¡POR FIN CON CASA!
DÍA 1 DE OCTUBRE.
Fue mi dia, ese día, el primero de octubre encontré casa por fín. Encontré la vivienda en una página web que nos había proporcionado la Universidad días antes en el Student Finance tenía buena pinta y estaba bien situada. Se encontraba en la zona de South Sea a unos 25 minutos andando a la Universidad y a otros 20 de la playa andando. Contacté con el casero, Rick, y le dije que estaba interesada en la casa y que me diese más detalles de esta. Me dio mas información por correo electrónico y quedamos para ver la casa en persona y firmar el contrato si todo iba bien.
Eso sí que fue una buena entrada de mes. Meriem continuaba su búsqueda también, ya teníamos claro que viviríamos cada una en una casa.
Al día siguiente fui a ver la casa, llegué hasta allí en autobús. El casero me dijo que me recibiría Valentina, la italiana que vivía en casa, y así fue. Llamé al timbre y me abrió ella la puerta. Una chica muy simpática y sonriente, me dio mucha confianza desde el minuto uno. Pasé dentro y me enseñó todas las estancias de la casa, el baño (no muy grande), un pequeño salón, la cocina, y la que sería mi habitación en el caso de que yo aceptara. Aunque la casa era un poco vieja me pareció bastante acogedora y sobre todo me convenció la que sería mi compañera, Valentina. No solo vivía ella en la casa, también había dos ingleses más Ben y Field, ambos de Londres. No fueron demasiado simpáticos el primer día pero no lo tuve en cuenta ya que por lo general, los ingleses son así de cerrados.
Después de haberle dado el visto bueno a la casa y después de despedirme de Valentina (que fue muy maja conmigo) fui a clase y después al llegar a la residencia contesté a Rick diciéndole que me había convencido y que quería quedarme con la casa. El me dijo que quedaríamos al día siguiente a firmar el contrato si me parecía bien, yo le dije que por supuesto.
Y así fue. A la mañana siguiente, quedé con Rick en la casa, eso de la puntualidad inglesa era un aunténtico mito. Tuve que esperarle un buen rato hasta que llegó y comenzamos con el papeleo. Me leí el contrato y lo examiné con lupa por si acaso (ya no me fiaba de nada jaja) y se lo consulté a mis padres, después de darme el visto bueno lo firme. A continuación me dio las llaves de la casa y me explicó cómo iba el tema del gas, luz etcétera.
Estaba muy muy contenta. Volví al Langstone e hice las maletas y preparé todo para irme. Meriem encontró algo a los pocos días de encontrarlo yo, para que no se quedase sola en Langstone me quedé con ella otra noche más y al día siguiente ya me mudaría a la que sería mi casa durante todo el curso. ¡Qué alegría!
La verdad que fue un auténtico subidón de adrenalina. Me mude al fín a casa lo coloqué todo y pensé en las cosas que iba a necesitar comprar (sábanas, edredón etc). Como no tenía mantas ni nada, Imane una amiga belga que conocimos en Yates a los pocos días de llegar a Portsmouth me dejó una. Era un gustazo tener casa la verdad, no podía creérmelo.
Los siguientes días los dediqué a hacer compras (comida, sábanas y cosas que necesitaba para la casa).
Never give up!
Una vez ya acoplada en casa fui encontrando cositas que no me gustaron mucho una de ellas fue la presencia de ratones, arañas y babosas. No os asustéis, debe ser pan de cada día en estas casas ya que el tema de la basura está fatal organizado. Pasa una vez a la semana el camión y recoge las bolsas que dejes fuera, si se te olvida tienes que esperarte a la semana que viene... es un auténtico caos. Nosotros acabábamos con un par de bolsas o 3 enormes en la cocina y claro eso olía mal y las ratas van a la basura. En blanco y en botella. Así que debíamos tener un nido de ratones en la cocina ya que una de las veces que bajé por la noche uno de ellos salió a saludar, ¡qué asco!
Hablemos pues de la parte más asquerosa de todas, las babosas. Muchos días por la mañana bajaba las escaleras desde mi cuarto hasta el rellano de abajo donde se encontraba la cocina y veía un pequeño hilito plateado que iba desde ahí hasta el salón pasando por la habitación de mi compañero Ben (no dentro). Pero no solo eso, otras veces (a cualquier hora del día, pero sobre todo por la mañana) iba a fregar mis cosas, o quizá otras de los compañeros y me encontraba una babosa en el fregadero, sí sí, ahí mismo. Justo donde estaban todos los cubiertos, platos etc. UN AUTÉNTICO ASCO. Bueno, yo no era capaza de tocarlas ni con un palo atado a otro malo. Si que es cierto que una vez me tocó quitar una pequeña a mí. Casi lloro. Cogí una servilleta de cocina y la cogí de esa forma. buff.. no sabéis que mal lo pasé. Aunque echamos un montón de productos seguíamos teniendo babosas en casa aunque no las viésemos. Las hileras plateadas siguieron hasta que acabé el erasmus, también os digo que todo es acostumbrarse. Según pasó el tiempo me dio mucho menos asco todo, pero aun así...
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