Pontevedra: modelo de transformación y destino turístico
¡Hola a todos un día más! En el post de hoy os voy a hablar de la capital de mi provincia, ambas del mismo nombre. Para los que hayáis estudiado latín, (y para los que no), el topónimo Pontevedra es latino, (pontis veteris). Hace referencia a un puente viejo, que daba acceso sobre el cauce del río Lérez. Hoy hay siete puentes, nada más y nada menos.
Conozco Pontevedra como la palma de mi mano. Está bien comunicada, por carretera y ferrocarril. Si llegáis a cualquiera de los aeropuertos gallegos, tenéis buenos tramos de autopista. En la actualidad desde Bueu se llega en un pis pas. Antes de la apertura del nuevo vial, (rápido), encontrabas retenciones importantes en el nudo de Marín. Podías tomar la carretera orilla mar, si entrabas por Aguete y dejabas la carretera interior. Ibas disfrutando del panorama y una sucesión de playas preciosas, (Portocelo, Mogor), hasta desembocar en la Escuela Naval, pero el atasco, que estaba más adelante, era monumental y no había forma de sortearlo.
La Escuela Naval ocupa un área muy extensa. Desde el coche podréis ver los distintos edificios, las villas para oficiales, las instalaciones y dotaciones deportivas. El rey acostumbra a venir cada 16 de julio, (solo o acompañado), para presidir la Jura de Bandera y “la entrega de despachos”. Es también en verano cuando el buque escuela Juan Sebastián Elcano visita nuestras aguas. Desde Bueu se puede ver, y acercarse, si tenéis embarcación o amigo con barco.
Pontevedra está a 21 kilómetros de Bueu. A finales del siglo XX era una “ciudad de provincias” algo gris y alicaída. Eran los tiempos de las calles abiertas al tráfico y el humo del tabaco en las cafeterías. Necesitaba un remozado, “una puesta a punto”. Es ciudad administrativa y eso imprime carácter. El pontevedrés medio, (si se puede decir así), es sumamente educado. La actividad comercial tuvo y tiene gran importancia. Pontevedra es más que nunca un ineludible destino turístico.
Empezaré por decir que el cambio operado ha sido merecedor de muchos premios. No los citaré todos, pero sí los más relevantes. Pontevedra cuenta con el Premio Nacional de la Cultura Gallega, concedido por la Xunta de Galicia en el año 2008, el DUBAI AWARD, que concede la ONU HÁBITAT, otorgado en 2014 y recogido en Dubai por el alcalde, Miguel Lores, y el Center for Active Design, que concede la ciudad de Nueva York, (otorgado en 2015 y entregado en Hong Kong), como reconocimiento a una Ciudad de Movilidad Inteligente.
El cambio se produjo en fases, paulatinamente. Hacían falta medios, decisiones y un proyecto. Despegó la humanización de las calles, con peatonalizaciones, carriles, paseos, que hacen más agradable y saludable la vida de las personas. Pontevedra es la ciudad de las plazas y las camelias. Invita al paseo, a la vida social, a disfrutar de la gastronomía, a las compras. Tiene una programación cultural durante todo el año y ha sido considerada “la ciudad más cómoda para vivir de toda Europa”. La zona centro es tan recogida y ordenada, que la recorres a pie sin dificultad. Hay plaza de toros, ocho salas de cine en Vialia, conservatorio. Tiene campus universitario, dependiente de la Universidad de Vigo. También hay un Centro Regional de la Universidad Nacional a Distancia, concretamente en el barrio de Monteporreiro. Los planes de estudio del campus son limitados, claro. Puedo destacar la Facultad de Bellas Artes, dos de cuyos profesores son amigos de mis padres, y los dos, ¡ups!, vascos.
¿QUÉ VER?
He preparado un resumen, para todo el que visite por primera vez Pontevedra, Pontevedriña, "Ponte" o "PTV" para los amigos. Es imposible ser exhaustivos, de modo que os acompañaré en uno de mis recorridos. No os va a defraudar, ¡no rebajéis vuestra expectativa! Pontevedra aumenta sus habitantes, con gente que se instala, ¡quizá después de descubrirla tú hagas lo mismo!
