Lost in Translation 1º Parte
Una de las cosas que todo ibérico tiene en común al irse de Erasmus es su escaso o nulo conocimiento de inglés. Vale si, de acuerdo, existen rarunos que dominan a la perfección la lengua anglosajona, pero si algo ha conseguido la ESO en nuestro país es desplomar el nivel académico a unos límites que hacen que aún hoy se puedan ver universitarios diciendo el Jelou jaguar yú tal como se lee, con el acento territorial de cada uno. No es que yo tenga una flema Británica-Yankee envidiable. Tampoco mi acento es ninguna maravilla pero si hacemos una escala entre Shakespeare y Sergio Ramos hablando inglés (por debajo del inglés de Sergio Ramos solo esta su castellano y, a partir de ahí, eso no se puede considerar hablar) yo creo que tengo nivel “me defiendo”. Y es que teniendo en cuenta que desde selectividad mi único contacto con el inglés era el on/off de la TV, iba acojonado.
Al principio, motivado de mí, me apunté a una academia de inglés donde me dieron un curso intensivo que me vino estupendamente para desempolvar neuronas. Las intenciones eran buenas pero en realidad me pasaba lo mismo que con el gimnasio. Al principio genial, vas a fuego (on fire) y te sientes el rey (like a King) pero pasado un tiempo (a long time) los libros empiezan a oler a cerrado (smell as a dump), las fichas con ejercicios se amontonan (a pile of apuntes), dejas de hacer deberes y te das cuenta que estas mas perdido que Tévez en una entrevista. Con todo este cúmulo de temores en la cabeza llegas al aeropuerto, haces escala, y empiezas a emparanoyarte. Primero te da la bienvenida el piloto y te das cuenta que no has entendido un carajo. Después del “Ladys and gentlemen welcome to the flight… (Algo que parecen una serie de números incompresibles)… (no data)… (404 not found)… Thank you” tus temores se hacen realidad. Pero claro no te quieres hundir, estas a punto de emprender un viaje que esperas sea inolvidable así que te dices a ti mismo: ¡olé yo que he entendido el saludo y la despedida a pesar de que se acoplara el micro y que el altavoz distorsione y no funcione bien! Lo malo viene cuando la azafata te empieza a hablar en inglés y ahí ya sí que, sin micros ni altavoces, no entiendes nada.
Por suerte el ser humano es un animal con recursos y te da por tramar toda serie de estrategias lógicas para hacerte entender con la gente con la que te encuentres. Te apuntas direcciones a las que tienes que acudir, planificas señas y gestos que crees comprensibles, escribes frases simples para mostrar en caso de que no te entiendan… y cuando ya estas a punto de lograr el cum laude en filología inglesa y lenguaje de signos el avión aterriza. En este momento de pánico en el cual te asaltan las dudas de si ha sido buena idea irse tan lejos de esa España cañí te das de bruces con la realidad, el acento Britanico y/o Yankee del personal de vuelo es incomprensible del todo, pero la gente normal que te encuentras habla mucho más claro.
Es entonces, cuando comienzas a entender a la gente que habla, que te da por pensar que ellos a ti también te entienden pero no. Una cosa es que los no anglosajones hablen un inglés más técnico (no es su lengua materna) y no modificado por modas o jergas y otro que lo que tú hablas sea inglés. Porque siendo claros: Nadie se ha fijado que ¿Fernando Alonso, Punset, o la gente que sale en Callejeros Viajeros tienen el mismo acento hablen el idioma que hablen? El ibérico medio no aprende idiomas, cincela diferentes silabas a un mismo acento y ¡Hale, que le entiendan!
Al final lo peor y más triste es que vamos por el mundo pensando que tenemos un ingles semi correcto (todo el mundo en el curriculum y si le preguntas te dirá que habla ingles fluidamente) pero la realidad es que la comparación del resto de países es… triste. Creo que es en lo poco que podemos ser mejores que los franceses en general pero ellos, al menos, reconocen que no tienen ningún interés en aprender inglés o que les importa poco o muy poco no dominarlo.
Continuará
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