más pequeña que la de Nantes y mucho más baja. No entiendo mucho de Catedrales, pero a mi parecer no es de las mejores que he visto y no tiene ni punto de comparación con algunas que hay por España.
Cuando salimos de la Catedral de Saint Pierre, fue cuando de un momento a otro el cielo decidió que estaba demasiado despejado y se llenó de nubes negras en los diez minutos escasos que estuvimos dentro de la Catedral. Como ya he dicho, el tiempo en la Bretaña Francesa es impredecible y en medio segundo lo que era un día de sol se puede convertir en una tarde llena de agua. El hecho de que se pusiera a llover nos trastocaba un poco los planes a Alejandro y a mí, pero ya que estábamos en la ciudad, había que hacer el esfuerzo y mojarse un poquito en caso de que no parara de llover.
El casco viejo
En lo que pasó el aguacero, estuvimos hablando de ir a tomar algo a una de las calles que nos había comentado la conductora que nos llevó desde Saint Nazaire a Rennes. Y una vez el cielo estuvo despejado, nos pusimos otra vez en marcha y nos dirigimos a las calles del casco histórico, que también nos habían recomendado. Por toda esta zona de la ciudad, se pueden ver casas medio derruidas, pero también casas muy antiguas de madera de estilo colonial. Las fachadas de diferentes colores se extienden por unas cuantas calles y justo al lado de una de las agrupaciones de casas, muy cerca de la catedral, se encuentra la Place des Lices, donde justo cuando llegamos estaban recogiendo un mercadillo que al parecer era bastante grande.
Si lo hubiéramos sabido nos habríamos pasado por el mercado, pero solamente quedaban cuatro puestos a medio quitar y fruta y verdura rota y aplastada por el suelo, que estaba siendo recogida por un camión de la limpieza.
La rue de la soif
En una de las calles peatonales del casco antiguo que estaba llena de bares y cuyo nombre en la placa ponía “Saint Michel”, preguntamos definitivamente por la dirección que nos había dado la conductora. En cuanto le pregunté a uno de los tipos que había en una terraza tomándose una cerveza por “La Rue de la Soif”, este me miró con cara rara y me dijo “estas aquí”… Al parecer, como pasa con tantas otras calles en España, “La Rue de la Soif” es como se le llamaba comúnmente a la calle Saint Michel. Esta, estaba llena de bares a todos los lados y casas como las que habíamos estado viendo por las calles de alrededor. Había también algunas tiendas pequeñas muy alternativas y algunos portales viejos donde olía bastante mal. En sí era toda ella una calle bastante alternativa donde te entraban rápidamente ganas de tomar una cerveza.
Antes de sentarnos en una de las terrazas de la calle, entramos en una de las pequeñas tiendas que había, que estaba llena de banderas de todo tipo por las paredes. El vendedor y yo estuvimos intentando llegar a un acuerdo por una bandera mitad francesa, mitad rennaise, pero pedía demasiado dinero, así que me quedé sin bandera. Acabamos sentándonos definitivamente y aprovechando que había salido el sol, en uno de los bares de la “Rue de la Soif”. Soif significa sed, así que el nombre está bastante bien puesto teniendo en cuanta la cantidad de litros de cerveza que se servirán en todos los bares de la calle.
Nada más tomarnos la segunda, nos pusimos de nuevo en marcha y seguimos la calle hasta el final, dando a parar a una plaza muy acogedora, la Place de Sainte Anne, donde seguían predominando las casas antiguas con fachadas multicolor. La plaza Sainte Anne estaba también llena de bares, sobre todo la parte más cercana a la calle Saint Michel y los bares a su vez estaban llenos de gente. Habría estado muy bien ver toda aquella zona por la noche, pero nosotros solo disponíamos de un día y ya quedaba poco para que nos recogiera el bla bla car para volver a Saint Nazaire. Aún nos quedaba por ver un par de cosas y también teníamos que comprar la cena y algo para desayunar el día siguiente y pasar ya nuestro último día en Saint Nazaire antes de poner rumbo a España... aunque haciendo alguna que otra parada...
Despidiendo Rennes
Dejamos atrás todas aquellas calles tan pintorescas y acogedoras y pasamos por última vez por la Rue de Bastard, por la Mairie, por la Plaza del Ayuntamiento y llegamos al punto donde habíamos empezado aquel mismo día por la mañana, la parada de metro de la République. Seguimos un canal llamado la Vilaine en dirección al centro comercial donde habíamos quedado con el conductor del bla bla car para ir hasta Saint Nazaire. De camino, nos encontramos con un edificio bastante grande que estaba rodeado por un gran jardín y sin saber bien lo que era nos hicimos la última foto en Rennes. Más tarde descubriríamos que se trataba del jardín de Saint George, uno de los puntos que se recomienda visitar de Rennes.
Una vez llegamos al centro comercial e hicimos la compra, estuvimos esperando como media hora al coche de vuelta y empezábamos a pensar que nos había dejado tirados cuando apareció el tipo diciendo que había tenido que parar no se dónde para hacer no se qué… Montamos con él y con otra chica que también iba hasta Saint Nazaire y llegamos a eso de las nueve y media de la noche a la ciudad. El viaje de vuelta nos salió por otros 7 euros y teniendo en cuenta el poco dinero que nos gastamos en Rennes, podemos decir que cumplimos con creces el primer y único mandamiento de nuestros viajes, el del Low Cost. El conductor nos dejó en la estación de autobuses de Saint Nazaire y de allí fuimos nosotros en bus hasta la residencia donde pasaría mi penúltima noche en Saint Nazaire y Alejandro su penúltima noche durmiendo en el suelo.
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Comentarios (1 comentarios)
alejandro carabias herrero hace 8 años
Bonito y agradable son las palabras con las que definiría este bonito lugar, amables sus gentes y cambiante su clima.
Con mucho encanto sus calles y encantado me dejo cuando de nuevo Adrián Pascual y yo pusimos un punto y seguido en nuestra aventura francesa. Cansados y con ganas de mas aventuras rumbo nuevamente a Saint Nazaire.