Si llegáis en coche desde cualquier punto, sabed que toda la ciudad goza de servicios de aparcamientos subterráneos. Desde Bueu hay que bordear la ría en su tramo final y seguir por el río. Toda esta orilla se ha convertido en un paseo espectacular. Los peatones pueden recorrer una distancia considerable, pasear, practicar jogging. Veréis algún vestigio del antiguo barrio de pescadores, el puerto deportivo, el club náutico. Sin moveros del asiento, podréis comprender por qué Pontevedra es una “ciudad de puentes”. Anillan la parte baja, “para pasar al otro lado”. Todos son muy distintos, con estilos disonantes entre unos y otros. El “puente de los tirantes” y “el puente As Corrientes” forman el dúo más moderno.
Este último es el más reciente, (hace el número siete), y su coste ascendió, (¡oficial!) a 7’3 millones de euros. Mi parking preferido es el de la plaza de abastos. Me parece muy cómodo y de techos desahogados. La boca de salida te sitúa en pleno corazón del casco viejo. Lo primero que percibiréis es que conviven los edificios abandonados o en venta, las obras en marcha y los magníficos trabajos de rehabilitación. Veréis un tramo de viviendas valladas, completamente invadidas por el verdín y la humedad. Si os asomáis a la primera entrada, a la izquierda, desembocaréis en la Praza da Pedreira. No os podéis perder el Pazo de Mugartegui, recuperado como sede del “Consello regulador Rías Baixas, (el vino), Denominación de origen”, además de servir de sala de exposiciones, conferencias y conciertos.
Seguid camino hasta la Praza Méndez Núñez. Os daréis de bruces con la efigie en bronce del mismísimo Ramón María del Valle Inclán, que fue pintado de rosa en un acto absurdo de vandalismo continuado.
Los amantes de la arquitectura no sabrán donde mirar. Lo mejor es doblar a la izquierda, hasta la Praza da Verdura. Está ocupada casi por completo con las mesitas de las tascas, los bares y las taperías. Hay ambientazo, sobre todo si hace buen tiempo. En los días de lluvia, hay mesas también en los soportales. Por la noche se encienden las luminarias, (son iguales en toda la ciudad y tienen una curiosa forma de “jeringuilla”). Iluminada todavía se ve más bonita e íntima, con una de tantas fuentes que veréis en cada esquina. Si os apetece picar algo, tenéis dónde elegir: el Bar Os Maristas, la Tapería Os Carballos o el Asador O Furancho de Bora os ofrecerá tapitas de pulpo, empanada, pimientos de padrón… Allí mismo, en frente, en la Rúa Conde de San Román, os recomiendo que os detengáis para admirar una farmacia centenaria. Es muy conocida por los pontevedreses y muy fotografiada por los visitantes. En la fachada se puede leer: F. Vda. Enrique Eiras Puig. Observaréis que en muchas placas de las calles aparece doble nombre, el actual y el antiguo, con la fórmula, (por si deambula algún fantasma perdido), “calle tal antes calle cual”.
El comercio de Pontevedra fue cambiando paulatinamente. Unos cuantos viejos negocios perviven, en armonía con las novedades, muchas de ellas encantadoras. Algunas de las tiendas más antiguas van echando el cierre poco a poco, por jubilación o desfase, un poco de todo. Si os gusta el Vintage, no os perdáis Lagasca, en la Rúa Manuel Quiroga. Venden ropa increíble, a precios más increíbles todavía. Siguiendo por esa calle, veréis los dos locales de la Librería Pueblo. Hay algunas librerías más, unas nuevas, como Cronopios o Metáfora y otras con más tradición, como la Librería Paz, a un paso de la Glorieta de Compostela, o Librería Baroja, en la Calle Palamios, que desarrolla una actividad continuada, sobre todo en presentaciones de libros. Quizá os parezca absurdo hablar de lo que ya no existe pero, ¿quién no se acuerda de la Librería Michelena? Estaba en la calle del mismo nombre y era un referente obligado en la ciudad, con salida a dos calles y un inmenso fondo. Tengo muchos cuentos y libros que me compraron allí, con la etiqueta en la primera página.
La Calle Conde de San Román, (donde nos habíamos quedado), desemboca en la Praza da Ferrería.Al llegar aquí hay que detenerse y tomar aire. Es un espacio abierto, acotado de belleza por todas partes. Toda la plaza en sí es lugar de encuentro y celebraciones: feria del libro, conciertos.
