Sacré-Coeur, Moulin Rouge...

Lista para mi segundo día en París

Aquella segunda noche en París dormí tanto y también que me levanté antes de que sonara el despertador (todo un logro conociéndome). Estaba solo en casa, Ana y Sebas se habían ido de viaje muy temprano. Desayuné, me duché y me puse en camino para aprovechar al máximo mi segundo y último día en la capital de la luz.

El día no era precisamente luminoso y al igual que la jornada anterior había hecho una temperatura ideal, esta vez llovía y hacía algo más de frío. Pero tenía paraguas y cazadora, así que como si nada. Lo primero que hice fue acercarme a ver el Castillo de Vincennes, que como ya os he contado es una ciudad que esta pegando a París, pero que no es París como tal. De hecho, si cruzaba de acera desde la casa donde dormía, ya me encontraba en territorio parisino puramente dicho. Me di una vuelta por el barrio y volví a coger el metro para ir hacia el norte de la ciudad, hacia el barrio de Montmartre. El metro iba hasta arriba de gente y no se si habrá otro metro en el mundo donde se pueda ver tanta diversidad étnica y cultural. Dejé la línea 1 en la estación de Nation y cogí la línea 6 para ir hasta Pigalle, donde empezaba el barrio de los bohemios.

Montmartre, el barrio bohemio de París

Lo primero que ves en Montmartre es una colina coronada por la basílica de Sacré-Coeur (sagrado corazón). Me metí en el barrio y subí por las escaleras que eran interminables hasta llegar a la mitad de la colina. En este punto, ya se puede ver casi todo parís, se ve la Torre Eiffel asomar entre los edificios y se pueden diferenciar algunos puntos concretos. Desde arriba del todo ya si que pude distinguir la mayoría de los lugares que había visitado el día anterior y eso que el día estaba nublado y lluvioso.

Cuidado con los "trucos de magia"

Pero antes de llegar a la cima de la colina, tuve un pequeño encontronazo. Alrededor de los accesos a Sacré- Coeur y siempre al pie de las escaleras, había un montón de hombres que a todo el que tiene pinta de turista, como yo, le quieren hacer el típico juego de “magia” de la pulsera enroscada en el dedo. Que es lo que pasa, que si te lo hacen, como has disfrutado de un espectáculo digno del circo mundial, quieren que les pagues. Son algo así como la gitana de Sevilla que te da una ramita de olivo y te quiere cobrar cinco euros. Bueno pues parece ser que les gustó mi dedo, porque se me abalanzaron tres tipos a la vez a hacerme el truco del demonio. Mi reacción, decir no doscientas veces hasta que me cabrearon y empecé a pensar que tenían las manos muy largas y una de ellas podía acabar en mi mochila o en mi bolsillo. Ya como estaban pesados les mandé a tomar por allí en un perfecto castellano y parece ser que no había sido el primero porque me entendieron perfectamente y me empezaron a insultar en todos los idiomas del mundo. Ya de muy mala leche seguí escaleras arriba y con la cabeza mojada, pues de lo pesados que eran me tiraron el paraguas al suelo. Lo peor de todo es que a mi no era al único al que le hinchaban las narices, porque en lo que duró en ascenso, vi que le hacían la misma a más de uno y a más de dos. Así que si os toca lidiar con ellos, ni paréis, seguid para adelante y no os molestéis ni en decir “no”.

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Ya en la cima de la colina, había una gran fila para entrar ver la Basílica y como andaba sobrado de tiempo, me puse en ella. En esto, que me di cuenta de que no había avisado a mi colega Romain, a quien conocí en mi verano en Brighton y con quien hice muy buenas migas. Le comenté que estaría esa tarde en París y que si le venía bien podíamos quedar para tomar algo y ponernos al día. Me comentó que por la tarde iba a ir con unos amigos a ver un teatro callejero, precisamente por Montmartre y que si quería me podía apuntar. Dicho y hecho, además me venía de lujo para conocer más a fondo la ciudad. Pero como hasta por la tarde no nos veríamos, tenía un buen rato por delante para seguir viendo cosas por mi cuenta.

Sacré-Coeur y Moulin Rouge

La entrada a la basílica creo recordar que era gratuita, pero si hubiera que pagar merecería igualmente la pena entrar, no es Notre Dame, pero es muy bonita. Estuve un rato por dentro y al ver que la gente entraba ya sin capuchas salí a la calle para seguir otro poco por el barrio y sus inmediaciones. Me dirigí a ver otro de los iconos de París, el Moulin Rouge. Toda la calle donde está situado, resultó ser un poco como la avenida del vicio, estaba llena de sex shops, salones de strip tease, cabarets… y el Moulin Rouge era el más conocido de todo París y de toda Francia. Tonto de mí, pensaba que se podría visitar por dentro, pero lo único que se podía hacer a esa hora era comprar una entrada para el espectáculo de esa noche.

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Museo del erotismo (solo para adultos)

Donde si que entré fue al Museo del Erotismo, que por su nombre puede parecer que está lleno de fotos de hombres y mujeres desnudas y bueno… más o menos es así. La entrada valía 5 euros pero por ser estudiante me la rebajaron un poco (muy importante llevar siempre encima el carnet de estudiante). El museo no es nada del otro mundo y es muy pequeñito. Simplemente es una recopilación de figuras, cuadros, fotos, posters, esculturas… de todas las épocas del hombre y culturas varias. Hay desde enormes falos de marfil hasta dibujos del Kamasutra, pasando por videos eróticos (que no porno) e imágenes vintage. Todo erótico claro esta.

Los escenarios de Amelie

Ya fuera me entretuve por alguna de las calles que rodeaban el barrio y busqué la dirección exacta del bar “Café de deux moulins” donde se rodó la película francesa “Amelie”. Me acerqué a verlo y me entretuve por todas las calles de alrededor, muchos más tranquilas que las grandes avenidas del centro. Buscando un poco por Internet leí que lo de Moulin Rouge no se lo pusieron como quien dice casa multicolor o mesón del vicio, sino porque en el barrio de Montmartre, al estar en una colina elevada, había diferentes molinos que se utilizaban para moler el trigo, pintados de diferentes colores.

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Ya se estaba llegando la hora de comer, así que me acerqué a otro de esos numerosos puestos de comida rápida y me senté en un banco en el barrio de Montmartre a comer tranquilamente acompañado de unas cuantas palomas gabachas.


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Comentarios (2 comentarios)

  • flag-cr Glori Cisne hace 8 años

    Que lindo! parece que disfrutaste al maximo de montmatre! :)

  • flag- Adri P hace 8 años

    La lluvia estropeó un poco el día, pero aún así estuvo genial.

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