Segunda parte de la Catedral de Notre-Dame

Publicado por flag-es Nieves Airazti Ballesteros — hace 10 años

Blog: NOTRE DAME
Etiquetas: flag-fr Blog Erasmus París, París, Francia

Hola Erasmus! aquí les dejo la segunda parte de la Catedral de Notre-Dame. Si lleváis esta guía que aquí os expongo os aseguro que sabréis qué es y qué significa absolutamente todo lo que vas viendo a lo largo del recorrido con todo tipo de detalles.

Nos quedamos cuando nos encontramos con los nueve paneles que representan las apariciones de Cristo resucitado.

Pues bien, a la derecha vemos un pasillo que nos lleva al Tesoro de la Catedral: saqueado varias veces, sobre todo en 1831, contiene menos objetos antiguos de lo que el lugar merecería. Se encuentran sin embargo diversos recuerdos: de San Luis, de Monsenor Darboy, de Viollet-le-Duc, de Claudel; bellos crucifijos de marfil, antiguos libros litúrgicos, objetos litúrgicos de orfebrería y documentos fotográficos que nos iluminan sobre la historia de Notre-Dame y su vida actual. Las salas del Tesoro contienen además une reliquia preciosísima: la corona de espinas de Jesucristo. No se puede afirmar con certidumbre su autenticidad, pero existen indicios históricos desde el siglo IV.

La reliquia consiste en un anillo de juncos trenzados, en el cual se insertarían espinas para formar la corona de escarnio. Fué adquirida por San Luis, que la trajo religiosamente a Notre-Dame el 18 de agosto de 1239, pero en los siglos siguientes fué conservada en la Sainte Cha- pelle (Santa Capilla), construida para ello, como un suntuoso relicario. Poco después de 1801, restablecido el culto católico en Notre-Dame, interrumpido desde 1793, la santa corona fué confiada al Capítulo de los canónigos de la catedral y a los caballeros del Santo Sepulcro.

Reseñas, fotografías, relicarios situados en las vitrinas del Tesoro permiten hacerse una idea de esta reliquia, no expuesta ordinariamente. Se la ofrece a la veneración de los creyentes, en la misma catedral, los viernes de cuaresma desde las 5 a las 6 de la tarde y durante el día del Viernes Santo.

Volviendo a la nave derecha:

el muro esculpido se interrumpe, rara dar lugar a una verja repujada, a lo largo de la curva del ábside. Generalmente, se invita a los visitantes a atravesar el coro, a través de esta reja. Esto permite una cierta paz en la capilla del Santo Sacramento, situada al fondo del ábside, detrás del coro, reservada a los que desean orar. Además, para conocer la catedral es preferible, con mucho, atravesar el coro.

Este coro es como una isla en el espacio y en el tiempo; en el espacio, porque está cerrado en todo su perímetro; en el tiempo, porque sus elementos esenciales datan del mismo período, el siglo XVIII. Las circunstancias que llevaron a esta profunda transformación tienen importancia en la historia religiosa de Francia. Luis XIII que no tenía hijos, hizo el voto de consagrar su reino a la Virgen María si llegaba a tener un hijo varón. Este hijo, que será después Luis XIV, nació en 1638. Desde entonces todos los años, el 15 de Agosto, fiesta importante de la Virgen, recorre la catedral una procesión, en memoria de aquel voto de Luis XIII.

Pero el rey deseó que ese voto se materializase también en el edificio de Notre-Dame y decidió volver a modelar el coro. Sin embargo, Luis XIII murió cinco años después del nacimiento de su hijo, sin haber tenido tiempo de llevar a cabo su proyecto, que no fué emprendido con seriedad hasta el final del largo reinado de su sucesor, y se terminó en 1723, ocho arios después de la muerte de Luis XIV, Tres cuartos de siglo fueron necesarios para la realización de un voto real! Las 46 sillas altas del coro han sido respaldadas con altos bajo-relieves, que en gran parte representan la vida de la Virgen María. Penetrando en el coro por el sur (del lado del Tesoro) se contemplan las siguientes escenas:

  • María al pie de la cruz.

  • María, recibiendo el cuerpo de su hijo crucificado.

  • María, entre los discípulos, en el día de Pentecostés.

  • La Asunción de María: la fe católica en la Asunción sostiene que María, la más cercana a Jesús entre todas las criaturas, está asociada a su resurrección: el Salvador la ha tomado, la ha asumido, con Él en su gloria.

Una vez atravesado el coro, las escenas que se ven en la sillería son, de este a oeste:

  • La visita de los Reyes magos.

  • La Natividad.