Veréis niños jugando, palomas, castañero en invierno, gente charlando en los cafés de los soportales. Hay muchas cafeterías, pero mencionaré las tres más peculiares. Empezaré por el Café Bar Carabela, que se mantiene sin cambios desde su apertura, en el año 1946. Tiene mesas resguardadas de la lluvia y goza de un patio alrededor de un estanque. Podéis picar algo, tortilla, empanada, calamares. Os recomiendo, sobre todo, el granizado natural de limón. Para los que buscáis comodidad y confort, y un ambiente “chic”, cito la Cafetería San Francisco, decorada por todo lo alto. Tiene sofás comodísimos y libros, por si os aburrís. Advertencia: después de las doce de la noche, el café y las tisanas se cobran a 3 euros. Enfrente está el Savoy, inconfundible porque tiene planta baja y planta alta. Organiza veladas musicales, de jazz, sobre todo. Tenéis que girar sobre vuestros talones y mirar el conjunto monumental a vuestra espalda. Está formado por la Delegación de Hacienda, (¡no es broma!), que fue el Convento de San Francisco. La iglesia está adosada, con su rosetón en la fachada. Se asoman desde lo alto a los Xardíns de Casto Sampedro y su magnífica fuente. Desde allí se puede ver el perfil del Santuario de la Peregrina. Es única en toda España, por su forma circular, simulando una vieira. Los peregrinos del camino de Santiago hacen un alto en este punto. Dato para el Trivial: fue diseñada por el arquitecto Arturo Souto.
Si enfiláis la vista, de espaldas al templo, veréis la mítica Calle de la Oliva, muy comercial, con varias galerías. Os recomiendo hacer una parada para probar un buen helado. Veneto no tiene pérdida y se anuncia como Gelatería Artigianale. A escasos metros de Veneto encontraréis una tienda de cerámica Sargadelos. Cuenta con galería de arte y sala de conferencias. Un poco antes de llegar, podréis admirar el escaparate de uno de los comercios que aguantan el tipo. Me refiero a Torrado, que vende material para pintores y amantes de las manualidades. Siguiendo todo recto, se llega a la Plaza de San Xosé. Toda ella constituye un eje cultural importantísimo. Lo forman dos bloques: el Centro de Maiores de la Fundación Abanca, sede de exposiciones anexa al Café Moderno, una verdadera maravilla que no os podéis perder. Al otro lado de la Plaza está el edificio principal. Su auditorio se utiliza a menudo para representaciones teatrales o conferencias. La última vez que estuve fue para ver a Concha Velasco, que recibió una gran ovación por su trabajo en “Olivia y Eugenio”. En el centro de esta plaza se levantó un conjunto de las llamadas “estatuas vivientes”, tan de moda por toda Europa como equipamientos culturales. No hay quien no tome una foto, o incluso pose entre los cinco caballeros. Representan la intelectualidad que frecuentaba el Café Moderno, llamado así, ¡verídico!, porque en 1903 ofrecía… ¡café!, que era lo último, lo que molaba. Es obligatorio, (no me perdonarían que no lo hiciera), citar los cinco tertulianos de la plaza. Son, por este orden, Manuel Quiroga, Carlos Casares, Valentín Paz Andrade, Alexandre Bóveda, Castelao y Ramón Cabanillas. Punto.
Si continuáis camino hasta el fondo de la calle y dobláis a la derecha, llegaréis a La Alameda, otro de los puntos que más me gustan. Os llamará la atención su forma de Avenida, perfilada por palmeras gigantes, que sorprenden por su aire tropical inesperado, a los visitantes que vienen por primera vez. Al otro lado quedan los institutos de enseñanza, el palco de la música, las Ruinas de Santo Domingo. Si seguimos todo recto desembocamos en la Calle Xeneral Gutiérrez Mellado. Es zona peatonalizada, en la que continúan las dos hileras de palmeras haciendo pasillo. Me lo sé todo de memoria porque me saqué el carné de conducir por esta ciudad. Bueno, compiten con farolas modernas, todo muy espectacular. Si alcanzamos el final de la calle y doblamos a la izquierda, llegamos al edificio del Ayuntamiento. De allí volvemos al casco viejo, hasta el Teatro Principal, que desemboca en el Liceo Casino. En este punto os recomiendo el Jaqeuyvi, aunque hace mucho tiempo que no voy, porque iba con mis padres. Significa Jamón, queso y vino y su especialidad son, (o eran), los jaqueyvis, cuya receta no desvelaré, claro. Unos pasos más abajo, está la cervecería Livingstone. No os la podéis perder: solo el edificio ya es un lujo. Ya que estamos en la zona vieja, os hago otra recomendación. Para cenar visitad el Verdún, fundado en 1909. El local tiene varias zonas y la carta es variada. Os recomiendo la ensalada crujiente y, de postre, ¡muerte por chocolate! Os llamarán la atención las vitrinas que hay al fondo: en ellas se exhibe una gran colección de juguetes de hojalata auténticos.
