Salies y Orthez

Publicado por flag- Julen Diez — hace 4 años

Blog: Francia sureña
Etiquetas: flag-fr Blog Erasmus Pau, Pau, Francia

¡Hola de nuevo! El post de hoy trata de dos pequeños pueblos franceses que aguardan muchos secretos y joyas dentro de ellos: Salies-de-Béarn y Orthez. Los visité en mi viaje a las Landas, y sinceramente, no me arrepiento de haberlo hecho. De hecho, estoy deseando volver porque me parecieron una auténtica maravilla del mundo.

Sin más dilación, aquí os los presento. ¡Espero que os guste!

Salies-de-Béarn

Es un municipio situado en los Pirineos Atlánticos, a sesenta kilómetros de Pau y a otros sesenta de Bayona. Es la capital de la región de Bearne, y sin duda alguna, la población más bonita de la zona. A pesar de que en las imágenes de internet no existan fotos que muestren su verdadera belleza, os puedo confirmar desde ahora que la realidad supera esas fotografías.

Todas sus casas estaban pintadas de colores diferentes, incluso los tejados eran de colores diferentes. La primera casa que vi tenía un color verde claro, y desde aquel momento presentí que la zona entera sería una obra de arte. El centro de la ciudad se concentraba en un único lado del río, adquiriendo una forma de óvalo, pues el río serpenteaba, pero no todo el centro estaba rodeado por el mismo.

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Si empezáis vuestro viaje por el noreste de la ciudad, veréis que poco antes de cruzar el primer puente para ir al centro se puede localizar uno de los lugares más fotografiados de Salies: un horda de casas del estilo "casa de brujas" enfiladas frente a la orilla del río. Era bastante bonito ver aquello, y en esa ocasión las fotografías no engañaban, pero no sabía que mejores cosas vendrían al cabo de poco tiempo.

Muy cerca de aquellas vistas, había una casa con los balcones de color azul celeste, el cual también ha sido muy fotografiado. Me gustaba mucho cómo se conservaba el color, transmitía muchas emociones inexplicables.

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Todas las casas del centro tenían los tejados de madera, las paredes de color pastel y, cada una de ellas, las puertas y las ventanas de colores y tonos diferentes. Tampoco eran casas habituales, pues se caracterizaban por tener una estructura que es mejor mostrarla en una imagen. Ya sabéis: "una imagen vale más que mil palabras":

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Ninguna tenía el tejado afilado, no eran muy altas. Estaban desordenadas y,  sobre todo en la calle principal, no seguían una línea recta, creando así múltiples plazas y zonas vacías, algunas con pequeñas fuentes y vegetación, y otras totalmente vacías. Algunas calles eran laberínticas, pero todas encantadoras.

Había calles llenas de puertas de colores, algunas eran más limpias y más claras que otras, ya que a algunas no les llegaban los rayos del sol necesarios como para poder resaltar.

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También había calles llenas de macetas con muchas flores, y otras con paredes llenas de plantas trepadoras. Había de todo, y eso es lo que me gustaba. Las afueras del centro también eran del mismo estilo, pero menos cuidados y a veces con los bordes de la carretera sin asfaltar.

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Pero había muchos colores, eso sí. Naranja, gris, azul muy claro, azul oscuro, verde oscuro, verde claro, lila, rojo, etc. Las casas eran completamente diferentes a las que se colocaban al lado, a sus casas vecinas, pero a veces se creaba el efecto "graduado", en el que las casas tenían las ventanas de colores tan parecidos entre sí que daba la sensación de estar ordenados desde el tono más claro hasta el más oscuro. De ahí viene el efecto "graduado".

En la zona del río, existía otra atracción turística muy conocida de Salies-de-Béarn. A causa de la baja marea del río, existía la oportunidad de bajar hasta debajo del puente y pasear junto al agua. A veces solían (y suelen) haber exposiciones de fotografías en el mismo río, cuando la marea baja. Es algo muy curioso de ver, puesto que no en muchas ciudades existe la posibilidad de hacerlo.

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Para bajar al río, cogimos una pequeña cuesta que estaba pegado al Museo de la Sal, otro punto de interés muy conocido, y desde el final de la cuesta, a la orilla del río, se podía observar y contemplar una de las casas más emblemáticas de Salies. Era una casa de grandes dimensiones con un tejado del mismo estilo de las demás edificaciones y un balcón estilo "New Orleans", un balcón que recorría todo el piso de arriba con vallas de madera blanca y columnas que lo soportaban.

Estaba situado en la orilla del río, y puedo asegurar que es una de las vistas más encantadoras del municipio. La casa estaba rodeada de calles llenas de flores, un restaurante muy conocido en la zona (La Terrasse), la exposición fotográfica en el río, la Iglesia de San Vicente y una juguetería que resaltaba remarcablemente debido a la cantidad de juguetes, peluches y globos que se exponían a su exterior con el objetivo de atraer a la clientela. 

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Otras atracciones turísticas e interesantes son la Maison Coustalé de Larroque, ITEP Beaulieu, el quiosco y las termas.

Desafortunadamente, no todo era color y alegría. Nosotros tuvimos la suerte de no conocerla, pero pocos días antes de que nosotros llegáramos, una inundación arrasó la ciudad. Todas las calles y plazas se llenaron de agua y todos los negocios se inundaron, se estropearon y se vaciaron.