  • La Anunciación a María de su Divina Maternidad: de esta escena del evangelio está tomado el comienzo de la oración a María, “Dios te salve, María; llena eres de gracia”. Fué un obispo de París, Eudes de Sully, quien compuso, sin duda, la última frase: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros...”

Al fondo del coro, el altar y la verja son del siglo XIX. Por el contrario, el enlosado, de mármol de diferentes colores, es contemporáneo de la sillería. Pero las esculturas del fondo, cuyos autores son los hermanos Coustou y Antonio Coysevox, son las que atraen nuestra mirada, y las que constituyen, propiamente hablando, el voto de Luis XIII: es éste, a la derecha, quien ofrece a María su corona y su cetro; simétricamente, a la izquierda, Luis XIV que ejecutó, aunque tarde, la voluntad de su padre. Los dos reyes, con sus mantos reales, rodeana la “Pietà”,Virgen de la Misericordia, que recibe sobre sus rodillas a Aquel que dijoa Pilato,al ser juzgado por él: “Sí; yo soy rey, pero mi reino no es de este mundo”. Seis ángeles de bronce que rodean el grupo de mármol llevan, cada uno de los objetos utilizados en la Pasión de Cristo. Empezando por el sur (del lado del tesoro), son:

  • La corona de espinas.

  • Los clavos de la crucifixión.

  • La esponja que, empapada en vinagre, ofrecieron a Jesús.

  • La inscripción que remataba la cruz: “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”.

  • La caña con que le golpearon.

  • La lanza con que trasparason su costado.

Pero al levantar la vista, retrocedemos cinco siglos y medio, ya que la construcción de la actual catedral empezó por el coro y duró unos veinte años, a partir de 1163, bajo el reinado de Luis VII. Entonces empezaron el enfrentamiento entre los reinos de Francia y de Inglaterra y algunos desacuerdos con el papado. Estaría cerca de terminarse, cuando Felipe Augusto inauguró su reino de cuarenta y tres años. En estetiempo aparecen en el reino funcionarios reales, magistrados y senescales. En el coro, a las nueve y media de la mañana, los los canónigos, sacerdotes consagrados a la oración en la catedral, cantan el oficio y celebran la misa. También diariamente, por la tarde a las seis y cuarto, se celebra la Eucaristía en el coro; el jueves, de siete a ocho je la tarde, el Santísimo Sacramento se expone a la adoración y oración de los fíeles en una catedral entonces silenciosa.

Pasando por la verja del coro llegamos a parte norte,

donde encontramos un fragmento del muro esculpido, como en el lado del sur. Este friso es anterior, de algunos años, al de la parte del sur. Empieza con las escenas evangélicas de la infancia de Jesús.

Volviendo al crucero, desde donde podemos admirar otra vez el rosetón sur, salgamos después por la calle, llamada del claustro, porque antiguamente constituía como un claustro cerrado al que daban varias puertas, una de ellas precisamente en este sitio.

A lo largo de este claustro vivían una parte de los canónigos, los sochantres, empleados de la catedral, y los niños de la escolania, encargados de sostener y adornar la oración de los canónigos. En el número diez de la calle del Claustro, actualmente, el Museo de Notre- Dame presenta agradablemente numerosa documentación sobre ella. Subvencionado por la ciudad de París, está abierto miércoles, sábados y domingos.

Algunas de las esculturas de las puertas norte y sur son contemporáneas de los rosetones que las coronan; es decir, de los años 1250-1270. Constituyen gran parte de lo que los siglos, las revoluciones y las restauraciones han perdonado: como la Virgen que se encuentra en medio de la puerta de la calle del Claustro: Una Virgen Madre, cuyo Niño ha sido destruido; estatua auténtica del siglo XIII conservada en su emplazamiento original. Comparándola con la estatua del siglo XIV, que se venera en el interior, se encontrará a ésta más majestuosa, más regia (aún nos queda por ver la de la fachada principal). Por encima de María, cuatro escenas de la infancia de Jesús: la natividad, la presentación, la matanza de los inocentes y la huida a Egipto.

La leyenda, relatada en los dos niveles superiores, nos enseña el poder de la intercesión maternal de María. Teófilo, que había vendido su alma al diablo para conseguir la sucesión de su obispo, ruega, arrepentido, a los pies de la Virgen; ésta arranca al demonio el pacto acusador, sin otra arma que la cruz de su Hijo. Más arriba, el obispo hace que se‘cuente la leyenda para la edificación de los fieles.