El otro eje cultural de la ciudad lo forman los edificios que integran el Museo. A la sede primitiva, en la Calle Pasantería, hay que añadirle todo un conjunto de anexos. Cuenta con varias salas en las que podréis ver objetos que datan desde la prehistoria, hasta el siglo XX. La colección de joyas deja claro cuánto, (o qué poco), cambian las modas. Cuando lo visité por última vez, ya habían añadido el Pazo García Flórez. Es una casa señorial que me encantó recorrer de cabo a rabo. Podréis ver una cocina, tal y como eran, con lareira y poyete para el cotilleo. Recorrer el entramado de la casa es toda una delicia. Será como “fisgar” en un viaje del tiempo. Esconde una sorpresa oculta, al fondo de una escalera difícil y muy empinada: la reproducción de la cámara de oficiales de la Fragata Numancia. Es un espacio estanco, con cortinillas que cubren los ojos de buey ciegos. Incluso el suelo, no del todo recto, provoca la impresión de que se mueve por las olas. Hay un Sexto Edificio, a cierta distancia, pero bien integrado. Está conectado con el Archivo por dos pasadizos altos. Aporta un aire vanguardista, rompiendo el aire tradicional del conjunto. Se utiliza para todo tipo de eventos: exposiciones, conciertos, presentaciones de libros. Cuenta con una cafetería-restaurante, La Ultramar Taberna Atlántica. No he estado nunca, pero tiene muy buena pinta.
Si lo que queréis es conocer la Pontevedra más festiva, os recomiendo dos fechas para visitarla: la semana d fiestas en honor a La Peregrina (que no es la patrona, ¡ojo), en agosto, y la Feira Franca, el primer fin de semana de septiembre. Hay conciertos por la noche, se abre la temporada en la plaza de toros, se exhibe la mejor pirotecnia, con fuegos artificiales. El otro gran festejo lo constituye la Feira Franca. Toda la ciudad se pone la historia por montera, echándose encima el medievo.
Los pontevedreses y toda la masa de visitantes, que se cuentan por miles, se echan a las calles, disfrazados o sin disfrazar. Para gustos, colores. Veréis desfiles, malabares, pregoneros, talleres, pasacalles y puestos con los antiguos gremios y sus productos. Tanto un festejo como el otro son multitudinarios, no recomendados para los amantes de las visitas más tranquilas. Si no podéis eludir estas fechas, Pontevedra os dará el remedio. Buen momento para pasar los puentes y visitar los monasterios de Poio y de Lérez.
Para terminar este larguísimo post, (sorry, ¡no quería dejarme nada!), tengo que mencionar un “contra”, entre tantos “pros”. Me refiero a la empresa ENCE, que produce celulosa al pie de la ría. Cuenta con una planta química, ELNOSA, y se extiende hasta el límite con Marín. En la actualidad, (es un viejo dilema), se discute su permanencia en la ría, entre partidarios y detractores. Los trabajadores argumentan con sus puestos de trabajo. Los ecologistas, y no solo ellos, destacan su impacto medioambiental. Es precisamente en sus proximidades donde encontraréis la subida al Pazo de Lourizán, una maravilla a la que dediqué un post anterior. Sea inocua o no, lo cierto es que provoca un olor peculiar y desagradable en toda la zona. A Bueu llegaba, dependiendo de cómo soplara el viento. Dejo el debate para cada uno y pongo punto y final. Este ha sido mi recorrido por Pontevedra, una ciudad que me fascina. Hay mucho más, así que, disculpad las omisiones. Ya sabéis, dejad vuestros comentarios, preguntad, compartid, ¡lo que queráis!
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Comentarios (2 comentarios)
José Ramón Núñez Iraola hace 8 años
Pontevedra ciudad muy cómoda para vivir. Gran calidad de vida. Me encanta el pequeño comercio. Su casco antiguo es precioso. Una ciudad para pasear.
josefa parejo rejas hace 8 años
Me encanta la ciudad .fui varias veces pero la mitad de las cosas que cuentas no las vi. En mi próximo viaje las tendre Qué ver todas .