Cuando nosotros llegamos, la calle principal estaba repleta de furgonetas y coches con especialistas intentado sacar las cosas de los interiores de las tiendas e intentando limpiarlas y vaciarlas de agua. La mayor parte de los negocios estaban cerrados y vacíos, lo cual me produjo mucha pena. Tampoco había mucha gente en las calles, solamente coches y trabajadores. Además, aquellos días se celebraba una especie de mercado veraniego, pero todos los puestos también se cerraron.

Me daba mucha pena ver Salies así, con lo bonito que era (y lo sigue siendo). Incluso me producía rabia.

Orthez

Orthez se sitúa a veinte minutos de Salies, y es otra auténtica joya: todo el municipio está compuesto de casas enfiladas con puertas y ventanas de colores, y un gran puente que une sus dos barrios separados por el río Gave de Pau.

La plaza del Ayuntamiento es el punto de partida, por donde se debe empezar a explorar el municipio. Si tomamos la dirección norte, nos encontraremos en una calle muy larga y en cuesta arriba rodeada de filas de casas simétricas, ordenadas y de la misma altura, pero cada una de un color diferente. También hay otras calles paralelas a ésta, con el mismo encanto. Al final de todas estas calles se localiza el Castillo de Moncade, que actualmente es un museo.

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Sin ir muy lejos, muy cerca de nuestro punto de partida existe una calle en horizontal llena de tiendas y mucha gente, pues se puede decir que ésta es “el comienzo del centro de la ciudad”.

Hay varias macetas de flores colgadas por las farolas y en los balcones, y muchas casas tienen patios traseros totalmente abiertos, por lo que cualquiera puede acceder para explorar un poco y echar un vistazo a lo que esconden.

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Orthez no sufrió ninguna inundación, así que todas las tiendas y bares estaban abiertas, incluso había un centro comercial un poco apartado del centro pero abarrotado de gente, con un gran puesto de flores afuera y la maravillosa Iglesia de San Pedro justo al lado.

Pero, ¿Qué hay al sur de la plaza donde hemos empezado nuestro trayecto? Algo que ni siquiera nosotros nos imaginábamos. Al sur de la plaza se encuentran otras calles llenas de casas, pero éstas tienen más encanto que el resto, puesto que los colores son más vívidos y más claros.

Estas calles tampoco son tan rectas, más bien un poco laberínticas, aunque cortas. Por estas calles también se pueden observar algunas torres, palacios y casas llenas de plantas trepadoras. Pero lo mejor todavía está por llegar: el puente romano.

Es un enorme puente de piedra con una torre en medio que está construido desde el centro de la ciudad hasta otro barrio que, por cierto, también es precioso. Este barrio tiene alrededor de cuatro calles largas llenas de casas con ventanas rosas, verdes, azules y grises y mucho, mucho silencio.

Es muy agradable pasear por calles tan preciosas como éstas, sin que nadie te interrumpa y que solamente se escuchen los ruidos de los pájaros y del viento.

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En cuanto al puente romano, éste es otro mundo. Es muy imponente, y desde ahí se puede divisar todo el río al completo. Da la sensación de que uno está caminando sobre la época en la que se construyó, como si el presente fuera otro.

Está muy bien cuidado y se puede caminar tranquilamente sobre él. También tiene las vías del tren en frente, por lo que a veces hay que esperar a que pase el ferrocarril en el caso de que queráis pasar al puente.

Fue algo que me enamoró totalmente.

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salies-orthez-9d6362b16fb67698a25fde5568Y por último, algo que no teníamos previsto ver y que lo descubrimos cuando estábamos encima del puente romano: la preciosa orilla del rio Gave de Pau. Para bajar hasta aquí, tuvimos que bajar por un túnel situado debajo de las vías del tren, y justo al otro lado nos topamos con este precioso lugar.

Toda la orilla estaba llena de vegetación, pájaros y agua de color verde claro. No era ese verde que a uno le produce repugnancia y sensación de suciedad, sino era un verde muy bonito, como para que uno se quede fijándose en él durante todo el día.

Hacía calor, y daban muchas ganas de saltar al río. Era un sitio muy tranquilo y relajante, solamente con el sonido del agua y del viento acompañándonos de la mano. No había nadie más alrededor, por lo que todo resultaba más íntimo. Sí tengo que admitir que había un poco de basura esparcida, como sillas rotas, trozos de metal y neumáticos, pero solamente en frente del túnel.

El resto del territorio estaba limpio, aunque tampoco estaría mal que la gente dejara de arrojar sus desechos a este rincón. También existía una especie de sendero hecho de piedra, pero debido a un desplazamiento de tierra un tramo está inclinado, al borde de caerse. De todos modos, es un lugar muy interesante y dispensable de ver en Orthez.

Debajo del puente hay una zona llena de rocas, a donde los locales se acercan para pescar o para bañarse. Todo aquello es una maravilla.

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En conclusión, debo decir que estos dos municipios son verdaderamente impresionantes. Salies por sus colores llamativos y sus casas de cuento, y Orthez por sus largas calles, su puente romano y su hermoso río. Si alguna vez os encontráis de vacaciones en alguna ciudad francesa como lo son Bayona, Pau o Dax, no dudéis en acercaros aquí, no os arrepentiréis.

¡Y esto ha sido todo por hoy! Espero que os haya gustado y que hayáis añadido dos ciudades más a vuestra lista de viajes pendientes. ¡Un beso y hasta otra!


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