Sovittaa ovat itsenäisiä (reconciliarse con uno mismo) - Primera Parte

Publicado por flag- Asier — hace 13 años

Blog: El Apagadespertadores (Asier es)
Etiquetas: flag-fi Blog Erasmus Pori, Pori, Finlandia

Cuando eres pequeño, casi antes de saber que eres algo en el mundo comienzas a aprender. Al principio son sonidos palabras… pequeñas cosas. Te enseñan que esto es azul, eso rojo, eso es un gatito… ¿Cómo llevarles la contraria? Más adelante ya te planteas el mundo que te rodea y recurres a las personas que crees lo saben todo: tus padres. En algunos casos, como el mío, llegando a ser terriblemente pesado. El clásico niño por qué. Supongo que en mi caso mi padre se hartó pronto de satisfacer mi enorme curiosidad porque una de las cosas que recuerdo de mi infancia es que me enseño el uso de una vieja enciclopedia. Al fin había un sitio donde casi todas las respuestas tenían contestación (aunque era un autentico coñazo recurrir a ella). Poco después me planté en esa demencia senil temporal llamada adolescencia donde crees que nadie te entiende, que todas las respuestas a las preguntas que te haces son deprimentes y por su puesto crees que tus padres no tienen ni idea de nada. Y entonces empiezas a elaborar tus propias teorías sobre todo el mundo que te rodea y a intentar (ineficazmente) pensar como un adulto.

De pronto y antes de lo que te esperas llegas a bachiller y empiezas a tener que tomar decisiones simples pero que por primera vez afectarán realmente a tu vida: estudio o no, voy a la universidad o a un módulo, aprendo un oficio, ciencias o letras…etc. Al tiempo, claro está, cosas que tenias como lógicas dejan de serlo. En mi caso, por ejemplo, un genial profesor de filosofía (tristemente fallecido hace poco tiempo) el profesor Dueñas nos retaba a preguntarnos sobre la realidad y sus porqués. ¿Acaso esta silla es real? ¿Es lo que veo, o lo que me dicen cierto? Otros, como mi profesor de física, empezaban a decirnos que las matemáticas, eso que se nos vendía como algo seguro, científico, la verdad absoluta ya no lo era tanto: había llegado la física cuántica. Y por primera vez entendí realmente lo que es ciencia: una mera suposición de la realidad.

Con todo este batiburrillo de ideas, las hormonas aún revolucionadas y la esperada pero impuesta adultez llegas a la universidad y allí todo es diferente. Tus profesores ya no son simples maestros o licenciados, son doctores o expertos en el tema (si tienes suerte) o profesores que saben mucho de la materia y han hecho muchos méritos para estar allí (si no la tienes). De pronto todo ese relativismo, toda esa invitación a pensar, esa exaltación de las capacidades intelectuales y de la curiosidad más ferviente se da de golpe con el conocimiento: esto es así porque yo soy el que sabe y punto. Por supuesto que los profesores te invitan a reflexionar (las preguntas que quieren que les hagas) y fomentan la participación en clase (siempre y cuando le hagas preguntas a su juicio “razonables”)

Más tarde superas las barreras de la pura teoría y te sumerges de lleno en la vida prelaboral, comienzas las prácticas. Allí te encuentras que la gente no solo es experta en la materia sino que te argumentan que ellos saben aún más que tus profesores porque ellos trabajan diariamente con pacientes mientras que los otros “hace años que perdieron mano”. La mejor parte de esto es que por primera vez empiezan a tratarte como un igual, como un adulto. Comprenden perfectamente que tengas dudas y que te equivoques, lo que te da mucha confianza hasta que llega la fatídica pregunta: ¿POR QUÉ?

Unas veces porque no hay tiempo y les retrasas, otras porque en ese momento están haciendo algo mas importante y otras simplemente “porque esto es así” acabas callándote muchas de las cosas que piensas o que se te ocurren. Dejas de utilizar tu imaginación y tu lógica para encajonarla y adaptarla a lo que se espera de ti: que trabajes sin cobrar. Lo más que puedes conseguir es una carcajada del que escucha o un… eso es imposible. Cuando por fin consigues terminar tus estudios eres un recién diplomado con un montón de conocimientos que unos sabios te han metido en la cabeza y otros, más resabidos aún, han conseguido que automatices a base de hacer su trabajo.


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