Tottele Isoäiti (Obedecer a la abuela) 8º Parte
Así con todo temo lo que pueda pasar a mi regreso peninsular. Los inviernos me parecerán una piltrafa y a ver como convenzo yo a mi madre, que ya piensa que nací sin sentido del frio, de que seis grados puede ser un calor sin igual. Por no hablar de mis compañeros de universidad en Valencia a los cuales temperaturas inferiores a dieciocho grados les parece como mínimo fresquillo y por debajo de quince prácticamente frío polar. Eso sí, torrándose a treinta y cinco grados en la terraza de una cafetería están como en casa, cual salamandra en su piedra… horrible
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