Siguiendo por la calle del Claustro, con dirección al presbiterio, se pasa por delante de una modesta puerta, la “puerta roja”, que permitía una comunicación directa entre el claustro y la catedral. Tanto la escena central como las seis esculturas que la rodean merecen atención. Mientras Cristo la bendice, María recibe la corona real, que un ángel le pone en la cabeza. María, madre del rey verdadero que es Cristo, asociada a su resurrección, toma parte también en su realeza.

Por eso, uno de los cantos Marianos más célebres empieza así: “Salve, Regina”: Dios te Salve, Reina... y las palabras que siguen lo explican: “Mater misericordiae”: Madre de misericordia... Esta coronación de María, repetida en la fachada, tiene un sentido particular en esta catedral en que se conserva la corona de espinas traída por San Luis, representado aquí de rodillas con su esposa.

La vuelta está consagrada a San Marcelo, obispo de París en el siglo V y cuyos restos se hallan en un precioso relicario, colocado muy alto en el coro de la catedral para poder ser visto de todos: a la izquierda, el obispo bautiza y distribuye la Eucaristía, los dos sacramentos fundamentales para todos los grupos cristianos. A la derecha, sentado en su cátedra para enseñar, triunfa del demonio.

Volviendo atrás, demos la vuelta a la catedral, atravesemos la plaza y bordeemos el jardín llamado de Juan XXIII, representante del papa Pío XII después de la última guerra.

Si tenemos tiempo, valdría la pena atravesar el río para ver la catedral, en su totalidad. ¿Qué parece una tarjeta postal? Si, pero iles tan bella! Si no, debemos al menos admirar, de cerca, la gracia y la ligereza del ábside, que contrasta con la potencia maciza, de afirmación, de la fachada principal que examinaremos en seguida; mientras ésta acoge al visitante, diciéndole con firmeza quién es ella y quién es él, el ábside abriga el coro de la catedral, donde se celebra la liturgia, entrada en la Eternidad. Está orientado hacia el este (símbolo de Cristo: “O Oriens”), por donde sale el sol de la Resurrección que no se pondrá jamás.

Aunque las piedras conservan su peso y las bóvedas su empuje, los arbotantes, que van, de un solo vuelo, desde lo alto de las ventanas al piso de las capillas, son aéreos, como si juntasen la tierra con el cielo; participan de la gracia de este edificio que es, sobre todo, un sacramento: la presencia de Dios entre los hombres.

Bordeando el lado sur de la catedral, tenemos la visión más del siglo XIX de la catedral. Donde pisamos estuvo erigido, desde hace muchos siglos, el arzobispado de París que, como la sala del tesoro y la sacristía, fueron demolidos, cuando los motines de 1831. El arzobispado no fue reconstruido aquí.

En cambio, la sacristía, la sala del tesoro y la casa del guarda fueron edificados por Viollet- le-Duc en estilo neo-gótico. También en este lado se advierte el gran número de adornos que el restaurador de Notre-Dame creyó necesarios y que sobrecargan las ventanas y los contrafuertes de los arbotantes. Es también del siglo XIX la aguja erigida aquí y que reemplaza la que fue derribada poco antes de la revolución. Pero hay que decir que sin la audacia, a veces indiscreta, de Viollet-le-Duc, quizás no existiría hoy en el centro de París nada más que una ruina famosa.

El siglo XVIII, que despreciaba el gótico, había dejado que el edificio se fuese deteriorando; vendido por la Revolución, hubiera podido convertirse, en poco tiempo, en una cantera de piedras. Cuando el Emperador Napoleón I se hizo coronar allí, tanto el interior como el exterior estaban cubiertos con decoraciones de teatro.

1831 es el año del cambio decisivo: gracias a la publicación de “El jorobado de nuestra Señora de París” de Victor Hugo, la opinión pública empieza a interesarse por la catedral; y así, la restauración fue un hecho: durará desde 1845 a 1864; plazo notable si consideramos la amplitud de los trabajos que hubo que realizar.

Podemos ver fugazmente, rodeando la catedral, la portada sur. cuyas esculturas evocan el martirio de San Esteban, patrón de la primera catedral parisiense, edificada en este mismo sitio. Es la puerta que daba a la residencia del obispo sucesor de San Dionisio, mártir como Esteban. De izquierda a derecha y de abajo a arriba vemos i San Esteban, enseñando a las autoridades judías y al pueblo; después juzgado y lapidado, enterrado y bendecido por Cristo. En la escena del entierro, dos acólitos llevan el libro de oraciones y el aspersorio, según el rito tradicional.¿ Es anacronismo o certidumbre que la misma historia santa se perpetúa a través de los tiempos?

Bueno chic@s, aún me falta la última y tercera parte. Pronto la veréis por aquí.

Un saludo.


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